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sábado, 26 de abril de 2025

209, RUE SAINT-MAUR, PARÍS: LA MEMORIA RECOBRADA

 

Entro en la biblioteca de mi barrio. Busco, como suelo hacer, entre los expositores donde han colocado las novedades, libros que atraigan mi atención por el autor, el título o la portada. Tengo en la mano cinco libros; todavía puedo llevarme otro más, así que echo un último vistazo. Me fijo de repente en una portada: el patio interior de un edificio parisino. Y el título nos sitúa en el lugar exacto: 209, rue Saint-Maur, Paris. Hay imágenes y temas que nos llaman; nos están destinados.

No conocía a la autora que, más o menos, en las fechas en las que yo hacía mi documental preparaba y terminaba el suyo. Eligió este espacio porque descubrió una lista en internet: nueve niños judíos deportados en las mismas fechas, en julio del 42, que vivieron en este lugar. Solo uno sobrevivió; de otro, un niño de 3 años, no ha logrado encontrar nada, a pesar de todos los esfuerzos. Será para siempre solo un nombre sin biografía, sin historia. 

Es un punto de partida; el documental que puede verse en francés aquí.

El libro, escrito un par de años después, es una recopilación de toda la investigación realizada por la directora Ruth Zylberman a lo largo de más de una década. No solo habla de esas deportaciones -aunque sean la base y el centro del relato y documental; un punto de fuga-, sino que también extiende su curiosidad más allá de ese preciso momento, hacia el pasado -la revolución del 48, la Comuna, la primera guerra mundial, la posguerra- y hacia el futuro -los años cincuenta, los años setenta, la actualidad-. 

Son los recuerdos, las voces, los testimonios de miles de hombres y mujeres que vivieron, amaron, odiaron, solidarios y egoístas, que convierten ese espacio, ese edificio, ese cielo, esas baldosas en algo que respira y vive. La vida cotidiana; sus mezquindades y sus actos heroicos. Hubo quien salvó a familias judías; otros los delataban. Hubo en esos dos siglos revolucionarios y asesinos y amantes y suicidas... Objetos o gestos que revelan involuntariamente un instante perdido y recuperado... 


"...Si un ruido, un olor ya oído o respirado en tiempos, lo son a la vez en el presente y en el pasado, reales sin ser actuales, ideales sin ser abstractos, al instante la esencia permanece y, habitualmente oculta de las cosas, resulta liberada. Nuestro verdadero yo... se despierta, se anima... Un minuto libre del orden del tiempo ha recreado en nosotros, para sentirlo, al hombre liberado del orden del tiempo..."

                                                                                                        El tiempo recobrado, Marcel Proust.


En la exposición del Thyssen entre los autorretratos de Rembrandt, las pinturas de Manet y Monet, me atrapa la fotografía de Proust en su lecho de muerte. Imagen definida, enfocada. No es creíble. El tiempo, como en el cuadro del Interior de la iglesia de Reims de Helleu, se parece a ese suelo; se desdibuja, se diluye, deja de ser solido para convertirse en un líquido, en un fluido, desvaneciéndose de nuestra memoria. 

No puedo dejar de recordar, mientras leo las reflexiones de Zylberman, los esfuerzos y el tiempo que dediqué a mi propia investigación. Sí, también fui a muchos archivos, hice entrevistas, tuve encuentros con decenas de personas; encontré puertas cerradas y otras que se abrieron, caminos que se bifurcaban y otros que no tenían salida. Hacía preguntas que descubrían secretos que no querían ser recordados; a veces era discreto; en otras, me equivocaba y no respetaba el derecho que todos tenemos a olvidar. El olvido puede ser una manera de sobrevivir para muchos; también una losa que pase de generación a generación como una enfermedad o una condena. Puede ser colectiva o individual, familiar. 

"Ahí estaba mi América; la había encontrado..."

Al pisar por primera vez ese espacio Ruth Zylberman supo que había descubierto el objeto de su investigación. Es como la clave en los arcos. Todo arco depende de una sola piedra para sostenerse; esa piedra es la clave. Sin ella, el arco se desmorona. Con ella, el arco sobrevive cientos, miles de años.

En mi investigación fueron las fotografías de mi madre, guardadas durante décadas, las que sirvieron de clave e impulso; desde su muerte, en el 2014 hasta el 2018. Cuatro años que, como los de la historia de Zylberman, abrieron los extraños vericuetos de la memoria; en parte, dolorosos; en parte, liberadores. Atrevidos y frustrantes. 

Aún busco otra piedra clave que abra caminos, que de sentido a historias que mi memoria no puede olvidar. No sé si la encontraré.


Miras el cielo que contemplaron esos hombres y mujeres durante casi dos siglos, habitado desde 1845 hasta 2025; miras las baldosas que pisaron esos hombres y mujeres, que vieron los juegos de los niños, las miradas de los amantes, el cansancio de los obreros y las madres y abuelas, los cristales por los que contemplaban una ciudad que crecía, los pasillos oscuros en las que se cruzaban adolescentes y jóvenes que se enamorarían, adultos desconfiados o generosos; que escucharon las conversaciones, los murmullos, los gritos de mujeres golpeadas por sus maridos, las pisadas de las botas nazis, la respiración agitada de los judíos que se ocultaban, las conversaciones susurradas por comunistas y anarquistas que deseaban una revolución; cómo se calentaban, qué cocinaban, cómo vestían, qué soñaban, qué odiaban. 


"...  Pues, ¿no nos acaricia un soplo del aire que acarició a los antepasados? ¿No hay en las voces a las que prestamos oídos un eco de las que se extinguieron antaño?... Si esto es así, es que hay una misteriosa cita entre las edades que han sido y la nuestra..."

                                                                                    Walter Benjamin, Sobre el concepto de Historia.



Allí, aquí, en cualquier lugar, se mezclaban, se mezclan las historias cotidianas de los vivos y de los muertos. 



lunes, 26 de febrero de 2024

LA ZONA DE INTERES Y POOR THINGS

 


Al ver la película de Glazer no pude dejar de pensar en el personaje y el espíritu de Perfect days. Es un contraste brutal: su envés. 

Hoss, el comandante de Auschwitz, y su mujer, son esa parte horrible, cruel, despiadada, inhumana que todos, alguna vez, hemos sacado a la luz, aunque solo haya sido en la imaginación. 

Cómo bien se sabe, el gran acierto de esta película es no mostrar el horror, solo insinuarlo. Eso dicen. No es cierto. 

El horror es el día a día, la cotidianeidad de personas normales, completamente ajenas al asesinato y la brutalidad que sucede a cien metros, separados por un muro, concibiendo un paraíso, solo para ellos, ajeno al dolor de los demás.


Los fundidos, la música de fondo - experimental, incómoda-, los gritos y los disparos que escuchamos; el humo de las cámaras de gas y los hornos crematorios, las cenizas con la que crecen, hermosas, las rosas del jardín; el olor de cuerpos enfermos y cadáveres en descomposición, al otro lado del muro. 

Es fácil hacer paralelismos con esta Europa que construye su realidad, mientras miles se ahogan en el Mediterráneo y otros miles mueren asesinados en Gaza. 

Nadie la hará, pero deberían hacerla. 

En Poor things me sobra el final con personaje estereotipo, machista de libro, y venganza infantil. Todo lo demás es interesante. 


Un amigo me dijo que en el fondo el personaje de Bella pone en tela de juicio la hipocresía y la moral convencional de esta clase media nuestra. Hay cosas que no se pueden decir en público. Superado el tabú del sexo, ahora lo políticamente correcto es mirar para otro lado en aspectos controvertidos. 

Hay mucho más en Bella. Es capaz de empatizar con el sufrimiento de los niños, de soñar con un mundo mejor, rechaza al hombre que se encierra en un pesimismo estéril o en un hedonismo vacuo. Podríamos hablar de optimismo antropologico, cuando supera una primera fase de descubrimiento sexual. Ahora es una filósofa hedonista, en el sentido clásico del término. O empirista, tomando como modelo a su padre y creador. 

Y su evolución constante le lleva, esta vez sí, buscándolo, a dinamitar esas convenciones, porque antes era una niña en cuerpo de mujer y ahora es una mujer, consciente del mundo en que vive. 
En el XIX solían acabar en el manicomio o muertas. Ahora simplemente quien se atreva a salirse del carril y lo normativo, es apartado y olvidado. 

En eso consiste el progreso. 

Ambas películas, favoritas en los Oscar, si no estuviera Oppenheimer, nos retratan. No hablan de personas del XIX o de nazis pasados de moda. 

Es nuestra hipocresia la que vemos en la pantalla. Y no queremos reconocerla. 

lunes, 24 de julio de 2023

SHOAH Y OTRAS VISIONES DEL HOLOCAUSTO

 


Hace unos años estuve en Auschwitz y Birkenau. Era invierno. 

Es un lugar terrible; aún notas, sientes, respiras, cuando entras al campo de concentración, la muerte. Sin embargo, es evidente: hay un turismo del dolor. No lo vi tanto en Birkenau -construido en 1941, a unos kilómetros del primer campo-, ya que la mayoría de los grupos de turistas visitaban solo Auschwitz. Lo agradecí. Era un día frío -la noche anterior había nevado-. El silencio y la soledad en Birkenau invitaban a la reflexión. 

La lectura de un ensayo de Lanzmann -un estudio amplio sobre su obra- que saqué de la biblioteca para preparar un documental propio -aún en mantillas-, me ha animado a volver a ver Shoah. 

El ensayo es crítico con la obra de Lanzmann; también con Shoah, su opus magnum, más de nueve horas. 

Quizá no es este el espacio adecuado para desarrollar su argumentación. Tanto sus aspectos positivos -que son muchos, visuales y de contenido, y que la han convertido en una obra de referencia- como los negativos -algunos que tocan el aspecto ético; un elemento que siempre hay que tener en cuenta, cuando nos enfrentamos a testimonios de personas vivas-.

Shoah abrió un camino necesario. Lanzmann buscó testimonios y los ha conservado. Otras generaciones, más allá de la muerte de los que vivieron esos acontecimientos, podremos verlos. 

Hasta ese momento pocas obras habían intentado trasladar, más allá del reportaje, esas emociones a la gran pantalla. Y solo la de Resnais, Noche y Niebla, con un planteamiento muy diferente, había alcanzado tal nivel de calidad. 


Mucho más tarde llegaría las versiones de Hollywood, la lista de Schindler o El pianista. Lanzmann la criticó -sobre todo, la primera-: para él Spielberg prefirió distorsionar la realidad, deformarla para llegar al gran público. 

Nada hay que objetar a ninguna de las dos películas, magníficas creaciones artísticas. Que refleje la realidad histórica o tienda a falsear los hechos, bueno, ahí entramos en uno de esos debates eternos: ¿testimonio o arte?

¿Acaso el documental no es, como bien decía Lanzmann, una ficción de la realidad

Lanzmann fue más generoso al hablar de El hijo de Saúl. 

Una de las críticas que ha recibido Lanzmann, además de la escasa presencia de mujeres, es la manipulación de algunas entrevistas donde evitó -algo que intentó enmendar en obras posteriores- criticar el colaboracionismo de los propios judíos en el exterminio: esa zona gris de la que habló Primo Levi. El protagonista de El hijo de Saúl formaba parte de esos Comandos de judíos que se encargaban del trabajo sucio -trasladar los cuerpos, quemarlos-, a cambio de tener ciertos privilegios. El hijo de Saúl evita esa parte esteticista de Spielberg; es directa como un puñetazo y también nos emociona.

Vuelvo a Shoah. Uno de los mejores ejemplos de cómo debe hacerse una entrevista es esta. Aquí está el mejor Lanzmann. Es cierto; hay quien podría decir que Lanzmann fuerza el testimonio del superviviente. Le propone una teatralización -él cortaba el pelo a las mujeres que entraban en la cámara de gas; ese pelo luego sería vendido-; Bomba acepta -ese es el límite ético, en principio-, pero, cuando llega a un recuerdo doloroso, durante más de un minuto no es capaz de seguir. El silencio es impresionante. Y Lanzmann espera; sabe que este momento es cinematográfico, intenso, brutal. Y le pide, le exige que continúe. 

Lanzmann aquí es un cazador. Su objetivo está claro: ese testimonio es un deber. ¿Debemos aceptar el silencio, aunque eso suponga que ese momento pueda ser olvidado? ¿El testigo tiene derecho a guardarse ese dolor? ¿El entrevistador debe ir más allá o debe respetar unos límites? 


viernes, 21 de julio de 2023

LECTURAS DE VERANO

 


Dante y su Divina Comedia continúan esperando ser leídos en el dialecto florentino. Y unos relatos cortos de Ray Bradbury. Mientras tanto, otras lecturas han llegado a mis manos de manera azarosa. 

Tenía pendiente la lectura de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? Ya había leído hace unos meses algunos de sus relatos cortos; Lew y Tarkosvsky me habían llevado a este autor de ciencia ficción, quizá el más conocido entre el gran público por sus adaptaciones cinematográficas, entre ellas, por supuesto, la que nos ocupa, Blade Runner. 

Hay estudios, algunos muy sistemáticos, sobre las diferencias y semejanzas entre la obra original y su adaptación. En este caso sí se puede decir que se compenetran. En la creación fílmica destaca esa ambientación futurista, que ha influido enormemente en obras posteriores. Hay aspectos que uno echa de menos, sin embargo, tras leer la novela corta de Philip K. Dick. Quizá el principal sea el humor; en la novela hay una ironía constante que desaparece completamente en la película. Otro elemento son las reflexiones filosófico-religiosas que impregnan toda la obra del escritor americano. Tampoco vemos la crítica a los medios de comunicación y al consumismo, sustituidos en la película por una rebelión contra un creador, a la manera de un Prometeo moderno. Eso sí, gracias a ese cambio tenemos la escena mítica de un personaje irrepetible -casi inexistente en la novela; convertido, en cambio, en el antihéroe o, más bien, en el héroe de la película-

La práctica desaparición de un personaje, que en la novela es tierno y cercano, -mucho más que el protagonista, un tipo bastante cobarde y mediocre- o la de una caja que permite tener una experiencia similar a la realidad virtual -en una de esas visiones futuristas que se adelantaron a su tiempo- son otros debes que la película no aprovecha o decidió no tener en cuenta. 

Aún así estamos ante dos grandes obras, cada una en su terreno. 

Nada que ver con La llave. La obra de Tanizaki es provocadora; no solo esta, sino casi todas las que escribió. Elige dos puntos de vista: el de un marido y su mujer que a lo largo de seis meses escriben sendos diarios. Y un único tema: sus perversiones sexuales. Ante esto había dos riesgos. El primero dejarse llevar y quedarse en la superficie, ofreciéndonos un producto pornográfico. Seguramente Tinto Brass en su adaptación, La chiave, tomó ese camino -aunque reconozco en el trailer un humor peculiar-. 

Tal vez también ocurra en la más moderna, la del 2014, The Key; aquí encontramos, al menos, un intento de experimentación visual, digno de tener en cuenta. 

El segundo es añadir carga moralizante; en ese error cae la película japonesa, rodado tres años después de la publicación del libro. Las mejores ideas de Tanizaki desaparecen; solo queda el esqueleto. 

Tanizaki es un maestro en profundizar en la psicología de los personajes; sobre todo, en los femeninos. Sabe medir los tiempos y mantiene el equilibrio al narrar los hechos; nadie como él ha sido capaz de mostrarnos la zona más oscura del sexo y sus consecuencias. En este caso ninguna adaptación ha podido alcanzar el nivel de la obra original. 

Quijote en el Congo puede ser considerado un libro de viajes. Sigue la estela de autores como Kapuscinski o Javier Reverte. Es una obra que se lee con facilidad y eso siempre se agradece. Habla de primera mano; sabe describir a las personas que va encontrando y lo hace de manera sencilla y sin falsos lirismos -aunque en algún momento se deje llevar por las emociones que experimenta-. Es un país y un mundo que conoce muy bien y se nota. Reconozco su valor para hacer un viaje de ese tipo; pocos hubieran hecho algo así. 

Tiene sus defectos: a veces se hace reiterativo; pierde fuelle en la parte final. Y un último detalle: el Quijote no es la elección más afortunada como libro de compañía -Aldekoa, estoy seguro, tenía en mente las Historias de Herodoto que Kapuscinski llevaba consigo en sus viajes-; la Odisea hubiera encajado mucho mejor en este trayecto por el río Congo. 

Helga Weiss publicó hace unos años un diario, escrito, sobre todo, durante su estancia en Tezerín. Aún vive a sus 93 años. Su valor como testimonio de lo que fue el Holocausto es indudable. Se completa con una entrevista. En ella aparece una reflexión muy interesante. 

"Han salido muchas obras, memorias del Holocausto. No todas son buenas. Hay muy pocas veraces. Hay información falsa, cosas que no sucedieron o que ni siquiera pudieron pasar; muchas son ficticias o distorsionadas..."

De nuevo recuerdo esas palabras de M. 

"La guerra civil -como el Holocausto- dejará de provocar conflictos y tensiones, cuando pasen las generaciones y mueran los testigos o muramos nosotros que escuchamos esos testimonios". No creo que recuerde estas palabras. Yo, sí. Las matizaría. 

La memoria deja un poso, una huella, una impronta, incluso en generaciones que no hayan vivido directamente esos acontecimientos, incluso en aquellos que no han escuchado a sus testigos. Se heredan los conflictos. 

No hace falta que haya cientos de fosas comunes sin exhumar, como aún tenemos aquí. La memoria es vivida y contada y guardada, y cada generación la adapta a su realidad. Y como bien apunta Helga Weiss la distorsión, la falsedad ya comienza desde el momento en que esas vivencias se convierten en pasado, en recuerdos. Las guerras carlistas o la guerra de la Independencia no abren heridas en la actualidad; pero no se podría entender el nacionalismo vasco o el catalán ni la propia guerra civil ni el franquismo sin esas guerras tan lejanas. 

Los conflictos se heredan; aunque cambien su rostro.



domingo, 26 de junio de 2022

AMOR FATI: HERZBERG Y "BIEN RESUELTO"

 


"Recuerdo un barracón del Altersheim desalojado a las bravas no por los nazis, sino por los prisioneros políticos, que arrojaban violentamente a ancianas moribundas desde lo alto de literas de tres alturas -no sin antes robarles su último trozo de pan-, sin prestar atención a una viejecita desnuda de cintura para abajo que agonizaba en medio de un caos de cazuelas, platos, tazas de metal, esquirlas, ropa sucia, zapatos medio raídos, trapos rotos, maletas mohosas, mochilas destrozadas y pilas de todo tipo de porquerías pestilentes. 

Dos oficiales de las SS se acercaron a ver cómo iba la cosa. 

Die sache hat geklappt, sonrieron satisfechos. 

"Asunto resuelto".

Amor fati, Abel J. Herzberg. 


Herzberg escribió estas líneas en septiembre de 1945. Meses antes había escapado vivo del campo de concentración de Bergen Belsen. En unos artículos, que hasta 1999 solo se habían publicado en holandés, nos dejó su testimonio. Intentaba comprender cómo fue posible que los seres humanos fueran capaces de tamaña atrocidad. 

Hay quien dice -un político mediocre y trepa, como tantos otros, sean de derechas o de pseudoizquierdas- que en Melilla el asunto fue "bien resuelto". Políticos elegidos por ciudadanos en democracias consolidadas; ciudadanos que lo justifican en terrazas y en barras de bar, porque "hay que impedir que nos invadan" o que "la ultraderecha llegue al poder".

Los pobres, explotados y rechazados por un capitalismo salvaje, mueren junto a las vallas. Nosotros, los ricos -la OTAN y el BRICS-, nos preparamos para una larga guerra económica y militar de resultado incierto. 

Homo homini lupus... 

Hay palabras dichas hace tiempo que a veces riman en el presente. 

Y la rima es de un sarcasmo doloroso. 

viernes, 7 de diciembre de 2012

HACE 71 AÑOS... NOCHE Y NIEBLA.



Alguien se preguntará... ¿qué fue el decreto Noche y Niebla? El 7 de diciembre el mariscal nazi Wilhelm Keitel firmó un decreto, el Nacht und Nebel (NN). En este documento se exponían las bases para la represión y eliminación física de oponentes políticos y combatientes. Después llegaría la solución final. Alain Resnais junto al músico Hans Eisler y George Delerue y texto de Jean Cayrol y Chris Marker entre otros tomaron este decreto como referencia para hacer un documental en 1955 que aún nos emociona con su sinceridad, su dureza y su sencillez.

NOCHE Y NIEBLA

Son 30 minutos de maravilloso buen cine. Irónico, cruel, despiadado, directo, poético.
Sí, hay poesía. Hay poesía cuando vemos miles y miles de cabellos de mujeres que luego servirán para hacer alfombras. Hay poesía cuando vemos el color de un paraiso que fue convertido en infierno. Y hay imágenes que te conmueven como esta que no admite más palabras, porque ya no pueden salir cuando las ves.

Se combinan imágenes de archivo -algunas de ellas te dejan temblando- con otras rodadas en un espacio vacio, hermoso, inquietante...
Hubo muchos "alumnos" años después que han seguido y seguirán los pasos del régimen nazi. Así debemos entender el párrafo final del narrador:
"Mientras ahora les hablo, la gélida agua de los estanques y ruinas llenan los huecos de las fosas comunes, así como un agua fría y opaca como nuestra mala memoria. La guerra se adormila, con un ojo siempre abierto. La hierba fiel ha regresado de nuevo al patio de formar, en torno a los bloques. Un pueblo abandonado, aún lleno de amenaza. El crematorio ya no se usa. La astucia nazi está pasada de moda. Nueve millones de muertos en ese paisaje. ¿Quiénes de entre nosotros vigila desde esta extraña atalaya para advertir de la llegada de nuevos verdugos? ¿Son sus caras en verdad diferentes a las nuestras? En alguna parte entre nosotros, afortunados capos aún sobreviven, reincorporando oficiales o desertores desconocidos. Hay quienes no lo creen, o sólo de vez en cuando. Con nuestra sincera mirada examinamos estas ruinas, como si el viejo monstruo yaciese bajos los escombros. Pretendemos llenar de nuevas esperanzas, como si las imágenes retrocediesen al pasado, como si fuésemos curados de una vez por todas de la peste de los campos de concentración, como si de verdad creyésemos que todo esto ocurrió en una época y en un solo país. Y pasamos por alto las cosas que nos rodean y hacemos oídos sordos al grito que no calla".
No los olvidemos. Y no olvidemos que ahora mismo aún está ocurriendo.