Mostrando entradas con la etiqueta país vasco. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta país vasco. Mostrar todas las entradas

lunes, 9 de noviembre de 2020

ANTIDISTURBIOS Y PATRIA

 

Imagino que serán las dos series de este año. Así que, vistas ya, puedo dar una opinión.

Lo haré desde dos perspectivas. La primera será ideológica; la segunda, artística.

Todo producto, toda obra de arte tiene una interpretación política, incluso aunque pretenda ser apolítica. Nadie es completamente objetivo, cuando elige una determinada visión de la realidad. Somos subjetivos y, además, quizá sería necesario que no lo ocultáramos. Y, sin embargo, parece conveniente hacerlo, ya sea porque queramos distanciarnos de cierto arte comprometido, o por razones económicas o sociales; quizá temiendo que ese compromiso nos ponga en un brete o limite nuestra presencia en el mundo.

Las dos series ocultan una visión, pero no lo hacen completamente. Si te fijas con atención, puedes observar lo que hay en la trastienda, los hilos que se mueven...

En Antidisturbios, a pesar de su formato de género -un thriller a la americana que se interesa más por la corrupción institucionalizada-, lo que encontramos es un mensaje muy sencillo: el sistema, el statu quo puede limpiar la podedumbre desde dentro -si no, habría que asumir algo inconcebible, que vivimos en una farsa-, aunque, está claro, tiene sus limitaciones y hay que aceptar ciertas reglas y asumir que no es posible cambiarlo del todo, si quieres medrar y sobrevivir.

Más o menos, como lo han interpretado los americanos desde hace mucho tiempo. 

Que los antidisturbios sean violentos y representantes de la represión más salvaje es sólo una excusa para hablar de otros temas. Que se les intente humanizar es loable y hasta resulta creíble -no pueden evitar ser cómo son- con algún toque de humor al final -el famoso "Piolín"-. 

Quizá hubiera faltado ver la otra parte de manera más compleja -los que luchan contra los desahucios o los inmigrantes sin papeles-, pero entonces el tono hubiera sido otro; estaríamos no ante una serie de género, sino ante otra de carácter social y tal vez, entonces, no hubiera tenido tantos espectadores.


Patria se apoya en una novela, que ya, de por sí misma, es parcial. Nos encontramos ante una perspectiva sobre el conflicto vasco tan respetable como cualquier otra. Quizá el problema es que, del Ebro para abajo es la única que existe, la que se ha alimentado en los medios durante décadas. Tampoco se plantean otras visiones, que existen, y que sería muy interesante que se difundieran. Por el momento, no interesa...

Dejo aquí la de Asier eta biok, muy diferente y, en mi opinión, más interesante. 

ASIER ETA BIOK

En cuanto a Antidisturbios, si asumimos el presupuesto ideológico, nada que objetar. Es una serie que funciona, muy bien dirigida y que se devora con placer. Me surge cierta duda en el desarrollo de alguno de los antidisturbios, pero el personaje central, la investigadora de asuntos internos, te atrapa y no creo, en el fondo, que Sorogoyen busque otra cosa que entretener, y eso lo consigue sin problemas.

En Patria se busca algo más: emocionar. Si asumes los postulados, quizá lo consiga, pero, sin haber leído la novela, lo que veo son estereotipos. Tanto en el planteamiento general sobre el conflicto -los buenos, las víctimas de ETA (que son no sólo los familiares de las víctimas directas, sino también las familias de los presos) frente a ETA, el gran mal- como en los personajes con reacciones y discursos o diálogos, que no me convencen y tampoco encajan con la realidad que conozco. Es cierto que hay otras realidades y otros personajes. Se tiende a la simplificación en el tema y eso empobrece las historias de este tipo. Los grises requieren más tiempo y venden menos... 

Hay una virtud, que, tal vez, también esté en la novela: la estructura -yendo constantemente del pasado al presente- y, además, el papel coral de todos los personajes -un intento, fallido, de que la perspectiva sea múltiple-. Y los actores que,  -sobre todo, las dos madres- hacen creíbles unos personajes que sin esa carga ideológica serían, por sí mismos, bastante interesantes y humanos, muy humanos. 

Errores de dirección artística me parecen más leves. Por supuesto, se habla de tortura - aquí, al menos, hay alguna escena-, de asesinatos del GAL, de manipulación periodística, pero, en general, no se ven. Y eso siempre dejará coja cualquier visión, ya sea porque no se atrevan a mostrarlo con toda su crudeza o porque no encaje en los intereses crematísticos de la serie. 

El discurso ideológico se reduce a estereotipos; un buen ejemplo es la conversación sobre el euskera de un cura con uno de los personajes; ¡cómo si un escritor euskaldun necesitara que le echaran ese sermón! O que no hablen euskera en un pueblo de Guipúzcoa... llamándose a sí mismos euskaldunes... Pero eso, me temo, está ya en la novela y seguramente es uno de sus defectos. Es una novela-tesis con diálogos previsibles e imposibles, ridículos y tendenciosos, si profundizas en este complejo conflicto. 

Tal vez esos diálogos sobran; hay demasiadas palabras y pocos silencios... Por eso, el final es un buen final. 

Imagino que, aunque no se difundan tanto, otros habrán de contar más historias sobre esta tragedia colectiva.

Necesitamos contarlas; porque son muchas las que aún están por llegar. Y no serán el discurso oficial como esta; esperemos que maduren y con el tiempo, sean más complejas.

Como la misma realidad... 


lunes, 9 de junio de 2014

TIEMPO DE CAMBIOS


Reflexiones sobre la actual situación política:

Algo está cambiando. Esperanza e ilusión.
En el País Vasco -con el lema Gure Esku dago, "Está en nuestras manos"- y en Cataluña la gente sale a la calle y pide votar. Quiere decidir su futuro y hacerlo en libertad y pacífícamente. En España también.
Y no sólo sobre la Monarquía o la República. La gente quiere participar, desea una nueva transición, no la que nos vendieron hace cuarenta años desde arriba. La gente quiere construir desde abajo.
Las inercias existen: medios de comunicación que trasladan la propaganda de un modelo democrático que se descompone; un PSOE, perdido, a la deriva, que acabará desapareciendo del panorama político -y eso es bueno para la democracia; aunque sea triste para muchos de sus militantes- un PP que aguantará el embite, aunque ya no podrá disponer de mayorías absolutas que le permitan hacer lo que quiera, y un discurso del miedo o de la "sensatez" que todavía escuchamos en personas tan inteligentes como David Trueba.
Las inercias existen, pero el cadáver se está descomponiendo más rápidamente de lo que se pensaba. La crisis económica, la corrupción, el agotamiento del sistema ha acelerado el proceso.



La opción de cambiar algo para que todo siga igual es la de aquellos que han dirigido nuestras vidas desde los últimos 40 años. Creo que ya no cuela. O habrá cambios de verdad o no los habrá.


Ayer en la Sexta preguntaban cómo será España en los próximos cinco años. Las tendencias parecen conducirnos a algo parecido a esto:
En cinco años, PSOE será un partido minoritario, desaparecido. Poco quedará de él. En una última encuesta Podemos tiene 54 escaños y el PSOE 84. En dos años puede ser aún peor, porque el PSOE ha demostrado estos días su incapacidad para dar un giro a su política de componendas. O cambia de verdad o les ocurrirá como en Grecia.
Las fuerzas de izquierda como Podemos, Equo o IU habrán ocupado su espacio, aunque no sé si en una gran coalición o reforzando a alguno de ellos más que a otros. IU debería liberarse de las trabas de su propia estructura, si quiere crecer y recibir el apoyo de sus votantes. Hay gente preparada y joven -pienso en Alberto Garzón- y otros que llevan demasiado tiempo con las ideas de siempre. Podemos tiene aire fresco y una gran capacidad mediática. Su único riesgo es que pierda esa frescura. Su modelo es Syriza como en Grecia.
El PP habrá aguantado, pero habrá perdido algo de su electorado en formaciones como UPyD o Ciutadans.
Los nacionalistas de izquierda como Bildu o ERC se reforzarán y el PNV -aunque su capacidad de adaptación es mayor- y CIU estarán más debilitados. En el caso vasco, el factor Otegi -cuando salga de la cárcel- es un misterio. Despierta una emoción difícil de calcular. Y las emociones mueven montañas.




La gente quiere hechos, pero también necesitan ilusión y esperanza. Nunca hay que olvidarlo.


Los catalanes y los vascos decidirán si quieren quedarse con nosotros o quieren marcharse. Eso es inevitable, sea dentro de unos meses o unos años. Y nosotros deberemos ofrecerles una alternativa más interesante que la actual. Si no, se irán.
Por otro lado, los españoles decidirán qué quieren: si Monarquía o República, si una constitución participativa o una cárcel que no permita otra cosa que la obediencia a una ley o leyes que se alejan de la realidad... Pueden ofrecernos también como en el 78 un paquete en el que nos digan: o esto o nada. Pueden intentarlo los de siempre, pero no creo que esta vez funcione.

Muchos no han entendido nada o no quieren entenderlo o lo ocultan, porque se preparan para estos nuevos tiempos. Tertulianos, voceros, "cortesanos", políticos tradicionales, reyes jóvenes o viejos... Saben que algo está cambiando. Algunos se adaptarán antes; otros se hundirán y desaparecerán. Ellos no nos representan, porque ya no nos ilusionan.

No hay miedo, ni dos frentes, aunque se intenta y se intentará alimentar ese discurso.
Hay un cambio. Y la gente decidirá esos cambios. Lo hará en la calle, lo hará en las municipales y autonómicas del próximo año -no olvidemos que la II República llegó tras unas elecciones- , lo hará en las generales del 2016. Y cerca estarán los bancos, las estructuras macroeconómicas que esperarán su momento para intervenir y apostar o controlar y dirigir al caballo ganador.

Sin duda, es tiempo de cambios.
Gure esku dago. Está en nuestras manos.