domingo, 26 de junio de 2022

AMOR FATI: HERZBERG Y "BIEN RESUELTO"

 


"Recuerdo un barracón del Altersheim desalojado a las bravas no por los nazis, sino por los prisioneros políticos, que arrojaban violentamente a ancianas moribundas desde lo alto de literas de tres alturas -no sin antes robarles su último trozo de pan-, sin prestar atención a una viejecita desnuda de cintura para abajo que agonizaba en medio de un caos de cazuelas, platos, tazas de metal, esquirlas, ropa sucia, zapatos medio raídos, trapos rotos, maletas mohosas, mochilas destrozadas y pilas de todo tipo de porquerías pestilentes. 

Dos oficiales de las SS se acercaron a ver cómo iba la cosa. 

Die sache hat geklappt, sonrieron satisfechos. 

"Asunto resuelto".

Amor fati, Abel J. Herzberg. 


Herzberg escribió estas líneas en septiembre de 1945. Meses antes había escapado vivo del campo de concentración de Bergen Belsen. En unos artículos, que hasta 1999 solo se habían publicado en holandés, nos dejó su testimonio. Intentaba comprender cómo fue posible que los seres humanos fueran capaces de tamaña atrocidad. 

Hay quien dice -un político mediocre y trepa, como tantos otros, sean de derechas o de pseudoizquierdas- que en Melilla el asunto fue "bien resuelto". Políticos elegidos por ciudadanos en democracias consolidadas; ciudadanos que lo justifican en terrazas y en barras de bar, porque "hay que impedir que nos invadan" o que "la ultraderecha llegue al poder".

Los pobres, explotados y rechazados por un capitalismo salvaje, mueren junto a las vallas. Nosotros, los ricos -la OTAN y el BRICS-, nos preparamos para una larga guerra económica y militar de resultado incierto. 

Homo homini lupus... 

Hay palabras dichas hace tiempo que a veces riman en el presente. 

Y la rima es de un sarcasmo doloroso. 

sábado, 18 de junio de 2022

VIDAS PARALELAS: JONAS TRUEBA Y J. G. PERIOT (TENÉIS QUE VENIR A VERLA Y RETOUR A REIMS)

 

Jonas Trueba:

Me gusta su sencillez, sus deseos de experimentar, de jugar, de observar y contemplar la realidad. Evita juzgar a sus personajes. Los deja libres. 

Me gusta cómo nos muestra un espejo de nosotros mismos, o, al menos, de la generación a la que pertenezco -o de una parte de esa generación, la cultivada y leída-; y lo hace sin pretensiones. Mantiene un diálogo fluido y divertido con el espectador minoritario que encuentra en las salas de cine... 

El trailer o pseudo-trailer es un buen ejemplo de lo dicho hasta ahora...


pero... Sí, hay un pero. 

Querría que Jonás Trueba fuera más lejos. No lo hizo en su anterior experimento, el documental Quien lo impide. No quiere ni le interesa, me temo. Y es una pena, porque tiene mucho talento... 

A veces podemos pensar que hemos apostado por la sencillez, siempre digna de alabanza y poco transitada en general, y no darnos cuenta de que en cualquier momento puede transformarse en conformismo. Si no llevamos el experimento y el juego más allá, hasta el límite, nos traicionamos, nos acomodamos a unas reglas, asumimos precisamente aquello que queríamos evitar. No rompemos la baraja, sólo hacemos la vida más amable. Aunque tal vez ese sea el propósito de Jonás. 

¿O es el de no molestar? ¿O quizá el de tener libertad para hacer lo que quiera, disfrutando de la vida y de sus amigos, sin aspiraciones de gran altura? Pero ese espacio de libertad le puede llevar a la nada. O tal vez, precisamente, es eso lo que busque: la felicidad, la ataraxia, el nirvana... Que, sin duda, puede ser un objetivo muy encomiable y difícil de alcanzar en estos tiempos... 

Me gustan sus actores; sobre todo, Itsaso Arana. Su personaje es el más definido y completo. El resto, no tanto...

Como todo experimento, hallamos fragmentos, esbozos, ideas pergeñadas. Al principio, cuando sostiene cuatro planos de actores que, simplemente, escuchan una composición de jazz no puedes decir otra cosa que: ¡¡¡Bravo!!! Es interesante lo que se insinúa en los silencios y diálogos, más que lo que muestra. El corte final, rompiendo la tercera pared, cierra muy bien la historia. Y sin embargo... 

Sí, es un esbozo de película. Y tal vez por eso tiene su encanto... Pero...

J. G. Periot:

Me gusta de Periot su mirada al pasado como ya hizo en su anterior película Nuestras derrotas. El sí fue más lejos que Trueba en su Quien lo impide; mostró el lado oscuro de la juventud actual, su ignorancia y apoliticismo, el callejón sin salida en el que se encuentran. Trueba ahí, seamos sinceros, se quedó en la superficie... 

https://www.rtve.es/play/videos/dias-de-cine/nuestras-derrotas/5630932/

No es la mirada de Periot sobre el pasado condescendiente ni acrítica; no hay idealización, sino una reflexión, a veces dura y seca, sobre aquello que nos ha traído al presente. Me gusta su visión del documental como algo vivo, que juega con el tiempo y el espacio, con la imagen y los recuerdos, en el que la palabra y la rima visual se convierten en un espejo en el que mirarnos. Pero no basta con contemplar nuestro reflejo; debemos romperlo en mil pedazos. Y Periot lo hace. 

La primera parte es una reflexión sobre nuestros abuelos y padres, condenados a formar parte de los explotados, que fueron obligados a trabajar, a abandonar la educación a edad temprana, a morir jóvenes, a ser humillados. Te emociona y te obliga a pensar sobre lo que significó para esas generaciones el trabajo y la, hoy perdida, conciencia de clase.

La segunda parte quizá sea difícil de asimilar; se nos hace más árida. Me recuerda a un ensayo -no olvidemos que es una adaptación de una obra de Dedier Eribon-. Periot construye un discurso político bastante coherente: una reflexión sobre el auge de la extrema derecha entre los desfavorecidos. Tal vez hubiera necesitado más tiempo para desarrollar todas las ideas que aparecen.

A Periot le gustaría que el epílogo fuera un aldabonazo de esperanza: es posible que la izquierda retome el rumbo y el discurso y a sus votantes, si se hace más radical, si recupera sus raíces. 

Puedes ser escéptico ante esa ingenua reflexión final, -sobre todo, cuando observamos la  fragmentación de luchas y objetivos, tan claramente visible en los planos finales, frente al discurso simple y eficaz de la derecha-, pero eso no disminuye el valor de esta película combativa y radical, en su sentido más digno.

Jonás Trueba y J. G. Periot.

Si hay algo que ambos autores comparten, sin duda, es una mirada particular. Les gusta experimentar, buscan un espacio propio, que saben minoritario, y una libertad que les aleje de los grandes engranajes de poder en la industria.

Investigan en el fragmento y lo caótico la verdad del mundo. Lo construyen con esos fragmentos, conscientes de que ya no podemos confiar ni creer en Verdades absolutas. 

Son sencillos y directos; su discurso es claro y preciso, aunque sus objetivos y estilos difieran. Si Trueba prefiere insinuar, Periot se decanta por el puñetazo en la cara. 

Trueba no deja de ser un burgués, un intelectual de clase media. Y sus historias bucean en los sentimientos de las relaciones de pareja. Nunca profundizará en los grandes dramas colectivos, porque su búsqueda es individual; yo diría, incluso, que íntima, fuera del tiempo... Me gustaría que alguna vez rompiera el espejo... pero no sé si podrá o querrá hacerlo.

Periot, en cambio, es hijo de obreros. Su conciencia es colectiva; su mirada es hegeliana. La Historia familiar es un fragmento de la Historia de un país o de todos los países, de la Humanidad. Seguirá rompiendo espejos. El único riesgo es que pierda el vínculo con las emociones vitales y construya un discurso alejado de ellas. 

Vidas paralelas.

Me pregunto si algún día volverán a contemplarse...