Un padre, dj y rapero, despierta a sus tres hijos: dos niñas y un niño, de edades comprendidas entre los ocho y los doce años. Diez minutos en los que remolonean, mientras el padre insiste en que se vistan y se den prisa, porque tienen que ir al cole. Este es el comienzo de Niñato.
Sencillez. Vida cotidiana, mostrada con naturalidad. Hay mucho trabajo detrás. Más de cinco años. Y una amistad entre él y su amigo, el protagonista, de unos quince.
Logra sus mejores momentos cuando vemos al padre y a su hijo: el que, seguramente, cuando sea adolescente, será el más conflictivo y rebelde. ¡Qué difícil es ser padre y cuánto esfuerzo en el día a día! Se deben poner límites, enseñarle a ser responsable y, al mismo tiempo, darle cariño. Una dedicación a tiempo completo; aún más, si asumes solo y con escasos medios económicos esa tarea. Eso es lo que vemos en Niñato.
A veces no se entienden diálogos y hay partes que se alejan del tema central, que cojean y sin un desarrollo preciso, pero eso, al contrario, ayuda a visibilizar una naturalidad, que no es forzada en ningún momento, aunque intuyas que se ha trabajado durante mucho tiempo para que, cuando se grabe, tengamos esa frescura; por otro lado, impide que aspirando a más, como haría un primerizo, pueda diluirse la atención y el director se pierda, intentando reflejar temas más complejos. Me parece un acierto; no un error.
Es posible que se puede echar en falta el contexto social y familiar, levemente esbozado; la falta de medios y las dudas que surgen, cuando piensas que no podrás abarcar lo suficiente con lo que tienes a tu disposición, estoy seguro, han influido en esa decisión. Sin embargo, en general, es un trabajo bien hecho que merecería una mejor distribución; pero, ya se sabe, es sólo un documental.
Educación, aprendizaje, responsabilidad.
Un trozo de vida; nada más.
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