domingo, 28 de abril de 2024

LA VOLUNTAD DE CREER, EL MAL NO EXISTE Y OTRAS REFLEXIONES

 


Empecé el día asistiendo a unas conferencias en el Museo del Prado sobre didáctica y arte. 


Uno de los conferenciantes agradeció a casi todo el mundo -solo le faltaron su perro y su gato-. ¿A todos? No. Hubo una excepción. Mencionó todas, todas las asignaturas menos Latín y Griego. ¿Qué le habrá hecho? ¿Por qué ese olvido? Fue intencionado; no lo dudo. Para mí es un misterio. 

En cuanto a la propuesta, sí, era interesante, pero esos alumnos yo no los tengo. Tres o cuatro al año puede que hayan pasado por mis clases. Él tiene más suerte, según parece. Hay clases y clases... 

Por cierto, no hay que llenar de contenido una asignatura como Atención Educativa para ganarte el aplauso de tus compañeros. Hay que hacerla desaparecer. 


La propuesta de más contenido giraba en torno a la Shoa. Es un tema manido -no soporto la música de La lista de Schindler para hacernos llorar, lo admito, y siempre me falta en estos trabajos el papel de colaboradores necesarios que tuvieron muchos judíos o las diferencias de estatus entre los ricos y los pobres o su comportamiento en el campo, aunque, es cierto que todo esto casi siempre podamos entenderlo como una forma de supervivencia-. 

Sí, eso ya lo sabemos, pero el trabajo comparativo con las obras de arte del Prado de las dos compañeras y las actividades paralelas realizadas son excelentes. Me desagrada ver las letras fuera de sitio en un power point, pero como eso a menudo depende del ordenador que te toque, nada tengo que objetar. Sí pongo más peros a otro detalle. 

Cuando se estableció una relación con la actualidad -acertadísima la comparativa entre los prejuicios hacia los judíos antes y los inmigrantes ahora-, me faltó que se dijera con claridad una palabra: Gaza. Sí, es cierto que aparecían fotografías que todos identificamos con el sufrimiento del pueblo palestino y las frases que nos recuerdan que volvemos a repetir los mismos errores están ahí. Siempre me ha gustado las palabras finales del documental Noche y Niebla de Alain Resnais, aunque no aparezcan en este trabajo: "Y hacemos oídos sordos al grito que no calla". 

Sin embargo, decir que en Gaza mueren niños y mujeres de hambre; se les bombardea sin respetar sus derechos; a veces se ejecuta sin preguntar; hay fosas comunes... Parece un gran campo de concentración... Creo que decirlo es una obligación. Solo varía que quienes fueron perseguidos y asesinados durante siglos, ahora ejercen de verdugos.

Bueno, admito que quizá no fuera el lugar más adecuado para decirlo. 


La voluntad de creer es una propuesta que parte de un original literario de Kaj Munk y cinematográfico. Las pocas veces que he visto Ordet de Dreyer -una en el Doré- me ha conmovido, aunque el tema sea la fe y la religión y la muerte y, además, haya una resurrección. Es creíble y emocionante. 


Esta obra de teatro reflexiona sobre esos temas y algún otro como la maternidad o la pérdida o el vacío que supone la falta de hijos... Mi cuerpo no lo quiere... Se pasa de lo serio al humor con facilidad y, sin embargo, funciona muy bien. Quizá haya algún detalle como la relación entre las hermanas que queda sin desarrollar, pero la propuesta deja un poso muy profundo.
 

El mal no existe. Al menos, para la naturaleza. Eso parece decirnos la nueva película de Hamaguchi que se estrena este 1 de mayo. 


Nada que ver con Drive my car. Y, sin embargo, no desmerece en absoluto. Con un comienzo y un final hipnótico, acompañado por una música y un sonido ambiente que te atrapa desde el primer momento, la trama es sencilla: la historia de un grupo de personas que mantienen un contacto íntimo y respetuoso con la naturaleza -que no es un locus amoenus, porque puede ser salvaje e impredecible- y otras que llegan de la ciudad para montar su chiringuito, sean ignorantes. bienintencionados o explotadores sin escrúpulos. 

Quien vive con la Naturaleza tiene un tiempo muy diferente al que vive en la ciudad. Hamaguchi retrata, contempla ese ritmo. Sin embargo, el final, inesperado, descubre las aristas, la disonancia entre el hombre y su entorno. 


El mal existe. 

Bien lo supieron los judíos. Bien lo saben los gazatíes. 

Se encuentra dentro de nosotros mismos.