Mostrando entradas con la etiqueta roma. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta roma. Mostrar todas las entradas

martes, 18 de agosto de 2020

CHEEVER, POSTEGUILLO, PETER BROWN Y... ¡CÓMO NO!, OZU

Cheever es de esos autores con el que sentimos que los acontecimientos fluyen. Y que estos no son tan importantes; es mucho más interesante lo que se oculta o no se quiere admitir que las apariencias y el mundo y la sociedad en el que estamos obligados a participar. El mundo de Cheever es el de la clase media americana, la que disfrutaba en los años cincuenta del siglo pasado de un nivel de vida privilegiado, aunque, a cambio, tuviera a los monstruos -el miedo, la soledad, la muerte, la pobreza- ocultos en el desván. El talento de Cheever lo descubrimos en la manera en cómo muestra con sutileza las obsesiones bajo esa aparente felicidad perfecta que la publicidad y la propaganda se encargaban de difundir.
Los personajes no se atreven a romper las convenciones; y, si lo hacen, no deja de ser una cana al aire, un brindis al sol. Al final del relato, el mundo no ha cambiado, sigue igual. El paisaje y el entorno -hermoso, espléndido, si describe la naturaleza; perfecto y soñado, si es el de un barrio residencial- es el mismo que al principio. Esa es precisamente la ironía; que tras contarnos e insinuar las pesadillas u obsesiones de los protagonistas, sabemos que ya nada puede ser igual. Sabemos lo que hay detrás de las máscaras... La serie Mad Men lo tomó como referencia...

                                

De entre los relatos me gustan, sobre todo, el nadador. La cura me parece un ejemplo perfecto: un mecanismo de relojería; ves a los mismos personajes de Hooper.



Adiós, hermano mío asombra porque sabe preparar un acto espontáneo de violencia y hacerlo necesario y creíble en una naturaleza paradisíaca. El marido rural podría ser una novela; al final, encontramos varias historias que se entrelazan con naturalidad. El brigadier y la viuda del golf es un relato de soledad y frustración sin medias tintas. Reunión resume la relación entre un padre y su hijo en dos páginas.


De El nadador hay una adaptación con Burt Lancaster. O como quince páginas pueden ser mejores que una hora y media de metraje. Pero, con todo, la historia te atrae -a pesar de que sobren detalles- y Lancaster es un gran actor.

A esta lectura le ha seguido otra al que también hay que dedicar un tiempo. En Por el ojo de una aguja, Peter Brown, uno de los mayores expertos en el último periodo del Imperio Romano, nos ofrece en su ensayo o investigación de más de mil páginas una visión amplia y concienzuda de cómo el cristianismo pasó de ser una religión más para convertirse en la única referencia para millones de personas. Leemos a Símaco, Ausonio, Paulino de Nola, Ambrosio y San Jerónimo. Y Peter Brown los interpreta con inteligencia.

Hay factores sociales, económicos y políticos, por supuesto. Ninguna realidad histórica se transforma por una única causa. Los siglos IV, V y VI son más complejos de lo que podríamos pensar. ¿Cambiaron tantas cosas? Sí y no. La concepción del mundo dio un vuelco, sin duda; se perdieron muchos conocimientos antiguos en el camino, pero las estructuras sociales no variaron tanto... La ideología se transformó, sin cambiar mecanismos mentales y sociales fundamentales -como el patronazgo y el clientelismo-, y el dinero de los ricos, el que construía los edificios públicos de una ciudad o servía para celebrar los munera o levantaba, en el siglo IV, esas villas suburbanas con mosaicos y mármoles espléndidos, acabó en las iglesias. Y el autor explica bien este proceso; es decir, hay un experto que conoce el material que tiene a su disposición y sabe cómo contarlo.
Tengo, casualmente, como marcapáginas de esta obra, una publicidad de la última novela de Posteguillo: la segunda parte de Julia, la emperatriz, esposa de Septimio Severo.
Posteguillo representa todo lo contrario. Hay que admirar que tenga, como dice su publicidad, cuatro millones de lectores, pero no olvidemos a cambio de qué.
Escribe con facilidad; aunque su estilo no vaya a ser recordado como el de un gran autor. Sus tramas son simples y los personajes, estereotipos; se llamen Aníbal, Escipión, Trajano o Septimio Severo. Se mueve bien en lo "políticamente correcto" y da a su público lo que pide. Ha descubierto la manera de ganar dinero, pero seamos sinceros... Esto no es novela histórica, aunque se haya documentado; sólo es un placebo. Nunca le perdonaré que convirtiera a Adriano en un "malo", un tipo perverso en la trilogía de Trajano. Adriano -según Posteguillo- me recordaba a los actores del cine mudo, los que interpretaban a un "malvado", haciendo gestos, maquillados a la sazón, iluminados de tal manera que parecían salir de las tinieblas. Esa cutrez es imperdonable en un personaje histórico complejo que Yourcenar sí supo describir con talento.
Como rima final termino con Ozu. ¡Cómo no!
Había un padre... 


En 1942, con Japón ya inmerso en la segunda guerra mundial y en un contexto de propaganda brutal, Ozu nos cuenta la historia de un padre y su hijo a lo largo de veinte años. De manera sencilla. Sin florituras ni ningún tipo de exceso. Pasan muchas cosas, sin duda, pero, como siempre, con Ozu la sensación es de que no ocurre nada especialmente importante. O sí... se muere, se envejece; hay aprendizaje -ambos son profesores-; es sólo la historia de dos personas que no pueden estar más tiempo juntos, aunque lo deseen. Como suele ser habitual en Ozu se habla del sacrificio, del sentido del deber -que en Japón, y mucho más entonces, es terrible y aplasta- y del paso del tiempo.
¿Por qué una historia tan cotidiana en manos de Ozu se convierte, cuando llegamos al final del metraje, en poesía? ¿Por qué nos emociona? No lo sé.
Y tal vez eso mismo, ese ingrediente desconocido, sea lo que hace que una obra se olvide, en cuanto terminamos de leerla o verla, y otra permanezca y sobreviva al tiempo, generación tras generación.



sábado, 8 de junio de 2019

COMENTARII, MEMORIAS.


Agripina escribió unos commentarii, lo que llamamos ahora memorias; se han perdido. Y es una pena, porque, aunque nos quedan restos que Tácito y otros autores seleccionaron para contarnos la historia de su época, son sólo impresiones deformadas y tergiversadas por hombres que convirtieron a Agripina en la responsable de todos los males. Una mujer que se atrevió a mandar. Ya se sabe. Eso no encajaba en el mundo romano; todavía hoy mismo no encaja. Emma Southon habla en su favor.
L'agulla daurada es la narración de un viaje, el de la autora, Montserrat Roig; su objetivo inicial era recoger testimonios del cerco de Leningrado. Entre esas vivencias terribles se intercalan reflexiones sobre Pushkin, Rasputín o Dostoievski y una mirada comprensiva sobre la URSS antes de la caída del muro. 

La antigua Roma imperial y la Leningrado soviética. Commentarii. Memorias. 

Entre bambalinas se mueven los hilos de nuestras vidas. Si en un instituto se nos escapan los mecanismos de poder e influencias, no digamos en estructuras más complejas, sean comunidades, países o imperios. 

Escucho conversaciones de profesores. 

Ya no hay izquierda y derecha; son conceptos que no existen... 
En realidad, esta compañera, española de pro, orgullosa de sus deportistas y de su bandera -me emociono con Nadal y siento mi país-, no va mal encaminada, pero, como todos, equivoca el foco. 
Sólo están los que asumen el sistema, -ya sea aplaudíéndolo (la derecha o el centro), suavizándolo (Podemos) o lo que es peor, haciendo una cosa y aparentando otra (PSOE)- y, por otro lado, los que quieren acabar con el sistema. Es un buen ejemplo el juego de cambalaches al que asistimos estos días para mantenerse en el poder municipal, autonómico o nacional. Todos representan lo mismo; la única diferencia es que unos son más sutiles que los otros; estos, más hipócritas; aquellos, más inútiles o ingenuos. 

Aunque estaba de baja, la directora la llamaba para darle ordenes... 
El poder es un mecanismo muy poderoso; y es díficil mantener la distancia necesaria para que no te devore. Siempre puedes como Colau o Carmena sostener que lo haces para suavizar un sistema injusto. Hay que ser pragmático, abandonar maximalismos. Los discursos oficiales, sean los de una alcaldesa, un presidente o una directora de instituto son huecos; los medios dirigen a la plebe. Me pregunto si, en el fondo, no podemos vivir sin mentirnos y mentir a los demás, interpretando un papel. En cualquier espacio, sea pequeño o grande. 
El 15 M no es más que un recuerdo. Una derrota; otra más. Sus herederos no son más que marionetas al servicio de los poderes de siempre. O "trepas", recibiendo el aplauso de los que antes los consideraban un peligro; ya dejaron de serlo. 
Pero les votan; nos merecemos lo que tengamos. Siempre nos engañan; el miedo a la ultraderecha, perder derechos sociales... Somos esclavos que votamos cada cuatro años para cambiar de amo.
El 1-O fue también un momento de rebelión. Fallido, por supuesto, porque los que lo alentaron sólo buscaban conseguir una posición mejor o un nuevo sistema que ellos controlaran. Sin embargo, ese día el sistema, el que se construyó en el 78, se vio en peligro. Después ha vuelto a recuperar el control de la situación. Por el momento...
Soy cobarde y pusilánime. Admiro a aquellos que luchan contra este sistema, aunque pierdan todas las batallas, pero yo no soy capaz de hacer mucho más que escribir unas cuantas líneas. Y ni siquiera estoy seguro de que tengan demasiado valor; líneas robadas a otros, muertos o vivos, conocidos o desconocidos. 

Viernes. Doy las notas; recibo de los alumnos agradecimientos -pocos, aunque me emocionan: un abrazo, una sonrisa; un "¿estarás el próximo año?"-. Indiferencia, en general. Y algún desprecio. Hay profesores que tienen más empatía; yo no la tengo. Soy demasiado serio o, bajo una capa de firmeza y frialdad, me protejo. No es una buena actitud para recibir el aprecio de los alumnos. 

Martes. Discurso de graduación: les hablé de la imaginación. Tomando como punto de partida una de las anécdotas del cerco de Leningrado -un guía turístico del Ermitage que describía los cuadros, aunque ya no estaban allí, en visitas nocturnas a la luz de las velas- este tema se me apareció como el más apropiado. Me hubiera gustado añadir que el sistema educativo, como cualquier otro, coarta la imaginación, la aplasta. No me atreví a tanto. Simplemente les dije que no la olvidaran, hagan lo que hagan. No sé si lo conseguirán. Es posible que sea otra derrota más: la suya.

Sábado. En el examen de catalán me divierto. No tengo un buen nivel, pero, al menos, experimenté el placer de jugar. Y de imaginar. En un ejercicio asumí, como si fuese un actor, el papel de un vecino, harto de los ruidos nocturnos. Conseguí la sonrisa de una de las examinadoras. 
Unas horas después, hablo con Assumpta; le regalo una fotografía en papel: aparece delante de su puerta. Me habla de su vida; memoria cristalina, cuando me cuenta momentos concretos, vivencias tan personales como la caída de una bomba a unos metros o la última vez que vio a su padre o la imagen de una madre fuerte y generosa en la habitación donde nos encontramos en ese momento. 

Estamos acabando con el mundo. El Mediterráneo es un basurero... 
Recordar el pasado es importante: son nuestras raíces, me dice en catalán. 
Me espera una obra de teatro: El dolor de Marguerite Duras, interpretado por Ariadna Gil. Agota tanto sufrimiento concentrado en una hora. No puedes respirar. 
A la salida, unos currantes toman cervezas en un bar regentado por chinos. El Liverpool gana la Copa de Europa, mientras seis chicos se pasan una pelota de fútbol. 

Jueves. Una salida de profesores y alumnos a la sierra -concretamente, a Cercedilla-; uno de los alumnos tiene un mareo. El profesor responsable toma decisiones inteligentes, medidas, sin precipitarse. Veo ahí a un productor; me asombra y admiro esa capacidad que yo no tengo ni tendré. Que Agripina, por ejemplo, sí poseía, si hay que creer en la versión que Emma Southon nos ofrece en su biografía. Mirada parcial, pero, ¿acaso Tácito, Suetonio, Séneca, Dión no la tenían también? Cada uno, según le interesa, interpreta los fragmentos supervivientes de nuestro pasado en ruinas . 

Sábado. Un vecino en el ascensor me habla del calor que pasó en Murcia cuando hizo la mili. Nos hacían dormir dos horas... Los ejercicios eran absurdos... 
Con la bicicleta llego al cementerio; visito la tumba de mis abuelos y de mi madre. Al volver, disfruto al bajar por una pendiente. Sin ningún esfuerzo, un cuerpo en movimiento. 

Estos párrafos podrían ser memorias o commentarii. Caóticos, desordenados, extraños. 
Me esperan otros libros...

Vaya, estás aquí, preparando material, leyendo libros. Eso es lo mejor de ser profesor. ¡Ojalá pudiéramos estar así siempre, aprendiendo, enseñando!

Y no tener que hacer de carcelero, podría haber añadido, como en las guardias o en las clases... 
Hay que tenerles en el centro hasta las dos y veinte... ¡Guarda el móvil! ¡Bajad al patio!

A veces me gustaría desaparecer: sólo leer un libro, escribir un relato, acariciar a Yume, ver una película, montar en bici. Pequeños placeres. 
Pero la libertad absoluta es imposible. Somos seres sociales. 
Vivimos en un sistema, en un mundo, en esta realidad.

Aunque siempre nos queda la imaginación... 






-




sábado, 23 de febrero de 2019

LOS OSCAR: REFLEJO DE ESTOS TIEMPOS AMBIGUOS Y CONVULSOS


A un par de días de la ceremonia parece que en Venezuela se prepara una invasión militar de Estados Unidos apoyado por la ultraderecha latinoamericana y una parte de esta nuestra Europa frágil y desnortada que necesita del petróleo a precios más baratos. Cuando nos llegue el oro negro y el dinero manchado de sangre, miraremos a otro lado, votaremos a los de siempre y compraremos en los centros comerciales.
Sanders encabezará una apuesta liberal y socialista; ¿llegará a calar en una sociedad como la americana, conservadora y reaccionaria? La socialdemocracia en Europa o la derecha liberal, alimenta el miedo al coco, a la ultraderecha o a los nacionalismos periféricos -que no dejan de ser un reflejo de la insatisfacción de millones de personas-; engordando sus propios nacionalismos -Estados en perpetua crisis y descomposición- para mantener un modelo económico injusto y que no han querido ni quieren cambiar. El objetivo es que todo siga igual. Los medios y los que mueven los hilos se encargarán de enviarnos esos mensajes, los que calarán en nuestro subconsciente en las próximas elecciones. Seguramente a corto plazo lo conseguirán aquí y en otros lugares.
Pero la gente sale a la calle; ¿se rebelará? Feminismo, crisis humanitarias, inmigrantes que caminan miles de kilómetros, que mueren en el mar, crisis ecológicas, cambio climáticos, desinterés y desconfianza hacia los modelos tradicionales.
La historia vuelve; los nietos y bisnietos heredan o asumen el legado de sus mayores. Hace ochenta años hubo gente que murió por la libertad. Se equivoca quien piense que en tres generaciones la gente se olvida; sobre todo, si los muertos no están bien enterrados.
El pasado vuelve; no es idéntico. Lo volvemos a interpretar, lo transformamos, lo manipulamos, lo adaptamos a nuestra realidad. Así es la memoria: nos miente, nos permite sobrevivir. Preferimos escondernos y ocultarnos a afrontarla cara a cara; pero esta sale, como un escupitajo, a su manera, por donde menos lo esperamos: un dolor de espalda, una muela picada, un pinzamiento, una crisis de angustia. Los fantasmas no desaparecen, aunque les demos la espalda.

Las películas americanas, las que compiten en los Óscares no son ajenas a este mundo en perpetua crisis.
Es difícil saber quién será la ganadora en unos días.
Hay bastante variedad y de gran calidad. Ya se sabe que tienen muchos recursos y capacidad para demostrarnos que asimilan con rapidez los cambios y aportaciones formales y temáticas que nacen en Europa, Latinoamérica o Asia.

Veo en Vice, una pseudobiografía de Dick Cheney, cierto paralelismo con nuestra El rey, con dos cualidades de las que la española carecía: humor y mezcla de ficción y documental.
No nos creemos una ficción -en Vice se ironiza con esto en alguna de las escenas, como la del falso final- ni un documental que nos hable desde el púlpito con un discurso "liberal". Parece que lo único que nos quedara en un mundo en el que cuatro personas deciden la vida de millones es el humor, muchas veces, sangrante y doloroso.

Roma, aunque también refleja una época de conflicto, como es el México de los años sesenta, y la situación de las mujeres inmigrantes, indefensas y sometidas, es más nostálgica. El punto de vista se suaviza, porque es el del director, un niño de clase media-alta que elige ponerse en la piel de una mujer pobre, una criada. Estéticamente es la mejor, a la altura de Cold War -que también muestra el ambiente de los años sesenta, aunque esta vez del otro lado del telón de acero-, pero se adapta mucho mejor a lo que se espera de una película para un gran público.

La favorita es más sutil. Película de época, -se desarrolla en el siglo XVIII-, sí, pero habla de corrupción, de lucha por el poder, de la manipulación en los entresijos de un gobierno, ajeno a la mayor parte de la gente. Su cáscara formal, impecable, oculta un mensaje subliminal mucho más profundo, que no sé si muchos espectadores captarán.

La cuota para la comunidad negra la tenemos con Spike Lee en su Infiltrados en el Ku Klux Kan -la ultraderecha ha llegado para quedarse; es más, está ya en el poder o decide los temas a tratar y cómo se deben tratar- o Black Panther. Incluso en la amable The green book; aquí tenemos un recorrido por el sur americano en los años sesenta -de nuevo esa época clave para entender dónde nos encontramos en estos momentos-, un road movie con dos personajes opuestos que acaban siendo amigos.
¿Podrás perdonarme algún día? es también agradable, aunque el tema del engaño -al amigo o a uno mismo- y la escritura se mezclen como una parte indispensable de la sociedad en la que nos movemos.

Es posible que el sistema no se pueda cambiar. Quizá estemos condenados a desaparecer como especie, tarde o temprano. Quizá nos lo merezcamos.
Mientras tanto, es posible que sólo nos quede seguir lanzando botellas al mar.
Y en el futuro, tal vez, alguien lea los mensajes desesperados que estamos enviando.

sábado, 5 de enero de 2019

PRIMER COMENTARIO DEL AÑO


Se terminan mis vacaciones.
Las Navidades son un periodo extraño. Deseo que pasen rápido -sobre todo, el día de Navidad-, porque me traen recuerdos que quiero olvidar. Me gustan los turrones. Me agrada el fin de año; uno mira hacia atrás y se compromete a ser mejor persona. En vano. Al final, pocas cosas cambiarán: serás cobarde, egoísta, amable o generoso. Conseguirás esto; fracasarás en eso otro; pero, de primeras, te ilusionas y piensas que es posible una transformación profunda y real. De los Reyes, sólo espero disfrutar de un buen roscón de nata.
He tenido días de relajación -leyendo libros; paseando en la bici, quedando con amigos, acariciando a Yume-, pero he dedicado más horas al trabajo -preparar exámenes, actividades para el curso; o escribiendo, revisando novelas o relatos cortos-.
Y por las noches he visto muchas películas con mi hermano.
Entre las más recientes son de destacar Roma de Cuarón y Cold war de Pawel Pawlikovski, tal vez, las grandes favoritas para llevarse el Óscar a la mejor película extranjera. Curiosamente, las dos rodadas en blanco y negro.
Roma es una mirada a la infancia de Cuarón, pero el gran acierto es el punto de vista: elige a una empleada del hogar. Cuaron ha preferido que sea Neflix quien la distribuya al estreno en miles de cines. Los tiempos han cambiado. El dinero llega por otras vías.



Todos los personajes tienen entidad; incluso, la madre burguesa. Es una mirada tierna y elegante.
La de Cold war no le va a la zaga; es una historia de amor; por supuesto, con referencias políticas a la guerra fría.



Sin duda, estamos ante dos de los mejores directores actuales en su momento de madurez creativa.

Terminamos también de ver la filmografía de Agnes Varda. Me gustaron sus últimas películas, autorreferenciales. Miradas a su propio cine; como si quisiera decir, "no estuvo mal".
Entre las otras, me atraparon sus clásicos:
Cleo, de 5 a 7. Un ejercicio de libertad creativa de la nouvelle vague, divertido, caótico, vitalista.
Sans toi ni loi  Una mirada cuasi-documental, teniendo como protagonista a una vagabunda que acaba congelada en el fango; la directora vuelve hacia atrás y recrea sus últimas semanas. Los personajes que aparecen son un mosaico de la sociedad francesa y europea.
Jacquot de Nantes. Con un Jacques Demy, aún vivo, Varda recrea la infancia de su marido, mientras él se muere, poco a poco, de una enfermedad incurable -el SIDA, aunque no se supo hasta años después-. Esa mezcla de ficción biográfica -el amor al cine de Demy desde niño- con los planos de un rostro y unas manos enfermas -más propias del género documental-, le dan una veracidad y una fuerza que pocas obras tienen, aunque dispongan de enormes medios a su disposición.
Vimos también algunas películas japonesas y las de un director taiwanés, Edward Yang, ya fallecido; poseía un gran talento visual y narrativo. Y otras chinas.
De entre estas destaco la de Hu Bo, An elephant sitting still, su primer largometraje. Estuvo en Berlín y Donostia. Se ha estrenado en diciembre en Inglaterra y en enero se podrá ver en Francia. En España, quizá con suerte, en alguna filmoteca o cine alternativo. ¿Por qué? Dura cuatro horas.
Además, su director, escritor de dos novelas, se suicidó a los 29 años, durante la posproducción.


Tiene todas las papeletas para convertirse en un clásico. Además de la temprana muerte de su joven director, es una historia bien contada -ha ganado post mortem algún premio al mejor guión- con personajes muy potentes; rodada con cámara en mano y planos secuencia. Y si alguien quiere conocer la China oculta, la que no aparece en los medios, la de las víctimas del capitalismo, aquí las encontrará.

Y algún clásico, Los paraguas de Cherburgo del mencionado Demy con la música -romántica hasta saciarse- de Michel Legrand.


Concluyo con Chantal Akermann. Su cine era exigente, radical. Y lo era, en el significado más profundo del término: buscaba la verdad en las raíces del cine. Planos largos y fijos. Que la cámara reflejara la realidad. Toda su obra es claramente autobiográfica. Aunque sepamos que es una elección y sea parcial, su valentía siempre queda fuera de toda duda. Hay pocas mujeres -u hombres- que te muestren así su visión del mundo, su propia vida.
Antes de suicidarse, rodó No home movie.

                                      


Su última película cuenta paso a paso el deterioro físico y mental de su propia madre, que moriría meses antes que Chantal. Y es la forma de contarlo, a través de los espacios vacíos y los silencios -sean los de su casa o las de un desierto, que le sirve de engarces y elipsis- los que atrapan tu mirada.

No hay salida. No hay hogar.

Mientras tanto, vivimos...








sábado, 22 de diciembre de 2018

LA DESCOMPOSICIÓN DE UN SISTEMA


Me encanta la Historia. A veces mucho más que las lenguas clásicas o el cine, mis otras dos pasiones.
La Historia es un proceso muy largo, llena de recovecos. Y nosotros, que vivimos tan poco tiempo, inmersos en ella, no somos conscientes de sus cambios y transformaciones, hasta que se han producido. Aún así, tenemos la capacidad de salir del cascarón en el que vivimos y reflexionar desde fuera.

No siempre es posible. La vida cotidiana nos arrastra; es difícil ver desde arriba, como si tuviéramos un mapa. Me encanta observar el mundo desde esa perspectiva; a ras de suelo, es cierto, puedes ver lo más pequeño, pero se te escapa una visión general, imprescindible. Y con este mapa, aunque sólo sea la imaginación la que nos lo proporcione, podrías tener a tu disposición el conjunto de los elementos que influyen en nosotros. De todas formas, aunque los conociéramos, mucho más difícil sería cambiarlos.

A mis alumnos les doy clases de Historia a la par que les enseño Latín. En diciembre ya he hecho una introducción; en enero les hablaré de la descomposición del sistema republicano en la Antigua Roma. Hubo muchos factores que lo explican, conocidos por los investigadores: ante la expansión de Roma se produjo un empobrecimiento de las clases medias rurales, llegada de mano de obra esclava, riquezas que acabaron en pocas manos, creación de una clase media ecuestre que necesitaba de un nuevo sistema político que favoreciera sus intereses. Más de cien años y tres guerras civiles fueron necesarias para que la República moribunda pasara a ser un Imperio. Hubo intentos democratizadores -Los Graco-; rebeliones -tres guerras serviles: la de Espartaco es la más conocida-, una guerra social. Al final, una familia, un solo hombre apoyado en las nuevas clases emergentes y un ejército "popular", en una sociedad agotada, sedienta de paz social, consolidó un nuevo sistema. Quien vivió estos acontecimientos, desde dentro, no creo que fuera consciente de los cambios, como sí lo somos nosotros, pasados tantos siglos.

Nos ocurre lo mismo; está claro. El capitalismo, aunque tuvo precedentes en la Holanda del siglo XVII, nace con sus rasgos característicos en el siglo XIX: explotación, universalidad, clase media burguesa, mecanización. Necesitaba muros de contención. El socialismo y el comunismo funcionaron, con sus contradicciones, en ese papel. Las guerras -fueran mundiales o concentradas en lugares concretos- formaban y forman parte del mecanismo. El capitalismo las necesita para sobrevivir.
La caída del muro, el final del comunismo hacía pensar que el capitalismo había triunfado. En realidad, en estas tres décadas lo que ha hecho es agudizar sus propias y complejas contradicciones. Sin muros de contención que lo limiten el capitalismo muestra todos sus garras. La socialdemocracia y la izquierda, el estado de bienestar, el ecologismo, el desarrollo económico fueron los mecanismos que las democracias formales en un sistema bipartidista encontraron para suavizar sus aristas y ofrecer a la clase media una alternativa diferente al comunismo. Ahora se diluyen, se debilitan y no pueden detener al monstruo.

Es cierto que podríamos pensar que no hay problemas, si nos paseáramos por los grandes centros comerciales y turísticos del mundo. Yo lo he hecho. Allí no parece que haya conflictos, sea en Argentina, en Los Ángeles o en Tokio. Si te alejas un poco, otra realidad se te muestra: pobreza, marginación, violencia... Allí están los votantes de extrema derecha o los que, decepcionados, ya no votan: el origen o la excusa de los conflictos, aunque no queramos verlos.
Existen realidades paralelas: la de los medios de comunicación, controlados por las grandes empresas con sus intereses; la de facebook o twiter, en la que, encapsulados, preferimos movernos en mundos pequeños, sólo con los nuestros. La realidad no es unívoca; pero lo parece, a no ser que nos fijemos más detenidamente.
Además, el planeta se queja; es explotado. No sólo mueren miles de personas buscando un mundo mejor -nadie se ha interesado por la muerte de diez inmigrantes en una patera esta semana-, también mueren cientos de seres vivos. El agotamiento de las energías fósiles es ya una realidad. Su sustitución requeriría de un modelo económico en el que primara el ahorro y no los gastos superfluos. El capitalismo y la Humanidad continúa su marcha progresiva hacia el desastre. El consumismo tiene sus límites. Podemos pensar en otras generaciones, decelerar el proceso o detenerlo. O no hacer nada.

Todos sabemos que habrá nuevas crisis económicas. Las deudas de los Estados son inmensas. No podremos pagarlas. ¿Y entonces, qué ocurrirá?
Cada país -aunque estemos interconectados- tiene sus conflictos. Estados Unidos necesita mantenerse como superpotencia, pero eso supone unos gastos que quizá no sea capaz de sostener. Rusia ha asumido, como China, que los derechos humanos queden en un segundo plano; el desarrollo ecónomico y la unidad del Estado se impone. Europa aún se mueve en esa contradicción: mantener los derechos sociales adquiridos por las generaciones precedentes y su historia compartida y, al mismo tiempo, la disgregación y los sentimientos nacionales que con nuevas crisis económicas se irán agudizando. Francia es un buen ejemplo de esta situación.
Europa, como entidad supranacional, es un cadáver que se niega a morir. El Brexit, la llegada de los partidos de ultraderecha, las políticas migratorias son sólo muescas de esta descomposición. Y como ocurrió con la República romana el proceso puede ser largo. Aunque, en este mundo en el que vivimos, se pueden acelerar a un ritmo vertiginoso.
España tiene sus contradicciones sin resolver. La transición del 78 -la creación de una democracia formal- dejó un régimen que también se descompone de manera más elocuente en los últimos años. No sé si el 11 M fue un primer aviso de debilidad. La anterior crisis económica abrió la espita: el 15 M y el encaje de Cataluña fueron sus síntomas visibles.

La violencia no resolvió el problema en Cataluña; y el diálogo vacío de contenido tampoco lo hará. Vivimos en una situación de transición. Ni Cataluña puede ser independiente -necesitaría de estructuras que aún no tiene y recursos de los que carece- ni puede aceptar volver a un autonomismo o un Estatuto que desde Madrid se volvería a recortar, cuando la derecha esté en el poder. Emocionalmente la mitad de Cataluña no se siente parte de este Estado. Y en el País Vasco creo que sólo el concierto económico los mantiene tranquilos. Si lo perdieran o se les quitara desde Madrid, también querrán marcharse.
Por otro lado, las válvulas de escape nacidas -Podemos, la Colau y la Carmena, por un lado, y Ciudadanos y Vox, por el otro, partidos y nombres creados desde el sistema para regenerarse, o la dimisión de Juan Carlos I y su sustitución por el hijo- no solucionan el grave problema de corrupción estructural del modelo del 78. Es más; el sistema los ha fagocitado, los ha convertido en meros comparsas, en farsantes.
El nacionalismo español, del que Vox sólo es la punta de lanza -que, incluso hasta gentes de izquierda, que se dicen republicanas, defienden y justifican, criticando a los catalanes, porque son insolidarios, mientras ellos sólo se miran el ombligo, aunque sólo los catalanes hayan salido a la calle para protestar, mientras esa izquierda española está dormida y anestesiada-, esa unidad del Estado, protegida por la violencia legal, es, en el fondo, sólo un mecanismo de defensa ante una enfermedad degenerativa.
Y los muertos, de tapadillo, los que estaban en fosas comunes, los del 39, se desentierran, o se cambian de lugar. No se puede esconder la mierda debajo de la alfombra; no se puede huir del pasado ni dejar de afrontarlo, como hacen tantos otros. Al final, sale de nuevo y se vuelve incontrolable.

No sé si hay alternativas. La naturaleza humana y, en general, los sistemas tienden a buscar dos salidas, como ocurrió en la República romana. O el autoritarismo, sea dentro de una democracia o república formal, -Octavio Augusto, a su manera, eligió esta opción- o un modelo político sin derechos de ningún tipo - la dictadura o las propuestas que leemos en las obras de ciencia ficción, esas distopías- o una extensión de la democracia -aunque pueda derivar hacia un enfrentamiento con las élites que utilizarán la violencia legal para mantener su status quo, lo que incluirá guerras civiles-.
No invita al optimismo...

Dejo el mapa y regreso a mi vida cotidiana. Miro mi sueldo en el banco. Acaricio a Yume. Vuelvo a la escritura de mi novela. Es lo único que ahora mismo, hoy, en esta fría mañana de invierno puedo hacer. Esperaremos. Aún no ha llegado el momento.






domingo, 8 de mayo de 2016

A TODOS LOS DIOSES. NUEVE DÍAS EN ROMA. DÍAS 8 Y 9. EL FINAL DE UN VIAJE




          I.

...Hay una inscripción en latín. Afirma que Agripa, hijo de Lucio, en su tercer consulado construyó el monumento. Agripa fue el principal lugarteniente de Octavio Augusto, el primer emperador...

Ciento cuarenta años después, Adriano lo reconstruyó. El templo había sido arrasado por uno de esos frecuentes incendios que destruían barrios enteros de Roma. Y Adriano tomó la decisión de levantar uno nuevo. Tenía, tal vez, al mejor arquitecto de su tiempo, Apolodoro de Damasco. No está claro quién elaboró el plan constructivo. ¿Fue Apolodoro? ¿Adriano, que tenía aficiones en este campo, propuso ideas?...

...Flavio Nicéforo Focas Augusto, emperador bizantino, gobernó durante ocho años desde 602 al 610. Llegó al poder con un levantamiento militar y fue depuesto por otro golpe de Estado. Su sucesor lo asesinó, decapitó, mutiló y quemó su cuerpo. Nadie recordaría a este emperador, si no fuera por dos decisiones que tomó a lo largo de su breve mandato.

La primera consistió en alzar el último monumento del foro Romano: la llamada Columna de Focas... La otra fue un regalo. Focas donó al papá Bonifacio IV el Panteón para que lo transformara en un templo cristiano. El lugar sagrado dedicado a Júpiter, Venus y Marte se consagró a la Virgen María y a todos los santos en mayo del 609. 

Gracias a ese gesto, el Panteón ha sobrevivido a la ruina, el abandono o la destrucción...

II.

26 de abril de 2016.

Los vagones del metro atraviesan un puente. El Tíber está a mis pies. Al otro lado del río se encuentra el Vaticano.

Espero sólo media hora en la cola. Supero el control de seguridad, asciendo por las escaleras de caracol; pasillos infinitos se abren ante mí.

Hay dos caminos.

Uno de ellos te lleva a las pinturas de Rafael y a la Capilla Sixtina y los frescos de Miguel Ángel. Encontrarás cientos, miles de personas, sentirás el agobio, la opresión, el fastidio. 


Desearás volver al punto de salida y que termine la carrera de obstáculos. Si, tras atravesar los cientos de salas, llegas a tu objetivo, tal vez tengas suerte y en un momento, muy breve, puedas disfrutar de las pinturas sin el ruido de fondo: palabras que explican e interpretan las figuras imaginadas en el silencio de un taller hace más de cinco siglos. No necesitan esas palabras...

¿Merece la pena?

Otro te lleva a lugares menos transitados. Cientos de antigüedades, colección adquirida o saqueada por decenas de papas, salas concebidas para que los pontífices alcanzaran la eternidad en la Tierra. 

                                           

La escultura romana, el arte egipcio, la cultura etrusca, la cerámica griega, el relieve, el mosaico...


Los Museos Vaticanos te debilitan, queman tus energías, si no buscas un refugio en el que tu espíritu descanse del ruido.

Subes al Duomo; bajas a las catacumbas. San Pedro. Estás arriba, en el cielo; estás abajo con los restos mortales de los pontífices, hacedores de puentes. Este no es mi centro del mundo. Siento vacío en el estómago.

El Gianícolo.
Rodeo los muros alzados por los representantes del Dios cristiano en la Tierra. Garibaldi contempla Roma a lomos de su caballo. Dos chicas jóvenes hacen bocetos de la vista que tienen a sus pies como hace unos días en las Termas de Diocleciano otros dos desconocidos. Un deja vu.
Mientras bajo las escaleras hacia el Tíber, me parece estar en Oporto, hace un par de años. 
Ella estaba viva entonces...

Los viajes se confunden. Me desoriento. Mezclo, revuelvo, combino los tiempos y los espacios. El Tiempo es flexible.

Noto en la boca el bacon crujiente. Pasta a la carbonara. 

Los placeres se enredan en la memoria...


III.

El óculo. El ojo. Miras a través de él.

Las nubes pasan. El tiempo se desliza, resbala, fluye. Los ojos fijan su mirada en un punto. Blanco y azul. Gris y negro. Nada se detiene. Todo continúa moviéndose al ritmo del universo.

Descubres con tu mirada. Lo minúsculo y lo titánico. La célula y las estrellas.

Entra la luz. Las sombras te protegen o te persiguen. Depende de ti.


IV.


Me encuentro en un patio. No hay techo que me cubra. A mi alrededor los muros están derruídos; se alzan entre cascotes, algunos; de otros, sólo queda el esqueleto: ladrillos, piedras unidas entre sí por argamasa. Salgo del patio y entro en otro. El mismo panorama. Y en el siguiente. Y también en el siguiente.

No puedo salir del laberinto.


V.

27 de abril de 2016.

Una mañana en Roma. La última.
Los que van al trabajo tienen prisa. Atasco. El tráfico está congestionado.
Los primeros turistas se dirigen al lugar de encuentro. Los vendedores ambulantes ocupan sus puestos. Todo vuelve al comienzo de nuevo.

En el Panteón contemplo el óculo. Pasan las nubes. Un trozo de cielo. Su ritmo, el de la Naturaleza, es diferente al nuestro.
Estoy casi a solas durante quince minutos. Luego llega un grupo de turistas. 
La magia se ha roto.
Me marcho, pero ahí sigue y seguirá cuando ya no estén los seres a los que ha amado o a los que amé, cuando ya no estemos, cuando ya no esté...

En el Campo de Fiori sólo hay tres puestos de flores. El resto vende verdura, frutas o ropa.
Franqueo la entrada de dos iglesias menores. En una de ellas, veo a un hombre solitario, que reza a sus dioses; en la otra, oculta, en una capilla, a oscuras, un belén que espera su oportunidad.
En San Stefano, un sacerdote ortodoxo serio, hosco, silencioso.

No podré ver a Caravaggio o a Bernini en el Museo Borghese. Hay que reservar con mucha antelación. A cambio, paseo por el parque. El tiempo es agradable. La primavera está aquí. Disfruto de ese momento perfecto en el que ni el frío ni el calor molestan al cuerpo.

Los silencios entre dos puntos explican las junturas, rellenan los huecos...


En Villa Farnesina el Renacimiento te acoge. Rafael y otros artistas te insuflan de optimismo. Tienen fe en el hombre; todavía no la habían perdido.


En Augusto, un restaurante popular, degusto unos ravioli y una tarta de cerezas. El vino de la casa me resulta agradable. 

El hijo de la propietaria es un adolescente pegado a un móvil.

- ¡Deja el móvil! ¡Guárdalo! ¡No comas con el móvil! -le repite una y otra vez su madre.

Una mujer de cuarenta años acaba de llegar. Está hablando con la camarera y otra de las propietarias. Se conocen. ¿Un familiar, otra camarera que hoy tiene día libre? Viene del juzgado, por lo que parece. ¿Un divorcio? ¿Asuntos de herencias? Los gestos son de preocupación. Sus interlocutoras la comprenden y apoyan.

Una pareja de españoles quiere carne; intenta hacerse comprender. Una pareja de italianos se decide por pasta con salsa de tomate.

Dos horas después en la colina del Celio.

En Santa Sabina, columnas romanas. Estuvieron en un templo pagano; ahora sostienen otro católico. A la salida, una figura labrada en el tronco muerto de un árbol. Mi cuerpo tiembla.

 


A través de la cerradura contemplo una catedral de San Pedro, lejana. En otra iglesia exponen a fotógrafos y pintores desconocidos.

Me separo del Panteón.

Pasta alla amatriciana.
Concierto de un coro. Cantan un Stabat Mater. El autor es del siglo pasado. Identifico en uno de los espectadores un gesto similar al de mi madre. Me acuerdo de ella.

¡Quién sabe lo que está haciendo, en qué está pensando!
Como el río que fluye, nada tiene fin.

                                  

El eco de mis pisadas. Los últimos pasos que me despiden de Roma...


VI.

El Panteón estuvo dedicado a todos los Dioses.
El Dios cristiano cree que acabó con ellos; se equivoca.
Allí están todavía.
Nos protegen o se ríen de nosotros.
Así son los dioses.
Así es Roma.






  

sábado, 7 de mayo de 2016

A TODOS LOS DIOSES. NUEVE DÍAS EN ROMA. DÍA 7




I.

25 de abril de 2016.

Me despierto. He tenido un mal sueño. Noto mis músculos tensos. Me voy relajando a lo largo de la mañana.

No ayuda que el cielo esté cubierto. Amenaza lluvia. El ambiente está cargado.

Voy a dedicar esta mañana a los foros y el Palatino.

                                                


Se ha ampliado el paseo, la zona abierta al público en estos últimos años. Han cerrado la basilica de Majencio -precursora de las basílicas cristinas constantineas- por culpa de las obras del metro en la línea C, y bajo el arco de Septimio Severo -aunque aquí parece sólo que pretenden restaurar una parte de la Vía Sacra.



Santa María Antigua está abierta y sus pinturas parietales, restauradas. Una parte de la entrada al Palatino, concebida por Tiberio, también. Se especula que pudo ser en alguno de estos pasillos donde Calígula fue asesinado.

Han llevado a cabo excavaciones cerca de la basílica Julia. Hace unos meses abrieron la Casa de las Vestales.

Al subir al Palatino puedes contemplar una zona que desconocía: bajo la iglesia de San Sebastián, han encontrado las ruinas del templo que levantó Heliogábalo al dios Sol. ¿Hubo sacrificios de niños como aseguraban algunas fuentes antiguas? La Historia Augusta no siempre es muy fiable, pero este emperador era demasiado oriental para que Roma lo aceptara.

Más conservadores fueron Augusto y Livia. Y respetuosos con la tradición. Tanto que cerca del Templo de la Magna Mater y de la cabaña de Rómulo -se han descubierto recientemente cabañas que nos devuelven a la época y al lugar donde se fundó Roma-, decidieron levantar sus casas privadas. Augusto compró la casa de Hortensio Hortalo y las de otros senadores y ese fue el arranque de una labor constructiva que convertiría la colina del Palatino en el alojamiento de los futuros emperadores. El término palacio tiene aquí su origen. Y sí, fueron palacios los que pusieron en pie. Restos de los de Augusto, reformas de Tiberio o Claudio -encontramos el Aqua Claudia a pie de calle-, el criptopórtico de Nerón, el Ninfeo de época Flavia, el circo de Domiciano, las aportaciones de la dinastía de los Severo.



No olvido las sorpresas que los arqueólogos aún descubrirán en el futuro. Hay una visita que tengo pendiente; la de una domus de época republicana con pinturas del primer o segundo estilo pompeyano.

El Coliseo. El tiempo y los Barberini, entre otros, lo saquearon. Y resiste. A las hordas de bárbaros y a las de turistas. Roma no sería Roma sin el Coliseo. Tal vez...



II.

En San Clemente estuve en una visita anterior. Está más organizado, pero ha perdido parte de su encanto. Y han subido los precios. Con todo, sigo apreciando esa mezcla de tiempos y tradiciones en un mismo espacio. Tenemos una domus, un templo a Isis y una iglesia cristiana. 


Sólo Roma te puede ofrecer tanto en tan reducido espacio.

En la de los San Cuatro Coronati hay un claustro, al que se accede con cierta dificultad. Bloquean la puerta con un cerrojo para controlar la entrada de turistas. 


El juego de luces -sobre todo en un día como éste en el que las nubes ocultan el sol y se apartan un instante después, tiene algo de mágico. Lo agradezco.

Dedico la tarde a pasear por la colina del Celio. Dulces placeres entre el sol y la sombra de una tarde primaveral. Un niño gatea ante la mirada de sus padres hacia una fuente que lanza un chorro de agua y de luz.

St. María Domnica. Otro mosaico del siglo VIII que representa a la Virgen entronizada.

En la Villa Celimontana, en su entrada, hay una plaza; el nombre recuerda a todas las víctimas de la inmigración, sobre todo a las de Lampedusa.
.
La iglesia de San Giovanni y Paolo me recuerda a la del Laterano o al Gesú. No me agrada. Prefiero la intimidad al espectáculo.

A la salida, a mano derecha los restos de Aqua Claudia. A la izquierda, la base del templo de Claudio. A unos pasos, viviendas medievales y restos de una domus.

Ceno lasaña en la Vaca embriagada... Delante de mí comen una pareja de ingleses. Están enamorados. Ella lleva el pelo recogido en un moño. Mira al chico con ternura; tiene alrededor del cuello un pañuelo verde y sus pendientes están a juego. Cejas estilizadas, cuello largo. Me fijo ahora en él. Tiene el pelo rizado, barba de una semana, camiseta floreada y gafas a la moda.
Los dos tienen la barbilla marcada. Sus hijos herederán esta peculiaridad.
Se cogen de la mano. Se retan a aguantarse la mirada, sin reírse. Ella enseguida rompe a reír. Ha ganado él.
Me los vuelvo a encontrar a la salida. A unos metros, nuestros caminos se separan. 

Abrazados, se pierden entre las piedras de Roma.

Paseo por el antiguo barrio de la Suburra. Casas elegantes, fachadas restauradas, jardines colgantes.



III.

El barrio del Panteón.


Un hombre, tendrá treinta años, con un potente chorro de voz, impresionante, canta Oh, sole mio acompañado por su guitarra entre las mesas de un restaurante.
Una camioneta ha aparcado a un lado del Panteón. Parecen rumanos. Dos hombres; uno, apoyado en la camioneta. El otro exige dinero a un grupo de chicas. Una jovencita se ha apartado de sus compañeras; discute con él.
Un vendedor callejero -le he visto varias veces por la zona- huye de un policía. El agente de la ley le obliga a marcharse de la plaza.

-Es un maleducado. Es mala persona. Lo conozco. El mismo de siempre...


Hay muchas historias por contar. Y todas, a la sombra del Panteón...

A TODOS LOS DIOSES. NUEVE DIÁS EN ROMA. DÍA 6.



I.

24 de abril de 2016.

Es domingo, el día del Señor, el de Júpiter...

Por supuesto, el mejor día para visitar las iglesias es este. Comienzo por la que tengo más cerca del alojamiento.

A dos calles tengo la de Santa Praesede. Destaca un mosaico de época bizantina: Santa Praesede y Pudenciana, mártires, son recibidas en el Cielo. La imagen del cordero sobre el trono es una constante en esta imaginería religiosa: representa el regreso de Cristo en el Juicio Final.

Las muertes de estas dos mártires me resultan familiares. Fueron asesinadas por proporcionar un entierro cristiano a otros. Me viene a la mente un mito griego, el de Antígona, que es condenada por querer enterrar a su hermano, aunque se lo habían prohibido. ¿Casualidad? Desconfío de esa palabra, sobre todo, si hablamos de la capacidad que tuvo el cristianismo de asimilar todas las tradiciones religiosas que le precedieron.

En San Pietro in Vincoli el ábside es mucho más descafeinado. Responde a otra época, el neoclásico. Falta vigor; yo iría más allá, carece de fe.

A su lado, el Moisés de Miguel Ángel se yerge como un titán. 


Tengo un pequeño privilegio: lo contemplo en soledad. Antes de que vengan cientos de grupos con sus guías y cámaras de fotos, puedo disfrutar de esta obra. ¿En qué te fijas? En los músculos de su cuerpo, en el rostro, la mirada terrible, digna. ¿Y qué decir de la barba? Y el manto, colocado sobre la pierna. Esta estatua despierta en quien lo ve un solo sentimiento: respeto.

Llegan cientos de turistas. Huyo.

Hago una excepción por mi ruta religiosa. Me interesa visitar la domus Áurea de Nerón. Tengo suerte; hay plazas para una visita guiada en unos minutos.

La Domus Áurea cubría un espacio inmenso en el centro de Roma.


Nerón quiso construir su villa privada en un lugar privilegiado. Aprovechó las consecuencias del incendio del 64 d.C. para levantar un entramado arquitectónico original y moderno. Tuvo a los mejores diseñadores y arquitectos a su disposición.



Nerón ha sido el gran vilipendiado de la historia. Los cristianos no le perdonaron que los acusara del incendio y las fuentes senatoriales le crucificaron acusándole de todo tipo de crímenes. La culpabilidad por el incendio ha sido puesta en duda desde hace decenios. Y sus crímenes están más ligados a las intrigas por el poder -asesinato de su madre y de sus esposas, conspiración de Pisón- que a una mente enferma o psicótica. No fue un buen gobernante, aunque hay que situarle en su justo término. Amó el arte y la cultura griega y se ganó el favor del pueblo; eso sí, dejando las arcas del Estado vacías.

Su gran obra de arte sería la Domus Áurea. Los emperadores que le siguieron enterraron el recinto. Los Flavios construyendo sobre el estanque el Coliseo. Trajano levantando unas termas y saqueando todo el mármol que pudo. Adriano con su templo de Venus y Roma.

Sin embargo, influyó y mucho en la arquitectura y pintura posterior.
Se piensa que Apolodoro de Damasco, el gran arquitecto de Trajano, pudo ver mucho de la Domus y que lo aprovechara en sus propias obras. 

Hay muchos lugares de la Domus Áurea que te recuerdan a los Mercados de Trajano o al mismo Panteón.

Tras su redescubrimiento, en el siglo XV, las pinturas parietales que se encontraron en las excavaciones influyeron en los artistas del Renacimiento, creando, incluso un nuevo término: grotesco, ya que se podían contemplar en grutas, excavadas en la tierra.

Trajano, que quiso hacerlo desaparecer, con la damnatio memoriae, curiosamente, facilitó su conservación. Enterrado durante siglos, la Domus Áurea ha sido excavada en los últimos años de manera sistemática y los tesoros que alberga son incontables.

                                                   


Notas la magia en el recorrido por esta antigua residencia. La zona que se encuentra bajo el parque de la colina Oppia, debió corresponder a un espacio o pabellón para recibir a autoridades o invitados. Caminas entre salas, salones, pasillos, antiguos pórticos, enterrados bajo metros y metros de tierra.

Sólo puedes intuir, muy de lejos, lo que sus contemporáneos debieron sentir al ver una obra de tal envergadura.

Parece que su conservación está en peligro por un extraño conflicto de intereses. Los árboles del parque con su peso aplastan la estructura.


Una solución sería reducir el espacio del parque, eliminando gran parte del humus acumulado a lo largo de los siglos, pero eso supondría cerrarlo y acometer obras. Y el parque tiene un valor histórico -aquí chocamos con la Administración- y, además, los vecinos perderían un pulmón verde del que disfrutan. A la espera de qué medidas se tomen, cada sábado y domingo se puede visitar en grupos de 25 personas una de las grandes maravillas de la Antiguedad, enterrada durante siglos, y ahora, recuperada, aunque sólo sea pálidamente, para nosotros.

En el salón central que tenía la peculiaridad de moverse y cambiar de posición, afirma Suetonio que Nerón lanzaba pétalos de rosa a sus invitados desde el óculo, ese precursor del Panteón.


Nerón era un artista... incomprendido.

Al salir la luz del sol te ciega. Te acostumbras poco a poco a ella. 

Las paredes y los puentes de Roma te hablan. Graffitis, frases de protesta, corazones enamorados...

                                             

Caminando con tranquilidad llegas hasta el Circo Máximo. Asisto a una procesión laica. Hombres y mujeres, vestidos y vestidas como romanos. Los antiguos Dioses vuelven a las calles de Roma. 

                                                

Al otro lado, en el Vaticano, jóvenes católicos de todo el mundo celebran junto a Francisco I unas jornadas de la Juventud. Hoy es el día de los Dioses, sin duda.

Me refugio en la cercana Basílica de Santa María en Cosmedin. Mientras los turistas se hacen fotografías, poniendo la mano en la antigua tapa de cloaca, imitando a Audrey Hepburn y Gregory Peck, entro en la iglesia. Asisto a una celebración ortodoxa. Escucho los cantos. La música, monocorde me lleva a unos ritos profundos, misteriosos. El espacio se llena de extraños silencios. Te adentras, como ante la contemplación de la Naturaleza, en el interior de ti mismo.

Y así es también en la cercana isla Tiberina, junto al puente Roto. Cierras los ojos y escuchas a tu lado el fluir del río Tíber. Tranquilidad, serenidad. A lo lejos, los ruidos de la ciudad; el tráfico en domingo. El agua cae, fluye. Los ritmos del cuerpo y del mundo se asemejan. La sangre y el agua. Son sólo uno. La melodía de la vida que se desliza por nuestras venas.

Paso al otro lado del Tíber, el Trastévere.

Al llegar a Santa Cecilia llego a tiempo para una misa. Esta vez, católica. El coro canta el Aleluya de Haendel. De nuevo la música, el vehículo para acercarse a la Divinidad o al interior de uno mismo.

En San Crisognono miras hacia arriba, ¡cómo no! El artesonado del techo es una maravilla. Y el baldaquino, a semejanza del de San Pietro del Vaticano, es de Bernini.

Otra vez, Bernini, en San Francesco a Ripa. Y otra mujer, en éxtasis. El cristianismo convirtió el sexo en un tabú, pero el sexo no se puede ocultar; nos acompaña siempre. Bernini demuestra cierta experiencia en esta materia. 


Sus mujeres, en estado de trance, nos recuerdan que el éxtasis religioso y el corporal tal vez tienen demasiadas similitudes...

Es hora de comer. El restaurante de Augusto tiene una larga lista de espera. Me decido por L'Antico Moro, a dos calles. Disfruto de unas vongole y un tiramisú.

Para bajar el vino de la casa, continúo por el Renacimiento y el Barroco. Visito dos espacios en los que Bramante y Borromini brillaron con luz propia.

En San Pietro en Montorio, con ayuda económica de la Academia de España, anexa al edificio, han restaurado el templete de Bramante. Sencillez, perfección sin alardes.

Al otro lado del río, en el Palacio Spada, Borromini, añade un juego de perspectivas. Un gato, asiste, tranquilo, relajado, a las visitas de los turistas.


Cruzo la plaza del Panteón. Un grupo de armenios están celebrando una fiesta. Bailes tradicionales y alguna reivindicación, recordando la masacre de los turcos hace un siglo.

Nunca había entrado en el Castillo de Sant Angelo. Residencia y fortaleza de papas. Mausoleo que acogió las cenizas de Adriano. Las pinturas de las salas que los Papas prepararon y adecentaron, me recuerdan a las que he visto esta mañana en la Domus Áurea. Los artistas bebieron de esas fuentes, aunque fueran paganas.
Y pagano fue el lugar, una tumba para Sabina, el hijo adoptivo de Adriano, Lucio Vero y las cenizas del propio Adriano.

Una rampa helicoidal -imaginamos la procesión que Antonino Pío, su sucesor, celebraría, llevando las cenizas de Adriano-, nos acerca al centro del recinto, el lugar donde se depositaron los restos del emperador.

                                       

Una placa recuerda sus últimos versos...
Animula vagula, blandula, hospes, comesque corporis...

En Santa María del Popolo, Caravaggio brilla, como siempre, entre la mediocridad. Hoy, domingo, hay una larga cola para ver sus cuadros. Prefiero volver otro día.

Termino las visitas con la iglesia de Gesú. Es el Barroco en su estado puro. Te aplasta.


II. 

El periodo de Adriano coincide con un florecimiento de la cultura griega en
todos sus ámbitos. La labor constructiva de Adriano en todo el imperio se apoyó en la fundación de ciudades y su modernización.

En Roma levantó entre otros, el Panteón, un auditorio, su propio Mausoleo, donde reposarían sus restos, los de su esposa y Lucio Vero, su primer hijo adoptivo y, finalmente, el templo de Venus y Roma, sobre algunas de las ruinas de la Domus Áurea neroniana.

En Grecia, concretamente, en Atenas, concluyó el templo de Zeus, abrió auditorios y centros culturales, reformó el foro romano, intensificó y apoyó a escuelas filosóficas y literarias. Construyó bibliotecas, acueductos, termas y teatros.

No olvido la Villa Adriana. Esta no hubiera sido posible sin Antinoo.

Adriano estaba casado con Sabina por obligación, ya que como muchos, los matrimonios políticos eran de conveniencia. Sus relaciones nunca fueron buenas, pero la respetó siempre, aunque según parece, participara, apoyando indirectamente, algún complot contra él.

Conoció a Antinoo en uno de sus viajes, en Bitinia. Tendría unos catorce años. Adriano vio en Antinoo a un efebo: la relación que mantenían un adolescente y un hombre maduro, relación que no era tanto sexual, sino de conocimiento y aprendizaje intelectual en la búsqueda de la perfección y la belleza. Bueno, en teoría. Fueron siete años que terminaron bruscamente con la muerte de Antinoo. Un gran misterio la envuelve. ¿Fue un suicidio ritual, un sacrificio? ¿Un accidente? ¿Un asesinato orquestado por grupos de presión en Roma que veían en peligro su influencia? Nunca lo sabremos.

Sí sabemos lo que hizo después Adriano. Convirtió a Antinoo en un dios. Construyó ciudades en su honor -Antinoopolis-, recreó su figura en estatuas y relieves que podemos encontrar a lo largo de todo el imperio. Templos que lo veneraban, sacerdotes que cuidaran de su culto. Y Villa Adriana.

Villa Adriana recuerda el lugar donde murió Antinoo. Egipto y su cultura, en la que lo griego se mezcla sin solución de continuidad. El último estertor de una época que se acababa...

Los últimos años de Adriano no fueron felices.

El levantamiento judío rompió con ese periodo de paz y concordia que parecía extenderse al resto del Imperio. Ninguno de sus sucesores podría disfrutar de la tranquilidad que tuvo durante su mandato.

Nombrar un heredero adecuado. Lucio Vero fue el primer elegido. Su muerte prematura obligó a Adriano a variar sus preferencias. Acertó. Antonino Pío y, a continuación, Marco Aurelio y el hijo de Lucio Vero.

La enfermedad lo abrumaba. El dolor era intenso. Vivir, un suplicio. El suicidio, una salida.

Recluido en Villa Adriana, despreciando Roma y sus oropeles, consciente de que su vida se acababa, tal vez escribiera entonces una autobiografía, parecida a la que Yourcenar, siglos después, publicó.

No sabremos qué pensamientos tendría Adriano en sus últimos meses. ¿Sentiría orgullo por la obra de su vida? ¿Se arrepentiría de decisiones que según parece tuvo que justificar en la mencionada biografía? ¿Notaría la soledad del poder, esa que acompaña a todo aquel que lo detenta?

Escribió unos versos antes de morir. Son los de un hombre que amó la vida, la cultura y todo lo que nos ofrece y que se despide con cierta melancolía y nostalgía...

Animula vagula, blandula, hospes, comesque corporis, quae nunc abibis in loca pallidula, rigida, nudula nec, ut soles, dabis iocos...

Pequeña alma, errante, suave, huésped y compañera del cuerpo, que irás ahora a un lugar pálido, helado, privado de todo; ya no disfrutarás, como acostumbrabas...