Mostrando entradas con la etiqueta chantal akerman. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta chantal akerman. Mostrar todas las entradas

sábado, 16 de agosto de 2025

EN BUSCA DEL TIEMPO PERDIDO

 


En busca del tiempo perdido empieza con un despertar: ese momento en el que nos hallamos entre el sueño y la realidad. No es casualidad, porque ese es el tono que mantiene toda la obra, como si el autor no supiera distinguir a veces donde se sitúa uno u otra. Los sueños, efectos de nuestros deseos o rescoldos de nuestras impresiones diarias, deforman el tiempo, confunden la memoria, transforman lo vivido. 

El comienzo, que gira durante más de cuarenta páginas alrededor del último beso antes de dormir de una madre -que no deja de ser la primera frustración, el primer desengaño-, toma nuevo impulso con la famosa escena de la magdalena. A partir de aquí se describen recuerdos de una infancia en Combray y aparecen o se mencionan los personajes que fundamentarán la narración; en parte, Combray es un paraíso perdido; en parte, como Macondo en Gabriel García Márquez, centro y ombligo de un mundo imaginado y recreado. Están, sin duda, entre las mejores ciento cincuenta páginas de la literatura. 

El final refleja, a la manera de un espejo, ese comienzo. Las últimas doscientas páginas del tomo séptimo hablan de la vejez y de la muerte. Y es otro recuerdo, despertado por un detalle ajeno, en apariencia, a la realidad que recrea, el que enciende la mecha, despierta la memoria: en este caso, una baldosa desnivelada le devuelve a Venecia y, al momento, el golpe de un plato y una cuchara a Balbec. Y de nuevo será el motivo para desarrollar una reflexión que, opuesta a la de la niñez, equilibra la obra, la completa. Asistimos a una cena, transformado en un aparente baile medieval de la Muerte, en el que los personajes que han sobrevivido -los que no han muerto durante la primera guerra mundial o antes-, son solo máscaras, fantasmas decrépitos. Es el final de una época. Y, sin embargo, como diré más tarde, no podemos hablar de pesimismo; si acaso, de un cierto fatalismo.

El resto de la obra, enmarcado entre estas dos poderosas luminarias, es un papiro o pergamino antiguo, como si se desenrollaran los personajes, el ambiente, el mundo que desea recrear, en los que la forma y el contenido se alimentan y amplían y, al mismo tiempo, se repiten en infinitas variaciones. 

La forma se desarrolla en párrafos que se dilatan hasta la extenuación y cada cierto tiempo se rompen, se quiebran en saltos temporales en los que el presente se confunde con el pasado y un futuro que se nos anticipa, confuso y contradictorio. 

"He llegado a un momento en que, cuando recuerdo el baptisterio, ante las aguas del Jordán donde San Juan sumerge a Cristo, mientras la góndola nos esperaba ante la Piazzetta, no me es indiferente que en la fresca penumbra estuviera junto a mí una mujer vestida de luto con el fervor respetuoso y entusiasta de la mujer de edad que vemos en Venecia en la Santa Úrsula de Carpaccio, y que aquella mujer de rojas mejillas, de ojos tristes, con sus velos negros, y a la que, para mí nadie podrá jamás salir de ese santuario suavemente alumbrado de San Marcos donde estoy seguro de volverla a encontrar porque tiene allí su sitio reservado e inmutable como un mosaico, que esa mujer sea mi madre".

Si bien es cierto que el tema central es el recuerdo -un recuerdo a la manera de palimpsestos a veces: "su aparición siguiente es una creación nueva distinta de la inmediatamente anterior y a veces distinta de todas las anteriores"-; o en otras, ráfagas que fracturan la realidad y la transforman -la magdalena, las baldosas desniveladas, tres árboles aislados, el ruido de una cuchara-, será el olvido o su turbadora presencia la que se impondrá tanto en el amor como en las relaciones personales que construyen el entramado narrativo. Los espacios se recuperan en esas ráfagas, en esos destellos: Balbec -una población de veraneo, junto a la playa, que servirá para el encuentro con las delicias del amor y Albertina rodeado del azul profundo, el frescor y la luz deslumbrante del mar- o los barrios de París y sus palacios -lugares en los que se desenvuelven celos, mezquindades, pasados gloriosos- o Venecia -ese viaje deseado que se disuelve y pierde su consistencia, cuando no puede ser compartido, y que, aún así, contiene también una porción de felicidad-.

"La realidad que yo conocí ya no existía... Los sitios que hemos conocido no pertenecen tampoco a ese mundo del espacio donde lo situamos para mayor facilidad... Si queremos viajar a un lugar en el que hemos estado es mucho mejor, como en una excavación, buscarlo en nosotros mismos... el recordar una determinada imagen no es sino echar de menos un determinado instante, y las casas, y los caminos, los paseos, desgraciadamente son tan fugitivos como los años..."

No nos olvidemos del humor, sutil, elegante, irónico, un humor que encaja con el personaje de Charlus y que nos recuerda al que tenía el mismo Proust en los salones a los que asistía en su juventud u Oscar Wilde. 

-...¡Qué excelente hombre era el padre de usted! ¡Cómo se notaba que debía de ser una familia honrada!...

Se notará que si vivieran todavía, los padres y el hijo, el duque de Guermantes no habría dudado en recomendarlos para un puesto de jardineros... "

O sobre un actriz que exagera su interpretación, mientras recita unos versos de Las dos palomas de La Fontaine: 

"Una cuarta parte es invención de la intérprete, otra cuarta parte es locura, otra cuarta parte carece de sentido y el resto es La Fontaine"

Y no es casualidad que mencione a los tres, ya que la presencia de la homosexualidad ocultada, aparentada -en el gran amigo Roberto o en Charlus que, incluso, en este último caso, alcanza su mayor degeneración moral en un episodio de sadomasoquismo durante los bombardeos alemanes en el París del 1917 o en otro de pedofilia- o el lesbianismo -en personajes como Gilberta, Albertina, Andrea o la hija de Vinteuil- forme parte inherente de una representación y una profunda crítica -aunque parezca superficial- del mundo de los salones de los Verdurin o los Guermantes, representantes sociales del Fauborg Saint-Honoré.

Esa hipocresía que revienta las costuras en momentos muy puntuales: la muerte de la abuela, que es una agonía terrible en el que el autor no oculta ningún detalle; o cuando Swann confiesa a la duquesa de Guermantes que en unos meses va a morir y por eso no podrá acompañarlos a Italia, ambos situados en el tomo tercero. 

Otro de los temas que recorren la obra como un leitmotiv y le confieren unidad es el caso Dreyfus con implicaciones políticas y sociales; un escándalo que dividió Francia en dos, despertó el antisemitismo y el nacionalismo más ramplón y que, más allá de la vida de Proust, nos permitiría distinguir, como si fueran las ondas que crea en el agua de un estanque la caída de una piedra, sus consecuencias en la evolución histórica de este país durante el siglo XX. 

¿Y qué decir de la psicología? Si la obra de Proust es renovadora, es, sobre todo, porque sabe explicar todas las complejidades de la naturaleza humana. 

"La necesidad de hablar nos impide no solo escuchar, sino también ver, y en este caso, la ausencia de toda descripción del medio exterior es ya la descripción de un estado interior".

No es el primero, por supuesto; Proust podía encontrar referentes y es evidente que bebe de esos precedentes en su propia tradición literaria -Stendhal, Balzac, Zola- o de otras -Dostoiesvski, Tolstói-. Sin embargo, es en Proust donde esta descripción psicológica llega a su máxima expresión para describir emociones o obsesiones como los celos, la vanidad, el orgullo, sean individuales como colectivos, porque es consciente de que la psicología individual "influye poderosamente en la de los pueblos".

"¿No es una prueba de clarividencia..., puesto que el deseo, que va siempre hacia lo que nos es más opuesto, nos obliga a amar lo que nos hará sufrir? En el encanto de un ser, en sus ojos, en su boca, en su tipo, entran ciertamente los elementos desconocidos por nosotros que pueden hacernos desgraciados, tanto que sentirnos atraídos por ese ser, comenzar a amarle es, por inocente que le creamos, leer ya, en una versión diferente, todas sus traiciones y todas sus faltas"

Podríamos pensar -y no nos equivocaríamos- que su visión del amor o de cualquier otro placer mundano es pesimista. Son constantes estas referencias: "no podemos salir de nosotros mismos...; toda conversación, sobre todo entre los amantes, está llena de mentiras...; todo ser se destruye, eso que llamamos recordar a un ser es olvidarlo cuando dejamos de verlo... esa vida que falseamos sin cesar...la impotencia en que nos encontramos para realizarnos en el goce material, en la acción efectiva... ". Y, con todo, hay una tabla de salvación que se resume en otra de sus frases amplias y elegantes: "...Y aunque este amor produzca desilusiones, al menos, agita también la superficie del alma, que sin esto podría llegar a estancarse. El deseo no es, pues, inútil para el escritor, primero porque le aleja de los demás hombres y de adaptarse a ellos, después porque imprime movimiento a una máquina que, pasada cierta edad tiende a inmovilizarse..."

No hay personaje que no tenga un desarrollo concienzudo de sus rasgos más destacados. Incluso aquellos a los que solo les dedica unas líneas o algunos episodios, adquieren una fuerza e intensidad que pocos autores sabrían conseguir: Amando o Jupien; Cottard o Saniette.

El Arte o las reflexiones estéticas son puntales que sostienen la estructura. Autores inventados -pero basados en otros reales-: Elstir -el pintor impresionista y experimental que, a veces, te recuerda a Turner y en otras a Monet o a Vermeer-; Vinteuil -y su música, tan parecida a la de Satie, César Frank o Debussy, cuya abstración y, sobre todo, con su Sonata, servirá para despertar en los personajes emociones que no logran comprender o no pueden controlar-; Bergotte -el maestro, un trasunto de Anatole France, que le servirá de referencia, aunque se aleje de su temática, para reconstruir su mundo-. Y, por último, la Naturaleza, contemplada a través de esta sensibilidad y este pensamiento.

Proust cierra una etapa de la literatura, la culmina y abre el camino a otros autores -Virginia Woolf, Joyce, Kafka- donde la voz interior se descompondrá en miles de teselas, en el que la psique se desintegrará en fragmentos, en el que la locura, que Freud y Jung van a revelar y sacar del subconsciente, impondrá definitivamente la individualidad. Monet dará paso a Picasso y a Munch; Satie a Stravinsky y Schönberg. 

Existen tres intentos de adaptar al cine a Proust. La primera es El amor de Swann

Es sobre todo una parte del primer tomo y el final del tercero. Por supuesto, es imposible -porque el cine solo tiene la voz en off y esta muchas veces es una rémora- captar la trama interior del personaje de Swann: sus reflexiones, divagaciones, obsesiones. Es fiel al original y el guionista logra recoger -y lo consigue- los momentos más importantes de la relación entre Odette, su mantenida o querida, con Swann, una relación que es como un espejo paralelo de la que luego tendrán el narrador con Gilberta, la hija de Swann y Odette, y, sobre todo, con Albertine. Y los resume en un solo día. El intento es loable y los detalles de ambientación están muy cuidados, pero falla el tono. Los actores, a pesar de tener talento y expresar bien la psicología de sus personajes, no logran salvar la frialdad del conjunto que es desvaído, muy lejos de la grandeza del original. Hay aspectos, aún así, a destacar: los matices sutiles que imprime en su personaje, la condesa de Guermantes, una espléndida Fanny Ardant; la conversación que mantienen en un plano fijo Odette y Swann, mientras escuchan, aislados de los demás integrantes del salón de los Verdurin, la Sonata de Vinteuil; el plano fijo de Swann, saliendo a la calle, abriendo la puerta, como un poseso, buscando un rival que se ha volatilizado, como si fuera un fantasma; una mirada irónica de los plebeyos y los criados, con una gestualidad al borde de lo humorístico -el peluquero o el cochero- que aportaría una visión muy diferente, si el guionista hubiera elegido ese camino, y que nos recuerda a otro gran personaje secundario, el de la Françoise 

La cautiva de Chantal Akermann es una versión del tomo quinto, La prisionera.

Akermann, una de las directoras más interesantes de su generación, es fiel, aunque intente experimentar en momentos puntuales y esa es su mejor aportación. Sitúa a sus personajes en la actualidad. Piensa que es inútil apoyarse en mecanismos literarios y apunta otras opciones más visuales. 

Enlace película completa

Varía también el objetivo de la obra de Proust. Akermann, feminista militante, intenta entender los celos y toda la gama de acciones, gestos, palabras y manipulaciones que Proust describe pormenorizadamente en la novela, pero, en cambio, su elección estética es de una frialdad, casi glacial, en la relación que establecen los personajes. 

Parte del encuentro con Albertina y sus amigas en Balbec -la grabación en un vídeo casero que le permite recordarlas; mantiene con esta decisión la idea, presente en la obra original, de un observador masculino, que se enamora de 'esas muchachas en flor', e insinúa las relaciones lésbicas entre Andrea y Albertina- para pasar, ya en París, a cómo él la sigue y vigila por las calles de la ciudad y, a continuación, contar su convivencia. 

No se entiende la presencia de unos obreros en la casa o la de la criada Françoise o la abuela -que en la novela había muerto años antes-; no hay nada que lo explique. Si alguno de los episodios -por ejemplo, cuando encuentra a Andrea y a Ariana (la Albertina de la novela) en su habitación o su visita a Léa en el teatro- y casi todos los diálogos son idénticos al original proustiano -situándolos no solo en la habitación, sino también en los viajes en coche que hacen los personajes, agilizando la narración-, en otros Akermann encuentra otras formas de narrar la historia: la secuencia en la que el protagonista la persigue por diferentes espacios de París; el juego de sombras que se repite en tres ocasiones, como si los personajes no fueran reales, sino solo fantasmas; la escena de la ducha -sus cuerpos, separados por una mampara; pueden verse, pero no tocarse-; que el protagonista solo pueda hacer el amor cuando ella duerme; la canción compartida por otra cautiva, en el piso de enfrente; la conversación que él mantiene con dos de sus amigas, intentando entender la relación entre dos mujeres, casi como si fuera un falso documental. 

A pesar de estos detalles, que me parecen interesantes, en general, esa estilización y esa frialdad no logra cuajar de todo. El final completamente inventado, que sitúa en el mar, como símbolo de un lugar que sirve para identificar a un personaje -solo coincide en que muere Albertina-, desconcierta y decepciona. 

La obra de Proust es póstuma. Nunca sabremos, como sucede con la Eneida de Virgilio, si esos párrafos que se repiten o esas frases incompletas, esos huecos con letra irreconocible o esos añadidos en folios separados, que algunas ediciones incorporan en las notas, hubieran sido corregidos o eliminados. Las imperfecciones, los olvidos, la fragilidad son parte inherente a toda creación humana. 

Como decía antes, la conclusión de En busca del tiempo perdido no es pesimista. Sí, los personajes mueren. Sí, Proust ha descrito una época agonizante, en trance de desaparecer. Y, sin embargo, va a ser capaz de recuperarla. A lo largo de la obra el narrador no se ha sentido con fuerzas para ponerse a escribir -fuera por pereza, falta de carácter o convencido de que no tenía talento-; y, entonces, al asistir a ese fúnebre baile de máscaras entiende que ha llegado el momento. Tiene que hacerlo antes de que sea demasiado tarde.

"La verdadera vida, la vida por fin descubierta y aclarada, la única vida, por consiguiente, plenamente vivida es la Literatura".

"Por eso, si llegaba a disponer de bastante tiempo para realizar mi obra, no dejaría de describir en primer lugar a los hombres, aunque con ellos los hiciera parecer seres monstruosos, como ocupantes de un lugar tan considerable junto al -tan limitado- que les está reservado en el espacio; un lugar, al contrario, tan prolongado sin medida, ya que tocan simultáneamente, como gigantes sumergidos en los años, épocas tan distantes, entre las cuales tantos días han ido a situarse... en el tiempo."

El Arte -eso nos asegura Proust-, y sólo el Arte, cuando las religiones han fracasado para ofrecernos la Eternidad, puede, situándonos fuera del Tiempo, recuperar a los muertos, darles una nueva vida, rescatarlos del Olvido. 

martes, 3 de agosto de 2021

DIRECTORAS DE CINE (III): 1961-1991

 


Comenzamos en la Rusia Soviética. 

En un mundo de hombres destacaron dos de ellas. Es curioso -o quizá no lo sea tanto- que en el panorama comunista hubiera muchas directores de gran talento poco conocidas en Occidente. Y este desprecio no me sorprende tanto.

Sheptiko es, sin duda, una de ellas. Dos películas destacan de una gran filmografía. 

Alas nos habla de una funcionaria-profesora que vuelve una y otra vez a los recuerdos de su juventud cuando fue una gran aviadora. La idea del tiempo obsesivo y resbaladizo, como ya veremos en otras directoras de esta generación, es una constante. El viaje de una mujer al interior de sí misma. 

                         

Asas (Krylya, 1966) de Larisa Shepitko | Legendado em Português from Clássicos de Mulheres no Cinema on Vimeo.

Su gran obra es Ascent. Tiene uno de los finales más hermosos y terribles y poéticos de la historia del cine. Y no estoy exagerando.

Cuatro personas van a ser ejecutadas por los nazis en un pueblo como castigo y venganza. Nadie ha contado algo así como lo hizo Sheptiko. Ni siquiera Tarkovski. Solo podemos mirar y emocionarnos... 

No hay nada más que decir.

Muratova logró trabajar hasta el siglo XXI. Era un verso libre. Experimentó desde el principio con todos los procedimientos técnicos. De una obra tan amplia habría que destacar la primera, Breves encuentros. Tiene uno de los flashbacks más originales de la historia del cine. Con una estructura caótica, desordenada, sorprendente. 


Minuto 32. Nadia ha llegado del campo; acompaña a Valentina a un piso de protección oficial. De repente vemos de espaldas a Nadia y se produce el salto temporal y espacial. Nadia ya no está allí, sino en una carretera y, a lo lejos, vemos a la ¡¡¡misma Nadia!!! caminando con otra mujer. En el mismo plano el presente y el pasado. 

En 1990 hizo El síndrome asténico. Surrealismo sin cortapisas. Locura sin excusas; un verdadero retrato de una sociedad en descomposición. 


Marta Meszaros construyó un cine muy cercano a sus vivencias. En Adoption se apoya en dos personajes femeninos complejos y contradictorios, independientes y que acaban acercándose a pesar de sus diferencias. 


En los años ochenta dirigió una especie de autobiografía en la que recuerda no sólo su propia vida sino la de la generación que sufrió la persecución estalinista y soviética, sin olvidar a sus propios padres, víctimas de esa persecución.


En Suecia destacó Mai Zetterling. En Las chicas el feminismo entra de manera nada sutil con tres actrices que interpretan la obra de Lisístrata. No dejó indiferente en su época. Es una gran bofetada a la idea tradicional sobre la mujer y su papel en la sociedad.                     

En Oriente hay dos nombres: la iraní Marua Nabili y la china C. Tang con su The arch. Es difícil encontrar sus películas y descubrirlas. 


En Occidente en los años sesenta y setenta empiezan cineastas radicales, conscientes de sus derechos y dispuestos a defenderlos. Es un feminismo militante. 
Ya hablé de Barbara Kopple y su magnífico documental Harlan County. Discurso político, realismo social y lirismo. 
 


Lizzie Borden -pseudónimo que tomó de una asesina del siglo XIX- en un falso documental llevó aún más lejos la toma de conciencia política en su Nacida en llamas. Radical sin matices. No caben las falsas equidistancias en un mundo injusto tanto para los que no tienen como, sobre todo, diría Lizzie, para las mujeres. La violencia es la única opción.


Alison De Vere recoge la tradición del surrealismo con el mundo de la animación. El resultado es Black dog.


Otra mujer que ha buscado temas cercanos a sus vivencias es Martha Coolidge. En Not a pretty picture su violación a manos de un compañero de clase; en Old fashion woman entrevista a su bisabuela. 
En este enlace hay algunas de sus películas en vimeo: COOLIDGE

España fue un desierto. Las primeras valientes del cine mudo no llegaron al sonoro. Y después, ya sabemos qué pasó: la guerra civil y tres décadas de franquismo. Sólo en los sesenta y setenta surgieron unos pocos nombres: Ana Mariscal con El camino, 


Josefina Molina, Cecilia Bartolome y.... Pilar Miró. 
Más conocida por su última etapa, es de destacar El crimen de Cuenca. Muy pocos se hubieran atrevido a hacerla. Le costó un juicio militar en plena Transición. 


Termino con dos grandes, aunque ¿hay alguna de las que he mencionado que no lo sean, de alguna manera? 
Akerman y Varda. Más conocida la directora francesa; sería interminable hacer un recorrido por su filmografía en el que se combinan el documental, la ficción, la experimentación. Cleo de 5 a 7, Sin techo ni ley, los espigadores y la espigadora... 
Elijo Daguerrotipes. Es una mirada a su barrio, a su calle, tierna y cercana. Como era ella...

                 

Daguerréotypes (Agnès Varda, 1976) from Juan C. Gargiulo on Vimeo.

Chantal Akerman. Otra enorme directora. Nadie como ella ha sido capaz de reflejar el tiempo con su cadencia descarnada, dura. El espacio y el tiempo que nos condenan... Las citas de Ana, Retrato de una joven en Bruselas, Del este, News from home, No home movie -su canto de cisne-. 

Me quedo con Jeanne Dielman. Fue la película que la situó entre las mejores. La que resume su estilo y su forma de ver el mundo. El final: un acto de violencia desesperado de una mujer sometida hasta ese momento a un vida sin sentido. Un estilo sobrio, descarnado, duro.

Las mujeres ya sabían qué querían. Y lo mostraban en sus películas. Abrieron el camino para las que vendrían en la siguiente generación, las que ahora triunfan en las salas de cine, en las plataformas. 



martes, 19 de noviembre de 2019

CHANTAL AKERMANN Y PINA BAUSCH: LA DESESPERACION Y EL DESEO DE LOS CUERPOS


Chantal Akerman rodó un documental sobre Pina Bausch en los años 80 tras estrenar un musical, Golden eighties, precisamente: rareza en la filmografiia de Akerman. La acompañó durante cinco semanas en una gira.


No creo que sea casualidad. Tampoco que ambas hayan sido redescubiertas en la segunda década del siglo XXI, tras sus muertes.
Hay en Akerman desde sus comienzos en los años 70 una constante: la presencia del cuerpo, elemento indispensable de su narrativa. Cuerpos que se encuentran y se separan; y junto a ellos, la desesperación, como si fueran conscientes de su finitud y soledad.  Lo veo en gran parte de sus películas. Nuit et jour es un buen ejemplo.


Akerman es más compleja, sin duda. Hay un feminismo vivido intensamente, presente, distante, independiente, mezclado con unas ansias de libertad que van más allá de las limitaciones sociales y, además, un encuentro con el espacio, el de la casa, cerrado, opresivo - como en La-bas donde el exilio es interior, el pasado que se recupera no ofrece más alternativa que la decepción-


o liberador en el de la ciudad o en la naturaleza - el desierto, el mar-, reflejado con la cámara en forma de documental; un espacio en el que los personajes, sean protagonistas o no, bailan, se encuentran y se pierden. Las elipsis construyen una narrativa muy personal. El tiempo y el espacio se dilatan. Adquieren una nueva dimensión.
Chantal se suicidó en el 2015, unos meses después de la muerte de su madre, otro de sus temas recurrentes. Muy presente en News from home, donde la lectura de las cartas de su progenitora tiene como único fondo visual las calles y el metro de Nueva York, sus gentes, su entorno. El final es todo un homenaje a una de sus ciudades, entre las que están también, por supuesto, Bruselas o París.


En su última película había documentado con una sinceridad brutal el deterioro mental y físico de su madre. El final de su filmografia: el plano secuencia de un espacio vacío, el interior de una casa. Antes hemos visto un cuerpo que se muere; una mente, vacía de recuerdos. Los que hemos ido escuchando a lo largo del metraje y que adquieren todo su sentido con ese último plano.


En la filmoteca  de Madrid tenemos la oportunidad de ver toda su filmografia en noviembre y diciembre.
Como Pina Bausch estuvo experimentando, buscando, reinterpretandose a sí misma constantemente. Y ambas nos han dejado una huella y una herencia de la que muchos no somos conscientes. Pero está ahí. Con nosotros. Dentro de nosotros.

sábado, 5 de enero de 2019

PRIMER COMENTARIO DEL AÑO


Se terminan mis vacaciones.
Las Navidades son un periodo extraño. Deseo que pasen rápido -sobre todo, el día de Navidad-, porque me traen recuerdos que quiero olvidar. Me gustan los turrones. Me agrada el fin de año; uno mira hacia atrás y se compromete a ser mejor persona. En vano. Al final, pocas cosas cambiarán: serás cobarde, egoísta, amable o generoso. Conseguirás esto; fracasarás en eso otro; pero, de primeras, te ilusionas y piensas que es posible una transformación profunda y real. De los Reyes, sólo espero disfrutar de un buen roscón de nata.
He tenido días de relajación -leyendo libros; paseando en la bici, quedando con amigos, acariciando a Yume-, pero he dedicado más horas al trabajo -preparar exámenes, actividades para el curso; o escribiendo, revisando novelas o relatos cortos-.
Y por las noches he visto muchas películas con mi hermano.
Entre las más recientes son de destacar Roma de Cuarón y Cold war de Pawel Pawlikovski, tal vez, las grandes favoritas para llevarse el Óscar a la mejor película extranjera. Curiosamente, las dos rodadas en blanco y negro.
Roma es una mirada a la infancia de Cuarón, pero el gran acierto es el punto de vista: elige a una empleada del hogar. Cuaron ha preferido que sea Neflix quien la distribuya al estreno en miles de cines. Los tiempos han cambiado. El dinero llega por otras vías.



Todos los personajes tienen entidad; incluso, la madre burguesa. Es una mirada tierna y elegante.
La de Cold war no le va a la zaga; es una historia de amor; por supuesto, con referencias políticas a la guerra fría.



Sin duda, estamos ante dos de los mejores directores actuales en su momento de madurez creativa.

Terminamos también de ver la filmografía de Agnes Varda. Me gustaron sus últimas películas, autorreferenciales. Miradas a su propio cine; como si quisiera decir, "no estuvo mal".
Entre las otras, me atraparon sus clásicos:
Cleo, de 5 a 7. Un ejercicio de libertad creativa de la nouvelle vague, divertido, caótico, vitalista.
Sans toi ni loi  Una mirada cuasi-documental, teniendo como protagonista a una vagabunda que acaba congelada en el fango; la directora vuelve hacia atrás y recrea sus últimas semanas. Los personajes que aparecen son un mosaico de la sociedad francesa y europea.
Jacquot de Nantes. Con un Jacques Demy, aún vivo, Varda recrea la infancia de su marido, mientras él se muere, poco a poco, de una enfermedad incurable -el SIDA, aunque no se supo hasta años después-. Esa mezcla de ficción biográfica -el amor al cine de Demy desde niño- con los planos de un rostro y unas manos enfermas -más propias del género documental-, le dan una veracidad y una fuerza que pocas obras tienen, aunque dispongan de enormes medios a su disposición.
Vimos también algunas películas japonesas y las de un director taiwanés, Edward Yang, ya fallecido; poseía un gran talento visual y narrativo. Y otras chinas.
De entre estas destaco la de Hu Bo, An elephant sitting still, su primer largometraje. Estuvo en Berlín y Donostia. Se ha estrenado en diciembre en Inglaterra y en enero se podrá ver en Francia. En España, quizá con suerte, en alguna filmoteca o cine alternativo. ¿Por qué? Dura cuatro horas.
Además, su director, escritor de dos novelas, se suicidó a los 29 años, durante la posproducción.


Tiene todas las papeletas para convertirse en un clásico. Además de la temprana muerte de su joven director, es una historia bien contada -ha ganado post mortem algún premio al mejor guión- con personajes muy potentes; rodada con cámara en mano y planos secuencia. Y si alguien quiere conocer la China oculta, la que no aparece en los medios, la de las víctimas del capitalismo, aquí las encontrará.

Y algún clásico, Los paraguas de Cherburgo del mencionado Demy con la música -romántica hasta saciarse- de Michel Legrand.


Concluyo con Chantal Akermann. Su cine era exigente, radical. Y lo era, en el significado más profundo del término: buscaba la verdad en las raíces del cine. Planos largos y fijos. Que la cámara reflejara la realidad. Toda su obra es claramente autobiográfica. Aunque sepamos que es una elección y sea parcial, su valentía siempre queda fuera de toda duda. Hay pocas mujeres -u hombres- que te muestren así su visión del mundo, su propia vida.
Antes de suicidarse, rodó No home movie.

                                      


Su última película cuenta paso a paso el deterioro físico y mental de su propia madre, que moriría meses antes que Chantal. Y es la forma de contarlo, a través de los espacios vacíos y los silencios -sean los de su casa o las de un desierto, que le sirve de engarces y elipsis- los que atrapan tu mirada.

No hay salida. No hay hogar.

Mientras tanto, vivimos...