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miércoles, 16 de abril de 2025

BARCELONA: INDICIOS DE UNA REPRESENTACIÓN


Caminando por el Raval con una cámara a cuestas y el trípode me encontré con el rodaje de una serie para TV3. Vi la oportunidad para colocarme y me dispuse a grabar un plano de unas pancartas, pensando que formaban parte del espacio. Una encargada de producción me prohibió grabarlas: eran una puesta en escena y a la productora no le interesa su difusión antes de la promoción de la serie.

Es irónico que los únicos que me hayan prohibido grabar en la calle sea alguien que quiere proteger sus intereses y que prepara una representación donde se condena precisamente eso: la privatización del espacio público con fondos buitres, desahucios, turistificación, gentifricación... 

Barcelona hace mucho, como tantas otras ciudades y centros históricos, no es más que una gran puesta en escena al servicio de unos intereses crematísticos muy concretos. En Barcelona la situación ha sobrepasado los límites o es posible que mis visitas a lo largo de la última década me hayan hecho más permeable a esos cambios. Las empresas turísticas o tecnológicas se han apoderado de un espacio que antes pertenecía a los vecinos. 

En el Raval el deterioro del barrio, que siempre es un preludio para convertirlo en un parque temático y expulsar a los inmigrantes o vecinos de bajo poder adquisitivo, se mezcla con una presencia cada vez mayor de hoteles, restaurantes o museos. Encuentras revueltos pakistaníes con sus peluquerías, fruterías, carnicerías, kebabs; pisos turísticos, más o menos ocultos; bares de estética moderna; terrazas que se han adueñado del espacio público. 

Hay indigentes, apartados, que no molestan demasiado; unos policías hacen acto de presencia para decirles que no pueden ocupar determinados lugares. Un grupo de indigentes ha encontrado uno de estos sitios bajo el andamio de una fachada. Las veces que paso por allí me encuentro con una mujer prematuramente envejecida, aunque todavía busque cuidarse, maquillarse. Se pinta los labios; la veo junto a otra mujer; sola, rodeada de cinco o seis hombres. 

La lengua separa; una mujer china y otra vecina chocan; no se piden disculpas. La inmigrante le espeta a la otra: "¡Tu abuela!". La otra, agresiva, responde: "La tuya". A unos metros, más calmada, se dirige a su compañera: "A saber lo que significa". 

Una pareja árabe discute a voz en grito; ella se quita las sandalias y amenaza con tirársela; creo recordar que era un gesto de desprecio en su cultura. Sentados a la terraza una discusión de pareja; ella, latinoamericana, ronda la cincuentena, está cansada y le pide a él, un vecino de toda la vida, veinte años mayor, que la trate mejor. A su alrededor, parados o currantes que intentan ignorar su agotamiento, su pobreza espiritual, bebiendo. Otros, como vi aquí en mi barrio hace una semanas, se emborrachan, bailan, ríen, pierden el sentido, la compostura. Necesitan olvidar. 

En la barra de un bar, una vieja bodega restaurada por unos argentinos afincados hace más de una década en el Raval, en este local para gente del barrio, rodeada, como si fuera un campamento romano en la Germania, por bares de pinchos a precios turísticos, un cuarentón de la vieja escuela, un gay que ha vivido lo suyo y más, conversa con una pareja de amigos, rockeros de esos que nunca mueren. 

"-Iba desnudo por la playa. Fue el último. Después aprovecharon para cambiar la normativa". 

"-Lo hacían en los matorrales, ahí arriba, ya sabes... -Hace mucho que no voy... Sé de un amigo que tenía su coche aparcado y, claro, se los encontraba todas las noches... Aquí tenemos muchas historias que contar..."

Uno no hace más que esquivar muchas obras en la calle; obras y obras para hacer de Barcelona una ciudad limpia en la que los inversores multinacionales se dejen mucho dinero. 

Aprovechando esta visita me he puesto a leer dos ensayos: Metamorfosis urbana en el capitalismo-crisis de Francisco Quintana y La derrota de Occidente de Emmanuel Todd.

El primero es un análisis económico del modelo urbano que el neoliberalismo ha implantado. El segundo, más anárquico, al menos, te muestra una realidad geoestratégica bastante diferente a la que los medios de comunicación nos ofrecen. Nos revelan ambos que no es Trump ni la ultraderecha el verdadero peligro, sino un modelo sistémico en el que todos colaboran y que nos conduce al desastre; democracias e información controlada por los grandes fondos de inversiones y los oligopolios que, a su vez, es propietaria de miles de viviendas. Privatizaciones, más o menos consentidas, incluso, en la construcción de vivienda social, un señuelo para ocultar su escasa presencia y los beneficios que, bajo el paraguas de lo público, estas empresas privadas adquieren. Deudas e hipotecas para la gran mayoría. Precios desorbitados de los alquileres. Si el fascismo llega al poder, es porque facilita el dominio del capital. Tenga el nombre que tenga, o la apariencia que nos presenten en las elecciones, los que mueven los hilos son otros: el mercado manda. 

¿Cuál podría ser la respuesta? No lo sé. Por lo menos, desconfiar de todo, como haría Descartes. Y a partir del cogito, ergo sum, que cada paso que des en comprender la realidad que te rodea evites los prejuicios firmemente instalados desde el poder o por la costumbre. También en tu vida diaria. ¿En tu trabajo -en mi caso, en las aulas-, en el día a día, no encontramos las mismas pautas? Otros deciden por nosotros; aceptamos los modelos legales o más sutiles y pensamos que podemos suavizarlos en decisiones cotidianas cuya capacidad de influencia es cada vez más limitada. 

La mañana que estuve en dos barrios obreros -uno de ellos, St Andreu- me sentí mejor. Lo que veía era más reconocible; se asemejaba a Vallecas o Moratalaz. Los mismos edificios construidos en los setenta, una dinámica parecida, una lengua que reconocía... Pude reconciliarme ese día con una Barcelona que he empezado a detestar. Todavía en esos barrios puedes encontrar un antiguo cine okupado, en el que se proyectan películas: Cineteka, mientras tres mujeres latinoamericanas, que rondaban los cincuenta años, esperaban, al lado del edificio, una cita con la oficina de empleo, a unos metros. Mientras el banco y el fondo buitre no se interesen por él... 

Quizá en esta Cineteka alternativa se animen algún día a proyectar Ellos viven de Carpenter, una película anticapitalista, divertida, anarquista, política, heterodoxa. Los banqueros, los policías y una parte muy importante de la población, una clase media privilegiada, son seres extraterrestres que se ocultan bajo nuestra apariencia, y cuyo objetivo es destruir el planeta, explotarlo, mientras los más pobres viven en las peores condiciones. Detrás de la publicidad y los medios de comunicación están mensajes del tipo: obedece, consume, no pienses... Solo necesitas unas gafas negras para verlo. Matrix y sus pastillas se quedaban en la superficie. No iba mal encaminado este Carpenter. Es mejor que cualquier panfleto o discurso. Y nos dice, entreteniendonos, qué mundo tenemos en realidad. 

Edurne Portela y José Ovejero han publicado un libro, escrito a duo, Una belleza terrible, que gira alrededor de la figura de Raymond Molinier, trotskista convencido, y algunas de sus mujeres. Formaron parte de una generación que creía en la revolución; primero, en Europa; después, en Latinoamérica. Perdieron. Eso sí, al menos, lucharon. En cambio, parece como si nosotros ya nos hubiéramos rendido... 

Los dos ensayos plantean una crisis en Occidente. Cuando visitas las grandes ciudades y observas colas para subirse a un autobús turístico, para entrar en los museos; terrazas llenas, centros comerciales abarrotados. Dudas si realmente el capitalismo tiene los pies de barro como predicen estos expertos. Y, aunque llegara una gran recesión, o perdiéramos la guerra comercial con China o militar contra Rusia, y bajo la alfombra y la apariencia, haya, en realidad, hipotecas, deudas que hagan explotar las burbujas y las diferentes representaciones, ¿no es lícito pensar en la confianza del modelo depredador, que es insaciable, y que concebirá nuevos recursos, como siempre ha hecho, para salvarse?

¿El clima, los recursos limitados del planeta? No importa; se necesitan décadas para que nos afecte. Para entonces habrá otros planetas a nuestra disposición y para nuestra explotación sistemática. Si hemos sobrevivido.

Un indigente toca un piano, bien afinado, en Plaza de Cataluña. Las colas para subirse al autobús turístico dan la vuelta. Los policías municipales toman su café mañanero en una franquicia. No toca mal el piano este hombre... 

Continúa el rodaje de la serie. Parece una discusión a la puerta del bar. Han puesto los de producción un poco de basura desperdigada en la calle para que así sea más creíble. Mossos de escuadra cuidando que nada ocurra fuera del guion. Turistas que hacen las fotos de rigor. Currantes pakistaníes ocupados en sus tareas diarias, trasladan mercancía u objetos de segunda mano de un comercio a otro; pasa a toda velocidad un joven con la bicicleta y una mochila repleta de comida rápida. La ayudante de producción pronuncia las palabras mágicas. 

Se rueda. Acción. 



sábado, 1 de marzo de 2025

CAUSAS VERDADERAS Y PRETEXTOS

 

"... Efectivamente la CAUSA más verdadera (aunque la menos aclarada por lo que se ha contado) es, según creo, que los atenienses, al acrecentar su poderío y provocar miedo a los Lacedemonios, les obligaron a entrar en guerra. En cambio, los PRETEXTOS que se hicieron públicamente fueron los siguientes... " 

                                                                   Historia de la Guerra del Peloponeso, I, 23 Tucídides. 


PRETEXTO: Trump humilla a Zelenski en la Casa Oval. Europa apoya a Zelisnky: No estás solo. Queremos una paz justa.

CAUSA VERDADERA: La guerra de Ucrania no es una prioridad para la administración republicana. Los intereses armamentísticos dependían de la administración demócrata. El objetivo de Trump es otro: la guerra comercial con China. Zelensky sobra y será eliminado o apartado muy pronto. Europa queda en una situación difícil; si incrementa el gasto militar, se hipotecará aún más a los intereses de las dos grandes potencias: China y Estados Unidos. El error de haber roto todos los puentes comerciales con Rusia, le deja con muy pocas salidas. 

PRETEXTO: Los BRICS como coalición de las potencias medianas.

CAUSA VERDADERA: Los BRICS, amparados por China, se han convertido en un elemento clave en la geoestrategia mundial. Países como la India o Brasil, que se situaron como una tercera vía en la guerra de Ucrania, serán decisivos para las futuras guerras comerciales que se avecinan. China y Rusia controlan recursos claves en países latinoamericanos y africanos. Estados Unidos busca recuperar esos recursos y eso explica las presiones a Panama, la guerra del Congo o el apoyo a Israel sin condiciones. Por otro lado, Trump espera llegar a un acuerdo con Putin y Rusia para romper la alianza que esta mantiene con China. Europa, completamente perdida, debe elegir a un socio: Estados Unidos o China. Y su posición será de dependencia absoluta. Quienes deciden ahora son otros. 

PRETEXTO: Israel y Hamas incumplen el acuerdo de paz.

CAUSA VERDADERA: La eliminación de Palestina es un objetivo clave para Israel y Estados Unidos. Si África y parte de Latinoamérica han quedado bajo la influencia de China y otros como Chile, Argentina o Colombia aún están bajo el paraguas de Estados Unidos y totalmente hipotecados al FMI, el control total de Oriente Medio -eliminado el aliado ruso de Siria- le permitiría situar a Irán en el punto de mira, lo que influiría de manera indirecta en la India y Pakistan, que son potencias que se mueven entre los dos gigantes económicos. Tampoco olvidemos el papel de Turquía con lazos fuertes tanto con Estados Unidos como con Rusia. 

PRETEXTO: Se ha de incrementar el gasto militar para defendernos de posibles ataques.

CAUSA VERDADERA: Los intereses de ciertas empresas y multinacionales alimentan el gasto militar; además, el objetivo a largo plazo será el control de los recursos y su explotación sistemática, vengan estos de Ucrania, África o Latinoamérica. Para que ese control, amparado por ejércitos bien alimentados, sea eficiente se buscarán gobiernos títeres o se alentarán golpes de estado en aquellos países cuyos gobiernos no colaboren, como siempre se ha hecho (ejemplos actuales: en Perú Boluarte se mantiene en el poder sin dificultades; en Venezuela no ha funcionado aún porque el gobierno bolivariano tiene un fuerte apoyo popular y del ejército; en el Congo, Ruanda actúa como catalizador interno de los conflictos; no hay que olvidar que el Maidán fue un golpe de estado amparado por Estados Unidos, origen real de la guerra de Ucrania).

PRETEXTO: Se debe controlar el flujo de inmigrantes para evitar males mayores: terrorismo, delincuencia, conflictividad.

CAUSA VERDADERA: Si continúa la explotación de los recursos y el deterioro medioambiental en los países africanos y latinoamericanos y asiáticos, la inmigración a los países más ricos aumentará. Eso obligará a incrementar el gasto policial y militar y a crear "campos de concentración" donde mantener de manera provisional o permanente este flujo continuo -en Albania Italia con el permiso de Europa ha empezado a ensayar este sistema-. Es difícil saber si se respetarán derechos fundamentales en estos espacios que seguramente estarán fuera de la legalidad internacional. El terrorismo -financiado directa o indirectamente por las grandes potencias- servirá como excusa para incrementar esos gastos y aumentar la represión y el control de los medios de información que ya desde hace mucho son instrumentos propagandísticos.

PRETEXTO: Todos debemos proteger el medio ambiente y tomar medidas para no acelerar el cambio climático.

CAUSA VERDADERA: El capitalismo es tal vez el mayor enemigo del medio ambiente. Para salvar la Tierra a medio y largo plazo sería necesario controlar su capacidad devoradora. Sin embargo, no parece que la naturaleza humana, el egoísmo individual y colectivo, sea capaz de detenerlo y amansarlo. Y la Tierra, a su manera, con inundaciones, sequías, enfermedades se está defendiendo de su mayor enemigo: el ser humano. 

PRETEXTO: Abogamos por la democracia, los derechos humanos, la justicia... etcétera... 

CAUSA VERDADERA: La economía, idiota, la economía... 


viernes, 7 de junio de 2024

SOPHIE SCHOLL Y ENEMIGOS DE HITLER

 

Enemigos de Hitler es una obra peculiar. Tendríamos que situarla en el género ensayístico e histórico, aunque también encontremos en ella reflexiones filosóficas y políticas. En más de 400 páginas el autor nos cuenta de manera extensa y pormenorizada quiénes fueron y qué hicieron los integrantes de La Rosa Blanca, un grupo insurgente, combativo y pacifista que desarrolló sus acciones en Munich durante el régimen nazi desde junio del 1942 hasta febrero del 1943, un mes después del final de la matanza de Stalingrado.

Es imposible no empatizar con unas personas así, no considerarlas héroes. Hicieron pintadas, divulgaron panfletos; ese fue su crimen. Fueron juzgados en dos horas; ejecutados, tres horas después. Guillermo García Domingo, su autor, tras años de investigación ha conseguido una obra muy completa. Si alguien quiere saber de estos jóvenes en lengua española deberá leerla.

No me disgusta la comparación que elige Guillermo con Campanilla, el capitán Garfio y Peter Pan; encaja bien, aunque, en su parte final muestre costuras. El autor, además, -y ese es su mayor acierto- dedica un espacio -el que merecen- a todos los personajes de esta historia, pero, sobre todo, queda claro que considera a Hans, el hermano de Sophie, el verdadero líder del grupo. Nos descubre a otros muchos que también arriesgaron y, al final, perdieron la vida, luchando por lo que consideraban justo. 

Solo veo unos cuantos defectos, muy pocos. 

El primero son varias erratas, escasas, que podrían solucionarse en una segunda edición, si tiene la posibilidad de hacerse. Las otras dos me parecen más importantes. 

Por un lado, la idea de incluir escenas ficticias con personajes más o menos inventados, que aparecen a lo largo de la narración, no es un gran acierto. Entiendo la intención del autor, pero pienso que no aportan nada a la trama ni a la historia que nos está contando; tampoco logran emocionarme. Son pocas páginas, es cierto, pero no me interesan. 

Por otro lado, en las últimas páginas el autor se deja llevar por una pasión muy comprensible, que, de alguna manera, se había ido construyendo desde el principio. De la mano de Guillermo García Domingo estas personas de carne y hueso se convierten en héroes frente a los villanos que representan los nazis. Sin embargo, todos, unos y otros, fueron también seres reales, con sombras y contradicciones. Y estas desaparecen casi del todo frente al malvado Capitán Garfio-Hitler. Es como si la seriedad histórica hubiera dado paso a la emoción de un cuento infantil, al simplista buenos contra malos. Y no me convence ese giro final.

Mi sensación es que algunos de los integrantes de la Rosa Blanca seguramente con el paso del tiempo y, si hubieran podido, habrían cometido acciones violentas. Tal vez no Sophie, pero en el caso de Hans y algunos de sus compañeros ese hubiera sido el siguiente paso. El autor lo soslaya -aunque es consciente de que pudiera haber sucedido, ya que otros sí eligieron ese camino-, como también intenta explicar la última decisión tomada, completamente absurda, que supuso la desarticulación del grupo. Fue un gran error; puede justificarse y así lo hace. Desde esa perspectiva hay algo de un último juego de ruleta que salió mal o del Destino... Pero el destino les convierte en dioses o héroes; el juego de ruleta en seres humanos... Me parece una equivocación elegir el primer camino y no el segundo, mucho más crítico, ya que esa decisión condenó a muerte no sólo a ellos mismos, sino también a sus compañeros. 

Por ejemplo, aunque los admiremos -porque fueron muy pocos los que dieron ese paso-, muchos se preguntan por qué tardaron tanto en reaccionar, por qué solo comenzaron a enfrentarse al régimen cuando este empezaba a perder la guerra. El autor asegura que sus acciones, aunque fueran silenciosas o simbólicas, ya se producían desde el 38, que el nazismo supo utilizar mecanismos -la pedagogía negra, tan bien reflejada en la película de Haneke, La cinta blanca-, 

que bloquearon el impulso rebelde de la juventud alemana. Y que sólo cuando la guerra fue insoportable -bombardeos, derrotas- tomaron conciencia y salieron de su espacio seguro y confortable. En parte, comparto esta argumentación. Se necesita madurez y reflexión -de ahí su pasión por los libros y la filosofía- para ser libre. Aún así, fue demasiado tarde y habría que haberlo dicho. 

Son pequeños detalles en una obra muy digna y que merece ser leída. 

Hace dos décadas se estrenó Sophie Scholl. Recuerdo que me gustó, pero había olvidado casi toda la película. Así que hoy he decidido volver a verla. Aquí está completa. 

Sin duda, deja un poso. Sigue fielmente todos los documentos del careo con el funcionario policía Mohr y el juicio farsa y los testimonios de las personas que los conocieron o les trataron durante esos días. 

El gran acierto de la película es no solo centrarse en esos últimos momentos, desde su última acción fallida hasta su ejecución, sino también elegir un único punto de vista: Sophie.

Si en el libro los detalles -cartas, las hojas que escribieron, los recuerdos de familiares y amigos- y las reflexiones del autor nos ayudan a comprenderlos, a entender por qué actuaron así, en cambio, la película -sintetizando en dos horas cientos y cientos de documentos- nos acerca a una mujer valiente y decidida, nos la sitúa en primer plano. Nos emociona su valor, su grandeza, su fuerza de ánimo. No dudo de que, aunque haya sido de manera inconsciente y recordándola, Guillermo ha puesto algo de ese tono que vislumbramos en la película.

La parte discursiva funciona, aunque es cierto que se podría haber prescindido de ella. El director elige que sea Mohr quien se convierta en el oponente de Sophie; humaniza al investigador que trabaja para el fascismo, que considera que la ley está por encima de todo. Sophie, sin embargo, piensa que nuestra conciencia no puede someterse a una ley injusta. Ahí está hablando Sócrates, como bien apunta Guillermo Domingo en su ensayo.

El juicio fue una farsa, una de las más lamentables que se hayan visto en un tribunal de justicia. Sigue al pie de la letra los documentos conservados. La cobardía de la mayoría, el fanatismo de un juez que humilla a quien no puede defenderse, el miedo de un padre de familia que quiere sobrevivir, la dignidad de los dos hermanos. 

Hay una imagen que se repite en todo el metraje. Sophie mira al cielo, un cielo que nunca volverá a ver. Una y otra vez, como una obsesión, lleva a cabo ese gesto sencillo. El cielo puede representar a Dios -casi todos eran creyentes-, pero también la libertad y el deseo de vivir. 

Escribí hace más de quince años en una primera novela un texto -siempre me pareció un buen final- en el que la protagonista, una Ana Frank, entre inventada y soñada, miraba al cielo en un viaje en tren que les llevaba al centro de internamiento, el primer paso antes de ser enviados a Auschwitz. Es un recuerdo de su padre que él mismo transcribió en sus memorias. A esa novela fallida, como tantas otras que he escrito, la llamé El cielo azul. 

"...Entraron en el vagón; se pusieron en la parte más cercana a la salida. Ana se sentó junto a la ventanilla; fuera, hacía calor... Cuando quiso abrirla, no pudo.

Otto, su padre, pidió permiso con un gesto al guardia que tenían asignado en el vagón; este se lo dio. Otto se levantó y consiguió forzar el cierre.

El tren se alejaba de Ámsterdam, de las gaviotas, del mar. Aunque parecía una excursión, todos sabían que les esperaba seguramente la muerte... Estaban en silencio.

Sin embargo, en ese momento, Ana disfrutaba del paisaje, observaba todo lo que le rodeaba con una sonrisa.

Los campos de trigo aún no se habían secado... Ana respiraba el aire fresco, disfrutaba del cosquilleo del sol en la cara. 

Una ligera brisa agitaba su pelo y el cielo, sin nubes, era azul... 

Esta Ana Frank podría ser Sophie Scholl. 

El final de la película también se abre a la esperanza. "No todo fue en vano", pero, de manera muy acertada, -al contrario que la opción elegida por Guillermo que considera que la Europa de los mercaderes fue el triunfo de estos jóvenes; algo muy discutible- el final no es ese. 

Las ejecuciones de los tres, Sophie, su hermano Hans y Probst, se nos cuenta de la manera que se debe contar: seca, dura, sobria. Si algo se aprende de los clásicos, como el No matarás de Kieslowski, es eso. La ejecución en la penúltima secuencia de esta película del director polaco es perfecta. 

También lo es la de Sophie Scholl. Dos planos, la última mirada de Sophie bajo la guillotina, un fundido en negro. Y con la pantalla en negro se escucha la caída de la guillotina; después, la llegada de Hans, su grito de libertad, cae de nuevo la guillotina; la llegada de Probst, cae de nuevo la guillotina. Silencio absoluto. 

¿Y si tuviéramos que defender nuestros derechos fundamentales frente a leyes que los pisotean? Tal vez no estemos tan lejos. Necesitaríamos a gente como Sophie Scholl que antepusiera su conciencia, su vida a todo lo demás. 

Sin ellos no habría humanidad; seríamos un desierto desolador. 

Gracias a ellos, mereceremos estar vivos. 

sábado, 7 de octubre de 2023

O CORNO Y LAS OTRAS VÍCTIMAS

 


Hay temas que pocos se animan a tratar. Hasta hace poco el aborto clandestino fue uno de ellos. La tortura es otro. ¿Quién se atrevería a hacer una película de ficción donde viéramos a policías o guardias civiles torturando? Y eso ha sucedido en este país. De manera sistemática y estructural, al menos, hasta los años noventa. 

Pilar Miró en El crimen de Cuenca situó la acción a principios del siglo pasado. Solo eran un par de minutos de torturas. Aún así, secuestraron su película y tuvo que pasar por los juzgados. Algunos documentales -vascos y catalanes- lo han intentando. Por supuesto, han recibido escasa difusión. Y si alguno llegara a las grandes pantallas, la presión mediática de las grandes asociaciones de víctimas del terrorismo lo condenaría. 

Recuerdo sólo una miniserie muy reciente de Barroso, donde uno de los personajes era Meliton Manzanas; el tratamiento, suavizado y justificativo, daba, en mi opinión, vergüenza ajena. Y, con todo, Covite protestó y puso una cruz a la serie, porque otro de los personajes, Etxebarria, el primer muerto integrante de ETA, había sido humanizado. 

Pero la autocensura actualmente es más sutil de lo que pensamos. Si alguien escribe sobre la amnistía en el País -ayer mismo, sin ir más lejos-, pone ejemplos en Chile o Gran Bretaña, pero no se atreve a decir que aquí en 1977 miles de policías fueron perdonados y que a otros muchos no solo se les indultó, sino que incluso se les condecoró. Hay miles de víctimas de segunda o de tercera olvidadas.

Un alto cargo de la judicatura habló ayer de igualdad ante la ley. No sé si la palabra hipócrita le podría definir. A veces me pregunto si hay libertad cuando muchos no se atreven a decir determinadas cosas, porque eso les podría dejar sin trabajo y sin medios de subsistencia. Las democracias modernas no siempre son tan modélicas como pretenden hacernos creer. China y Rusia son menos sutiles, pero Europa y Estados Unidos también saben controlar a sus ciudadanos.

Las otras víctimas: la violencia policial durante la Transición de David Ballester es un estudio serio y concienzudo que merecería ser más difundido. Poca gente sabe que hubo, al menos, más de 150 muertos, ya fuera por "gatillo fácil", en manifestaciones o dependencias policiales en el periodo 1975-1982. 

En este enlace, podemos leer sus historias. Vale la pena dedicarles un poco de nuestro tiempo para conocerlos, para no olvidarlos. 

La tortura, como bien explica el autor, se extendió durante mucho más tiempo. No hubo limpieza ni depuración ni intención de hacerla en los cuerpos de la Benemérita o la Policía Nacional. No parece que importe demasiado. Esa Transición modélica tuvo muchos muertos que, como los de las cunetas de la guerra civil, se esconden bajo la alfombra. Quien manipula la Historia, construye el futuro con pies de barro.

Mientras esperamos una película directa y atractiva sobre la tortura de alguien valiente o de un "suicida", sí tenemos en los últimos años el tratamiento del aborto clandestino. Fuera de nuestras fronteras gran número de escritoras han tratado el tema desde diferentes perspectivas. Recuerdo, sin ir más lejos, la reciente premio Nobel de Literatura, Annie Ernaux, en su libro El acontecimiento. Muchas han escrito sobre esa experiencia. El aborto era peligroso, te podía costar la vida, pero existía, aunque se ocultara. 

Jaione Camborda ha situado su historia en 1971, a las puertas de la Transición. Silvia Munt, el año pasado, en Las buenas compañías, también ponía el foco en sus consecuencias. 

Por cierto, dejo claro que ahora mismo el cine español más interesante llega del País Vasco, Galicia o Cataluña y se rueda en gallego, euskera o catalán. El resto del panorama es desolador. O grandes producciones o películas de género -necesarias para la industria, rodadas profesionalmente, pero previsibles-. El cine que busca otros caminos llega de la periferia. 


Así que tenemos la segunda película de Jaione, que ha conseguido la Concha de Oro en San Sebastian. Se estrenará en unos días. Vale la pena verla, aunque pondré algunos peros. 

Jaione Camborda no ha nacido de la nada. Lleva trabajando en esto mucho tiempo. Ha sido diseñadora de producción y directora de arte antes de ponerse a escribir y dirigir sus películas. En Arima, su primer largometraje, asistíamos a un protagonismo coral. El estilo que le caracteriza -diálogos breves y concisos, personajes femeninos en un entorno rural, cierta frialdad o distanciamiento estético que oculta pasiones y emociones intensas-, ya aparece en esta opera prima. 

Los primeros diez minutos, que han despertado cierta controversia, no son para tanto. Me explico. Asistimos a un parto en tiempo real. Al menos, a su última parte. Se centra en el dolor y, sí, es muy físico y animal. Sin embargo, pocos han visto una película japonesa de un director de la nueva ola rodada en la década de los setenta, Kazuo Hara, Extreme private Eros: love song. Es una obra irregular, pero es imposible de olvidar el parto de su mujer. Mucho más realista que el de O corno. Vemos la sangre, el niño saliendo de la vagina. Literalmente. Jaione es más sutil. 

Incomoda el aborto, por supuesto, donde también apuesta por la fisicidad, aunque, al final, nos regale una imagen hermosa en su simplicidad; lírica, en su sentido más amplio: dos gotas de sangre. 

Hay una mirada, como no podía ser de otra manera, al placer femenino, un par de escenas más tarde. Ya tenemos todo: nacimiento, muerte y sexo. Sí, hay esa necesidad de querer contar todas las experiencias de una mujer -partera, abortera, libre sexualmente-, en muy poco tiempo. ¿Forzado? Podría ser, aunque no se nota mucho, mientras lo ves.

No hay interés por desarrollar personajes masculinos. Los que hay son sólo estereotipos, figuras externas: el marido de la mujer que pare y el padre de la que aborta, el amante, el contrabandista, el barquero, el propietario de una finca. No los necesitamos o no se atreve a darles más entidad. Es una elección. 

Tenemos después la historia de una huida. 

Quizá todo es previsible. Sabes perfectamente qué va a ocurrir. Lo importante, no obstante, es cómo se cuenta. 

Y aquí debo objetar que O corno podría haber sido más experimental. Jaione quiere un público -nunca será el gran público, pero necesita llegar, al menos, a las salas de cine- y pienso que no se atreve a romper completamente la baraja. Construye una historia sencilla, centrada en un solo personaje -este único punto de vista solo se aparta en tres ocasiones, y muy brevemente, con la chica joven que aborta, la familia que vive del contrabando en la frontera y la prostituta portuguesa, que la acoge en la parte final del metraje- y apostando por un tratamiento formal medido y casi documental. Sin embargo, en cada una de las escenas, siempre podría haber ido más lejos. Si lo hubiera hecho, es cierto, muy poca gente lo hubiera visto. Entiendo que, como hizo Erice, solo el cortometraje te permite esa libertad. 

El final, el último plano, me sobra. Reitera una idea que ya quedaba clara en el plano anterior, mucho más hermoso y sutil, pero también entiendo que quiera cerrar su historia de manera circular. 

En realidad, lo que me gusta más de O corno es que es una promesa. La promesa de un cine diferente. Espero que Jaione nunca busque al gran público. Su mirada, íntima, sensible, personal no debería hacerlo. El tiempo nos dirá. 



viernes, 25 de agosto de 2023

VIVIMOS EN UNA GRAN FARSA

 


Mientras escuchaba el discurso de Rubiales pensé que me encontraba en el comienzo de una campaña electoral. ¿Vox le fichará para las próximas elecciones? Sin embargo, había algo en su defensa lamentable, surrealista, absurda, suicida que me resultó familiar. 

A Trump en EEUU le han hecho una fotografía policial; podría ser perfectamente un cartel electoral. Tiene fuerza, garra... Y le dará votos. 

Putin -que en esto es más clásico-, ha eliminado físicamente al jefe de Wagner. Eso dicen los ucranianos y sus amigos americanos. Es posible. Otros utilizan los medios de comunicación y las campañas de desprestigio; las democracias deben aparentar legalidad, aunque el objetivo sea el mismo. Mientras alimentan una guerra que solo favorece a las grandes empresas armamentísticas. Y preparan otra guerra en África. Y quizá otra, con más tiempo, cerca de Taiwan...

Estas han sido las tres noticias en los medios de comunicación generalistas. Y el planteamiento ha sido el mismo. Nosotros representamos los grandes valores; ellos -Rubiales, Trump, Putin- el pasado y el mal. Una gran farsa, pero nadie parece verla... Ahora recuerdo porqué me niego a ver informativos desde hace años... 

Hubo aspectos en el discurso de Rubiales que me parecieron curiosos. Que Vilda, el entrenador de la selección femenina, le apoyara no me sorprendió. Fueron y son uña y carne. Que le suba el sueldo, tampoco. Que algunas mujeres -entre ellas, todo el equipo técnico-, estuvieran allí y aplaudieran -es cierto que con caras largas- me dejó pensativo. Que Rubiales le prometiera a una de ellas, la segunda en el banquillo, el puesto de directora deportiva nadie lo mencionará. Que sus hijas le apoyaran, también me dio que pensar.

La campaña de desprestigio de medios de comunicación con "intereses económicos y empresariales". Rubiales olvida que hace un año esos mismos medios "desprestigiaron" a las jugadoras. Tuvieron que humillarse y pedir perdón, porque las dejaron solas. Y ahora van a por él... Pero Rubiales es como Trump; se rebela contra el que le permitió llegar tan alto.

Nadie se pregunta porque tipos como Rubiales, Trump o Bolsonaro -todos hombres y machistas, ¡quién lo duda!- llegan al poder. Podría incluir a Zelensky, pero a esta le quedan todavía unos cuantos telediarios... Y porque los mismos que los auparon, luego deciden quitarlos de en medio. Y les cuesta; con Trump, para eliminarlo y poner un títere en su lugar: sea Biden u otro, necesitarán muchos juicios. Putin sigue la larga tradición de los Césares; y no le va mal. Otros han de ocultarlo con grandes farsas. 

Sí, en ese aspecto sí tiene razón Rubiales. El machismo es el dedo que señala la luna. La luna, los intereses económicos, nadie los mencionará en esos medios de comunicación que dirigen lo que debemos pensar y cómo debemos hacerlo. 

Que nadie se engañe. Detrás de todo esto no está la violencia contra las mujeres, ni la defensa de la democracia, ni la legalidad, ni los valores, ni un valiente Rubiales que luchará contra la injusticia. 

¡Una mierda!

Detrás de esto solo está el jodido dinero. 



sábado, 27 de mayo de 2023

¿RESISTIR O LUCHAR? ENEAS Y PASOLINI

 


"Esta huelga es inútil".

Sí, es probable que lo fuera. Una huelga por la Sanidad y la Educación pública. Es probable que todas, incluso las más combativas -semanas y meses, como las de antes- puedan serlo, pero estoy seguro de que es mucho más inútil votar. Solo hace falta escuchar a todos los políticos -desde la derecha de Vox a la socialdemocracia suavizada de Más Madrid o Podemos- en las noches electorales. Empiezan su discurso felicitándose por la "alta participación". Esa alta participación es la que consolida el sistema y la corrupción institucional, la que sostiene a los que mueven los hilos de verdad. Votar es mucho más inútil. 

"Son muy jóvenes".

No añadí que también me parecían pijas y con sonrisa Profident. Ocurrió este miércoles. Iba a comenzar la presentación de un nuevo libro de Marcolongo: El arte de resistir. Lo que nos puede enseñar la Eneida. La acompañaba la autora de El infinito en un junco, Irene Vallejo. Nada que objetar a su discurso principal: hay que defender lo clásico. Han conseguido que se las escuche en una sociedad pragmática, superficial y que busca el beneficio económico; así que, claro, tienen mi comprensión y apoyo. Hay que abogar por lo que muchos -la gran mayoría- considera inútil: sea una huelga o una obra de Platón. Pero, desde el principio, dos detalles me chirriaron.

El primero, sin duda, fue su tono amable y almibarado. No tanto hacia Eneas -sí, se resaltaron sus virtudes y se buscó ocultar los defectos del personaje y de la obra de Virgilio, atreviéndose a criticar veladamente a Homero, Aquiles y Ulises (¡oh, cuánto atrevimiento!) y a alabar al gran Augusto, el que apoyó a Virgilio para escribir la Eneida, comparándolo con los políticos actuales (al menos, Augusto exilió a Ovidio; los de ahora, como mucho, les quitan las subvenciones)-, sino, más bien, cuando intentaron establecer una relación con la actualidad. El discurso evitaba entrar en conflicto, mostraba la situación de minusvaloración de las Humanidades, pero no criticaba el capitalismo o sí, lo hacía, pero con tiento. Apareció la guerra de Ucrania, pero no profundizaron demasiado; no vaya a ser que alguien se enfade... 

Y es que, -y este es el segundo aspecto- estoy se hacía en una sala de la Fundación Telefónica con cámaras que cuestan miles de euros y dos impresionantes pantallas croma. ¿Una cultura elitista? Sí, aquí no veremos a ciudadanos que trabajan más de doce horas al día o a mileuristas puteados y sin derecho efectivo a huelga -¡atrévete a hacerlo, machote!- o a delincuentes que sobreviven, trapicheando. Tampoco verás a deshauciados que se quedan en la calle ni a policías que golpean a manifestantes. Además, no puedes morder la mano que te da de comer. ¿Puede alguien que presente un libro allí -arrellanados en asientos amplios, como si estuviéramos en la clase Business de un avión- criticar este modelo económico brutal y despiadado sin ambages ni medias tintas o denunciar el gasto armamentístico en el que todas las grandes empresas de este país están implicadas o descubrir la propaganda que cada día nos aplasta? No, se le acusaría de hacer política. ¿Y no es eso lo que hacían Sócrates y Tucídides, Tácito y Cicerón?

Al final, eché de menos a Dido y a Turno. Una, porque consideraría a Eneas un cobarde; el otro, porque fue eliminado para que Roma fuera grande y eterna, como tantos otros pueblos y culturas. Todo eso no lo mencionaron estas dos mujeres jóvenes, sobradamente preparadas y también, ¿por qué no decirlo? conformistas -vender muchos libros también te obliga a no decir determinadas cosas-. 

Me faltó también Pasolini, un Pasolini intelectual crítico e independiente que denunciara a aquellos que mueven los hilos o a los que apuntalan los negocios de otros. Pero a estos sitios nunca serán invitados. Han sido apartados o eliminados. Vilipendiados, denigrados, olvidados. Ya no existen. 

Sí, lo admito, hemos perdido. ¿Resistir como Eneas? ¿O luchar inútilmente?

La derrota y lo inútil, sí. Y también, la lucha y el compromiso. 

¿Qué nos queda, pues?



jueves, 7 de julio de 2022

NADAL, FERLOSIO, EL CAPITALISMO Y LA LIBERTAD

 


En un artículo de opinión publicado en El País el 31 de mayo de 1997, Ferlosio, el escritor del Jarama, el testimonio de Yarfoz o Non olet decía lo siguiente:

"...Creo que hay otro factor más profundo y relevante para que los Estados democráticos fomenten el culto y el cultivo del deporte agónico de masas: su valor pedagógico para la educación moral y para las exigencias de adaptación social que mejor se adecuan al liberalismo y a la economía de mercado..."

Y más adelante:

"...y (esa mentalidad agonista) que el deporte enseña y alimenta ocupa un lugar central entre las capacidades que hacen triunfar al individuo en el mercado de libre competencia..."

las cuales enumera ampliamente al final de ese mismo párrafo:

"retahíla de virtudes: la voluntad de autoafirmación y autorrealización, el afán de superación, la aspiración a la excelencia, el ardor competitivo, el amor por el trabajo, el espíritu de sacrificio, la impavidez y resistencia ante el esfuerzo y el dolor... todas ellas, en fin, simples perversiones funcionales comunes a las culturas helénica y cristiana o tomadas la una de la otra..."

A estas se ha añadido de manera tangencial -en el caso que nos ocupa, el de Nadal-, un sentimiento de identidad nacional, el de un españolismo simplista y popular, más artificial de lo que aparenta, que encaja perfectamente con la necesidad de un Estado, cualquiera que sea, de encontrar referentes para consolidar su ideología e intereses. 

Cualquiera se preguntaría cuáles pueden ser esos intereses. Algunos podemos contemplarlos en la imagen que encabeza esta entrada. Nadal es un producto que vende en una economía de mercado; es difícil saber si, cuando deje el tenis -las lesiones tarde o temprano, a pesar de su calidad y resistencia, le obligarán a hacerlo y como bien dice un amigo "el autosacrificio demencial al que además se está sometiendo es un estupendo símbolo del neoliberalismo actual: se acelera la marcha, aunque nos lleve al desastre por no saber parar"-, elegirá los negocios o la política, pero su futuro parece llevarle, elija el camino que elija, hacia una élite de poder que no sólo ahora le proporciona cuantiosos beneficios, sino que, además, incrementa los de sus empresas patrocinadoras. El nacionalismo español no deja de ser un añadido, una motivación emocional que atrae a posibles compradores y clientes. 

Vuelvo a Ferlosio, al escritor, no al cantautor, aunque en este último también podíamos encontrar reflexiones parecidas, más ingenuas, líricas o combativas. ¿No podemos interpretar así -es mi interpretación, no la que el propio Chicho tuviera en principio al escribirla, aunque no creo que estuviera en desacuerdo con ella, si estuviera vivo- su conocido Gallo negro, gallo rojo? 

"El gallo negro era grande, pero el rojo era valiente"


Decía Rafael, su hermano, en uno de sus pecios:

"Llenando el lugar vacío de la impotencia, el hastío y el nihilismo, el deporte es desde siempre lo que más cabalmente cumple la función primaria de toda cultura como instrumento de control social".

Y esto me lleva a la libertad. ¿Somos libres? Dicen que hay libertad de elección: está el liberalismo económico -podemos comprar y vender sin límites- y las democracias -podemos votar y elegir a nuestros representantes- o la educación y la sanidad -podemos ir a la escuela o a la sanidad pública o, mejor, si tienes dinero, a la concertada o la privada-. Eso nos aseguran en los grandes medios.

"Suelo decir que no sé lo que es la libertad, pero como en muchas otras cosas el argumento más sólido que tengo no es más que una alegoría: la de las cuerdas de la marioneta: cuantas más, más libertad". 

Apariencia de libertad, deberíamos decir. Y ambos Ferlosios eran muy conscientes. 

lunes, 4 de julio de 2022

EL CAPITALISMO Y LA GUERRA: EL CONTROL DE LOS RECURSOS



Estoy leyendo los ensayos de Rafael Sánchez Ferlosio; él pensaba que era lo mejor que había escrito.

"El capitalismo lo destruye todo; por dentro y por fuera. El final no vendrá por una guerra, sino por una catástrofe económico-ecológica. El mundo no va a sobrevivir..."

Sin embargo, el capitalismo necesita de las guerras; es su forma de regenerarse. O tal vez sea una característica del ser humano. El control de los recursos -agua, petróleo, gas- se convierte en el motivo principal de todas. Sí, también puede haber otras razones: étnicas, sociales, geoestratégicas, políticas, emocionales, pero no dejan de ser justificaciones que los bandos enfrentados han propagado a diestro y siniestro desde el principio de los tiempos.

Hay quien compara la situación actual con la primera guerra mundial; es decir, hay un aumento del gasto armamentístico y ese excedente debe ser utilizado. ¿Serán guerras locales -India contra Pakistán, Taiwan contra China, Latinoamérica contra Estados Unidos, Corea del Sur contra el Norte, Ucrania contra Rusia-, como sucedió durante la guerra fría? ¿O decidirán que África y Oriente Medio se conviertan en los principales teatros de operaciones? ¿Habrá un enfrentamiento directo entre las grandes potencias? 

"La guerra es el momento de plenitud, de exaltación y euforia de los pueblos, de su autoafirmación y cumplimiento, pues es el antagonismo la raíz de toda identidad..."

¿Es una de las causas de estos preparativos el alto endeudamiento de algunos países -sobre todo, Europa- y los esbozos de una nueva crisis económica que ya se veía venir? ¿Es una forma de control social -ya se sabe, mientras tengamos un enemigo exterior o interior nadie se rebelará contra las medidas que tomemos, sean recortes de libertades, represión policial, subida de impuestos o la escalada de los precios de productos de primera necesidad o de la electricidad, el gas o el petróleo-? ¿Por eso Europa ha decidido someterse al "amigo americano"? ¿Las empresas de armamento y las de construcción -porque, ya se sabe, después de destruir hay que "reconstruir"- tienen intereses en esta escalada? ¿También las empresas tecnológicas desean esta guerra porque necesitan materiales como el litio?

Las dos grandes potencias -China y Estados Unidos- saben que el control de los recursos será decisivo para su supervivencia y desarrollo. ¿Dónde pondrán el límite? 

"... aquel en el que el bueno y el malo aparecen absolutizados y encarnados en figuras ontológicas..."

No importa el ecologismo ni la sostenibilidad. Son solo palabras que el capitalismo sabe usar, cuando le conviene. El capitalismo necesita el crecimiento indefinido, la explotación de los recursos ilimitada. Solo así sobrevive. Le queda bien hablar de consumo responsable; pero es voraz e insaciable. El ecologismo es una farsa que solo retrasará lo inevitable. 

No importa la Verdad; los medios de comunicación, controlados, decidirán qué es o no la realidad. La palabra se oculta, se deforma. Es difícil reconocer la mentira. La mayor parte de la población acepta la información que recibe; no la pone en duda.

"...las guerras no como conflictos de intereses, sino por su poder catártico, purificador y santificador..."

Por supuesto, los países pobres no importan. Nunca han importado. Seguirán siendo esquilmados, explotados. Y los que se acerquen a nuestros "paraísos" morirán ahogados, aplastados en las vallas, disparados en las fronteras... O serán explotados, si logran alcanzar las costas...

¿Somos seres inteligentes? 

El poder se viene concentrando cada vez más en otra parte, cada vez más lejos de ellos, y ellos -a semejanza de los grafistas que van embadurnando de infinitos letreros, tan consentidos como despreciados, las infinitas paredes marginales de los márgenes del mundo- no tienen ya nada que hacer ni que decir, como no sea anticipar con su estrépito inútil y vacío el fragor de la catástrofe". 

Antes del final, sin embargo, aún nos quedan refugios. 

Licet iacere modo sub antiqua ilice, modo in tenaci gramine.

¿Y después? 

"A la Humanidad, a la especie, que la den por saco"

La Tierra sobrevivirá sin nosotros; no nos echará de menos.

domingo, 26 de junio de 2022

AMOR FATI: HERZBERG Y "BIEN RESUELTO"

 


"Recuerdo un barracón del Altersheim desalojado a las bravas no por los nazis, sino por los prisioneros políticos, que arrojaban violentamente a ancianas moribundas desde lo alto de literas de tres alturas -no sin antes robarles su último trozo de pan-, sin prestar atención a una viejecita desnuda de cintura para abajo que agonizaba en medio de un caos de cazuelas, platos, tazas de metal, esquirlas, ropa sucia, zapatos medio raídos, trapos rotos, maletas mohosas, mochilas destrozadas y pilas de todo tipo de porquerías pestilentes. 

Dos oficiales de las SS se acercaron a ver cómo iba la cosa. 

Die sache hat geklappt, sonrieron satisfechos. 

"Asunto resuelto".

Amor fati, Abel J. Herzberg. 


Herzberg escribió estas líneas en septiembre de 1945. Meses antes había escapado vivo del campo de concentración de Bergen Belsen. En unos artículos, que hasta 1999 solo se habían publicado en holandés, nos dejó su testimonio. Intentaba comprender cómo fue posible que los seres humanos fueran capaces de tamaña atrocidad. 

Hay quien dice -un político mediocre y trepa, como tantos otros, sean de derechas o de pseudoizquierdas- que en Melilla el asunto fue "bien resuelto". Políticos elegidos por ciudadanos en democracias consolidadas; ciudadanos que lo justifican en terrazas y en barras de bar, porque "hay que impedir que nos invadan" o que "la ultraderecha llegue al poder".

Los pobres, explotados y rechazados por un capitalismo salvaje, mueren junto a las vallas. Nosotros, los ricos -la OTAN y el BRICS-, nos preparamos para una larga guerra económica y militar de resultado incierto. 

Homo homini lupus... 

Hay palabras dichas hace tiempo que a veces riman en el presente. 

Y la rima es de un sarcasmo doloroso. 

sábado, 18 de junio de 2022

VIDAS PARALELAS: JONAS TRUEBA Y J. G. PERIOT (TENÉIS QUE VENIR A VERLA Y RETOUR A REIMS)

 

Jonas Trueba:

Me gusta su sencillez, sus deseos de experimentar, de jugar, de observar y contemplar la realidad. Evita juzgar a sus personajes. Los deja libres. 

Me gusta cómo nos muestra un espejo de nosotros mismos, o, al menos, de la generación a la que pertenezco -o de una parte de esa generación, la cultivada y leída-; y lo hace sin pretensiones. Mantiene un diálogo fluido y divertido con el espectador minoritario que encuentra en las salas de cine... 

El trailer o pseudo-trailer es un buen ejemplo de lo dicho hasta ahora...


pero... Sí, hay un pero. 

Querría que Jonás Trueba fuera más lejos. No lo hizo en su anterior experimento, el documental Quien lo impide. No quiere ni le interesa, me temo. Y es una pena, porque tiene mucho talento... 

A veces podemos pensar que hemos apostado por la sencillez, siempre digna de alabanza y poco transitada en general, y no darnos cuenta de que en cualquier momento puede transformarse en conformismo. Si no llevamos el experimento y el juego más allá, hasta el límite, nos traicionamos, nos acomodamos a unas reglas, asumimos precisamente aquello que queríamos evitar. No rompemos la baraja, sólo hacemos la vida más amable. Aunque tal vez ese sea el propósito de Jonás. 

¿O es el de no molestar? ¿O quizá el de tener libertad para hacer lo que quiera, disfrutando de la vida y de sus amigos, sin aspiraciones de gran altura? Pero ese espacio de libertad le puede llevar a la nada. O tal vez, precisamente, es eso lo que busque: la felicidad, la ataraxia, el nirvana... Que, sin duda, puede ser un objetivo muy encomiable y difícil de alcanzar en estos tiempos... 

Me gustan sus actores; sobre todo, Itsaso Arana. Su personaje es el más definido y completo. El resto, no tanto...

Como todo experimento, hallamos fragmentos, esbozos, ideas pergeñadas. Al principio, cuando sostiene cuatro planos de actores que, simplemente, escuchan una composición de jazz no puedes decir otra cosa que: ¡¡¡Bravo!!! Es interesante lo que se insinúa en los silencios y diálogos, más que lo que muestra. El corte final, rompiendo la tercera pared, cierra muy bien la historia. Y sin embargo... 

Sí, es un esbozo de película. Y tal vez por eso tiene su encanto... Pero...

J. G. Periot:

Me gusta de Periot su mirada al pasado como ya hizo en su anterior película Nuestras derrotas. El sí fue más lejos que Trueba en su Quien lo impide; mostró el lado oscuro de la juventud actual, su ignorancia y apoliticismo, el callejón sin salida en el que se encuentran. Trueba ahí, seamos sinceros, se quedó en la superficie... 

https://www.rtve.es/play/videos/dias-de-cine/nuestras-derrotas/5630932/

No es la mirada de Periot sobre el pasado condescendiente ni acrítica; no hay idealización, sino una reflexión, a veces dura y seca, sobre aquello que nos ha traído al presente. Me gusta su visión del documental como algo vivo, que juega con el tiempo y el espacio, con la imagen y los recuerdos, en el que la palabra y la rima visual se convierten en un espejo en el que mirarnos. Pero no basta con contemplar nuestro reflejo; debemos romperlo en mil pedazos. Y Periot lo hace. 

La primera parte es una reflexión sobre nuestros abuelos y padres, condenados a formar parte de los explotados, que fueron obligados a trabajar, a abandonar la educación a edad temprana, a morir jóvenes, a ser humillados. Te emociona y te obliga a pensar sobre lo que significó para esas generaciones el trabajo y la, hoy perdida, conciencia de clase.

La segunda parte quizá sea difícil de asimilar; se nos hace más árida. Me recuerda a un ensayo -no olvidemos que es una adaptación de una obra de Dedier Eribon-. Periot construye un discurso político bastante coherente: una reflexión sobre el auge de la extrema derecha entre los desfavorecidos. Tal vez hubiera necesitado más tiempo para desarrollar todas las ideas que aparecen.

A Periot le gustaría que el epílogo fuera un aldabonazo de esperanza: es posible que la izquierda retome el rumbo y el discurso y a sus votantes, si se hace más radical, si recupera sus raíces. 

Puedes ser escéptico ante esa ingenua reflexión final, -sobre todo, cuando observamos la  fragmentación de luchas y objetivos, tan claramente visible en los planos finales, frente al discurso simple y eficaz de la derecha-, pero eso no disminuye el valor de esta película combativa y radical, en su sentido más digno.

Jonás Trueba y J. G. Periot.

Si hay algo que ambos autores comparten, sin duda, es una mirada particular. Les gusta experimentar, buscan un espacio propio, que saben minoritario, y una libertad que les aleje de los grandes engranajes de poder en la industria.

Investigan en el fragmento y lo caótico la verdad del mundo. Lo construyen con esos fragmentos, conscientes de que ya no podemos confiar ni creer en Verdades absolutas. 

Son sencillos y directos; su discurso es claro y preciso, aunque sus objetivos y estilos difieran. Si Trueba prefiere insinuar, Periot se decanta por el puñetazo en la cara. 

Trueba no deja de ser un burgués, un intelectual de clase media. Y sus historias bucean en los sentimientos de las relaciones de pareja. Nunca profundizará en los grandes dramas colectivos, porque su búsqueda es individual; yo diría, incluso, que íntima, fuera del tiempo... Me gustaría que alguna vez rompiera el espejo... pero no sé si podrá o querrá hacerlo.

Periot, en cambio, es hijo de obreros. Su conciencia es colectiva; su mirada es hegeliana. La Historia familiar es un fragmento de la Historia de un país o de todos los países, de la Humanidad. Seguirá rompiendo espejos. El único riesgo es que pierda el vínculo con las emociones vitales y construya un discurso alejado de ellas. 

Vidas paralelas.

Me pregunto si algún día volverán a contemplarse... 


jueves, 7 de noviembre de 2019

LA DEMOCRACIA


"Y si todos los partidos son opuestos a tus ideales? Por ejemplo, si eres anarquista... O porque no crees en este modelo democrático que te venden cada cierto tiempo, cuando vas a votar lo que quieren que votes, es decir, a unos farsantes... Yo no votaré. Ya no me engañarán más. El problema es el sistema, un sistema democrático dirigido y controlado, muy deslegitimado y cada vez más autoritario. Como decía alguno... Si votar valiera para algo, sería delito. Como sucedió el 1 de octubre en tierras catalanas, en parte. Eso sí, todo el respeto a quienes creéis que votar a unos partidos sirve de algo. La democracia es otra cosa para mí. Puedo estar equivocado, pero no me dejan otra opción. Al menos, por el momento..."

Acabo de escribir esto en facebook. Me parece que resume bien mi posición. Era la respuesta a un "Ningún partido me representa del todo, pero si existen opuestos a mis ideales; así que deberías votar".

Hace seis meses mucha gente votó por miedo o rechazo a Vox. Entendí la reacción, pero, como se demostró más adelante, el PSOE, sobre todo, nos ha aclarado, por si existía alguna duda, que el problema no es Vox ni la extrema derecha; el problema son todos ellos. El problema no es el dedo, sino el lugar que señala... 

Soy educador. O profesor de secundaria. Incluso estando en un buen centro -y creo que este año estoy en uno muy bien organizado y que funciona, bien integrado en el barrio-, tengo la sensación de que el esfuerzo que dedicamos a enseñarles -no sólo conocimientos, sino valores- está condenado al fracaso. Y además siempre he pensado que, en el fondo, los centros escolares -por lo menos, hasta que cumplen 16 años- son una especie de cárceles, más o menos suavizadas. 
El sistema -que muchas veces no ofrece opciones de salida en barrios complicados- les mantiene encerrados con sus hormonas, sus conflictos, sus grandes o pequeñas tragedias en espacios cuya función principal -no nos engañemos- es prepararles para otras "cárceles", sean laborales o sociales. 
Y ahí estamos los profesores, hablando con ellos, intentando marcar unos límites, una convivencia, agotándonos y de vez en cuando consiguiendo -aunque esto no lo sabrás o lo sabrás dentro de mucho tiempo- que algunos no sean carne de cañon. No acaben en la cárcel -en el peor de los casos- o explotados por una multinacional o adoctrinados y manipulados. Que sean críticos con el mundo que les ha tocado vivir. Y siendo muy optimistas, que tal vez, cuando tengan tus años, sean capaces de cambiarlo. 

Sí, al final, me parece más importante el trabajo diario que hacemos todos los días en nuestro trabajo que votar cada seis meses o cada cuatro años a unos farsantes. 

La democracia quizá sea eso. Está en las calles cuando sales a protestar; está en espacios donde conoces al tipo al que votas o eliges y sus intereses; no en el sitio que cuando votas, en realidad apoyas, sin saberlo o mirando a otro lado, a una empresa o a un medio de comunicación. Está en los lugares donde trabajas... 

No votaré el 10N. Eso no es democracia. 

Hay otra democracia, es decir, donde, ateniéndome a la etimología griega- el pueblo pueda tener capacidad de decisión, tenga el poder. 
Y en esa siempre creeré, aunque sea tan difícil sacarla a la luz o distinguirla entre tanta podredumbre. 






martes, 29 de octubre de 2019

LA TRINCHERA INFINITA: AMABILIDAD VERGONZANTE


Una película amable.

Parecerá extraño que una película que trata sobre un hombre que debe permanecer escondido más de treinta años en un agujero, en su propia casa, por miedo a ser fusilado, sea amable.

Es cierto que técnicamente no hay nada que objetar. El guion está bien construido y, si no profundizamos demasiado, mantiene nuestro interés. Dos actores maravillosos. Cuando llegamos a la parte final, nos emociona que la pareja pueda disfrutar de su libertad, unos últimos años, sin tanto miedo.


Pero, en un aspecto muy sutil, es una película cobarde. Hace años, Fernando Fernan Gómez escribió y dirigió Mambru se fue a la guerra, tratando un tema similar. A pesar de sus defectos era más contundente y valiente.


Lo que allí se convertía en una sátira, que criticaba el egoísmo de las nuevas generaciones y mostraba el miedo y la imposibilidad de adaptarse a la nueva realidad del exterior, en esta, sólo es una cáscara que prefiere centrarse en la psicología y crisis de identidad del protagonista. Con muchas convenciones y recursos, como el de un humor aséptico y correcto, que se veían venir ya, en Loreak o Handia, sus películas anteriores.
Y lo que queda de la parte política es lo que esperaríamos de unos creadores que no quieren molestar a nadie, que se sitúan en una equidistancia insultante, asumiendo, incluso, la propaganda franquista en algunos de los diálogos o discusiones, forzadas, para explicar los conflictos entre el protagonista, el hijo y su mujer.
Buscan un público mayoritario y, para eso, se traicionan a sí mismos. O, peor, es posible que asuman el discurso de la Transición: todos fueron culpables.

Y una mierda. 40 años de dictadura. 40 años de democracia a medias. El miedo hizo que mucha gente se callara. Unos, los vencedores, fueron honrados. Otros, aún continúan en las cunetas.

Y en esta película el final, tan amable, es una falsa moneda. El miedo seguía allí. Y con ese miedo se aceptó una Transición que, como se ve en la actualidad, dejó heridas y conflictos sin solucionar.

Y ahora, hemos vuelto al punto de partida... Pero sin el valor de muchos de los que hacían cine, entonces. Hay demasiados cobardes en la élite intelectual de este país, en sus artistas. La autocensura es más habitual de lo que creemos.

Así que gustará a los que prefieren no remover viejas historias. O a los que quieren contarlas para que lleguen al gran público, sin molestar demasiado. Pero podría haber sido mucho más contundente e intensa.

Es una película cobarde. Y eso me parece imperdonable.

domingo, 27 de octubre de 2019

CUARENTA Y OCHO HORAS EN BARCELONA


Se me ocurrió a última hora hacer un viaje a Barcelona; así, de repente. ¿Por qué no? Ya he dicho muchas veces que esta ciudad con sus defectos me ha atrapado. Quizás para siempre. De vez en cuando tengo que volver. No puedo evitarlo.

Así aprovechaba y veía a amigos. Con Cris no pudo ser; mientras ella aterrizaba en Tenerife, yo llegaba a Barcelona. Con Maricarmen y Rafael, sí. Tomamos un vermú enfrente de un gran centro comercial, la Maquinista. Antes era el lugar donde se hacían vagones: en otros tiempos, fábricas, trabajadores, grandes chimeneas. Ahora, un parque y el símbolo consumista por excelencia. Los nuevos tiempos; los viejos.

Siempre es un placer estar con ellos. Me parecen dos personas sensatas e inteligentes en un mundo cada vez más absurdo. Además, es como si volviera a tener, aunque sea por un rato, un pequeño trozo de mi madre. Son dos buenas razones. Acabé, tras dos vermús, con alegría en la sangre. También se agradece.

En cuanto al ambiente siempre es curioso, más allá de las manifestaciones, contemplar esta ciudad tan contradictoria. Miles de turistas, ajenos, en su mayoría, a los conflictos de esta sociedad; pagan más de veinticinco euros por ver la Sagrada Familia. Desahucios, turismo masificado que echa a los vecinos de sus casas y convierte a Barcelona en un parque temático, corrupción urbanística, centros comerciales, cines, tiendas, restaurantes al servicio de un capitalismo y consumismo ciego y acaparador.
Además, la vida cotidiana, más allá de las manifestaciones, sigue su ritmo y rutina habitual. No aparece en los medios, porque esa realidad no da titulares. Para mí, en cambio, me resulta de lo más interesante.


Un niño, en plaza Cataluña, delante de una estatua; aparece en una de las fotografías que hizo mi abuelo hace más de ochenta años, en plena guerra civil. ¿Qué le preguntará a la madre? "¿Quién es esa mujer? ¿Por qué está allí?" Tal vez las mismas preguntas que le haría mi tío, cuando tenía la edad de este niño.

En un paseo, dos parejas de ancianos hablan del carácter de una de ellas. Sentada en un banco, una mujer joven, de unos treinta años parece feliz, mientras los escucha. Como si, permaneciendo allí, tranquila, a la expectativa, fuera suficiente y no necesitara otra cosa; está a gusto y bien. Se siente viva. Deberíamos disfrutar más de esos pequeños placeres.


Un grupo de chinos ofrecen a los vecinos algunas de sus tradiciones ancestrales. Tres mujeres bailan; ¿o vuelan?


Sí, recordaré de este viaje dos chocolates mañaneros en Gracia que me supieron a gloria.


Por supuesto también asistí a manifestaciones.
Variadas. Un poco de todo. Como esta Barcelona.

Iré por orden cronológico.

El viernes, nada más llegar, unos dos mil o tres mil jóvenes delante de la comisaría de Vía Laietana. Después, se dirigieron al centro político de la ciudad, el antiguo foro de Barcino, Sant Jaume.
Algunos gritos de Buch, dimisió o Fora las forçes de ocupació. Al final, corrillos y tranquilidad.


Si había alguna diferencia con otras manifestaciones de años anteriores es que muchos de ellos llevaban un casco en la mochila o colgado; ninguno se cubría la cara, como si vería en algunos, la noche siguiente. No había demasiada tensión. Seriedad, sí, claro. Por esa zona, las manifestaciones pueden irse de las manos y descontrolarse en cualquier momento. Por si acaso, encuentras cada cien metros voluntarios enfermeros, por si hubiera cargas o heridos. Suelen recibir aplausos de los manifestantes, en cuanto llegan al lugar de la convocatoria.

Al día siguiente me pateé un camino que te lleva desde Torre Baró hasta Canyelles. El día era perfecto para pasearse por el campo. Desde Torre Baró la vista es espléndida.


Un anciano se había sentado en un banco, un poco antes de que yo llegara; me contó que vivía allí desde hace mucho tiempo. Más de cincuenta años. Que ahora el barrio había perdido su identidad; que las casas se construían mal y de manera atropellada. "Luego, vendrán las riadas y el desastre, pero estos son los tiempos que vivimos". Me hizo gracia cuando me dijo que sus vacaciones, entonces, cuando era pequeño, era ir al barrio de Nou Barris, que está al lado.

A unos veinte minutos, andando, a la altura de Canyelles, un monolito recordaba a un amigo perdido; tal vez en la montaña.


Llegó la gran manifestación independentista. Una hora antes de empezar, se cortó el tráfico en la calle Marina. Aproveché para tomar algo en uno de los bares. Está claro que los negocios, en cada manifestación, hacen caja. Si son de clase media -tanto unos como otros- las copitas, el vermú, el café, los menús. Me pareció que en la manifestación españolista del día siguiente había más gente en las calles aledañas tomando su carajillo, su cervecita y el aperitivo que apelotonados en el recorrido oficial.
Si son jóvenes, entran en los "chinos", -aunque aquí la mayoría los regenten pakistaníes- y se compran su botellita de agua, su lata de cerveza y la bolsa de patatas. Las tiendas venden banderas -la mayoría esteladas-. Para las españolas, no hay que preocuparse; están los ambulantes -pakistaníes también- que ofrecen a sus posibles compradores precios más baratos. Camisetas, pins, banderas en las mesas de Omnium.
En todas, vi a algún chico en bicicleta con la mochila de Glovo a sus espaldas, ajeno a lo que le rodeaba. El dinero manda.

Es difícil calcular cifras con tanta gente. ¿Eran 350.000 como dijo la Guardia Urbana? Puede que fueran más y llegarán al medio millón, pero está claro que eran muchos. El grito más repetido fue "Unitat". O "Llibertat, presos polítics". Abucheos, cuando el helicóptero de la policía vuela sobre la gente. Son manifestaciones, estas, controladas por Omnium. Muy transversales; la clase media que ha movido este país en los últimos años. No parece que haya marcha atrás.


Después del 1 de octubre, ya no es posible. Sólo aceptarán un referéndum, sea pactado o unilateral. El pujolismo y la corrupción -el pactismo- que les bastaba hasta el 2007 no es suficiente. Quieren otra cosa: mucho más.

Al día siguiente, en el otro lado, también había mucha gente. ¿Menos, a pesar de que muchos venían de los autobuses que les habían dejado en la Diagonal, a la altura del Camp Nou? 80000 me parecen pocos; 400000, una exageración. La mayoría me parecía de clase media alta; me los podría cruzar por Serrano. Algunos, estoy seguro, venían de allí mismo.

                                                 

Conozco ese aire de camisa bien planchada; para uno de Móstoles o de Vallekas, que ha crecido en un ambiente completamente diferente, es fácil reconocerlos. También había gente mayor, inmigrantes, venidos de Extremadura, Andalucía, Galicia en los años cincuenta o sesenta; gente jubilada. Algún nazi, pero eran excepciones. La mayor parte de las banderas -o casi todas- eran constitucionales. El helicóptero era vitoreado. Los policías y Mossos, jaleados.




Estos jóvenes que veía aquí a mediodía no eran tan diferentes, físicamente, a los de la noche anterior.
10.000 se habían echado a la calle, delante de la comisaria de Vía Laietana. Pero, aunque sean tan parecidos, no tenían nada que ver.

Esa manifestación, la nocturna, era una mezcla extraña de independentistas y antifascistas. Sí, había cuarentones, viejos anarquistas de la vieja guardia, pero la mayoría eran veintañeros; incluso vi a algunos que no tendrían ni dieciséis años. Y muchas mujeres. Me sorprende lo involucradas que están, en todos los ámbitos, en todas las manifestaciones.





De noche, se mezclaban las consignas. A "Cataluña, antifascista" le seguían gritos de independencia. Después de cantar el Bella Ciao, los mismos jóvenes entonaban Els segadors. Los policías estaban mal situados -quizá adrede- y muy tensos. Sabías que tenían ganas de cargar y cualquier excusa les serviría. Hubo gritos a una periodista de TeleMadrid. Entre risas y algunas recriminaciones, "Prensa española, manipuladora", le dejaban hacer su trabajo. Exageraba su pose de víctima. En cuanto dejó de grabar, la olvidaron.



La primera carga fue a las 21.10. La segunda y definitiva, una hora después. Los mossos y policías querían limpiar la zona y lo hicieron a conciencia. Me pareció todo innecesario, como si fuera una representación para los medios, pero imagino que también querían demostrar que controlaban el centro. Sacar pecho. Unos cuantos heridos y detenciones. Mañana, más.




Cuando volvía, al día siguiente, a la estación de Sants, tras pasar por los murales de la cárcel de La Modelo,  me encontré en la puerta con unos quinientos manifestantes.



Frente a ellos, decenas de antidisturbios sólo permitían el paso a los que teníamos billete. Cuando salían los turistas, una mujer les ofrecía un irónico recibimiento.

"Bienvenidos a Barcelona, la ciudad donde no se respetan los derechos humanos"