Mostrando entradas con la etiqueta 15 M. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta 15 M. Mostrar todas las entradas

sábado, 22 de diciembre de 2018

LA DESCOMPOSICIÓN DE UN SISTEMA


Me encanta la Historia. A veces mucho más que las lenguas clásicas o el cine, mis otras dos pasiones.
La Historia es un proceso muy largo, llena de recovecos. Y nosotros, que vivimos tan poco tiempo, inmersos en ella, no somos conscientes de sus cambios y transformaciones, hasta que se han producido. Aún así, tenemos la capacidad de salir del cascarón en el que vivimos y reflexionar desde fuera.

No siempre es posible. La vida cotidiana nos arrastra; es difícil ver desde arriba, como si tuviéramos un mapa. Me encanta observar el mundo desde esa perspectiva; a ras de suelo, es cierto, puedes ver lo más pequeño, pero se te escapa una visión general, imprescindible. Y con este mapa, aunque sólo sea la imaginación la que nos lo proporcione, podrías tener a tu disposición el conjunto de los elementos que influyen en nosotros. De todas formas, aunque los conociéramos, mucho más difícil sería cambiarlos.

A mis alumnos les doy clases de Historia a la par que les enseño Latín. En diciembre ya he hecho una introducción; en enero les hablaré de la descomposición del sistema republicano en la Antigua Roma. Hubo muchos factores que lo explican, conocidos por los investigadores: ante la expansión de Roma se produjo un empobrecimiento de las clases medias rurales, llegada de mano de obra esclava, riquezas que acabaron en pocas manos, creación de una clase media ecuestre que necesitaba de un nuevo sistema político que favoreciera sus intereses. Más de cien años y tres guerras civiles fueron necesarias para que la República moribunda pasara a ser un Imperio. Hubo intentos democratizadores -Los Graco-; rebeliones -tres guerras serviles: la de Espartaco es la más conocida-, una guerra social. Al final, una familia, un solo hombre apoyado en las nuevas clases emergentes y un ejército "popular", en una sociedad agotada, sedienta de paz social, consolidó un nuevo sistema. Quien vivió estos acontecimientos, desde dentro, no creo que fuera consciente de los cambios, como sí lo somos nosotros, pasados tantos siglos.

Nos ocurre lo mismo; está claro. El capitalismo, aunque tuvo precedentes en la Holanda del siglo XVII, nace con sus rasgos característicos en el siglo XIX: explotación, universalidad, clase media burguesa, mecanización. Necesitaba muros de contención. El socialismo y el comunismo funcionaron, con sus contradicciones, en ese papel. Las guerras -fueran mundiales o concentradas en lugares concretos- formaban y forman parte del mecanismo. El capitalismo las necesita para sobrevivir.
La caída del muro, el final del comunismo hacía pensar que el capitalismo había triunfado. En realidad, en estas tres décadas lo que ha hecho es agudizar sus propias y complejas contradicciones. Sin muros de contención que lo limiten el capitalismo muestra todos sus garras. La socialdemocracia y la izquierda, el estado de bienestar, el ecologismo, el desarrollo económico fueron los mecanismos que las democracias formales en un sistema bipartidista encontraron para suavizar sus aristas y ofrecer a la clase media una alternativa diferente al comunismo. Ahora se diluyen, se debilitan y no pueden detener al monstruo.

Es cierto que podríamos pensar que no hay problemas, si nos paseáramos por los grandes centros comerciales y turísticos del mundo. Yo lo he hecho. Allí no parece que haya conflictos, sea en Argentina, en Los Ángeles o en Tokio. Si te alejas un poco, otra realidad se te muestra: pobreza, marginación, violencia... Allí están los votantes de extrema derecha o los que, decepcionados, ya no votan: el origen o la excusa de los conflictos, aunque no queramos verlos.
Existen realidades paralelas: la de los medios de comunicación, controlados por las grandes empresas con sus intereses; la de facebook o twiter, en la que, encapsulados, preferimos movernos en mundos pequeños, sólo con los nuestros. La realidad no es unívoca; pero lo parece, a no ser que nos fijemos más detenidamente.
Además, el planeta se queja; es explotado. No sólo mueren miles de personas buscando un mundo mejor -nadie se ha interesado por la muerte de diez inmigrantes en una patera esta semana-, también mueren cientos de seres vivos. El agotamiento de las energías fósiles es ya una realidad. Su sustitución requeriría de un modelo económico en el que primara el ahorro y no los gastos superfluos. El capitalismo y la Humanidad continúa su marcha progresiva hacia el desastre. El consumismo tiene sus límites. Podemos pensar en otras generaciones, decelerar el proceso o detenerlo. O no hacer nada.

Todos sabemos que habrá nuevas crisis económicas. Las deudas de los Estados son inmensas. No podremos pagarlas. ¿Y entonces, qué ocurrirá?
Cada país -aunque estemos interconectados- tiene sus conflictos. Estados Unidos necesita mantenerse como superpotencia, pero eso supone unos gastos que quizá no sea capaz de sostener. Rusia ha asumido, como China, que los derechos humanos queden en un segundo plano; el desarrollo ecónomico y la unidad del Estado se impone. Europa aún se mueve en esa contradicción: mantener los derechos sociales adquiridos por las generaciones precedentes y su historia compartida y, al mismo tiempo, la disgregación y los sentimientos nacionales que con nuevas crisis económicas se irán agudizando. Francia es un buen ejemplo de esta situación.
Europa, como entidad supranacional, es un cadáver que se niega a morir. El Brexit, la llegada de los partidos de ultraderecha, las políticas migratorias son sólo muescas de esta descomposición. Y como ocurrió con la República romana el proceso puede ser largo. Aunque, en este mundo en el que vivimos, se pueden acelerar a un ritmo vertiginoso.
España tiene sus contradicciones sin resolver. La transición del 78 -la creación de una democracia formal- dejó un régimen que también se descompone de manera más elocuente en los últimos años. No sé si el 11 M fue un primer aviso de debilidad. La anterior crisis económica abrió la espita: el 15 M y el encaje de Cataluña fueron sus síntomas visibles.

La violencia no resolvió el problema en Cataluña; y el diálogo vacío de contenido tampoco lo hará. Vivimos en una situación de transición. Ni Cataluña puede ser independiente -necesitaría de estructuras que aún no tiene y recursos de los que carece- ni puede aceptar volver a un autonomismo o un Estatuto que desde Madrid se volvería a recortar, cuando la derecha esté en el poder. Emocionalmente la mitad de Cataluña no se siente parte de este Estado. Y en el País Vasco creo que sólo el concierto económico los mantiene tranquilos. Si lo perdieran o se les quitara desde Madrid, también querrán marcharse.
Por otro lado, las válvulas de escape nacidas -Podemos, la Colau y la Carmena, por un lado, y Ciudadanos y Vox, por el otro, partidos y nombres creados desde el sistema para regenerarse, o la dimisión de Juan Carlos I y su sustitución por el hijo- no solucionan el grave problema de corrupción estructural del modelo del 78. Es más; el sistema los ha fagocitado, los ha convertido en meros comparsas, en farsantes.
El nacionalismo español, del que Vox sólo es la punta de lanza -que, incluso hasta gentes de izquierda, que se dicen republicanas, defienden y justifican, criticando a los catalanes, porque son insolidarios, mientras ellos sólo se miran el ombligo, aunque sólo los catalanes hayan salido a la calle para protestar, mientras esa izquierda española está dormida y anestesiada-, esa unidad del Estado, protegida por la violencia legal, es, en el fondo, sólo un mecanismo de defensa ante una enfermedad degenerativa.
Y los muertos, de tapadillo, los que estaban en fosas comunes, los del 39, se desentierran, o se cambian de lugar. No se puede esconder la mierda debajo de la alfombra; no se puede huir del pasado ni dejar de afrontarlo, como hacen tantos otros. Al final, sale de nuevo y se vuelve incontrolable.

No sé si hay alternativas. La naturaleza humana y, en general, los sistemas tienden a buscar dos salidas, como ocurrió en la República romana. O el autoritarismo, sea dentro de una democracia o república formal, -Octavio Augusto, a su manera, eligió esta opción- o un modelo político sin derechos de ningún tipo - la dictadura o las propuestas que leemos en las obras de ciencia ficción, esas distopías- o una extensión de la democracia -aunque pueda derivar hacia un enfrentamiento con las élites que utilizarán la violencia legal para mantener su status quo, lo que incluirá guerras civiles-.
No invita al optimismo...

Dejo el mapa y regreso a mi vida cotidiana. Miro mi sueldo en el banco. Acaricio a Yume. Vuelvo a la escritura de mi novela. Es lo único que ahora mismo, hoy, en esta fría mañana de invierno puedo hacer. Esperaremos. Aún no ha llegado el momento.






martes, 1 de mayo de 2012

EL CINE Y LOS MESES DEL AÑO (V): MAYO


Mayo, el mes de Maya, diosa de la naturaleza y diosa... de la libertad.

Tenemos 7 días de Mayo de Frankenheimer.
Una película de género muy bien hecha. El tema: un intento de golpe de estado militar en plena guerra fría en la misma Estados Unidos. El mejor Hollywood con sus mejores cualidades.



Santa Petronila. Su santo es el 31 de mayo. Viene al caso porque ese día se desarrolla el relato corto de Maupassant, Un día de campo. Jean Renoir lo llevó al cine en 1936. Una verdadera delicia con el encanto, la sensualidad, la ingenuidad de unos tiempos ya lejanos. El relato de Maupassant lo podéis leer aquí:

RELATO DE MAUPASSANT

Y la adaptación de Renoir con subtítulos en inglés.

 

Moonfleet de Fritz Lang.
Fritz Lang es un director que supo sacar de todos los géneros lo mejor. Desde Metrópolis, muda, cine político y ciencia ficción. Esta es una película de aventuras. Una gran película de aventuras.



Una de las mejores adaptaciones de la obra de Ben Hetch, The front page, es My girl friday de Howard Hawks. La acción se desarrolla a finales de mayo. La otra es la de Billy Wilder, treinta años después. Una crítica ácida sobre el periodismo y la naturaleza humana.





1 de mayo
Es curioso; hay muchos documentales, pero ninguna película sobre los acontecimientos del 1 de mayo de 1886. Recordemos ahora más que nunca por qué celebramos el primero de mayo. Fue gracias a los mártires de Chicago.  



Del 2 de mayo hay muchas películas. Todas caen en el mismo error: orgullo patriótico exacerbado y no digamos ya en el periodo franquista. Cuando se cumplió el bicentenario Telemadrid produjo una serie dirigida por José Luis Garci. No cuaja. Ni es divertida, ni te atrapa, ni convence su adaptación histórica; se queda a medio camino de todo y de todos. Te recuerda mucho a esa serie que ahora ponen por Antena 3 todas las tardes, Bandolera. O a otras adaptaciones parecidas. Ni chicha ni limoná.



Ya que estamos prefiero Curro Jiménez, la verdad. Ese sí que era un hombre... y no como los de ahora. Y la serie era muy divertida y te hacía pasar las tardes mucho mejor.



Al menos la de José Buchs del año 1927 no pretendía otra cosa que recordar y alabar a los héroes de la patria. Y como es muda, tiene el encanto de lo antiguo...



La comuna de París de 1871
Entre marzo y mayo de 1871 París vivió un momento de libertad absoluta. Es uno de los grandes mitos franceses. En 1951 Menegoz hizo una película-documental sobre el tema.



Pero la mejor versión sobre esos acontecimientos está en la película de Peter Watkins, La comuna. Narrada como si dos reporteros nos estuvieran contando ahora mismo qué ocurre tiene una vitalidad asombrosa.



Son tres horas, pero vale la pena.



El 28 de mayo terminó el sueño. En su homenaje hay una canción, otra: El tiempo de las cerezas, que se convirtió en el himno de la Comuna y que luego sirvió de recuerdo de unos tiempos de esperanza y libertad.


Cuando cantemos en el tiempo de las cerezas
silbará aún mejor el mirlo burlón.
Pero es muy corto el tiempo de las cerezas
cuando vamos los dos a cortar soñando
pendientes para las orejas…
Cerezas de amor iguales que rosas
que caen bajo el follaje como gotas de sangre…
Pero es muy corto el tiempo de las cerezas,

pendientes de coral que se cortan soñando.
Cuando estéis en el tiempo de las cerezas,
si acaso teméis las penas de amor,
evitad a las hermosas mujeres.
Yo, que no les temo a los grandes dolores,
no viviré ya un día sin sufrir…
Cuando estéis en el tiempo de las cerezas,
vosotros también penaréis de amor.
Por siempre amaré el tiempo de las cerezas.
Es de ese tiempo del que guardo en el corazón
una herida abierta.

Y aunque se me ofreciera la dama Fortuna,
no podría jamás calmar mi dolor.
Por siempre amaré el tiempo de las cerezas,
y el recuerdo que guardo en el corazón.



Habría que esperar casi un siglo para que otra generación muy diferente saliera a la calle en el Mayo del 68.

La película Soñadores de Bertolucci se desarrolla durante esa "pequeña revolución burguesa".




¿Deberíamos hablar del 15 M ahora cuando se cumple el primer aniversario?

 

¿Hay otra generación dispuesta a cambiar el mundo? ¡Quién sabe! En Mayo todo es posible...

miércoles, 7 de septiembre de 2011

SOY PROFESOR DE SECUNDARIA: PARTE 2 (III): LA EDUCACIÓN PÚBLICA



Llevo tres años en la educación pública. Dos como interino y otro como profesor en prácticas.

Cuando llegué, enseguida supe que la educación pública estaba en peligro; las medidas que se estaban tomando afectaban a todos: a los alumnos, a los profesores, a los padres.

Nadie hacía nada. Las huelgas y las convocatorias eran un fracaso; la gente no confiaba en los sindicatos; protestaba en los bares, pero no creía que pudierámos cambiar nada y estábamos divididos...

Algo ha cambiado. Ha llegado la gota que ha colmado el vaso. ¿Cuál ha sido? ¿Las dos horas de más? No creo. ¿Que quitaran las tutorías? Tampoco.

Estamos en un nuevo tiempo porque la gente está harta. El 15 M no es más que un ejemplo del hartazgo de mucha gente. Y ha estallado.

En la asamblea del instituto, ayer, vi a la gente harta, con ganas de luchar juntos por la educación en la que creemos. Hoy también en la cacerolada.

Si seguimos juntos, podemos conseguir que Esperanza y Figar no sigan deteriorando la educación pública apostando por la concertada y la privada.

Será largo, porque no darán su brazo a torcer; seguirán manipulando, seguirán intentando dividirnos con unas promesas por allí, unos complementos salariales por allá.

El comienzo es prometedor...

martes, 16 de agosto de 2011

LA JUVENTUD











Jovenes, jovenes, hay de muchos tipos.





Están los chicos de la JMJ subvencionados por poderosos patrocinadores, por la Comunidad de Madrid (¿qué más puedo decir sobre que tengan descuento en el transporte público mientras mi hermano, parado, deba pagar 1,50 por viaje en metro? ¿Y lo de que tengan alojamiento gratis con dinero público en institutos públicos que sufren recortes cada vez más duros? Muy bien explicado en este enlace)


Están los chicos de Birminghan, Manchester y Londres que, enfermos morales -lo dice un político, uno de los responsables de cómo estamos- queman y roban porque no saben cómo pueden conseguir todo lo que les ofrecen los medios y la publicidad y que sin dinero y sin opciones difícilmente pueden conseguir.


Están los politizados del 15-M, muy dispersos en sus reivindicaciones, pero, al menos, saben lo que no quieren y luchan por ello. O los que se han rebelado en los países árabes en busca de libertad y pan. O los estudiante chilenos que quieren una educación pública, gratuita, libre.


Frente a ellos están los políticos que nos dicen que debemos sacrificarnos, recortar nuestros sueldos, moderar los salarios... Eso lo aceptaríamos si se conservaran derechos sociales fundamentales: sanidad, educación pública y laica. ¿Lo hacen? No, al contrario, aprovechan esta crisis para acabar con ellos, aunque durante las elecciones como el Sr. Arenas se pongan la piel de cordero y ahora lo nieguen, en la práctica saben muy bien lo que quieren hacer.


Los jovenes deben rebelarse; es su obligación. También la nuestra, aunque no seamos tan jóvenes.