martes, 24 de julio de 2012

VIAJE A IRLANDA (I): DÍA 1 Y 2

DÍA 1: 9 DE JULIO

Empieza el viaje.
Calor, comida copiosa. Cojo con tiempo el metro camino del aeropuerto. Suplemento de 2 euros. Allí me espera Julio. Se retrasa la salida. Ambos tenemos cansancio, sueño.
Conversación por teléfono a las puertas del embarque. Una chica habla por teléfono con un amigo; este tiene complicaciones con su ex-pareja que no le deja ver a su hijo y necesita un hombro donde lamentarse. Los problemas nos los llevamos; no los dejamos en la puerta de embarque...
Llegada a Dublín. Lluvia. Primera impresión. Pobreza en el centro de Dublín: vagabundos -a los que veremos muchas veces más adelante pidiendo bajo las gotas de lluvia, mientras otros bebemos Guinness en los bares del Temple Bar. Temple es el nombre de un señor; Barr significa en gaélico puerto. Es decir, el puerto de Temple.



Mientras llueve fuera, dentro bares a rebosar. Grupos de músicos tocando música tradicional o más alternativa. Unas horas en Dublín, una primera impresión...

DÍA 2: 10 DE JULIO

Desayunamos en una antigua iglesia convertida en comedor del albergue. No será la única transformación; los irlandeses no tiran abajo sus iglesias; las adaptan a los nuevos tiempos. En Cork la rodearan de un centro comercial; a unos pasos del albergue otra iglesia se ha transformado en unas oficinas. En la nuestra han aprovechado para mantener en una esquina, apartado, un confesionario y lo han decorado con banderas de los países con más alberguistas entre sus filas. Hay agua caliente, jabón en el baño. ¡Qué más se puede pedir!

Día nublado. Mercadillo, móviles en las tiendas. Julio enganchado al wifi...





Centros comerciales -algunos con cierta elegancia, que pierden cuando te fijas en lo que ofrecen-, precios parecidos a los de España.



Mucha oferta para el turista, la misma una y otra vez. En el puente de Half penny (el medio penique que tenían que pagar quien quería pasar), dos jóvenes vagabundos, alcoholizados.
Parques agradables para la vista, ideales para el esparcimiento y el descanso...



Vísita al Trinity College donde estudiaron los grandes irlandeses de su tiempo. Hasta el siglo XIX sólo los británicos; luego permitieron que algunos irlandeses pudieran disfrutar de ese privilegio. ¿Qué pensaban los ingleses de los irlandeses? Wellington es un buen ejemplo. Nació en Irlanda. cuando le dijeron que él era también irlandés, él les contestó: "Que haya nacido en una cuadra, no significa que sea un caballo"... Amén.
Dentro del Trinity está el arpa más antigua de Irlanda -nadie ya la toca, pero sigue siendo el símbolo de este país- y el libro de Kells. En la Long Room olor a libros antiguos; manuscritos, fotografías...
Fuera calles peatonales y comerciales; un parque cuidado en memoria de los caídos.
Lluvia, se abre el cielo, se vuelve a cerrar. Este será el tiempo que nos acompañará durante todo el viaje.
Nervios de un ciclista esperando a su compañero. Preparando el viaje en coche que empezaremos mañana.
Iglesias protestantes, castillo -sede inglesa hasta la independencia irlandesa- con una Justicia que no es ciega que da la espalda a sus ciudadanos; precios altos. En la iglesia de San Patricio,




Swift; un retrato, una tumba sencilla junto a su mejor amiga. El mismo Swift, gran escritor, que recomendaría en un opúsculo que los pobres vendieran a sus hijos para que los ricos los cocinaran y se los comieran; incluso, les escribió una receta para la ocasión. ¿Entenderían su sentido del humor?
En un cementerio cercano, cruces de diferentes tipos y épocas.
Un libro de rezos; Julio, creyente, escribe: "for my father and Santi ´s father".
Una tienda, un bar alrededor de las iglesias preparado por y para los turistas. Actitud pragmática como en NY.
Nos cruzamos con unos chicos que aprenden inglés. Un chico empieza a hablar en español; la monitora le interrumpe y le espeta: "habla en inglés". El chico no puede; la monitora le olvida y le desprecia. Lo siento, chico, hoy no habrá sexo...
Descansamos en un pub; sonrisa amable de la camarera que siempre se agradece.
De noche tomamos otra cerveza que no es la Guinness. No nos convence. La Guinness sigue siendo la mejor.
Mañana saldremos de Dublín y recorreremos Irlanda.



domingo, 1 de julio de 2012

LOS MESES DEL AÑO EN EL CINE (VII): JULIO

¡Ay, julio! El verano empieza. Llega el tiempo de las aventuras, del cambio, de conocer nuevos mundos, de tener nuevas experiencias enriquecedoras; llegan las vacaciones para el niño y el adolescente, del primer amor, el primer beso, el primer porro... ¡Qué bonito es el verano! Como imaginaréis hay muchas, muchísimas películas en julio o alrededores. Tendré que hacer una selección, porque si no, esta entrada sería interminable.
Empecemos con Navidades en Julio de Preston Sturges, uno de los grandes directores de comedia de los años 30 y 40. El protagonista engañado por unos amigos cree que ha ganado la lotería. Todo el mundo lo cree -el rumor se extiende y todos quieren estar cerca del dinero- y empezará a hacer sus sueños realidad. El problema será cuando se descubra el pastel.

 

America saliendo de la Gran Depresión. Es un humor con ciertas dosis de política y crítica social.
El calor es un componente indispensable de este mes. Puede llevar al sexo, al engaño y a la destrucción como en Fuego en el cuerpo, una película de cine negro de Lawrence Kasdan.

  FUEGO EN EL CUERPO TRAILER 

Mucho calor... mucho. No lo hagan en sus casas; puede costarles la cárcel.
También puede hacer que surga nuestra vena curiosa, de mirones. Como le pasa al protagonista de La ventana indiscreta de Hitchcock. Nuestro protagonista se aburre y duda entre espiar a sus vecinos y descubrir a un asesino o comprometerse con Grace Kelly.

 

 Hará las dos cosas. Un tipo con suerte... o no...

 

 Los amantes del Círculo Polar de Julio Medem termina en verano en el Polo. Es un final triste para un amor del que se ríe el Tiempo y el Espacio, condenado a no hacerse realidad nada más que en los sueños... o en los ojos de una muerta.

 

El eclipse de Antonioni. No se puede hablar de ella; hay que verla. Es inquietante, extraña, experimental. No se puede hablar de cine sin él. Abrió muchos caminos. Luego su cine puede gustar más o menos, pero nadie le niega talento.

Rohmer es otro cineasta del verano. Muchas de sus películas se desarrollan en esta época. Mencionemos algunas. Por supuesto, Cuento de verano. Es ligera, suave y deliciosa como un buen postre.

 

 En la Rodilla de Clara, un cuarentón está obsesionado con la rodilla de una adolescente. Mientras tanto, va de flor en flor. Al final consigue hacer realidad su fetichismo... le toca la rodilla. En otro director sería una película enfermiza; el personaje sería un pedófilo en toda regla. En Rohmer te diviertes. El entorno es el de Annecy, a unos kilómetros de los Alpes suizos.




En El rayo verde -la acción empieza en julio y termina en agosto- la protagonista quiere ver el último rayo del sol al atardecer, el rayo verde, para conseguir el amor. Al final, lo consigue. En verano todo es posible...

 

 Vamos ahora con los niños, adolescentes que tienen experiencias de todo tipo en verano, lejos de los convencionalismos de una educación que les coarta su libertad...
Las películas de Robert Mulligan giran casi siempre en torno a estos personajes. En Matar a un ruiseñor -que este año cumple 60 años de su estreno- los hijos de un abogado que defiende un caso que va a perder -buscará la inocencia de un negro en un Sur blanco- en varios veranos aprenden muchas cosas... de gran valor. Una joya.

 
Es el padre ideal.




 En El hombre en la luna, Verano en Luisiana, su última película, y la primera interpretación de Reese Whiterspoon la muerte corta de raiz un amor incipiente. El aprendizaje de las dos hermanas es brutal, pero las acercará mucho más. Una película sencilla y cálida.

 

 En Los juncos salvajes de Techiné, el descubrimiento del primer amor, desesperado, doloroso, apasionado, como sólo es el primer amor...

 

 En Stand by me, un clásico, de Reiner. De nuevo la nostalgia. Esos veranos en los que éramos niños y todo era posible...




Vuelvo y concluyo con Robert Mulligan. En Verano del 42 un adolescente descubre el amor, un primer amor que duele y se recuerda para siempre. El comienzo es maravilloso...

COMIENZO DE VERANO DEL 42 

La escena en la que el joven protagonista conoce por primera vez el amor es maravillosa. Con una Jennifer Connelly -su personaje acaba de saber que su marido ha muerto en la guerra- extraordinaria. La delicadeza y la ternura pocas veces se han visto reflejadas en el cine con tanta claridad como en esta escena.

 
 El final se cierra con el mismo sabor nostálgico que impregna toda la película.

  FINAL DE VERANO DEL 42 

No habrá otro verano como el verano del 42.
¡Ojalá también para vosotros este verano sea inolvidable!