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domingo, 6 de noviembre de 2022

REFUGIOS EN ALMERIA: ENTRADAS AL INFRAMUNDO

 

En Almería se conserva un refugio diseñado por Langle durante la guerra civil. Son cientos de metros bajo uno de los paseos más concurridos de la ciudad. 

Aquí, en este enlace, podéis encontrar más información.

Hay una curiosidad añadida. Al finalizar la guerra, se decidió bloquear las salidas. Se pidió al mismo Lange que las ocultara y lo hizo de manera muy elegante: construyendo unos kioskos que aún se conservan. 

Las entradas al inframundo no deben ser vistas. Arriba, el consumismo de nuestros tiempos. A doce metros de profundidad, el infierno o un recuerdo lejano de tiempos oscuros. 

Un tejo, de más de cien años, comunica el mundo de los vivos con el de los muertos. Sus raíces llegan hasta las profundidades del submundo; una plancha de metal las contiene desde hace unos pocos años. 

La naturaleza se rebela, destruye las fronteras que los seres humanos intentamos levantar... en vano. Las del pasado y el presente, las de la vida y la muerte. 

lunes, 28 de agosto de 2017

UNA JUSTIFICACIÓN


Empecé a leer este libro porque -salvando las distancias- me pareció que encontraría elementos comunes con una novela corta que he terminado de escribir hace unos meses.

Toda investigación sobre una familia y que tiene como referencia la guerra civil y la inmediata posguerra tiene similitudes. ¿Cómo no habría de haberlas? Reconozco las llamadas de teléfono, las entrevistas, las visitas a archivos, los viajes a aquellos lugares en donde sucedieron los acontecimientos que se narran, las historias que me contaron mis familiares. Y la posición política. Eso está en las dos novelas, sin duda. Son experiencias que hemos compartido, aunque él sea el gran Javier Cercas y yo, sólo un aficionado.

La madre -en su caso, viva-, la familia y el héroe/antihéroe aparecen. Incluso, la entrevista que le permite convertir al héroe/antihéroe en un hombre de carne y hueso, también está en la mía.

Eso sí, como no podía ser de otra manera, hay perspectivas diferentes. Yo construyo mi novela a partir de un descubrimiento, como una recuperación. Él, como una justificación. Mi héroe fue un hombre olvidado, enterrado en una fosa común. El suyo fue un héroe falangista. Mi familia estuvo en el bando de los perdedores, pero lograron evitar la represión, porque no tenían delitos de sangre. La suya, estuvo en el bando de los vencedores y eso -quizá la mejor idea de la novela- le avergonzaba.

No voy a juzgar los defectos de mi novela. Ni siquiera sé si alguna vez conseguiré que alguien la publique. Yo sí puedo hacerlo con la suya.

Aparecen personas reales; también, en la mía. Quizá el problema es que hablan demasiado y se nota el discurso que hay detrás de cada parlamento. Son huecos; mucho más, cuando David Trueba conversa con su amigo Javier Cercas de un tema intrascendente: su separación de Ariadna Gil. Es innecesario y absurdo. Tal vez hasta ridículo.

Comparar a Aquiles con su tío-abuelo, su héroe o antihéroe, podría haber sido interesante, pero no consigue cuajar. ¿Por qué? ¿Tal vez porque no es comparable una leyenda griega con la realidad histórica? El franquismo, desde el 36, mató a miles de personas. Y sólo tres generaciones nos separan de esos crímenes. El símbolo podría valer, pero... ¿Los aqueos y los franquistas y, en frente, los troyanos y los republicanos? ¿El autor quería hacer historia o literatura? Esa indefinición podría ser una virtud, si Cercas hubiera dado un paso más. Compararlo con Aquiles, tal vez, no es un gran acierto.

Se esboza una relación con la madre que podría haber dado más juego, pero no la desarrolla. O no se atreve. Tal vez, porque aún está viva. Aquí le entiendo. Comprendo la dificultad. Yo tampoco pude hacerlo, mientras ella lo estuvo... Sería una novela interesante, si alguna vez se atreve a escribirla.

Las batallas están bien contadas -aquí se nota el trabajo de campo, sin duda-; sin embargo, las reflexiones históricas se hacen largas y, sobre todo, desprenden un tufillo: el de la justificación. En esas reflexiones sí queda claro que la República tenía la razón, a pesar de sus debilidades. Y que el franquismo fue injusto y criminal, aunque, a veces, algún adjetivo o alguna frase, te haga dudar de la posición de Cercas y te venga a la cabeza la palabra equidistancia.

Pero quizá el momento más revelador y contradictorio es cuando habla de su abuelo paterno. Se puede aceptar -a regañadientes, la verdad- que tuviera armas escondidas a principios del 36 -" tenía que defenderse de los grupos izquierdistas", dice Cercas. Incluso se insinúa que salvó a un par de republicanos en los primeros meses de la guerra -es posible; quizá lo hiciera; aunque eso sí, mientras miraba a otro lado, cuando mataban a otros trece en su pueblo-. Sin embargo, cuando Cercas nos dice que su abuelo recibió una delación de un convecino y lo denunció a las autoridades franquistas en el 39 -el hombre fue fusilado meses después, sólo con el testimonio de esa delación, sin más pruebas- lo justifica diciendo que "si alguien sabe que se cometió un asesinato debe decirlo, esté en una democracia o una dictadura".

La debilidad de este libro está quizá en el propio autor. Ha querido justificarse. Ante su madre, ante su familia, ante los que le acusaban de equidistancia, ante los que le criticaban por sus amistades e influencias. Y esas son sus contradicciones. Las del libro y las suyas.





viernes, 30 de diciembre de 2016

LA HISTORIA OFICIAL



La protagonista es una profesora de historia, y no es casual, pero los temas que aparecen en esta película van mucho más allá del momento histórico en que se sitúa: la incipiente democracia argentina tras la brutal dictadura de Videla y la situación concreta: los niños robados y las abuelas de la Plaza de Mayo. Hay una reflexión que en esta escena -clave, más importante de lo que parece en un principio; como se suele decir: aquí está el mensaje- se resume en dos comentarios. Uno, en la frase de un tal Mariano Moreno pronunciada a principios del siglo XIX: "Si no dejan publicar la verdad, va a triunfar la mentira, el embrutecimiento..." Y la segunda, brutal, escupida por uno de sus alumnos: "La historia la escriben los asesinos". 

Es una bofetada, un puñetazo en la cara. 

La protagonista tomará conciencia, dejará de mirar a otro lado, descubrirá la verdad. El final es demoledor.





Y, en realidad, las dos frases podrían servir para cualquier lugar del mundo en cualquier momento de nuestra historia. En el Egipto de Akenatón, en la Roma de los Graco, Augusto o Trajano, en la Grecia de Pericles o Alejandro Magno o en la China de los emperadores. En la Europa medieval o en la América conquistada. En la Francia de Vichy o en la Alemania de Hitler. En la antigua Yugoslavia y los países que nacieron tras su desmembramiento, en la Rusia comunista o en los Estados Unidos del macartismo. Y ahora. En la Siria de Al Asad, en el infierno del ISIS, en la Turquía de Erdogan, en la Rusia de Putin, en los Estados Unidos de Obama o de Trump o... en España...


Siempre, detrás de la historia oficial -la que escriben y escribirán los vencedores o los asesinos- está y estará la verdad, mucho más compleja y contradictoria

Aunque me temo que los seres humanos preferimos o aceptamos muchas veces la historia oficial. La verdad no es agradable; nos refleja en un espejo tal como somos.

miércoles, 25 de abril de 2012

HACE 75 AÑOS: EL BOMBARDEO DE GERNIKA




Gernika fue bombardeada hace 75 años a las tres y cuarenta y cinco de la tarde. Fue el primer bombardeo indiscriminado sobre civiles. Parece que nadie se ha acordado en los grandes medios...

Las sirenas han vuelto a sonar en recuerdo de esos hechos.
No debemos olvidarlo...

 FOTOS OTROS GERNIKA

Tras Gernika hubo otros Gernikas... y sigue habiendo otros Gernikas...