domingo, 30 de enero de 2022

EL HEROE

 

Esta noche he soñado con ella. 

Hace un año que no nos vemos; seis meses desde su último mensaje -"estoy en Cádiz con una amiga"-. Sé por terceras personas que llega tarde a primera hora -"aunque, al menos, avisa"-, que ha tenido problemas con algún grupo de 1º de Bachillerato en esta evaluación -"si te apruebo a ti, tendría que aprobar a todo el mundo"- o que regaló un cómic sobre Sócrates a su jefa de departamento. Poco más. 

Hace unas horas nos hemos cruzado en el aeropuerto. Iba con unos amigos y arrastraba dos maletas. "¿A dónde vas?" Sin responderme, ha pasado con sus acompañantes al otro lado de un puente de cristal. Se han alejado unos metros, pero, tras percatarse de que tenían que volver, han regresado por el mismo camino. Al pasar a mi lado, en medio del puente, se lo he vuelto a preguntar: "¿A dónde vas?" Ninguna respuesta. Enfadado, he insistido: "Al menos, podrías despedirte de mí". Se ha girado y sin dejar de sonreír me ha dado tres besos en la mejilla; uno, muy cerca de los labios. Era ella, pero no lo parecía. Estaba rejuvenecida. Es como si, cuando los recordamos y soñamos, eso les hiciera más jóvenes, mientras nosotros seguimos envejeciendo... 


Uno de los hermanos Coen, Joel, continúa en la dirección. El otro aparece con un apodo en el montaje de una nueva versión de Macbeth. 

La obra de Orson Welles está presente desde el primer momento. Los espacios, las sombras alargadas, la fotografía que recuerdan el expresionismo, por ejemplo. Actores de color como rasgo de modernidad.

Branagh también hizo su versión de Macbeth hace una década. Ha estrenado Belfast. 


Nostalgia amable e idealizada no pretende profundizar en el conflicto irlandés. Este solo le sirve de escenario para recuperar su infancia con actores solventes que saben crear personajes muy humanos.

Mia Hansen Love trae La isla de Bergman.

La historia es sencilla: una pareja de directores, admiradores de Bergman, deciden pasar una temporada veraniega en Faro. Allí trabajan unos meses, escribiendo sus guiones. Lo que, en un principio, parece ser la historia de una relación de pareja bien avenida, en un entorno especial, eso sí, de repente se transforma, cuando ella comienza a contar el guion, que está escribiendo, a su marido. Sus personajes cobran vida en una historia de desamor entre dos jóvenes que se desarrolla en la misma isla. No llega a contar el final, porque la autora no lo encuentra, según admite ante su marido. Y será en el epílogo, en una de las elipsis más elegantes y sutiles que yo recuerde, por medio de un sueño, cuando las dos historias paralelas se mezclen. Con sencillez Mia Hansen Love nos atrapa y tienes la sensación, al final, en un último plano luminoso, de que detrás había muchas más cosas de las que en apariencia contaba.

Y termino con Farhadi. El héroe es una de sus mejores películas, sin duda. Y, por tanto, de este año.

Nos encontramos ante sus temas de siempre: la ética, el conflicto y el dilema moral, las contradicciones cotidianas a las que nos vemos constreñidos. Se añade el de la verdad y la mentira con unos grises tan desvaídos, que, a veces, es difícil distinguir cuál es una u otra. 

Un hombre, está en la cárcel por deudas; su nueva pareja, que espera casarse con él cuando salga, encuentra un bolso con monedas de oro. Decide devolverlo, a pesar de que resolvería muchos de sus problemas, y eso, sin que lo pretenda, le convierte en un héroe. Pero, nada es tan sencillo y la realidad está llena de dobleces y buenas intenciones que te llevan al infierno...

Todos los personajes tienen sus razones para actuar como lo hacen, -lo pueden llamar dignidad, honor o prestigio, aunque en realidad sea el dinero el motor central- en una sociedad injusta en la que los intereses individuales o institucionales, -sean del funcionario de un ayuntamiento o los responsables de una prisión o los integrantes de una organización de caridad- se imponen. El personaje central, débil, bondadoso, inocente, imperfecto, con rasgos de ira, se deja llevar -buscando salir de la cárcel- por la manipulación, la ocultación y acaba devorado por las presiones propias y ajenas. La ironía final es que su último acto, callado, silencioso, lejos de las redes sociales, protegiendo a su hijo, sí es propio de un héroe, aunque, en esta ocasión, la sociedad nunca se lo reconocerá. 

Es un guion redondo, sin debilidades.

Farhadi otra vez ha vuelto a colocarnos delante de un espejo. 


Desapareció. He mirado el reloj: era casi medianoche. A esas horas sólo hay vuelos a Japón, Australia, Estados Unidos o Iberoamérica. ¿A dónde irá? ¿Importa?


lunes, 24 de enero de 2022

SOBRE LO CLÁSICO

 

En un momento en que lo clásico es recortado y apartado en los sistemas educativos aparecen cada cierto tiempo autores que intentan establecer puntos de encuentro entre nuestro mundo y aquel del que venimos. 

Sobre todo, esta recuperación se debe al éxito sorprendente, teniendo en cuenta que hablamos de ensayos, de autoras como la italiana Andrea Marcolongo o la española Irene Vallejo. Parece que hay un público interesado, aunque las leyes vayan arrinconando el griego y el latín poco a poco, por aquí y por allá. 

He empezado este año planteando un aprendizaje de las lenguas diferente, aprovechando que me dieron la plaza fija. No es nuevo el método Orberg o similares; hace décadas que llegó a algunas aulas. Es un experimento, lo admito; en mi caso, parece estar funcionando con un grupo bueno. Con otros, que no hacen nada o casi nada, el resultado es el mismo que con la metodología tradicional. ¿La conclusión es que sin trabajo da igual la metodología que utilices? Al menos, pienso, en el peor de los casos, si se confirman estas primeras impresiones, puedo arrastrar a alumnos, interesarlos más que con la traducción en bruto y, así, sobrevivir en este ambiguo y frágil entramado en el que la música, el dibujo, la filosofía o el francés desaparecen aplastados por los nuevos señores: la tecnología, el inglés y la educación física. Hay una intención ideológica, sin duda, en estas decisiones políticas y cada vez es menos sutil. 

Bueno, por lo menos, me divierto planteando las clases, hablando con ellos en latín o en griego clásico, jugando a recuperar una lengua muerta... 

Volviendo a las reflexiones sobre lo clásico, he estado leyendo dos obras que han llegado el año pasado a las librerías. 

Las Odiseicas de Carmen Estrada es una reflexión sobre el papel de las mujeres en la Odisea. Todos sabemos que la Odisea nada tiene que ver con la Ilíada y hay quien prefiere una o quien gusta de la otra. Yo soy de los que piensan que la Odisea es muchísimo más interesante. Tal vez ayuden los personajes femeninos. Y, sin duda, Odiseo que es demasiado parecido a nosotros frente a esos héroes tan de una sola pieza: Aquiles o Héctor. 

La primera parte del ensayo nos presenta a las mujeres y su relación con el personaje masculino. Una Calipso dependiente; una Circe inteligente; la astucia de Penélope; la reivindicación de Helena...

Aparece la idea de que pudo haber una Homero femenina. Se estable una relación entre el alfabeto escrito a la manera de los bueyes -brustofedón- y el telar. ¿Y si los escribas pensaron primero en el telar y sólo después prefirieron para describir la escritura la actividad masculina? Dos hipótesis curiosas, lanzadas al viento. ¡Quién sabe!

En la segunda parte ellas mismas nos hablan en una especie de monólogos literarios. No están tan bien traídos. En este caso tengo la sensación de encontrarme ante mujeres actuales y el estilo no alcanza excesiva altura literaria. 

En El hilo de oro David Hernández de la Fuente establece paralelismos entre nuestra realidad y la de Grecia y Roma. Las explicaciones a veces se nos hacen repetitivas; este es un aspecto que ya había notado en alguna obra suya. Nada tengo que decir sobre sus conocimientos en esta materia que son excelentes y que ya conocía de Oráculos griegos. 

Es muy decepcionante el capítulo tercero y resume bien las sensaciones que me quedan tras la lectura de este libro. Las comparaciones entre la democracia griega antigua y la española, su elogio al patriotismo constitucional o la moderación frente a los nacionalismos identitarios -Cataluña y los referéndums son anatemas para nuestro autor- sorprenden y te hacen pensar si no estás ante un intelectual al servicio del poder establecido o a alguien cegado por sus prejuicios e ideas preconcebidas. A veces tenía la sensación de escuchar a Aznar y, como defensa de su persona, no creo que tengan nada que ver. De vez en cuando vuelve a aparecer esta visión ideológica -su elogio a la tauromaquia o considerar como exempla colectivos a la Transición o el 12 de octubre- u oculta ciertos aspectos -habla de torturas y no menciona Intxaurrondo; habla de fascismos y Franco no aparece-. Es más convincente cuando la comparación la establece al hablar de epidemias, de feminismo o de aspectos de índole económico. 

En general, es como si echara de menos una idea de España grande y unida, pero se apoya, erróneamente, en conceptos simples y agotados de los que, me temo, no es consciente. O prefiere no darse cuenta. 

No niego sus amplios conocimientos en la materia; sin embargo, al final, su ideología deja el libro en un intento de reflexión superficial, fallido y baldío, con frases tópicas y manidas. Una gran decepción. 

Seguiremos hablando de los clásicos. Por eso lo son, ¿verdad?

sábado, 22 de enero de 2022

DETALLES DE CINE

 


Vuelvo a los clásicos. No sólo he visto estrenos durante este mes de enero. Pero sólo mencionaré una escena, un instante, ese que te emociona y no sabes muy bien por qué. 

En Casablanca me sorprendió darme cuenta de que durante más de treinta segundos se mantiene el plano de Bergman, mientras escucha Time goes by. Pocas actrices superarían esta prueba de fuego.

Pues, sí, han pasado más de ochenta años y la película se disfruta como nunca. 

Vacaciones en Roma es un cuento de hadas con una princesa llamada Audrey Hepburn. Nada que objetar. Todo lo contrario; a mí me encanta. Hay una escena conocidísima en la que los personajes meten la mano en la Bocca de la Verità. Por supuesto, esto ya no se puede hacer, aunque los turistas se hagan fotos como cosacos. Pero esta escena me gusta porque, según parece, se le ocurrió a Gregory Peck y William Willer. Fue una broma que le hicieron a Audrey, que no esperaba lo del "brazo cortado". Así que el susto es real; la reacción es espontánea. Y la complicidad entre los actores se traslada a la historia. No puedes evitar reírte con ellos. 

Si pienso en la emoción, lo que me hace llorar cada vez que los veo, tengo en mente tres finales. 

El primero es el final de una de las mejores películas de John Ford, El hombre que mató a Liberty Valance. La mentira que ha servido para construir un mito y una relación de pareja. Están juntos, pero, en realidad, les separa todo. Y John Ford sólo necesita dos planos; se ve a partir del minuto 5.


El mundo sigue de Fernando Fernán Gómez es una de las mejores películas del cine español de los 60, recuperada hace pocos años. Es una disección demoledora de la sociedad franquista. Nadie queda impune.

El final es uno de los más demoledores y terribles. Brutal, como toda la película, en la que los personajes para sobrevivir son hipócritas o viven en un mundo irreal de sueños y esperanzas imposibles. La tercera opción sólo podía ser la que elige la protagonista. Los elementos elegidos, el coche y la música alegre y desenfadada son el contraste perfecto, el reflejo distorsionado y deforme del mensaje oficial de aquella época. Me pregunto si alguien será capaz de rodar ahora algo así. Creo que tardaríamos sesenta años en darnos cuenta que esos personajes somos nosotros, en realidad. 

¿Qué puedo decir de Matar a un ruiseñor? Me hubiera gustado tener un padre como Atticus Finch. Por supuesto, no lo tuve. Y, aún así, echas de menos lo que representa: la familia, el amor, el hogar. Tan lejanos... 


Duelo en la alta sierra. El Peckinpah más clásico. Un pistolero, honrado y pobre ha muerto defendiendo lo justo, aunque el mundo que le rodea hace mucho tiempo le diera la espalda y un amigo le traicionara. 

Hay que saber morir con dignidad, mirando con tristeza lo que se deja atrás: la vida. 


MEJOR PELÍCULA EXTRANJERA EN LOS OSCAR 2022


La preselección de los Óscar, de calidad bastante alta en los últimos años, es un fiel reflejo de los intereses y conflictos de nuestro presente. Así que hagamos un amplio repaso para saber quiénes somos. 

De la gran favorita, Drive my car, ya he hablado en una entrada anterior. También de la película de Aranoa.

Tengo ganas de ver la de Farhadi, otra de las favoritas, con El héroe.

Aparecen los temas conocidos del director con ese conflicto entre el individuo y la sociedad y la apariencia y lo que otros piensan o creen de ti, entre la mentira y la verdad; ese suelo ético tan frágil en el que nos movemos. 

No he visto ni la panameña ni la de Bután, aunque puedo imaginar que estamos ante ese guiño al localismo tan apreciado por los académicos que se encargan de la selección. No llegará a nuestras pantallas y dudo mucho de que alguna vez vaya a verlas. 

La de Bután es la típica película donde encontraremos buenos sentimientos y un país exótico. El tema es conocido: un profesor va a un lugar perdido de la mano de Dios y acaba adaptándose a las peculiaridades de sus habitantes y las dificultades materiales -entre ellas, dar la clase en un establo donde se encuentra un yak-. Los paisajes son muy bonitos, admitámoslo, y para verlo un domingo lluvioso y llorar un poquito seguro que funciona.

Plaza Catedral, la opción panameña, parece más interesante. La protagonista es femenina -eso es uno de los rasgos que comparten la mayor parte de las seleccionadas- y la trama se apoya en la relación que se establece entre ella, una mujer soltera, sin hijos -otro aspecto que observo en otras obras- y un niño, un superviviente de la calle, acostumbrado a la amenaza y la violencia. 

Por lo menos, existe el interés de mostrar una realidad más dura y realista y menos edulcorada, aunque la sensación que tengo es que la historia es previsible y muy poco original. Sé cómo se desarrollará, viendo el trailer, e imagino cómo terminará. Para Panamá, sin embargo, que no puede rodar muchas películas al año, es un privilegio haber sido seleccionada. 

Lo mismo le pasa a Kosovo. Su película, Colmena, es un biopic, bien rodado, pero con todas sus debilidades. La protagonista -nos encontramos ante una historia real- es una mujer que vive en un pueblo perdido y que, en un mundo de hombres, decide, tras perder a su marido en la guerra contra los serbios, montar un negocio con otras vecinas. Loa a un feminismo superficial, políticamente correcto -ya sabemos, la lucha feminista por la igualdad convertida en un mensaje sin sustancia- y, al mismo tiempo, a una empresaria que se hace a sí misma. En el país del capitalismo les habrá agradado esta visión tan amable. Y como sale un poco de un conflicto local, lejano, miel sobre hojuelas -nunca mejor dicho-.

Hablando de conflictos. Seguramente alguna de Ucrania en los próximos años nos llegará; que una guerra siempre necesita de propaganda. También hay que reflejar las guerras locales. No todas han llegado. La elección de Jordania fue apartada porque en Palestina no gustó. Es un tema terrible: contrabando de esperma de prisioneros palestinos. El tratamiento tal vez quería contentar y justificar a todos. A veces pasa.

De Dinamarca sí ha llegado Flee. 


Es un documental y, al mismo tiempo, animación. Y la guerra de Afganistán aparece; y el sufrimiento de un inmigrante, su éxodo, las formas de supervivencia, su soledad. Película de altura, que funciona y te cuenta, mejor que muchas otras que tienen actores en carne y hueso, sentimientos universales. 

De Escandinavia también -de allí sólo Suecia no ha sido preseleccionada- llega la finlandesa Compartment número 6. 

Una mujer que huye, en busca de su identidad. Una relación lésbica que la ahoga. Un viaje en tren bajo un duro invierno. El encuentro con un minero ruso en el compartimento. No la he visto; parece interesante. Se mueve en los parámetros actuales. 

De Islandia tenemos una película extraña, Lamb. En el que se mezclan el mito -enseguida piensas en el Minotauro- y la realidad cruda, la obsesión enfermiza, el dolor de un hijo perdido, el egoísmo, la relación de pareja... Son emociones muy primarias en un espacio terrible, donde sobrevivir obliga a decisiones radicales. A veces recuerda a un cuento; en otras, te das cuenta de que estás viviendo una pesadilla. 

En la película francesa, Titane, que no fue seleccionada, se llevaba esto hasta las últimas consecuencias. El personaje, un asesino adolescente, se transforma, sin que pueda evitarlo en un ser diferente. Me recuerda a las películas de Cronenberg donde los conflictos mentales acaban afectando al cuerpo, destruyéndolo, sin que el protagonista pueda evitarlo. Quizá demasiado salvaje y enfermiza para la sensibilidad americana o, incluso, para la nuestra. 

Fue la mano de Dios tiene detrás a otro de los niños mimados de estos tiempos. Es irregular como el mismo Sorrentino. Una primera parte con un estilo felliniano -la familia, los excesos mediterráneos, el mismo Fellini como personaje aparece en una escena-; una segunda parte tras la muerte de los padres marcada por la tragedia y la confusión del protagonista. 

Momentos en los que te emocionas; otros en los que te aburres y desconectas o que parecen más previsibles. Sorrentino tiene oficio, pero no es su mejor película, aunque la escena en la que le comunican la muerte de sus padres me llegó a lo más hondo. Sí, eso es lo que sientes cuando sabes que muere alguien querido. Yo mismo lo viví. Y Sorrentino lo sabe contar muy bien. 

En Great Freedom, la opción austriaca, se trata la persecución contra los homosexuales. 

Olvidados estos últimos años entre los temas candentes -hoy parece que estamos más interesados por historias en las que la mujer sea la protagonista; la moda es lo que tiene-, los dramas carcelarios funcionan siempre. 

Termino con cuatro historias feministas. Ya he comentado que la mayor parte de las historias giran en torno a mujeres en contextos diferentes. 

Playground, sería más bien la de una niña. Y la relación que establece con su hermano mayor. 

El acoso escolar parece, al principio, el tema central. El papel de los adultos es, sin duda, lo más flojo de la película. Funciona, en cambio, muy bien cuando se centra en los dos niños. Los matices con los que se construye el personaje femenino -la actriz está impresionante- hacen que la película interese y atraiga hasta el final. 

La segunda viene otra vez del Norte, Alemania. I´m your man me trae a la memoria uno de los episodios de Black Mirror, Be right back.

De nuevo una mujer soltera, independiente y sin hijos. Recibe un robot durante unas semanas en su casa y debe hacer un valoración al final del proceso. Ese robot tiene todas las cualidades del hombre perfecto, pero no deja de ser un robot. ¿O es más humano de lo que parece? La ciencia ficción y las distopías se abren camino en esta obra, más ambigüa de lo que pueda parecer a simple vista por este tono de comedia ligera, muy diferente al tono de Black Mirror, que nos obligaba desde el principio a pensar en las consecuencias éticas y emocionales, al recelo hacia lo desconocido y a nuestros monstruos interiores. 

En La peor persona del mundo tenemos desde Noruega el modelo de mujer actual en su protagonista.

Que toma sus decisiones, que elige de manera consciente, a pesar de los vaivenes y contradicciones, su propia libertad sexual y económica. No quiere ser madre ni puede o quiere mantener una relación de pareja estable. No hay juicios de valor; otras pueden hacerlo. Ella elige ese camino o... es lo que hay y hay que pencar con ello, si quieres ser libre.

Termino con Noche de fuego. Si la comparamos con la película de Bután no hay debate. Noche de fuego se sitúa en un entorno violento. 

Las mujeres trabajan en los campos de opio. No hay otra opción. Cada cierto tiempo llegan unos soldados -el mal, sin rostro y masculino- y raptan a sus hijas adolescentes. No vuelven a verlas. Las mujeres, solas, deben sobrevivir; sólo les queda la huída. El guion se centra en la relación de una de las hijas con su madre. El conflicto entre generaciones -el natural de una madre con su hija- deja de tener importancia en una realidad como esta. Al final se abre la posibilidad de una colaboración con otros poblaciones limítrofes para enfrentarse a los soldados, pero este no es un final feliz. Hay víctimas. Y nada hace pensar que vayan a cambiar las cosas de verdad. Es una película valiente. Tal vez, para algunos será demasiado realista. 

Conflictos, feminismo, distopías, mitos... Esta es la visión del mundo que el cine nos ofrece en el 2022. 

Si nos parecemos o no, dependerá de cada uno de nosotros. 





EL BUEN PATRÓN Y FAMILIA


Aranoa nunca llegó a superar Familia, su primera película. Esa es una realidad incuestionable, aunque es difícil saber el porqué. 

Es cierto que desde el 2012 y su Los lunes al sol no conseguía un gran éxito de público; con El buen patrón parece que ha vuelto al candelero y los Goya caerán solos. 

Pero no nos engañemos; su última película no alcanza el nivel de su bautizo cinematográfico. 

Es cierto que en El buen patrón hay una historia bien contada y no aburre; tampoco, para ser sinceros, me despierta demasiado interés. Los personajes son estereotipos, aunque estén bien interpretados. Sus intenciones, si las había, de realizar una crítica a nuestro entorno sociológico y político no llegan demasiado lejos. Se queda ahí, en la superficie y eso para un director que, al principio, traía sus películas a casas okupadas me parece un fracaso. Como con Podemos uno podría pensar que el sistema le ha devorado. 

En Familia, que, según me comenta mi hermano es un remake de Dulces horas de Carlos Saura, -nunca se menciona este detalle, cuando se habla de la película de Aranoa-, la crítica a un determinado modelo familiar iba mucho más allá, jugando con las apariencias y la realidad, la representación teatral y el espejo en el que nos reflejamos o que deseamos alcanzar. Se abría a muchas interpretaciones bajo esa primera impresión que podíamos tener de parodia o humor irónico y ácido. En El buen patrón, aunque Aranoa mantenga el tema de la apariencia frente a la realidad, lo políticamente correcto y lo comercial se ha impuesto. El empobrecimiento de nuestra cinematografía, al menos de la comercial, es evidente.

Quizá sean estos tiempos en los que, si quieres tener al gran público, debes sacrificar la crítica dura y seca, adaptarte a un modelo establecido y presentar un producto aceptable, sin que moleste demasiado a las grandes empresas, a los monopolios, a determinada élite política, mediática, judicial o policial. Sólo lo justo. 

¿Alguien se atrevería hoy a mostrar la tortura como Pilar Miró en El crimen de Cuenca? Podría quedarse sin dinero para futuros proyectos. Demasiados riesgos. 

La ganadora de los Goya 2022 es un ejemplo de lo que somos.

Y no nos debería gustar lo que vemos. 

viernes, 21 de enero de 2022

DRIVE MY CAR


A lo largo del mes de enero he visto con mi hermano muchos estrenos y clásicos. Por falta de tiempo no he podido escribir en el blog. Aunque sea de manera general, intentaré hacer un repaso a algunos.

Empezaré por Drive my car, la última película de Hamaguchi, un autor consolidado desde hace años y que suena para los Óscar de este año. 

El director japonés ha conseguido madurar un estilo que se puede identificar con características muy definidas. Vemos historias personales en las que el recuerdo adquiere un peso fundamental. Las conversaciones entre los personajes van transformándolos en un entorno cotidiano -un bar, una vivienda de clase media, un espacio urbano-. Siempre nos encontramos ante esa sensación tan cercana e íntima, muy propia de nuestros tiempos, de no saber muy bien hacia dónde dirigirnos. Ni como sociedad ni como individuos. 

Que esta vez se haya apoyado en un texto de Murakami encaja perfectamente. 

Es una película que se construye con palabras; no en vano el protagonista es actor y su mujer -que sólo aparece en la primera parte del metraje- trabaja como guionista de televisión. Y, sin embargo, los silencios, las miradas acaban desvelando esa realidad profunda que los personajes no han sido capaces de aceptar, a pesar del tiempo transcurrido desde que sucediera la tragedia que les marcó. En la segunda parte la aparición de otros dos personajes -otro actor y una chófer-, más jóvenes, le obliga -a estos también- a afrontar ese cambio. 

Es una de esas películas que me gustaría volver a ver, porque deja muchas incognitas, dudas y abre caminos con varios niveles de significación. ¿La realidad o la representación teatral de Tío Vania? ¿El viaje en coche como forma de conocimiento? ¿La memoria, el pasado doloroso, un espacio y un recuerdo que debe cambiar de significado para que tengamos algún futuro? 

El epílogo, para mí demasiado optimista, en un mundo postpandémico, continúa la historia. Como si liberados de su carga, los personajes -o, al menos, la más joven- pudieran proseguir su camino y, con un giro sorprendente, se explicita, mostrando la realidad actual, después de haber contemplado, como si estuviéramos en el patio de butacas, la última escena de la obra representada. 

Así se convierte en un reflejo contradictorio, ambigüo de ese final en el que los personajes de Sonia y Vania se consuelan. Como podemos escuchar en esta versión de la BBC, a las dos horas de metraje, en este archiconocido monólogo donde se mezclan la resignación y el dolor.

La obra de teatro es una reflexión paralela que recorre toda la película. 

Como lo hacía también en esa última película de Louis Malle, Vanya en la calle 42. A pesar de la calidad de la imagen, pongo el enlace del monólogo de Sonia. Vale la pena. 

Hemos sufrido y no hay salida, pero debemos seguir adelante hasta que llegue la muerte y entonces descansaremos, le dice, más o menos, Sonia a tío Vania.

Seguir adelante, aunque no sepamos cómo...