domingo, 17 de diciembre de 2017

DOS SÁBADOS


Sábado 9 de diciembre 2017:

En realidad, nunca estuviste aquí. 



Un hombre atormentado, un asesino a sueldo, cuando llega a su casa acuesta a su anciana madre y la arropa.
¿Salvando a una niña, se salvará a sí mismo?

En la playa sola de noche.



Una mujer sueña y recuerda la pérdida de un amor. No acepta el final, se rebela. Sigue soñando, tumbada en una playa...

Domingo, lunes, martes, miércoles, jueves, viernes... :

Conexiones invisibles. Coincidencias. Palabras por decir.
Escribo, aprendo catalán, viajo a Copenhage, leo en latín, recuerdo algunos sueños, al despertarme; punzadas en el corazón, se acerca el invierno. El 25 de diciembre será el tercer aniversario sin ella...

Sábado 16 de diciembre 2017:

Alanis.


Una prostituta se ha quedado sin casa, sin techo. Tiene que buscar un sitio para vivir con su hijo de año y medio. No hay otra opción para ella que encontrar un entorno seguro en el que ejercer la única profesión que conoce.

La vida y nada más. 


Un joven adolescente rebelde y sin referencias puede acabar como su padre, en la cárcel. Una madre luchadora, fuerte. Un padre ausente, si no es por unas cartas que su hijo recibe de vez en cuando. Eres como tu padre, le dice la madre, en medio de una discusión. Acabarás como él. Sí, esas palabras me suenan, me son familiares...

¿Puede resumirse en dos o tres frases una película? No lo creo. Y mucho menos, estas cuatro, que nos dejan un poso, una estela invisible. Horas, días después recordamos una imagen, un diálogo, una idea en la que no nos habíamos fijado, cuando las vimos. Se han quedado muy cerca, con nosotros...

No puede haber otros finales. Lo entiendes, cuando la película se acaba. Son finales abiertos. Sólo hemos visto un trozo de la vida de estos personajes. El final, casi siempre, es el principio de otra historia.

La niña y el asesino -ambos, sin familia, sin amigos- se subirán a un coche, iniciarán un viaje compartido con destino incierto.
La mujer caminará por la playa; intentará olvidar el amor perdido y dejará de soñar y atormentarse, o, al menos, lo intentará.
La prostituta cuidará a su niño en un lugar protegido, junto a otras prostitutas. El mundo no se puede cambiar, pero, a veces, encontramos un refugio.
El joven conocerá por fin a su padre; lo verá al otro lado del cristal. En una cárcel del condado. Se mirarán; descolgarán el teléfono que les permitirá comunicarse por primera vez. Hablarán... Tendrán esa oportunidad.

Somos como nuestros padres. Y no somos como ellos.












viernes, 10 de noviembre de 2017

LA REBELIÓN Y EL PODER


En la última semana, mi hermano y yo hemos estado viendo películas de Peter Watkins. Los años sesenta aportaron una explosión de ideas y frescura que, en la actualidad, se ha perdido. Y un atrevimiento formal y, también político, que ahora muy pocos creadores tienen; ni siquiera en las democracias.

Hace pocos años, la televisión francesa vetó la distribución de un falso documental que ella misma había producido, La comuna. En los años sesenta la BBC hizo lo mismo con otro falso documental, The war game. El autor de los dos es el mismo hombre, Peter Watkins, inasequible al desaliento, por lo que se ve.


Es la constatación de que la libertad de la expresión tiene unos límites, cuando pone en riesgo el modelo actual, el statu quo. Lo estamos viendo en el asunto catalán. Las democracias no eliminan físicamente a sus "enemigos interiores". No sería aceptado. Utilizan otros mecanismos: la cárcel, la amenaza, el miedo -si puedes perder tu empleo o tu libertad, ya sabes lo que debes hacer-, la ley -más o menos manipulada-, los medios de comunicación, la propaganda y, la mejor de todas, la censura económica. Si no tienes distribución ni medios, nadie te escuchará. No importará lo que digas, porque la información se puede controlar, manipular y dirigir de múltiples maneras.

Curiosamente, de todo eso habla Peter Watkins en sus películas. Incluso en las que podríamos llamar, históricas.



En Culloden, su primer falso documental, no deberíamos engañarnos. El esquema se repetirá en el resto de su filmografía. Siglo XVIII. 1746. La última revuelta escocesa. Una estructura de poder -un rey, un ejército, un Estado- que elimina físicamente a sus "enemigos", utilizando mecanismos como la propaganda, el uso de la fuerza o la desinformación. Hay una batalla -los escoceses "rebeldes" confían en un incompetente, un noble que, al final, salvará su pellejo-, pero lo que más impacta es que, tras la victoria, se elimina -ahora hablaríamos de genocidio- a una parte importante de la población escocesa con leyes y violencia indiscriminada, alimentada desde el poder, utilizando recursos sencillos como la ignorancia y la cosificación del "enemigo", repetida hasta la saciedad en las escuelas, en los periódicos. Watkins insinúa que la unidad de la Gran Bretaña se construyó con la sangre de miles de personas, eliminadas, apartadas, olvidadas por la Historia. Y nos muestra los mecanismos que utiliza siempre el poder para alcanzar ese objetivo. No es nuevo, pero hay que decirlo. Pocos lo hacen. En España, también ocurrió. Y en muchas ocasiones, a lo largo de nuestra historia, aunque algunos quieran que lo olvidemos.



En The War game Watkins se encarga de informar: esto es lo que pasaría si nos atacaran con material nuclear desde Rusia. Y pone en tela de juicio la falsa seguridad, trasmitida desde los grandes medios y los políticos, los de ahora y los de aquella época. No gustó a los poderosos de entonces. Por eso, la prohibieron.


Punishment Park se pregunta qué ocurriría si un presidente americano decidiera detener a todos los que se "rebelaran" contra el sistema. La respuesta es desoladora: juicios farsa, violencia policial y eliminación más o menos justificada de los "rebeldes". La ley, retorcida para imponer un modelo de sociedad, en el que no cabe la disidencia. Una distopía, quizá no tan lejana.




La comuna se pregunta sobre el sentido de la rebelión en el mundo actual. ¿Es posible? ¿Se tienen medios económicos y de información para poder transformar la sociedad? La revuelta popular de la Comuna de París en 1871 no es más que una excusa para hablar de nuestra realidad actual. Cualquier rebelión o revolución está condenada al fracaso, porque el control de la información es fundamental. Y si un Estado tiene los recursos de la represión se impondrá de manera brutal -como en La comuna o en Yemen o en Egipto- o más sutilmente, como en las democracias occidentales. La desmovilización de la izquierda, su incapacidad para construir un discurso alternativo, el auge de los nacionalismos de los Estados que no admiten igualdad de trato y de derechos con otras estructuras menores -el caso catalán es bastante evidente; se impone una unidad, porque se es incapaz de acordar un modelo que no sea cerrado y excluyente; el enfrentamiento superficial entre dos nacionalismos oculta una realidad más profunda en la que combaten la rebelión y las ansias de libertad frente al autoritarismo, envuelto de leyes y palabras vacías de contenido-. No olvidemos los conflictos internos y externos: la inmigración, la explotación de las multinacionales en otros países, el capitalismo feroz que recorta derechos y alimenta el consumismo acrítico, que está destruyendo la Tierra, poco a poco, la propaganda de los grandes medios; son un buen reflejo de lo que nos espera o de lo que ya tenemos.

Es posible que ya vivamos en una distopía. Hay quien nos lo dice. A veces, con mensajes subliminales -el mundo es violento, cruel y corrupto, nos cuentan en Juego de Tronos, que, al mismo tiempo, se convierte en un gran éxito y un buen negocio para el capitalismo triunfante-; otras veces, directamente, sin ocultarlo, como Peter Watkins. Al sistema, con él, sólo le queda vetarlo o despreciarlo, pero la realidad, al final, no se podrá ocultar eternamente.

Para entonces, es posible que ya sea demasiado tarde.

Para todos.




domingo, 29 de octubre de 2017

REFLEXIONES: HIPÓTESIS DE FUTURO

A principios de septiembre -es probable que antes- supe que habría un referéndum. El 2 de octubre no dudé que habría DUI y 155. Que haya acertado, me hace pensar que tengo un cierto talento para adivinar el futuro. Al menos, en este caso. Debo reconocer que a partir de ahora la situación me plantea más dudas. Con todo, haré previsiones.

En primer lugar, debo admitir que el tema catalán se utiliza para alimentar dos nacionalismos: el español y el catalán. Por supuesto, para que miremos a un lado y no nos demos cuenta de lo que hacen en secreto, por el otro. Que el Senado, después de aprobar el 155, votara el CETA, que nos quita derechos a los consumidores y ciudadanos por la puerta de atrás, no es más que uno de los ejemplos más evidentes. Que Rusia y China -que mueven los hilos, más de lo que pensamos- no hayan dicho nada me hace sospechar que, en el fondo, no les incomoda lo que está ocurriendo, si eso puede perjudicar a Europa y a EEUU.

También reconozco que mucha gente -seamos anarquistas o republicanos, (de verdad, no los de boquilla), o escépticos- admiramos la capacidad de organización y la rebeldía de una parte de Cataluña y rechazamos la incapacidad y el autoritarismo del Estado Español. En España, como bien se ha demostrado, ya no hay tal rebeldía; estamos solos los que queremos otra realidad. Esa España, en la que yo no me veo reflejado, se construye con represión y servilismo, con corrupción y mentiras. Ha demostrado su incapacidad para el diálogo. Ahora sólo quiere vencer, humillar.

Dicho esto, me atengo a las impresiones y datos que tengo a mi disposición. La intuición puede ayudar, sin duda, sobre todo, cuando se abren tantos interrogantes.

Veamos. Es evidente que pensar que esto se ha acabado y que con unas cuantas detenciones y juicios en los próximos días, todo volverá a la normalidad, es ridículo. Quien piensa que se celebrarán elecciones autonómicas con "normalidad", que Arrimadas será presidenta y los independentistas desaparecerán como por arte de magia, o es imbécil o está ciego. Sin embargo, eso es lo que se está vendiendo ahora en España. Y una mentira, aunque tengas todos los medios de comunicación, no es real, aunque la repitas una y otra vez.

Por otro lado, es evidente que el Govern -o si son detenidos- los municipios y ayuntamientos no podrán controlar el territorio. Incluso, aunque quieran normalizar la independencia.

Así que nos encontraremos con dos realidades paralelas, con dos legitimidades, con dos Cataluñas y una tercera, en medio, la de Colau, que no sabrá dónde situarse, que eligirá y haga lo que haga, se equivocará. Si acepta las elecciones autonómicas, asumirá el 155 y se convertirá en una farsante. Si se une al independentismo, otra parte de sus bases no lo entendería.

Pensar que la Cataluña independentista va a aceptar el control del Estado es ingenuo. Por supuesto, no creo que en el independentismo piensen que son libres, al menos, plenamente.

¿Cuáles son las próximas decisiones? Veamos, la convocatoria de elecciones por Rajoy será aceptada por una Cataluña; la otra, no lo hará.

El siguiente paso lo tendrá que dar el independentismo. Sólo le quedan dos opciones: aceptar esas elecciones o no aceptarlas. En realidad, sólo le queda una: no aceptarlas. Si no las acepta, tiene varias posibilidades. En primer lugar, puede apostar por la resistencia tanto en las instituciones como en la calle. Sería viable; hay gente que está dispuesta a hacerlo. ¿Todos? No, claro, hay gente en el PDCAT o en ERC que dudan; pero, a estas alturas, ¿qué les queda? ¿Aceptar unas elecciones, enmascararlas como constituyentes, con detenciones de sus dirigentes? Si el Estado Español fuera generoso, permitiría que se presentaran, pero no lo van a hacer. Como se ha visto en la manifestación de hoy y durante estos días, quieren la humillación, la derrota total. Y luego, irán a por los demás, se llamen País Vasco, Navarra, Podemos... Es absurdo, porque eso, curiosamente, es un boomerang, es un arma de doble filo. Hay que saber ganar; no ha ocurrido tal cosa, pero, si lo piensas, no puedes buscar la humillación. Es un error tremendo, que hace imposible que el independentismo pueda aceptar tal situación, aunque una parte sea pactista por naturaleza.

Bien, no hay elecciones o montas unas elecciones y consideras las "autonómicas" un referéndum participativo. O puedes construir dos legitimidades y eso, acompañado de huelgas, boicots, rebeliones pacíficas, demostraría que nadie tiene el control de Cataluña. Sería la derrota de Rajoy y una pequeña victoria para el independentismo. Pequeña, porque necesitaría reforzarse con urnas. Sean en un referéndum, unas elecciones constituyentes o otro proceso participativo. En esa situación, la otra Cataluña, se sentiría engañada. ¿No me dijisteis que todo se solucionaría?, preguntarían. Habría frustración también por la otra parte.

Pongamos que, se decide resistir y tomar decisiones. Se crea una realidad paralela, un gobierno paralelo. Bien, es evidente que Rajoy apostará por la represión. ¿Hasta qué grado? Y esta es la clave. Si se está dispuesto a humillar al oponente, convertido en enemigo -y hablamos de más de dos millones de personas- una opción inteligente sería hacer una represión parcial -alimentar el miedo contra los funcionarios, prohibir manifestaciones, control de medios-, pero tiene un problema. ¿Y si no te hacen caso? ¿Y si la gente -esos dos millones- salen a la calle? Si detienes a sus gobernantes -que ellos consideran legítimos-, lo harán. ¿Disolverás las manifestaciones? ¿Quitarás el empleo a miles de funcionarios? ¿Cerrarás los ayuntamientos que no te obedezcan? ¿Meterás en la cárcel a miles de personas? Eso se puede hacer en Turquía, en Egipto, en Rusia, pero en España, todavía hay un límite. Todavía.

El unionismo o el españolismo piensa que todo se quedará en un par de manifestaciones y luego todo el mundo aceptará la realidad, como si no hubiera ocurrido nada. Si esa Cataluña fuera Podemos, sí. Eso le vale en España, con una izquierda impotente, pero no sirve en Cataluña. Yo vi el 1 de octubre a gente que ponía su cuerpo porque quería votar, aunque les golpearan. Yo vi a gente el 1 de octubre desde las seis de la mañana hasta las diez de la noche, defendiendo su derecho a votar. Yo vi a gente, dispuesta a llegar hasta el final.

Si hay víctimas, aunque sólo sea una, aunque la justifiquen desde los grandes medios -la culpa es suya, dirán- se habrá acabado. Todos lo sabemos.

Dicen que esto se resuelve con unas "elecciones autonómicas". Mienten y ocultan la realidad. Nadie lo ha entendido, nadie entiende la complejidad catalana; se apuesta por maximalismos. Nosotros contra vosotros. Y ese es el problema. Porque podría ocurrir que en Cataluña, alguien cercano, que no piensa como tú, esté muerto, antes de final de año. Y, entonces, para esa persona ya no habrá futuro.

Y los demás tendrán que asumir esa carga.



viernes, 20 de octubre de 2017

FEDERICO LUPPI Y UN LUGAR EN EL MUNDO


Tendría unos veinte años. Fue entonces cuando vi Un lugar en el mundo. Descubrí a un gran actor: Federico Luppi. Luego, disfruté de muchas de sus películas, de un talento enorme, difícil de explicar, porque el talento o se tiene o no se tiene. Pero, sobre todo, construyó en mi imaginario una conciencia social y política que, con todas mis contradicciones y miedos -la realidad siempre te obliga a traicionar tus sueños-, nunca he perdido del todo. Siempre formará parte de mi memoria y de mis emociones más íntimas.

Luppi ha muerto. Y lo han insultado. Y, por eso, me he indignado. He leído comentarios en Argentina y en España, tachándole de maltratador, recordando sus amistades con Chávez o el comunismo, echando mierda sobre un muerto. No le perdonan que apoyara a los Kirchner y criticará al corrupto Macri y un sistema económico vergonzoso.




Esta es la sociedad que tenemos allí, aquí y en todos los sitios. Hay gente cobarde, inútil, estúpida, ignorante, porque hay empresarios, políticos, periodistas, jueces que los manipulan, como quieren y cuando quieren, con banderas y sin ellas. Dan asco.



Sí, sé que también hay gente con dignidad que lucha cada día por decir que este mundo es injusto y que deberíamos cambiarlo. Muchos de ellos, sólo se dan cuenta, lamentablemente, cuando les afecta directamente. Otros lo vemos todos los días. No necesitamos un 155 o el cierre de una televisión pública o que metan en la cárcel a dos de los nuestros o que quemen nuestros bosques o que levanten un muro en el centro de Murcia. No necesitamos el asesinato de un Santiago Maldonado o el recorte de derechos y libertades. Ha existido siempre. Sigue existiendo. Y seguirá existiendo, porque los cobardes, los inútiles, los estúpidos y los ignorantes mirarán a otro lado o jalearán al sistema, el mismo que los esquilma y les roba. A otros, impotentes, sólo nos quedará gritar, llorar, protestar, reflexionar o, de vez en cuando, un corte de mangas...

Un lugar en el mundo va de dignidad. De hombres y mujeres, que quieren un mundo mejor y lo encuentran, aunque sólo sea durante un breve instante.




Al final de la película, después de una carrera entre un carro y un tren, el amigo y el hijo del personaje que interpreta Federico Luppi, -simbolizan, en esa secuencia, los que luchan sin armas, con ideales, frente a los poderosos- consiguen una pequeña victoria. El carro ha vencido al tren. El joven levanta el puño; el maduro, el amigo, lo acompaña con un corte de mangas. Y grita: "¡A la mierda!"

Joder, Federico Luppi, eras un actorazo del copón. Y me hubiera gustado conocerte. Y a los que te critican, ¿sabes lo que les digo?

¡Iros a la mierda!

Seguiré buscando mi lugar en el mundo, Federico. Llevo más de veinte años haciéndolo, desde que vi tu película. Aún no lo he encontrado. Y, aunque sólo sea durante un breve instante, espero, -como le sucedió al personaje que interpretas-, poder encontrarlo algún día...


miércoles, 18 de octubre de 2017

QUIERO VIVIR EN UN INTENSO PRESENTE




No pude evitarlo. Vi tres películas en Florencia. Coincidí con un festival de documentales; así que aproveché para ver dos de ellos y el estreno de una película italiana, La ciambra, nominada a los Oscar por Italia.


Empecemos por esta, producida por Martin Scorsese.


Me gusta el trailer; creo que cuenta muy bien de qué va la historia. Gitanos desarraigados, fuera del sistema, roban para sobrevivir. Están solos. Y ellos mismos se encierran. No pueden salir, no pueden escapar. Es denuncia social, bien contada y dirigida. Con actores muy preparados. La pude entender, porque estaba subtitulado en italiano. Los personajes, -el realismo lo exige- hablaban en una jerga, mezcla de italiano, romaní y lenguaje callejero.


Son la hez y lo saben. Nunca escaparán de su espacio, de su pequeño mundo. Hay momentos para el humor y la ternura -pocos, quizá una manera de suavizar la dureza del tema y eso debilita la fuerza de la película-, pero, en general, están condenados a la cárcel o a la muerte.

"Somos nosotros contra todos", dice el abuelo, el paterfamilias, reflejo y nostalgia de un mundo, muy lejano, en el que se sentían libres.


Elegí ver un documental sobre la pesca de crustaceos -ostras- en Japón, Oyster factory, porque asistí a una rueda de preguntas con su director Kazuhiro Soda. Su planteamiento me pareció interesante.  Difícilmente se estrenará en España algo suyo. No quiere juzgar; sólo mostrar. Va con una cámara y rueda. Y punto. Por supuesto, todo montaje es una selección, pero, me atrajo la idea.




















La sigue al pie de la letra. Aunque hay temas en los que podría haber profundizado -la situación de muchos trabajadores que tuvieron que dejar sus casas y sus trabajos por culpa del tsunami y el peligro nuclear o el racismo insinuado entre los japoneses y chinos que llegan para trabajar-, Soda se niega a hacer juicios de valor. Sólo rueda y deja que la realidad hable por sí sola. Y, a veces, reconozco que lo cotidiano, la repetición de gestos -que nunca son iguales, porque nada es igual- te muestra aspectos que nunca hubieras imaginado. El presente siempre es diferente, aunque parezca que se repite.


Volví a ver En un intenso presente. Me emocionó. Su madre y el 68. La primavera de Praga, mayo del 68.La nostalgia de lo perdido. Lo que nunca fue, lo que nunca pudo ser. El final del sueño. La represión, la desilusión. Las víctimas olvidadas. El dolor. La ilusión de una juventud, lejana. Me encuentro ante una reflexión -una voz en off constante que acompaña, explica, dirige las imágenes de archivo, las rodadas en la calle o ocultos, al otro lado de un visillo, con una cámara profesional o una casera-. Hay felicidad y tristeza. Un pájaro que se quema, tan rápido...



Morir a los treinta años de Roumain Goupil. Goupil conoció a su mejor amigo en el 68. Su amigo se suicidó años después. Goupil hizo un documental en el 82 para recordarle. La nostalgia. El dolor.


Mourir à trente ans from Le Liberté, scène nationale on Vimeo.


En un intenso presente termina con las primeras imágenes documentales rodadas: la salida de los obreros de la fábrica de los Lumiere. ¿Un homenaje al espíritu obrero o al documental? Y con un fado...

Última imagen. Una mujer sonríe. Es una joven que vive mayo del 68, vive ese presente maravilloso, donde todo parecía posible. Y sonríe y ríe. La ilusión, la esperanza que, más tarde, se truncará. No quiero leyes ni prohibiciones que me impidan imaginar o hacer realidad mi sueño, podrían decir también los jóvenes, los que protestan, sea donde sea, a unos pasos de nosotros, en Cataluña o en Galicia, o en lugares lejanos, que nunca veremos.



Se escucha un fado. Nao quero rosas vermelhas... "No quiero rosas rojas... sobre mi tumba..." 

Quiero sentirlas, vivirlas, mientras esté vivo... en este intenso presente...





viernes, 6 de octubre de 2017

L´ART DE VOLAR


"Yo soy mi padre. Mi padre soy yo".

Altarriba escribe estas palabras, al principio de L´art de volar...

El padre de Altarriba se suicidó desde un cuarto piso de una residencia de ancianos. Enseguida, su hijo entendió que fue un acto de libertad. El único que le quedaba, porque me he encontrado, al leerla, ante la historia de un perdedor. A lo largo de su vida este hombre fue perdiendo batallas, una tras otra. Traicionó sus ideales, eligió sobrevivir.

Hay una visión crítica, dura de la Historia de España. Habla de las ilusiones, de la crueldad humana, de las contradicciones que te obligan a apartar los sueños, de la miseria moral, de las pequeñas traiciones, del miedo. Habla de una época esperanzadora y conflictiva, la de la República y la Guerra Civil; de otra, oscura, terrible, la del franquismo, y de una última, hipócrita, la democrática, que cercena la libertad de manera más sutil.

Hay lirismo y poesía -la fuerza visual de Kim, el dibujante de este cómic, en algunas de sus páginas, es abrumadora- y también, un poquito de humor.

Y culpa. La culpa de su padre, que fue vencido, sometido. La culpa de un hijo que no supo conceder a su padre un último deseo. ¿La culpa de un hijo que no entendió a su padre?

Hay historias que no tienes más remedio que escribir. Si algo define esta última década es que los nietos y los hijos de aquellos que vivieron la II República, la guerra civil y la posguerra, necesitamos contar estas historias. El silencio se ha roto. El miedo, tras dos generaciones, desentierra los cuerpos, se rebela frente a viejas leyes e instituciones podridas, recupera la memoria.

El padre de Altarriba, en su juventud, tuvo ideales y sueños, aunque se viera obligado a traicionarlos. Como tantos otros. Como nosotros mismos. ¿No le ocurrió también a mi padre, aunque sus sueños no fueran la justicia social y la libertad? La libertad. Sí, los dos dejaron de ser libres, aceptaron la esclavitud del día a día, se corrompieron y, al final, se hundieron en la depresión y la desesperación. Mi padre no tuvo ese gesto final, heroico, pero buscó la muerte, la deseó. Y la encontró.

Es difícil aceptar que eres hijo de tu padre. Que eres como tu padre. Que eres tu padre.

Quizá cuando aceptas las limitaciones del hombre que te dio la vida y comienzas a perdonarlo, a entenderlo, encuentras respuestas a las preguntas que te has hecho toda la vida. Hay quien lo consigue, cuando aún ese hombre está vivo. Y están los que necesitamos años, cuando ya han desaparecido o muerto, para que asumamos lo que fueron.

Para aceptar lo que somos.

Yo soy mi padre. Mi padre soy yo.

miércoles, 4 de octubre de 2017

ZINEMALDIA 2017


Tres días en Donostia. Como era de esperar, siempre me encuentro con dos días de lluvia y uno de sol. Nunca falla. Es la media por estos parajes.

Donostia. ¡Ay!, sé que es pija, pero me encanta esta ciudad. No sé porqué. O tal vez, sí... Su cielo, su mar, sus montañas, su gente...

Disfruté de trece películas, aunque, en algún caso, tuve que salir un poco antes para poder ver la siguiente. Casi todas estuvieron a la altura del festival. Entre ellas, cuatro documentales. Empecemos por aquí. Este género se ha puesto de moda; es como si quisiéramos -me incluyo, aunque nuestro documental esté a medias y ¡quién sabe cuándo lo terminaremos!-, o no tuviéramos más remedio que reflejar la realidad, documentarla, interpretarla, manipularla, contar lo que ocurre en el presente o en el pasado. Es un rasgo de nuestra época. Desconfiamos del pasado, temblamos en el presente, no sabemos qué nos deparará el futuro. Debe ser la crisis. Época de crisis... Muchas...


Varda ha hecho Caras, lugares. Encantadora. Varda, ahora, es una abuelita de noventa años, que nos enseña que se puede ser libre y jugar hasta el final. Es una niña que investiga, inventa, se divierte. Cuando mueran, ella y Godard, echaremos de menos a una generación, la Nouvelle Vague, que experimentó y no dejó de hacerlo. La nuestra, cada vez, lo hace menos. Varda dice de Godard, al final de su documental: "No me quiere ver, pero yo le sigo queriendo... El cine necesita gente como él". Y como tú, Varda; a ti también te necesitamos...Y, sobre todo, te queremos.

Muchos hijos, un mono y un castillo es la primera película de un actor español, Gustavo Salmerón. Es una película familiar, rodada con pocos medios y la complicidad de toda su familia. La protagonista, su madre. Es una estrella cómica y ella lo sabe -en algunos aspectos, se parece a mi madre, porque está obsesionada con acumular objetos y es vitalista y optimista, pero esta mujer me parece más exagerada y surrealista que mi propia madre-. Y nos divierte, sin duda, pero te queda la sensación de que podría haber sido mucho más. Hay temas que insinúa -la crisis económica, la dictadura, la educación, la religión- y en los que podría haber profundizado. Ha apostado por no arriesgar; consigue una comedia, pero desaprovecha posibilidades.

Muy diferente en su percepción es otro documental, mucho más interesante, Conversos. También se proyectó en San Sebastíán, aunque yo la vi en Madrid, semanas antes. Aquí sí, se atreve el director, David Arratibel, a hurgar en la herida, una herida abierta. Esa herida es la religión y el conflicto que eso supone en la relación con sus hermanas y su madre. Y acierta. No llega hasta el final, no se rompe del todo, se protege; queda algo por contar y lo notas, pero es comprensible. Lo entiendo. En los dos casos.




Sus madres, sus hermanos y hermanas están vivas. Yo nunca grabé a la mía, ni mi hermano. Perdimos esa oportunidad. Sólo cuando murió empecé a escarbar, pero cuando están aquí, con nosotros, es muy difícil meter el dedo en la llaga, en las heridas familiares. No quieres hacer daño o no sabes cómo contarlo. Tienes que ser muy valiente. Sólo El desencanto lo consiguió, porque la familia Panero ya estaba hecha trizas, y, además, se hizo desde fuera. Conversos -sobre todo en su parte final- se ha acercado a la fuerza de El desencanto. Muchos hijos, un mono y un castillo no se ha atrevido. En cuanto a mí, no sé si aportaremos algo, cuando terminemos el nuestro, que valga la pena. Ya se verá...





In intenso agora sería un documental histórico clásico, si no añadiera un elemento personal. Narra con imágenes de archivo y una voz en off, muy cuidada, tanto mayo del 68, como el final de la primavera de Praga. Lo que la distingue es que utiliza como transiciones, a lo largo del metraje, imágenes caseras, grabadas por su madre. Y esa idea, tan simple, convierte lo que sería un documental interesante, reflexivo sobre lo que significó el año 68, en un poema apasionante sobre la Historia y su familia.



El último es 12 días. Admito que me afectó. Se muestran las audiencias en las que un juez debe decidir, en presencia de su abogado, si un enfermo mental, ingresado durante doce días, sin su voluntad, debe continuar o puede salir del centro psiquiátrico. Puedo decirlo. No sale ni uno. Y eso te deja la sensación de que el sistema no permite ningún tipo de adaptación. Son cárceles para evitar que se hagan daño y nos hagan daño. Como ocurre en In intenso agora, las transiciones le dan un tono lírico y poético: los espacios, el interior y exterior del centro, los pasillos, los patios, esquizofrénicos girando sobre sí mismos, sentados, sin saber qué hacer. Terrible. Y necesaria denuncia.

El resto fue ficción. Un poco de todo. Películas de género, bien hechas, como La cordillera -thriller político- o 120 pulsaciones por minuto -cine gay que descubre una realidad poco conocida: la de los grupos de presión que, en Francia, cuando morían por culpa del sida, hacían escraches a políticos o empresarios para denunciar su situación-, Tres anuncios en las afueras de Ebbing -aunque hay algún personaje estereotipado que no me convence del todo, reconozco que tiene una buena historia y actores americanos que dan vida a personajes, como pocos saben hacerlo-.

Dos españolas, Handia y El autor, se mueven bien en el campo de juego que han elegido, pero no lograron emocionarme. Handia -la "película" en euskera del festival-, está muy bien hecha, pero la evolución de los personajes no funciona. Veo los hilos. Y eso no es bueno. El autor, por otro lado, es un juego y un divertimento. Y una reflexión sobre la creación y la literatura. Superficial, pero curiosa.

Dos películas argentinas. Las olas es un experimento peculiar que no logra cuajar. Tiene ideas interesantes, pero también grandes defectos. Lo ha intentado y hay que reconocérselo. En cambio, Una especie de familia, no ha arriesgado tanto.



Apostó por centrarse en el personaje principal y ese es su acierto. Podría haber hablado de las mafias que aprovechan la pobreza de la gente y que busca el dinero de aquellos que quieren un hijo, cueste lo que cueste. No lo hace, pero lo que le interesa es contar lo que vive y siente su protagonista, interpretada por Barbara Lenny de manera magistral. Me recordó a Paulina. No juzga a sus personajes; sólo los retrata. Y consigue que te emocione.

Al salir del cine, -la vi en el Kursaal-, me sentía tranquilo, sereno. Había dejado de llover. El sol te acariciaba el rostro. Era feliz. No sé porqué. ¿Es necesario saberlo?

The day after te atrapa, despacio, poco a poco. Es la historia de un trío, tal como la contaría un Rohmer, y dirigida por un coreano. Es una mezcla peculiar, pero te dejas llevar.

                                    

Finalmente, Cuerpo y alma. La historia podría haber sido ridícula. Un hombre y una mujer, que trabajan en la misma empresa, cuando duermen, tienen los mismos sueños. Es una idea maravillosa; se enamoran, en los sueños. Nunca se hubieran acercado el uno al otro, en la realidad. Sus problemas de comunicación son terribles, pero los sueños les permiten tener una oportunidad para ser felices. Es tratado con mucha sencillez, sobriedad y ternura.

Paseo por Donosti. Este año veo más esteladas que ikurriñas. ¿Me habré equivocado de país? Cerca del mercado de la Bretxa, en el patio de una ikastola, un niño se agarra a los barrotes. Tal vez haya descubierto que está en una cárcel. Una cuidadora -tendrá unos treinta años- rubia, ojos azules, guapísima, abre la puerta y se dispone a salir del recinto. Habla con el niño, le sonríe.

Me pregunto si el niño recordará esa sonrisa toda su vida...



martes, 3 de octubre de 2017

YA SE HAN IDO


Ya se han ido. Tardarán semanas o meses, pero los catalanes ya no forman parte de España. Emocionalmente. De facto, habrá declaraciones oficiales, detenciones, tensiones, amenazas y procesos constituyentes, pero sólo confirmarán lo que se ha producido.

Hay culpables, por supuesto. El principal ha sido una derecha española rancia e incapaz de darse cuenta de los cambios políticos que se avecinaban. Esa misma derecha que ahora intenta movilizar a la gente contra Cataluña, la que justifica una violencia brutal. Nos engañan. Ellos son los máximos responsables.

Hay otros que supieron ver, que intentaron buscar soluciones -con mayor o menor fortuna-; el PSC, gente del PSOE -poca, lo admito-, Podemos e IU, pero o no tenían el suficiente apoyo social o no fueron capaces de enfrentarse a un sistema corrupto. Porque, sí, este es un sistema corrupto, nacido en el 78, en circunstancias difíciles, que podría haber salido adelante, si hubiera habido gente que cambiara el modelo económico y político. Un modelo económico y político que intentaba sobrevivir dando dinero a las élites, para callar las bocas de los nacionalismos, mientras les quitaba derechos, a ellos y a los demás, modelo que además, controla los medios de comunicación, la judicatura. Todos son culpables. Culpables, los periodistas, que han formado parte del sistema y que ahora alimentan el odio hacia Cataluña. Culpables, los jueces, que sostenían una justicia intolerante e incapaz. Culpables, los políticos, porque no han aportado soluciones. Culpable, un rey títere del gobierno, representante y heredero de un régimen en descomposición.

Este es un sistema que viene de atrás, de los años sesenta, en pleno franquismo. Pero lo que servía para entonces, ya no sirve en el siglo XXI. Se está viniendo abajo, se pudre...

El 15 M fue un aviso que no se quiso escuchar. La gente salió a la calle para decir que el sistema no funcionaba, que había que cambiar cosas. No se cambió nada. La corrupción ha seguido en el poder en España. Pensaron que una mejoría económica haría olvidar las grietas del sistema. Y ha sido en Cataluña, donde supieron verlo muy bien. La crisis aceleró el proceso; los corruptos de CIU perdieron el control. Los independentistas,  -ERC, sobre todo, y también, la CUP-, subieron como la espuma. La sociedad catalana desconectó poco a poco de España. Y lo hizo pacíficamente. Ese es su gran triunfo.

En otras sociedades, la respuesta hubiera sido inteligente, pero la derecha española, no ha sabido, porque no podía. Es incapaz de darse cuenta que la solución no es el 155, ni el estado de sitio; la solución era dialogar, aceptar un referéndum. No tenía cultura democrática. Nunca la tuvo. Se negó a dialogar, porque eso significaba asumir cambios. Por eso, ha enviado a la policía a dar golpes; por eso, ha perdido. Y si utiliza el 155 o el estado de sitio, la independencia se acelerará. Cuando se den cuenta, Cataluña se habrá ido y el País Vasco -ya sin la violencia de ETA- será el siguiente.

No olvido que esto también es una crisis europea. El Brexit fue también un aviso. Europa ha sido incapaz de resolver los problemas de este nuevo siglo y este también le ha superado. Es posible que España deje de existir; Europa, la que conocemos, me temo, también. Alguien diría que, en el fondo, esto ha sido dirigido desde EEUU o desde China o, sobre todo, desde Rusia, para debilitar Europa. Es posible; no lo descarto, pero sería una visión simplista. Hay más elementos.

¿Qué ocurrirá ahora? España necesita una regeneración completa. Probablemente, será sin Cataluña. La opción es derechizarse más -eso me parece un suicidio- o aceptar cambios estructurales. Y aquí incluyo el final de la monarquía. Europa también debe hacerlo. El Brexit y Cataluña son puntos de inflexión. Si no sabe verlo, también la historia le pasará por delante. O se regenera o la ultraderecha, en todas sus formas, -incluidas las grandes multinacionales y sus intereses-, acabará con ella. El tiempo dirá.

Estoy triste, porque nuestro mundo está cambiando, y la violencia puede ser la respuesta. Pero, -yo soy optimista, por naturaleza, no lo puedo evitar-, creo que aún hay esperanza. Ojalá...

martes, 29 de agosto de 2017

UNA TRISTE SEPARACIÓN


En este blog suelo evitar la política tradicional, esa que separa a las personas y se apoya en intereses económicos. Sin embargo, vienen meses terribles en los que la palabra será un arma de manipulación. Aunque, ¿cuándo no lo ha sido? Los medios de comunicación lanzarán andanadas, misiles, bombas de racimo. La guerra de propaganda, a partir de ahora, será brutal -esta vez, al contrario que en la guerra civil, ¡menos mal!, sin armas ni muertos-, y no sabemos qué quedará al final del combate.

¿Cuándo empezó este principio de divorcio? Algunos irían a un pasado lejano: Reyes Católicos, Borbones y Felipe V, Reinaxença, guerra civil, franquismo, transición fallida, estatuto recortado... Sí, son muescas, piedras. Una a una han ido alimentado la separación.

Otros acusarían al independentismo y al catalanismo, en general, de pesetero, interesado, insolidario, chantajista, victimista, fanático. Es una larga retahíla que he escuchado desde niño, incluso en personas que se llamaban progresistas.


Cuando la palabra se convierte en ruido, sólo nos queda el silencio...


La relación actual entre España y Cataluña me recuerda al divorcio de mis padres -salvando las distancias, por supuesto-.

Principio de la década del 90. Mi padre se amparaba en el contrato de matrimonio; mi madre, en cambio, decía que ya no lo quería. Mi madre tenía un objetivo claro. Mi padre sólo repetía una palabra, una y otra vez: no. Por supuesto, se divorciaron. Como no podía ser de otra manera. ¿Qué hubiera ocurrido si, cuando mi madre le pedía cambios, soluciones, a finales de los ochenta, mi padre hubiera sido capaz de dárselas? Tal vez no se hubieran separado. Pero mi padre se negó, no cambió. Y mi madre se cansó...

Por supuesto, no es lo mismo. Es más complejo, pero encuentro una similitud. El nacionalismo catalán y el independentismo está mejor organizado, tiene claros sus objetivos y su proyecto. Saben lo que quieren y, a estas alturas, no van a detenerse. Quien lo pensara, se ha equivocado.

Sin embargo, el nacionalismo español, tanto el de derechas -con una idea de España cerril y reaccionaria- como el de izquierdas -acobardada, por el miedo a perder votos-, sólo responde con la amenaza y la prohibición. A veces, me pregunto si, en el fondo, muchos españoles no desean que Cataluña se marche. No son capaces de promover un proyecto ilusionante de país en el que Cataluña se sienta a gusto. Se amparan en la ley -la constitución-, una ley viciada, que han hecho inflexible. Ahora es una cadena, no una mano tendida.

Como mi padre, España es un títere sin cabeza, incapaz de comprender por qué muchos catalanes desean romper con ella. No escuchan; no han escuchado. Ni siquiera lo han intentado. Es posible que como hizo mi madre con mi padre, los independentistas hayan convertido a España en la raíz de todos sus males, ocultando que algunos de entre sus filas, han colaborado en las desgracias propias.

No sé lo que pasará el uno de octubre. Creo que la gente votará. No sé lo que votarán. Ellos decidirán su futuro; no, nosotros. Creo que los políticos españoles no cometerán el error de impedir esa votación con soldados o guardia civil o policías, quitando las urnas, deteniendo a gente o prohibiendo partidos o con el artículo 155. Y, si lo hacen, sería un grave error, porque ya no habrá marcha atrás.

Me temo que Cataluña se irá, a no ser que se sea flexible e inteligente. Quizá pido demasiado para un país que es en Europa el quinto por la cola en inversión educativa. Un país que no ha sabido en cientos de años contruir un proyecto común. Quizá merezcamos que se vayan.

Si así ocurre, yo los echaré de menos.






lunes, 28 de agosto de 2017

UNA JUSTIFICACIÓN


Empecé a leer este libro porque -salvando las distancias- me pareció que encontraría elementos comunes con una novela corta que he terminado de escribir hace unos meses.

Toda investigación sobre una familia y que tiene como referencia la guerra civil y la inmediata posguerra tiene similitudes. ¿Cómo no habría de haberlas? Reconozco las llamadas de teléfono, las entrevistas, las visitas a archivos, los viajes a aquellos lugares en donde sucedieron los acontecimientos que se narran, las historias que me contaron mis familiares. Y la posición política. Eso está en las dos novelas, sin duda. Son experiencias que hemos compartido, aunque él sea el gran Javier Cercas y yo, sólo un aficionado.

La madre -en su caso, viva-, la familia y el héroe/antihéroe aparecen. Incluso, la entrevista que le permite convertir al héroe/antihéroe en un hombre de carne y hueso, también está en la mía.

Eso sí, como no podía ser de otra manera, hay perspectivas diferentes. Yo construyo mi novela a partir de un descubrimiento, como una recuperación. Él, como una justificación. Mi héroe fue un hombre olvidado, enterrado en una fosa común. El suyo fue un héroe falangista. Mi familia estuvo en el bando de los perdedores, pero lograron evitar la represión, porque no tenían delitos de sangre. La suya, estuvo en el bando de los vencedores y eso -quizá la mejor idea de la novela- le avergonzaba.

No voy a juzgar los defectos de mi novela. Ni siquiera sé si alguna vez conseguiré que alguien la publique. Yo sí puedo hacerlo con la suya.

Aparecen personas reales; también, en la mía. Quizá el problema es que hablan demasiado y se nota el discurso que hay detrás de cada parlamento. Son huecos; mucho más, cuando David Trueba conversa con su amigo Javier Cercas de un tema intrascendente: su separación de Ariadna Gil. Es innecesario y absurdo. Tal vez hasta ridículo.

Comparar a Aquiles con su tío-abuelo, su héroe o antihéroe, podría haber sido interesante, pero no consigue cuajar. ¿Por qué? ¿Tal vez porque no es comparable una leyenda griega con la realidad histórica? El franquismo, desde el 36, mató a miles de personas. Y sólo tres generaciones nos separan de esos crímenes. El símbolo podría valer, pero... ¿Los aqueos y los franquistas y, en frente, los troyanos y los republicanos? ¿El autor quería hacer historia o literatura? Esa indefinición podría ser una virtud, si Cercas hubiera dado un paso más. Compararlo con Aquiles, tal vez, no es un gran acierto.

Se esboza una relación con la madre que podría haber dado más juego, pero no la desarrolla. O no se atreve. Tal vez, porque aún está viva. Aquí le entiendo. Comprendo la dificultad. Yo tampoco pude hacerlo, mientras ella lo estuvo... Sería una novela interesante, si alguna vez se atreve a escribirla.

Las batallas están bien contadas -aquí se nota el trabajo de campo, sin duda-; sin embargo, las reflexiones históricas se hacen largas y, sobre todo, desprenden un tufillo: el de la justificación. En esas reflexiones sí queda claro que la República tenía la razón, a pesar de sus debilidades. Y que el franquismo fue injusto y criminal, aunque, a veces, algún adjetivo o alguna frase, te haga dudar de la posición de Cercas y te venga a la cabeza la palabra equidistancia.

Pero quizá el momento más revelador y contradictorio es cuando habla de su abuelo paterno. Se puede aceptar -a regañadientes, la verdad- que tuviera armas escondidas a principios del 36 -" tenía que defenderse de los grupos izquierdistas", dice Cercas. Incluso se insinúa que salvó a un par de republicanos en los primeros meses de la guerra -es posible; quizá lo hiciera; aunque eso sí, mientras miraba a otro lado, cuando mataban a otros trece en su pueblo-. Sin embargo, cuando Cercas nos dice que su abuelo recibió una delación de un convecino y lo denunció a las autoridades franquistas en el 39 -el hombre fue fusilado meses después, sólo con el testimonio de esa delación, sin más pruebas- lo justifica diciendo que "si alguien sabe que se cometió un asesinato debe decirlo, esté en una democracia o una dictadura".

La debilidad de este libro está quizá en el propio autor. Ha querido justificarse. Ante su madre, ante su familia, ante los que le acusaban de equidistancia, ante los que le criticaban por sus amistades e influencias. Y esas son sus contradicciones. Las del libro y las suyas.





jueves, 17 de agosto de 2017

APEGOS FEROCES Y MEMORIAS POR CORRESPONDENCIA


Ayer me preguntaba - después de leer la entrevista de un artista, Serra, en El País- si es posible una actitud apolítica. No, no es posible, a no ser que seas un hipócrita -como el propio Serra- o prefieras vivir en la ignorancia. ¿Acaso si aceptas una entrevista en un medio como El País y te llamas apolítico, no te conviertes en un hipócrita? No es posible cuando ves a Trump justificando el nazismo -como lo hizo el País en su vomitivo titular de hace dos días- o cuando ocultas, como ha hecho el País, que han desahuaciado a una familia en Barcelona en pleno mes de agosto. O cuando ves a un sindicalista, Rafa Díez, que ha estado seis años en la cárcel, por su apuesta por la paz. O cuando te fijas en una mujer y sus hijos, convertidas en un espectáculo mediático, donde no se busca la solidaridad, sino el negocio y la información tergiversada y manipulada...

O cuando contemplas a una mujer drogada, desquiciada, pidiendo su ropa a un tipo impresentable en la playa de la Barceloneta...

Ayer también leí este libro de Vivian Gornick. Se la conoce como una feminista, luchadora por los derechos de las mujeres, pero pocos saben que, además de numerosos artículos y ensayos, escribió una autobiografía.

Comparado con el libro que hoy he empezado a leer, Comunidad, de Ann Pachett, no noto las mismas vibraciones. El libro de Ann Patchett está mejor escrito, sin duda. Sus personajes se han desarrollado con más talento y el libro tiene una estructura compleja; sin embargo, me deja frío. Ya he visto antes lo que me cuenta. No despierta mis fantasmas, ni siquiera, mi risa.


Aunque no he leído el libro, o, mejor dicho, las cartas de Emma Reyes, no dudo de su fuerza, aunque esté mal escrita y sin intención estética. Es la misma que encuentras en Apegos feroces.

Hay en esta novela, la de Vivian, un personaje terrible, brutal, gigantesco, el de su madre. Sólo con ese personaje la novela valdría la pena. Una mujer a la que temes y admiras, a la que detestas y de la que Vivian no puede liberarse. Los hilos entre madres e hijas son finos o, como aquí, pueden ser sogas que te asfixian o anclas que te despeñan.

Hay otros personajes de su infancia -en el Nueva York de los años cuarenta-, que, con pocos trazos, adquieren vida. Mujeres. Mujeres en medio de la pobreza. Mujeres, violadas y golpeadas por sus maridos. Mujeres liberadas por la locura o el sexo, que se convierten en modelos a seguir o a rechazar por la niña o adolescente Vivian. Anécdotas vívidas, auténticas. La realidad es explosiva, cuando la cuentas sin aderezos. Y un humor ácido, judío. Como no podía ser de otra manera. La risa, a veces, no es más que una manera de afrontar el dolor. Y el dolor o acaba contigo o te hace más fuerte.

La novela pierde garra, cuando intenta explicar el fracaso de sus relaciones con el otro sexo. Sus parejas -como su padre, curiosamente- son sólo pálidos reflejos. Se recupera, cuando al final del libro, vuelve su madre, el bucle, el ojo del huracán que la succiona.

Hay madres que te destruyen. Y otras, que alimentan tus pesadillas.

La clave del libro, en el fondo, está a mitad del libro. Vivian se da cuenta de que sólo el arte le proporciona felicidad. Escribir la ilumina. La salva. Ni el sexo, ni la relación con hombres, ni las conversaciones catárticas con su madre; no, lo único que llena su cuerpo de luz -una imagen brillante, por cierto,- es la literatura.

¿Vivian fue apolítica? ¿Lo fue Emma Reyes, que buscó también en la pintura -otra expresión artística-, un refugio para curar sus recuerdos de infancia? No lo creo. En su vida, en su escritura o pintura, mostraron su realidad, y, en el fondo, la realidad de su tiempo, la de los seres humanos que conocieron. Una realidad que siempre ha sido y será injusta y luminosa, maravillosa y cruel...

Como la vida.


martes, 20 de junio de 2017

ESTIU 1993



A finales de junio, el 30, se estrenará Estiu 1993.

La historia es sencilla: una niña -la guionista y directora del largometraje, Carla Simon; lo que cuenta es autobiográfico- pierde a su madre. Es acogida por sus tíos y tendrá que adaptarse a un ambiente diferente -el de un pueblo del interior de Gerona.

No hay nada más. Es suficiente. No sólo hay una mirada nostálgica a la infancia -que existe; es inevitable-; también nos ofrece, por un lado, la complejidad de la mente de una niña que es inocente y tierna y también puede ser egoísta y cruel -necesitamos afecto y normas y límites-, y, por otro lado, es capaz con detalles de ambientación mínimos hacer creíble que nos encontramos en el año 1993. Cualquiera que haya vivido su infancia en los años 80 y principios de los 90 se podrá sentir identificado con algunas de las experiencias que cuenta Carla Simon.

En el coloquio posterior Carla Simon habló de algunos aspectos de la pre y post producción. Me quedo con la escritura del guion. Vivía y trabajaba en el extranjero. En un verano de hace cinco años visitó a sus padres adoptivos. Habló con ellos. Miró fotografías -que también le sirvieron en la planificación durante el rodaje- recordó imágenes, emociones de esa época -sentimientos de culpabilidad, alegría, rabia- y contrastó esos recuerdos fragmentados con los de sus padres, más racionalizados y extensos. Volvió al extranjero. Escribió el guion en una semana...

Carla Simon ha contado una historia personal y familiar y lo ha hecho de la mejor manera posible. Con sencillez. Y emociona. Es suficiente.




viernes, 3 de marzo de 2017

EL VIAJANTE Y LA CHICA DESCONOCIDA: UN ESPEJO A LA REALIDAD


El viajante de Barghadi y La chica desconocida de los Dardanne. 

Barghadi viene del teatro. Construye personajes poderosos. Y ese es el punto de partida para mostrar la vida cotidiana de una ciudad como Teherán y las contradicciones de una sociedad como la iraní que -se nota- conoce muy bien. 



Para los Dardanne -que siempre han apostado por el formato documental- es el espacio -la zona urbana, obrera e inmigrante de Lieja- el que crea y desarrolla los personajes que intentarán sobrevivir en un mundo acostumbrado a rechazarlos. 


Barghadi utiliza la obra de Miller para mostrar uno de sus temas recurrentes: la ruptura de una pareja.

Los Dardanne se sirven del espacio como un personaje más, indispensable. Crítica social y ética de una sociedad enferma.

                                      


¿Y qué hay en El viajante? Humillación y venganza y el descubrimiento de esa parte oscura que emerge cuando menos lo esperamos. No conocemos a la persona que amamos. 

¿Y en La chica desconocida? Es cierto que los Dardenne eligen esta vez a un personaje más cercano al espectador que va a ver sus películas: una doctora. Aunque en realidad la historia gire alrededor de otra mujer:  una prostituta inadaptada, víctima absurda de un mundo injusto. La protagonista sólo quiere saber su nombre. Que no sea olvidada en una fosa común. Vive la culpa, la obsesión, pero no se conforma; toma conciencia, se implica. 

Sea en Teherán o en Lieja, en realidad, contemplamos un reflejo de nosotros mismos. Y no siempre es agradable. 

Mirarse al espejo, antes de llevar a cabo una representación. Tal vez la última. Y se avergüenzan por lo que ven. No hay marcha atrás. Es un final. 

Aunque también puede llevarnos a abrazar a otro ser humano. La vida continúa. 

Hoy empieza todo... otra vez. 





martes, 14 de febrero de 2017

MI BERLINALE


He estado en la Berlinale desde el viernes. Me apetecía ver películas en este festival y disfrutar del ambiente. Escuchar inglés, italiano, español, alemán. Mezclarte con la gente y ver cine. No he podido contemplar muchas de las cientos de películas que se estrenan y se irán proyectando hasta el domingo, pero la vida es limitada y hay que elegir. No he podido ver Estiu 1993, una película catalana de Carla Simón.


Por lo que me ha contado mi hermano, me hubiera gustado. Encaja con lo que hacemos y con las novelas y los cuentos que escribo, aunque el tono, creo, es diferente. Espero que la estrenen pronto por aquí. Y que dure más de una semana. Siendo en catalán, me espero lo peor de las distribuidoras españolas -y no tiene que ver con política, no me interpreten mal, sino con cierta gazmoñería a la hora de presentar fuera de sus espacios lingüísticos el cine en catalán, gallego o euskera-. Con doblajes que además, no sé porqué, suelen ser nefastos.

Hablaré de lo que he visto. Parcial y escaso. Una gota en el mar. La gota de la que puedo hablar...

El viernes, nada más llegar de Praga, vi unos cuantos cortos. Una sesión curiosa. Empezaron con uno argentino Fuera de temporada de Sabrina Campos.


Tuve la sensación de que estaba ante un cortometraje en el que la directora quiere decirnos: "soy capaz de hacer un largo; aquí tenéis un ejemplo de lo que podría ser". Me pregunto si todo lo que queda insinuado con palabras a medias o miradas sutiles no se irá al carajo cuando se convierta en largo. Bueno, espero que lo pueda hacer y que yo lo pueda ver. Es una buena directora; mantiene el interés de la narración.
El resto eran experimentales. Iban del más abstracto, Keep that dream burning -y es literal; sólo había sonidos, ruidos y juegos visuales. ¡¡¡Olé tus huevos!!!- al que jugaba, Martin Pleure, con un personaje hecho digitalmente para contar una historia convencional acompañado de un humor difícil de definir.
Me gustó Avant l`envol. Imágenes fijas de arquitectura occidental en un contexto en el que desentona: la capital de Costa de Marfil. Edificios oficiales y funcionarios. Y visitantes ocasionales, vendedores ambulantes. Nada más. No es tanto lo que dice, -en realidad, nada-, sino lo que insinúa sobre el absurdo de estas construcciones y la vida que fluye entre sus muros y más allá de ellos. Los espacios se revelan en contraste con la vida de las personas que pasan delante de nosotros.
Finalmente Coup de Grâce es un juego de representaciones. Otra vez, imágenes fijas, pero esta vez para contar una historia. Me recordaba a Kaurimaski, pero llevado hasta sus últimas consecuencias.

El sábado por la mañana lo pasé en Postdam. Un frío del carajo. Seis grados bajo cero. Admirado por la obra del gran Federico II de Prusia que llamó a uno de sus palacetes "Sansoussi": -sin preocupaciones- y enamorado del rococó -mucho más vivo y original que el neoclásico que le sucedió- volví a tiempo a Berlín para ver Occidental de Neil Beloufa. Parte de una idea curiosa -mientras en un exterior se desarrolla una manifestación contra el gobierno y sus recortes, en un hotel de París unos personajes se persiguen y se vigilan-. La historia es simbólica y metafórica, pero creo que ni el mismo autor sabe qué es lo quería contar. ¿Una metáfora de Europa como dicen algunos críticos? No me atrevo a tanto. Tiene humor y uno se debate entre la sonrisa y la sensación de pérdida de tiempo. Al menos, hace calor en la sala. En el coloquio como él no sabe hablar inglés, no sabemos lo que dice. Situación absurda. Cuando salgo a la calle, hace ocho grados bajo cero. El coloquio podía haber durado más, con lo que te divertías...

El domingo siguió haciendo mucho frío, pero no bajó de cuatro grados bajo cero por la noche. E incluso llegó a un grado a mediodía. Todo un lujo.

El último retrato es un homenaje a Giacometti. Tenemos la visión de Hollywood del artista. Un hombre excéntrico que sabe vivir -tiene dos mujeres; una es la esposa que todo lo perdona y le limpia la casa -y esto es literal, no un símbolo- y la otra es la prostituta amante- con ramalazos de genio y una relación con el mundo peculiar. Es perfeccionista; por eso, a veces destruye su obra. Muy convencional. Le salvan dos cosas; el humor constante. Y la interpretación del actor. No profundizaremos mucho en el artista Giacometti, pero pasaremos una hora y media agradable.

Cuatreros de Albertina Carri la vi por la noche.


Como es un documental sobre la familia y la memoria y la herencia, mi hermano me recomendó que la viera, por si se me ocurrían ideas para el nuestro. Coincide con la nuestra en que es una voz en off de la autora y en ella cuenta, partiendo de una anécdota, su propia vida durante los siete años de su desarrollo: el nacimiento de su hijo, la relación con su pareja lesbiana, la ruptura, los primeros pensamientos y palabras de su hijo. Está también la memoria, pero la suya es diferente a la mía. Como comentó en el coloquio, utiliza hasta tres o cinco imágenes al mismo tiempo -seleccionadas tras años de investigación en un archivo fílmico de Buenos Aires- para hablar de un delincuente común convertido en mito del pueblo, de su padre y de su hijo. Y lo hace así porque la memoria para ella es compleja, está en movimiento. La mía, en cambio, es fija.
La voz en off y las imágenes -que formaron parte de una instalación, al principio del proyecto- encajan bien. Y es una película redonda. Aunque no lo parezca -el formato haría pensar en una obra experimental- se cuenta una historia con principio, nudo y desenlace.
Tardó siete años... ¿Tardaremos tanto nosotros en hacer el nuestro?

El lunes se abríó el cielo. Un azul difuso. Los grises dieron paso al juego de luces y sombras. Me harté de cine. Por la mañana, Poket y Una mujer fabulosa. Poket de Agniezska Holland es una película de género y como tal funciona. El personaje -que se convierte en una investigadora a su pesar- es excéntrico y se hace querer. Humor amable. Quizás dos horas son demasiadas, pero se pasan rápido. ¿Quién será el asesino?

Una mujer fabulosa de Sebastian Lelio se parece mucho a su anterior película, Gloria. Los mismos aciertos -un personaje impresionante que te emociona y con el que te identificas- y los mismos errores -los personajes secundarios giran alrededor de la protagonista; son estereotipos, tanto los que la ayudan como los que la rechazan.
También me sobra alguna escena tópica de transexual en discoteca, pero en general consigue que derrames unas lágrimas sinceras. Y que, después, te des cuenta que tal vez el director se esté repitiendo. Ella podría ser la ganadora de un Oso de plata a la mejor interpretación femenina, pero ¿el jurado volverá a conceder el mismo galardón que en Gloria? Es factible.

Pieles de Eduardo Casanova se queda a medio camino. Le ha faltado mala leche. Con esos personajes y esa idea inicial podría haber hecho una comedia gamberra, como hace su productor, Alex de la Iglesia, o una tragedia. Al final es sólo un melodrama sentimentaloide que me recuerda mucho a Summers y su Del rosa al amarillo. Eso sí, con una estética post-almodovariana, chic y muy elegante. El director es majete y le gusta dirigir. Se lo pasa bien. Y tiene muchos amigos. Espero que pueda seguir haciéndolo; tendrá sus fans, seguro. Yo no estoy entre ellos.

Una hora después vi Golden exits de Alex Ross Perry.


Nueva York. Dos parejas, una hermana soltera, una joven australiana que llega y lo vuelve todo del revés. Los personajes hablan y hablan de su vida sentimental, sus dudas. Obra coral. ¿Un Woody Allen para la nueva generación? Hay algo más. La elección de los planos es más cuidada. Y el trabajo con las actrices se nota. Sus primerísimos planos en una pantalla de más de diez metros son impresionantes. Hay melancolía y nostalgia por lo que pudo ser y no fue. Y por lo que hemos perdido en el camino. Película para cuarentones. Aunque no sean de Nueva York.

Hoy martes la temperatura llegaba a los dos grados. El sol hasta calentaba. En el avión me encontré a varios productores -hablaban de vídeos, proyectos cinematográficos- y a Antonio Resines y a Fernando Trueba con cara de pocos amigos. No le deben gustar los aviones.

La Berlinale continúa. La vida también. Me gustaría volver el próximo año. Espero que, si puedo volver, el invierno sea más amable.


miércoles, 25 de enero de 2017

LA LA LAND: EL MUSICAL, REFLEJO DE UNA ÉPOCA


No escribo esta entrada para juzgar la calidad de La La Land, la próxima triunfadora de los Óscars. Es un buen musical, digno, con momentos emotivos y de gran altura, que aprovecha todo el talento del que dispone Hollywood -actores, guion, dirección artística, producción-. Da lo que promete y eso está bien.

Prefiero dedicar este espacio a desarrollar dos reflexiones que me vinieron a la cabeza cuando salí de la proyección.

La primera es la necesidad de volver al pasado que veo cada vez más a menudo en películas de todo tipo, sea a través de la historia o apoyándose en géneros cinematográficos, seguros y fiables. 120 años después del nacimiento del cine, Hollywood -no sólo él, aunque sobre todo esta industria- recupera los géneros que supo difundir en nuestro inconsciente colectivo para darles una pátina nueva, más moderna. El cinéfilo podrá ver referencias no sólo a Rebelde sin causa -quizá la más evidente- sino sobre todo a Fred Astaire, Gene Kelly o Vicent Minelli. Podemos llamarlo homenajes o reinterpretaciones en clave actual. Alguien podría pensar y tendría razón: no llegan a su altura. Es cierto y, aún así, se agradece el intento.

Hay otro momento -que podríamos considerar más narrativo- en que dentro de la historia la protagonista vuelve al pasado; es el momento decisivo que cambiará su vida. Y cuando debe aferrarse a algo, recupera a su tía y las historias que le contó cuando era niña. Como si los personajes en un mundo volátil y en el que el dinero lo mueve todo -sobre todo en los Ángeles; incluso la misma protagonista en la película deja tirado a un novio banquero o empresario para irse con el chico. Conclusión: no olvidemos que sin dinero el cine no existe y el de Hollywood es imposible-, encontraran seguridad en los sueños individuales y en la familia -en la que los recuerdos son imprescindibles para mirar al futuro-.

La segunda tiene que ver con los finales. Un musical -hasta los años sesenta- exigía un final feliz. Desde los sesenta -la película francesa de Jacques Demy con Deneuve Los paraguas de Cherburgo es el primer ejemplo europeo de esta nueva sensibilidad y, además, ¡es tan parecido el final al de La la Land!-




Y hago aquí un pequeño comentario. Creo que todo el cine, el comercial y el no comercial, vive no sólo de lo aprendido de los clásicos hasta los años sesenta, sino sobre todo, en mi opinión, de las aportaciones y experimentos visuales y narrativos que unos pocos cineastas en todo el mundo hicieron en los sesenta y que ya no se ha vuelto a hacer con la misma frescura.

Vuelvo a los finales (in)felices. Sin que los felices hayan desaparecido -Amanece en Edimburgo es un buen ejemplo; e incluso aquí otra de las parejas, la secundaria, se separa-, la tendencia es la contraria. Puede haber finales claramente trágicos -Bailar en la oscuridad entraría en este ámbito-


o tristes y nostálgicos -God help the girl, una película desconocida y encantadora que merecería una revisión más concienzuda-


La la land, como no podía ser de otra manera, se decide por el final nostálgico. Es Hollywood, no lo olvidemos. Como en los paraguas de Cherburgo, lo que pudo ser y no fue. Lo que fue y tendremos siempre. Aunque estemos lejos, aunque no nos volvamos a ver, siempre te querré, no te olvidaré. 

Tal vez ocurra que cuando llegamos a los cuarenta somos más conscientes de las oportunidades perdidas y del camino que hemos elegido. Y el cine como creadora de historias interesantes-descarto, por supuesto, los productos para niños y adolescentes o de consumo que copan la cartelera de la mayor parte de los cines del mundo-, parece que se encuentra en este punto de su recorrido.

martes, 17 de enero de 2017

IN MEMORIAM: JUAN JOSÉ HERRERA ALONSO


La memoria.

"...Los muertos no son abandonados. Se mantienen cerca físicamente. Son una presencia. Lo que crees estar mirando en esta larga vía al pasado se halla, en realidad, al lado de donde tú te encuentras... creo que los muertos están entre nosotros”. John Berger.

¿Qué puedes decir a quien acaba de perder a un ser querido? Lo siento, MariCarmen. ¡Ánimo! Pasará.

Las palabras están huecas. No pueden explicar nada. Son inútiles.

Aún así, lo intentaré. En vano.

Ellos no desaparecen, aunque se marchen. Se quedan con nosotros. 

Los volvemos a recuperar, cuando tenemos un objeto en las manos, que fue suyo, cuando vemos una fotografía en la que los reconocemos, al leer una carta o una postal que escribieron de su puño y letra, cuando retornan a nosotros, al recordarlos o en los sueños. 

Están vivos, mientras nosotros lo estemos. 

No desaparecen, porque están, aquí, ahora, entre nosotros...