domingo, 29 de septiembre de 2019

NARUSE: TORMENTO Y CUANDO UNA MUJER SUBE LAS ESCALERAS


Hace unos meses comencé a ver películas de Naruse. No es tan conocido como Kurasawa, Mizoguchi u Ozu, pero merece estar a su misma altura.
Hablé entonces de su última película, Nubes dispersas.
Imagino que ahora puedo decir que he visto sus mejores obras. Y entre ellas, sin duda, están Tormento y Cuando sube las escaleras. 
En todas las películas de Naruse, el centro de la historia gira alrededor de una mujer.

Ellas siempre son más interesantes. De eso no me cabe duda.

Y las mujeres de Naruse, por supuesto, son modernas, toman decisiones, se arriesgan. Y, aunque fracasen, no se rinden. Tienen que continuar. Así son las reglas. Así es la vida.
Muchas de ellas son viudas; se casaron pronto. Y ahora, en un mundo en plena transformación -donde el dinero es el fin último de casi todas las relaciones-, tras un largo duelo, sienten la necesidad de empezar de nuevo. Se equivocan. Tienen miedo. Se arrepienten.
Son fuertes; los hombres de los que se enamoran, no tanto. Y aún así, los comprendemos. Las convenciones sociales pueden aplastarnos. Y ellos, en un mundo cambiante, no tienen tanta fortaleza ni capacidad de adaptación. Ni tanto valor.
En Tormento esas convenciones y sus dudas destruyen al hombre que ama, más frágil de lo que aparenta; y ella no podrá impedirlo.

En Cuando una mujer sube las escaleras hay tres hombres. El primero miente e inventa un mundo falso que se derrumba enseguida, como un castillo de naipes; otro sólo es capaz de idealizarla, inventa a una mujer que no existe; el último se debe a una familia a la que no puede abandonar.


El drama contado con elegancia, sin estridencias.
Naruse, sin duda, es uno de los grandes.

LA POR I LA COVARDIA



Quan la por no és innocent, ja no és por, és covardia.
Joan Fuster.

Es un texto, este, el de Martin Niemöller, preciso, claro, revelador; tal vez porque sucede una y otra vez. Ahora mismo está ocurriendo, muy cerca de ti, aunque no lo sepas, aunque mires a otro lado...

La operación de la guardia civil contra el independentismo catalán, las manifestaciones y huelgas contra el cambio climático, las muertes en el Mediterráneo son un reflejo del mundo en el que vivimos. Y nos miramos en el espejo. Y sólo vemos miedo y cobardía. Somos así. Héroes y villanos, al mismo tiempo.

El capitalismo es un monstruo inteligente; o, al menos, quienes mueven sus hilos. ¿Que hay un problema global con el clima? Pues nada, unos lo negamos; otros, hacemos negocio con él. Las voces disidentes, como la de Greta Thunberg, se asimilan al discurso oficial, bien amparado por los medios de comunicación. Aunque, en el fondo, las medidas que se tomen no pondrán en peligro la esencia del modelo: explotación, consumismo, democracia dirigida.
Detener una maquinaria como esta es una empresa titánica. Sin embargo, hay que intentarlo. Los jóvenes deben hacerlo.
Recordemos que habrá quien vaya más allá y denuncie a los culpables; muchos, antes de Greta y ahora mismo, se atreven a dar nombres y señalarlos. Como Berta Cáceres. Y acaban en la cárcel o asesinados. Nadie habla de ellos.

Guardamos silencio. No protestamos.
Y a veces compramos en los negocios de sus asesinos.

Sobre el asunto catalán, dos historias paralelas.
En la primera, son terroristas. Sólo con filtraciones policiales y confesiones, que no sabemos cómo se han conseguido. Por el momento, no hay pruebas de peso. No hay bombas, no hay muertos. Sólo deseos y planes hipotéticos, inventados por no sabemos quién. Sin embargo, la propaganda ya los ha condenado.
Su objetivo es otro: provocar el miedo; controlar, mantener el modelo sin variaciones importantes. Engañarnos, para seguir haciendo lo mismo.
En la segunda, son víctimas, chivos expiatorios útiles. Ya sabes lo que te pasará si te atreves a enfrentarte a nosotros. Atente a las consecuencias.
¿Qué han hecho o dicho la gente de izquierda, preocupada por el Brexit, el cambio climático, críticos con Trump o Boris Johnson o con Vox o Salvini? Nada.
No es mi problema; no es asunto mío. Nos ponen en peligro... Son la derecha... Son egoístas, insolidarios... Hay que condenar la violencia... aunque no exista. 

Guardamos silencio. No protestamos. Por miedo, por cobardía. O por egoísmo.

Mueren miles de personas en el Mediterráneo. Se les ponen trabas para llegar a la tierra prometida de Europa. Cientos mueren. Y cuando llegan, los esperan CIES, centros de detención, explotación laboral.
No es mi problema; no es asunto mío. Nos ponen en peligro... Se aprovechan de nosotros, nos quitan lo nuestro...

Guardamos silencio. No protestamos. O los olvidamos.

En un mes y pico se nos convoca para votar. ¿Votar para qué? Que no nos engañen. No es para parar a la derecha. No es para mejorar la política. No es para cambiar el mundo.
El sistema necesita consolidarse, aunque sus pies sean de barro. Y hará todo lo posible para que ocurra. Apoyando en los medios a un nuevo partido, el de Errejón; reforzando al PSOE o al PP; tomando las medidas oportunas -155, control de la información, vendiendo humo- para que no se desmande el problema catalán o cualquier otro.
El resultado debe consolidar el modelo. Ningún cambio. Monarquía privilegiada, los mismos en las estructuras judiciales, políticas y económicas; medidas al servicio de los grandes intereses.
Quizá haya alguno decorativo, como sacar a Franco del Valle de los Caídos.
La hipocresía no tiene límites.
"Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie".
"¿Y ahora qué sucederá? ¡Bah! Tentativas punteadas de tiroteos inocuos, y, después, todo será igual, pese a que todo habrá cambiado".
"Una de esas batallas que se libran para que todo siga como está".

                              

Y si unos pocos acaban en la cárcel o mueren...
No es mi problema; no es asunto mío. Nos ponen en peligro... 

Guardamos silencio. No protestamos.

... Cuando vinieron a buscarme, no había nadie que pudiera...

Aún depende de nosotros que eso no ocurra.
Todavía...









sábado, 21 de septiembre de 2019

LABORDETA Y UN PAÍS EN LA MOCHILA


Durante el mes de septiembre están reponiendo Un país en la mochila.
Veinte, treinta años nos separan.
Después Labordeta iría al Congreso, daría varias lecciones morales a unos políticos corruptos y soberbios y se retiraría para morir dos años después.

Hay en esta serie un aroma de vino añejo. De esos que dejan poso.
Técnicamente, por supuesto, se nota el paso del tiempo, pero, incluso eso se agradece. Las entrevistas duran muy poco y a veces los cortes son bruscos, pero, sin duda, sabe elegir a la persona adecuada. No son gente rica ni cultivada. Son personas normales: agricultores, pastores; jubilados, ancianas y ancianos. Parejas que huyen al campo para empezar una nueva vida. Jóvenes que heredan los oficios de sus mayores, pesimistas, la mayoría; adaptándose a los nuevos tiempos. Y con ellos bebe un vino, comparte un trozo de queso o, como invitado, come las migas que acaban de preparar.
Él es uno de ellos. Y ellos lo saben.


¿Y qué decir de Labordeta? Con su cultura y curiosidad. Serio o sonriente, cuando habla con la gente. Irónico o crítico, cuando nos describe el abandono de algunos pueblos por los que pasa o la desidia de muchos políticos. Reflexivo. Sobre un puente o en una mina abandonada. Sentado en el banco de piedra o bebiendo agua de una fuente. A veces recita un poema; otras, canta una canción o escucha a quien entona una melodía perdida. Como en este capítulo, en el que un hombre, al principio, toca una dulzaina y, en la conclusión, él mismo, al borde de un acantilado, nos recuerda una de sus composiciones más conocidas.

SANTANDER

Hay gente que no muere; está viva, con nosotros.
Y lo que hicieron, no envejece, sino que conserva lo más importante: su esencia, su dignidad, su humanidad.

martes, 10 de septiembre de 2019

IÑIGO MUGURUZA Y CAMILO SESTO


El azar ha hecho coincidir en un breve espacio de tiempo las muertes de dos cantantes que vivían en mundos paralelos, por no decir opuestos. Yo diría que hasta sus seguidores viven en dos mundos irreconciliables. Lo único en que coinciden, seguramente, es que cantan muchas de sus canciones al final de una noche de farra. Eso sí, separados.
No hubiera escrito nada, ni siquiera me hubiera planteado empezar esta entrada, si no hubiera sido por dos hechos que han sucedido esta mañana.
El primero fue la lectura de un texto de Carmen Rigalt, criticado muy duramente por una de mis "amistades" de facebook.


Melancolía de Carmen Rigalt.

Quizá pueda criticarse la falta de tacto de la periodista-escritora, pero la dureza de los comentarios me sorprendió. Entre otras cosas, porque casi todo lo que dice es verdad. Imagino que cuesta aceptar que nuestros mitos sean ridiculizados y mucho más con el cadáver presente, pero a algunos les falta el humor y el sentido crítico, cuando más conviene tenerlo. Y hay demasiada gente, aunque se digan de izquierdas, dispuesta a condenar a la hoguera a los demás,

Camilo Sesto es un mito, sobre todo, para la generación de mis padres. Hay varios nombres -sólo menciono los masculinos, porque hay muchos femeninos- que representan la canción melódica. Julio Iglesias, Raphael, Nino Bravo... Destaco al Dúo Dinámico por razones personales y sentimentales que bien conocen los que han leído este blog alguna vez.
Fue un cantante de masas, que alcanzó éxito y dinero. Y al contrario que Raphael que sí ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos, los últimos años de Camilo Sesto fueron lamentables. Verle en una entrevista te provocaba pena y horror a partes iguales.
Fue uno de los cantantes de la "mayoría social" de este país.

Tanto que esta mañana, en el metro, cuando un tipo entró en el vagón con su guitarra, a todos nos pareció normal que cantara la archiconocida "Vivir así es vivir de amor" como homenaje.



Y entonces me hice una pregunta: ¿Este hombre se atrevería a cantar alguna de Iñigo Muguruza y hacerle otro merecido homenaje? Y me di cuenta de que sería imposible. Quizá en el metro de Bilbao o en el de Barcelona; con suerte... En el de Madrid, pocos le aplaudirían. Sobre todo, porque sus canciones están en euskera. Y si se atreviera a cantar Sarri, Sarri no creo que gustara a muchos de sus oyentes, si conocieran el origen de la canción. Es posible que en alguna casa okupada le aplaudieran, como mucho.

Vayamos al mundo de los Muguruza. Porque son tres hermanos. El más combativo, Fermín. El más "clásico", Jabier y el más rockero que fue Iñigo. Por poner etiquetas; que ya se sabe, las etiquetas no sirven casi nunca. Tal vez a los periodistas y a los políticos.
Los años ochenta en el País Vasco no se entenderían sin Kortatu o Negu Gorriak. Hay toda una generación, la nuestra, allí, en el Norte, que cantaba sus canciones reivindicativas. Y que las seguirá cantando. Con intentos de censura, incluso hace un año, por parte de la derecha española.
Es otro mito, sin duda, pero este pertenece a "la minoría social" de este país.


Visto así, alguien podría decir: Este país es plural.
¡Y una mierda!
Hay una España que cantará las melodías de Camilo Sesto. Y hay muchos vascos, muchos catalanes y algunos pocos españoles que bailarán las canciones de Iñigo Muguruza.

Y nadie en las necrológicas mencionará este detalle.
Un detalle que nos define mejor que ningún otro.
Lamentablemente. Trágicamente.