viernes, 1 de marzo de 2019

EL CUERPO QUE BAILA Y CANTA: LA ALEGRÍA DE VIVIR


Muchas veces, abrumados por el estrés del día a día, olvidamos lo más importante: ¡Vivir, coño, vivir!
Pasear como hoy he hecho, acariciado por los rayos del sol. Disfrutar de amigos o amigas a los que puedes perder en cualquier momento, cuando menos lo esperas. Contemplar a unos niños mientras juegan en un parque.
Durante estos dos meses, agotado por un resfriado y un problema de garganta que no he logrado superar del todo, por la preparación de dos viajes que haré en abril: uno, a Roma con cuarenta y tres alumnos y el otro, a Nyon para conseguir una más que difícil distribución del documental; o por los exámenes y las clases y el ajetreo diario, no he podido recordar como merecían a artistas que me hicieron soñar, llorar o reír, que consiguieron que mi tristeza desapareciera cuando escuchaba su música o veía sus películas.
Dos músicos.
Michel Legrand y André Previn.
De Legrand, ¿qué podría elegir? ¿Los paraguas de Cherburgo o las señoritas de Rochefort? Amante del jazz, trabajó con Miles Davis o Coltrane.
Me decido, aunque sea tan nostálgica -o precisamente, por ello- con la música de Verano del 42. 


De André Previn es la música de Gigí, de Irma la dulce. Me quedo con My fair lady, aunque sea una adaptación de Broadway.
Siempre que he escuchado esta melodía, me he sentido feliz. Yo tampoco podía dormir.


La casualidad ha hecho que Albert Finney, un gran actor, con títulos memorables y Stanley Donen hayan muerto con una diferencia de pocas semanas. Coincidieron con Audrey en una de esas películas que marcan mi memoria sentimental. Dos en la carretera. 
Recuerdo haberla visto con otro catarro de traca en una habitación de Calatayud junto a una amiga a la que hace mucho tiempo que no veo. Y en un cine de barrio cuando era un veinteañero confuso. Siempre me ha admirado su guion de Frederic Raphael: maravilloso; un rompecabezas preciso, irónico, cínico y romántico.


¿Qué decir de Stanley Donen? Es cine y música. Un día en New York, Cantando bajo la lluvia, Siete novias para siete hermanos, Una cara con ángel, Bodas Reales...

También está Charada, por supuesto. Con baile incluido.


Es imposible colgar en una sola entrada los mejores números musicales de este director. No hay uno, ni dos, ni diez; son decenas.
Gene Kelly, Fred Astaire.
Bailando bajo la lluvia, A funny face, New York, New York... Interminable. Infinito. A Donen le emocionó ver a Fred Astaire bailar en París.


A mí, Good morning. ¡Cuántas veces he bailado a solas con esta canción!


La felicidad sólo es posible cuando el cuerpo se olvida de que es mortal. Cuando ama, ríe, baila, vuela... Aunque llueva, lo demás no importa.


¡No, joder! No dejo de bailar ni de cantar. No dejaré de hacerlo, mientras esté vivo.