miércoles, 25 de enero de 2017

LA LA LAND: EL MUSICAL, REFLEJO DE UNA ÉPOCA


No escribo esta entrada para juzgar la calidad de La La Land, la próxima triunfadora de los Óscars. Es un buen musical, digno, con momentos emotivos y de gran altura, que aprovecha todo el talento del que dispone Hollywood -actores, guion, dirección artística, producción-. Da lo que promete y eso está bien.

Prefiero dedicar este espacio a desarrollar dos reflexiones que me vinieron a la cabeza cuando salí de la proyección.

La primera es la necesidad de volver al pasado que veo cada vez más a menudo en películas de todo tipo, sea a través de la historia o apoyándose en géneros cinematográficos, seguros y fiables. 120 años después del nacimiento del cine, Hollywood -no sólo él, aunque sobre todo esta industria- recupera los géneros que supo difundir en nuestro inconsciente colectivo para darles una pátina nueva, más moderna. El cinéfilo podrá ver referencias no sólo a Rebelde sin causa -quizá la más evidente- sino sobre todo a Fred Astaire, Gene Kelly o Vicent Minelli. Podemos llamarlo homenajes o reinterpretaciones en clave actual. Alguien podría pensar y tendría razón: no llegan a su altura. Es cierto y, aún así, se agradece el intento.

Hay otro momento -que podríamos considerar más narrativo- en que dentro de la historia la protagonista vuelve al pasado; es el momento decisivo que cambiará su vida. Y cuando debe aferrarse a algo, recupera a su tía y las historias que le contó cuando era niña. Como si los personajes en un mundo volátil y en el que el dinero lo mueve todo -sobre todo en los Ángeles; incluso la misma protagonista en la película deja tirado a un novio banquero o empresario para irse con el chico. Conclusión: no olvidemos que sin dinero el cine no existe y el de Hollywood es imposible-, encontraran seguridad en los sueños individuales y en la familia -en la que los recuerdos son imprescindibles para mirar al futuro-.

La segunda tiene que ver con los finales. Un musical -hasta los años sesenta- exigía un final feliz. Desde los sesenta -la película francesa de Jacques Demy con Deneuve Los paraguas de Cherburgo es el primer ejemplo europeo de esta nueva sensibilidad y, además, ¡es tan parecido el final al de La la Land!-




Y hago aquí un pequeño comentario. Creo que todo el cine, el comercial y el no comercial, vive no sólo de lo aprendido de los clásicos hasta los años sesenta, sino sobre todo, en mi opinión, de las aportaciones y experimentos visuales y narrativos que unos pocos cineastas en todo el mundo hicieron en los sesenta y que ya no se ha vuelto a hacer con la misma frescura.

Vuelvo a los finales (in)felices. Sin que los felices hayan desaparecido -Amanece en Edimburgo es un buen ejemplo; e incluso aquí otra de las parejas, la secundaria, se separa-, la tendencia es la contraria. Puede haber finales claramente trágicos -Bailar en la oscuridad entraría en este ámbito-


o tristes y nostálgicos -God help the girl, una película desconocida y encantadora que merecería una revisión más concienzuda-


La la land, como no podía ser de otra manera, se decide por el final nostálgico. Es Hollywood, no lo olvidemos. Como en los paraguas de Cherburgo, lo que pudo ser y no fue. Lo que fue y tendremos siempre. Aunque estemos lejos, aunque no nos volvamos a ver, siempre te querré, no te olvidaré. 

Tal vez ocurra que cuando llegamos a los cuarenta somos más conscientes de las oportunidades perdidas y del camino que hemos elegido. Y el cine como creadora de historias interesantes-descarto, por supuesto, los productos para niños y adolescentes o de consumo que copan la cartelera de la mayor parte de los cines del mundo-, parece que se encuentra en este punto de su recorrido.

martes, 17 de enero de 2017

IN MEMORIAM: JUAN JOSÉ HERRERA ALONSO


La memoria.

"...Los muertos no son abandonados. Se mantienen cerca físicamente. Son una presencia. Lo que crees estar mirando en esta larga vía al pasado se halla, en realidad, al lado de donde tú te encuentras... creo que los muertos están entre nosotros”. John Berger.

¿Qué puedes decir a quien acaba de perder a un ser querido? Lo siento, MariCarmen. ¡Ánimo! Pasará.

Las palabras están huecas. No pueden explicar nada. Son inútiles.

Aún así, lo intentaré. En vano.

Ellos no desaparecen, aunque se marchen. Se quedan con nosotros. 

Los volvemos a recuperar, cuando tenemos un objeto en las manos, que fue suyo, cuando vemos una fotografía en la que los reconocemos, al leer una carta o una postal que escribieron de su puño y letra, cuando retornan a nosotros, al recordarlos o en los sueños. 

Están vivos, mientras nosotros lo estemos. 

No desaparecen, porque están, aquí, ahora, entre nosotros...