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miércoles, 27 de diciembre de 2023

FINALES DE CINE (VI) ORIENTE: TOKYO MONOGATARI DE YASUJIRO OZU

 

Estuve en Tokyo y Kyoto hace unos años, poco después de que muriera mi madre. En Kyoto reservé un alojamiento cerca del centro, a unos pasos del río. Era una habitación bastante amplia y muy cómoda, en un bajo. 

Tras una mampara corrediza, contiguo a la habitación, había un jardín japonés semiabandonado, descuidado; estaba separado de la calle por un muro de unos cuatro o cinco metros. Uno de los mayores placeres de ese viaje fue este: cuando me despertaba, echaba un vistazo al jardín, abría la mampara, salía afuera, paseaba un rato, me sentaba en un banco ocultado por la hiedra, cerraba los ojos... Tanto los senderos como las linternas de piedra se habían cubierto de matorrales. Algunos gatos solían visitarlo; en cuando notaban mi presencia, desaparecían. 

En ese lugar mágico, cada vez que me dormía, ocurría algo muy extraño: se me aparecía mi madre. No hubo sueño en el que no la sintiera. Durante esa semana, la tuve muy cerca. Era un espíritu benéfico; me protegía. Así, al menos, me lo pareció. 


Cuentos de Tokyo recoge la mejor tradición japonesa. Es un cine intimista y su ritmo es el de la vida, el de la reflexión, el del paso del tiempo. 

Algo de ese aliento y delicadeza -que sentí cuando visité Kyoto y que no he vuelto a encontrar en ninguno de mis viajes- la observamos en otro final, el de Cuentos de la luna pálida de Mizoguchi. Y sí, veo paralelismo en estos dos finales, aunque los argumentos se desarrollen en siglos diferentes. Los muertos protegen a los vivos y todos formamos parte de un mismo universo.

Ozu nos regaló una última secuencia extraordinaria en su película póstuma. El padre ha casado a su hija; debe aceptar que a partir de ahora vivirá solo. Sin enfatizarlo, sutilmente -por medio de espacios vacíos-, nos muestra esa tristeza, ese dolor, esa pérdida, esa ausencia.

En el final de In the mood for love de Wong Kar Wai también me parece observar un detalle que lo une a una larga tradición oriental. Lo táctil -y las miradas y silencios que durante toda la película han unido a los protagonistas- acaba transformando un secreto, un amor que no pudo ser en parte del ciclo de la vida. No se podría entender este final sin el budismo y su influencia en la vida cotidiana de China o Japón.

La historia de Tokyo monogatari relata el último viaje de una pareja de ancianos; quieren ver a sus hijos, que viven en la gran ciudad. Ella intuye que va a morir. Sus hijos, sin embargo, están más interesados en sus problemas cotidianos que en la visita; para ellos, incómoda y un incordio. Así que los ancianos durante casi toda la estancia pasarán la mayor parte del tiempo con su nuera, la mujer de su hijo mayor, muerto en la guerra. Solo ella y la hija menor, que aún vive con ellos y trabaja en una población costera como profesora, establecen, después de la muerte de la anciana, una relación que supera los intereses económicos y los egoísmos a los que nos empuja la presión social. 

-La vida es decepcionante...

-Sí, con frecuencia lo es... 

Aquí podemos hablar de dos finales. El primero, emocional. Las dos mujeres, ahora amigas, se despiden en la distancia. Secuencias paralelas. La una piensa en la otra. 

El segundo es metafísico. El anciano, solo, acepta su nueva vida. Recuerda lo perdido. Y sí, todo continúa, sin nosotros. El sintoísmo y el budismo. El espíritu oriental. La huella que dejemos será tan ligera como el agua que pasa. Todo fluye, nada permanece. 

Si acaso, quizá, la emoción, la melodía, el silencio... 

O nuestros fantasmas... O nuestros recuerdos...

viernes, 21 de julio de 2023

LECTURAS DE VERANO

 


Dante y su Divina Comedia continúan esperando ser leídos en el dialecto florentino. Y unos relatos cortos de Ray Bradbury. Mientras tanto, otras lecturas han llegado a mis manos de manera azarosa. 

Tenía pendiente la lectura de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? Ya había leído hace unos meses algunos de sus relatos cortos; Lew y Tarkosvsky me habían llevado a este autor de ciencia ficción, quizá el más conocido entre el gran público por sus adaptaciones cinematográficas, entre ellas, por supuesto, la que nos ocupa, Blade Runner. 

Hay estudios, algunos muy sistemáticos, sobre las diferencias y semejanzas entre la obra original y su adaptación. En este caso sí se puede decir que se compenetran. En la creación fílmica destaca esa ambientación futurista, que ha influido enormemente en obras posteriores. Hay aspectos que uno echa de menos, sin embargo, tras leer la novela corta de Philip K. Dick. Quizá el principal sea el humor; en la novela hay una ironía constante que desaparece completamente en la película. Otro elemento son las reflexiones filosófico-religiosas que impregnan toda la obra del escritor americano. Tampoco vemos la crítica a los medios de comunicación y al consumismo, sustituidos en la película por una rebelión contra un creador, a la manera de un Prometeo moderno. Eso sí, gracias a ese cambio tenemos la escena mítica de un personaje irrepetible -casi inexistente en la novela; convertido, en cambio, en el antihéroe o, más bien, en el héroe de la película-

La práctica desaparición de un personaje, que en la novela es tierno y cercano, -mucho más que el protagonista, un tipo bastante cobarde y mediocre- o la de una caja que permite tener una experiencia similar a la realidad virtual -en una de esas visiones futuristas que se adelantaron a su tiempo- son otros debes que la película no aprovecha o decidió no tener en cuenta. 

Aún así estamos ante dos grandes obras, cada una en su terreno. 

Nada que ver con La llave. La obra de Tanizaki es provocadora; no solo esta, sino casi todas las que escribió. Elige dos puntos de vista: el de un marido y su mujer que a lo largo de seis meses escriben sendos diarios. Y un único tema: sus perversiones sexuales. Ante esto había dos riesgos. El primero dejarse llevar y quedarse en la superficie, ofreciéndonos un producto pornográfico. Seguramente Tinto Brass en su adaptación, La chiave, tomó ese camino -aunque reconozco en el trailer un humor peculiar-. 

Tal vez también ocurra en la más moderna, la del 2014, The Key; aquí encontramos, al menos, un intento de experimentación visual, digno de tener en cuenta. 

El segundo es añadir carga moralizante; en ese error cae la película japonesa, rodado tres años después de la publicación del libro. Las mejores ideas de Tanizaki desaparecen; solo queda el esqueleto. 

Tanizaki es un maestro en profundizar en la psicología de los personajes; sobre todo, en los femeninos. Sabe medir los tiempos y mantiene el equilibrio al narrar los hechos; nadie como él ha sido capaz de mostrarnos la zona más oscura del sexo y sus consecuencias. En este caso ninguna adaptación ha podido alcanzar el nivel de la obra original. 

Quijote en el Congo puede ser considerado un libro de viajes. Sigue la estela de autores como Kapuscinski o Javier Reverte. Es una obra que se lee con facilidad y eso siempre se agradece. Habla de primera mano; sabe describir a las personas que va encontrando y lo hace de manera sencilla y sin falsos lirismos -aunque en algún momento se deje llevar por las emociones que experimenta-. Es un país y un mundo que conoce muy bien y se nota. Reconozco su valor para hacer un viaje de ese tipo; pocos hubieran hecho algo así. 

Tiene sus defectos: a veces se hace reiterativo; pierde fuelle en la parte final. Y un último detalle: el Quijote no es la elección más afortunada como libro de compañía -Aldekoa, estoy seguro, tenía en mente las Historias de Herodoto que Kapuscinski llevaba consigo en sus viajes-; la Odisea hubiera encajado mucho mejor en este trayecto por el río Congo. 

Helga Weiss publicó hace unos años un diario, escrito, sobre todo, durante su estancia en Tezerín. Aún vive a sus 93 años. Su valor como testimonio de lo que fue el Holocausto es indudable. Se completa con una entrevista. En ella aparece una reflexión muy interesante. 

"Han salido muchas obras, memorias del Holocausto. No todas son buenas. Hay muy pocas veraces. Hay información falsa, cosas que no sucedieron o que ni siquiera pudieron pasar; muchas son ficticias o distorsionadas..."

De nuevo recuerdo esas palabras de M. 

"La guerra civil -como el Holocausto- dejará de provocar conflictos y tensiones, cuando pasen las generaciones y mueran los testigos o muramos nosotros que escuchamos esos testimonios". No creo que recuerde estas palabras. Yo, sí. Las matizaría. 

La memoria deja un poso, una huella, una impronta, incluso en generaciones que no hayan vivido directamente esos acontecimientos, incluso en aquellos que no han escuchado a sus testigos. Se heredan los conflictos. 

No hace falta que haya cientos de fosas comunes sin exhumar, como aún tenemos aquí. La memoria es vivida y contada y guardada, y cada generación la adapta a su realidad. Y como bien apunta Helga Weiss la distorsión, la falsedad ya comienza desde el momento en que esas vivencias se convierten en pasado, en recuerdos. Las guerras carlistas o la guerra de la Independencia no abren heridas en la actualidad; pero no se podría entender el nacionalismo vasco o el catalán ni la propia guerra civil ni el franquismo sin esas guerras tan lejanas. 

Los conflictos se heredan; aunque cambien su rostro.



sábado, 31 de diciembre de 2022

FLORILEGIOS

 

Llegan las vacaciones y leo libros como si no hubiera un mañana. El trabajo no me deja disfrutar de una lectura continua y sosegada, así que es un hambre infinita la que me devora...

Dicen que Philiph K. Dick es "el creador de la ciencia ficción moderna". Sin duda, si nos atenemos a las innumerables versiones cinematográficas de sus historias, lo es. Más allá del género, descubres, leyendo sus relatos cortos, un autor capaz de inventar una realidad alternativa, un mundo nuevo que, como suele ocurrir, es el nuestro, si lo miráramos de otra manera. Las historias te atrapan y es difícil destacar alguna de ellas, pero siempre hay alguna que nos despierta un ligero temblor... Algunas peculiaridades de los ojos es un juego metalingüístico, una diversión que oculta mucho más. La paga sabe jugar con seis, siete objetos en un entramado perfecto dentro de un viaje en el tiempo. Hay más, algunos conocidos, como Minority Report, o humorísticos, como El mundo que ella deseaba, más aterrador de lo que puede parecer a simple vista, a pesar de su banalidad. Me faltan historias por leer; sobre todo, sus novelas...

En Tabú, un autor joven, Ferdinand von Schirach narra una biografía ficticia; tras ella, se nos descubre los juegos entre la realidad y el arte, esos que, a veces, hacen imposible que los podamos distinguir. 

Esos juegos de los que Vila-Matas es ya un avezado experto. Montevideo, como tantas otras de sus novelas o ensayos literarios, se explaya, desarrolla ideas, imágenes, recuerdos llevándonos a Montevideo, Paris, Cascais, Barcelona o Reikyavik. Metaliteratura o metalingüística en estado puro.

En Serge Yasmine Reza construye una historia que podríamos considerar banal: tres hermanos judíos con sus relaciones de pareja pierden a su madre y hacen una visita a Auschwitz. Los personajes que deambulan por sus páginas son divertidos, ridículos; la ironía y el humor transita por las páginas con ligereza, pero sin olvidar cargas de profundidad que, a veces, te hacen temblar. Como ya conocía por su mínima, pero intensa obrita experimental, Ninguna parte -que me prestó una amiga a la que seguramente nunca más volveré a ver-, la obsesión por una identidad está presente durante toda la obra.

Japón ha vuelto de manera extraña. 

R. -lejana y distante, bloqueada y tierna- me llevó hace un par de semanas a un restaurante japonés; un amigo de mi hermano me regaló El libro del té de Okakura. 

Sandrine Bailly -si buscas en google este nombre la mayor parte de las entradas te envía a una conocida deportista-, es también una escritora, atrapada por ese país elegante y refinado de colores y trazos suaves. Japón es un libro donde encontramos poemas, dibujos, fotografías, reflexiones... Respiras una realidad, un mundo ajeno, paralelo, gemelo... 

Viajas, aunque solo tengas en tus manos un libro. Tocas con tus manos las finas líneas de un trazo de tinta. Hueles un papel satinado que te recuerda que eres frágil, vulnerable.

Frente a mi casa, en un parque, junto a un bar, medio barrio celebra el fin de año. Beben cerveza, toman aperitivos, ponen música discotequera y los altavoces no permiten que te libres de su mal gusto. A medianoche, petardos y fuegos artificiales hasta las dos de la mañana con los que querrán ahuyentar los malos espíritus, como hacían sus antepasados. 

A todos el tiempo se nos escapa... 




sábado, 9 de abril de 2022

RECUERDOS EN MOVIMIENTO (VII): CUENTOS DE LA LUNA PÁLIDA DE AGOSTO

 

No recuerdo cuándo fue la primera vez que fui a la Filmoteca de Madrid. ¡He devorado tantas películas allí! En la de Barcelona he estado pocas veces. Sí sé que Cuentos de la luna pálida de agosto es la única que he visto en los dos sitios. Y esto por sí solo merece una entrada.

¿Cuándo fue la proyección de Madrid? Tendría que ir muy atrás para saber en qué momento de mi vida descubrí esta película. Tal vez también la viera por televisión; Garci y su programa ¡Qué grande es el cine! nos descubrió muchas obras maestras.

En Barcelona está unida al recuerdo de C... Estuvimos juntos unos meses. Aprendí mucho con ella. Me enseñó más de lo que ella cree.

Compartimos muchas películas. Incluso una, estando ella en Barcelona y yo, en Madrid, en un experimento que nos hizo bastante gracia. ¿Y de las otras, qué recuerdo? En algunas, tal vez nos cogimos de la mano; en las últimas, ya nos habíamos alejado. 

El sentido japonés y oriental de la vida y la muerte se resume en estos Cuentos. Los fantasmas, es decir, el pasado, viven con nosotros. A veces, espíritus benévolos, nos protegen; otras, encarnación de las pesadillas, nos persiguen. 

¿No somos, incluso, nosotros mismos, fantasmas? ¿No aspiramos a dejar una huella en otros? 

El final no deja de ser otra cosa que ese sentimiento taoísta de encuentro con la naturaleza y del fluir del tiempo. Somos y no somos. Dejaremos de ser y seguiremos siendo.

Lo demás, creamos lo que creamos ahora, no importa. 



RECUERDOS EN MOVIMIENTO (V): YOUR NAME


Repito tu nombre para no olvidarlo, para no olvidarte...


Hace cinco años me enamoré de Japón. Es uno de esos países a los que me gustaría volver. 
Sería difícil explicar porqué...

En Kyoto pasé una semana entera; alquilé una habitación, en una primera planta, cerca de un río. 
Recuerdo allí un jardín zen, al otro lado del cristal. 
Por las noches en esa habitación tuve sueños donde mis padres volvieron a estar vivos. 
Durante el día, tras largas caminatas, cuando me sentaba y contemplaba los templos y sus jardines, me sentía relajado, tranquilo, feliz. 
Hay lugares en los que parece que ya hayas estado, que siempre hayan formado parte de tu vida. 

Un día, en Tokio, supe que habían estrenado Your name de Makoto Shinkai, heredero de una larga tradición que tiene en Miyazaki a su padre fundador. Su viaje de Chihiro es una maravilla...

Era una noche de otoño. Así que ahí estaba yo, en un cine de Tokio, dispuesto a ver Your name.

No iba a entender nada de los diálogos. ¡Ningún problema! Me tocó una primera fila. ¡Qué más da! 

Me dejé arrastrar por las imágenes y me emocioné, aunque las palabras me fueran desconocidas. No importaba. El tiempo y el espacio, gracias a la teoría de las cuerdas, dejaban de existir; las barreras que nos separan ya no tienen sentido. 

Años después conocí a R... Tras varios intentos fallidos finalmente conseguí que tuviéramos una cita. Vimos El tiempo contigo, la siguiente película de Shinkai. 

¿Cómo fue el tiempo con ella? ¿Cómo ha sido el tiempo sin ella? 


Tu nombre existe. Otros nombres, no.

No sé si llegarás a leer estas palabras. U otras que compartimos, que forman parte de nosotros: λóγος, ἐποχή, τὸ ἄπειρον, φιλíα, στοργή, Καλημέρα...

Me gustaría regalarte otras palabras para que algún día también sean tuyas. 

viernes, 25 de junio de 2021

TANKA: POETISAS Y ESCRITORAS DEL PERIODO HEIAN

 


El color de las flores 

se va desvaneciendo:

así pasa mi vida, vanamente,

envuelta en tristes pensamientos 

viendo caer las largas lluvias.

Ono No Komachi. Traducción: J.M.Bermejo y Teresa Herrero.


Pasan los días 

pero nunca me olvido 

de aquel encuentro 

cuando tú y yo nos vimos

aquel otoño...


Tu sombra, al menos,

que viva permanezca

entre mis lágrimas, 

aunque lejos el otoño te lleve,

sin saber mis penas.

Izumi Shikubi. Diario. Traducción: Akiko Imoto y Carlos Rubio.


Sé que voy a morir,

pero me gustaría llevarme al más allá 

un último recuerdo.

¿Por qué no me concedes

una última cita?

Izumi Shikubi. Diario. Traducción: J.M.Bermejo y Teresa Herrero.


Encuentro inesperado:

cuando me preguntaba si era él o no lo era,

la luna se ocultó de repente

por detrás de una nube.

Murasaki Shikibu. Genji Monogatari. Traducción: J.M.Bermejo y Teresa Herrero.


Las malas hierbas son tan espesas 

que apenas se ve el camino

que conduce a mi casa.

Crecieron mientras esperaba

a alguien que nunca llegó.

Sojo Henjo. Traducción: Xavier Roca Ferrer de una traducción al inglés de Donald Keene. 


Recuerdo una mañana clara... Había llovido durante toda la noche. A pesar del sol las gotas del rocío

aún cubrían los crisantemos del jardín. En los cercos de bambú y las varas de los setos veía telarañas.

A medidas que sus hilos se quebraban, las gotas de lluvia quedaban colgando de ellos como perlas de 

un collar... Poco a poco el rocío fue desapareciendo del trébol y de las otras plantas en las que se

había posado. Las ramas, más livianas, se agitaron casi imperceptiblemente y luego, de repente 

y con toda armonía, se alzaron... 


pero ahora me doy cuenta de que, así como inevitablemente 

brotan las lágrimas, como dice el poema, del mismo modo estas notas dejarán de pertenecerme...

Sei Shonagon. Libro de la almohada. Traducción: Amalia Sato. 


Todo en este mundo es triste y acaba por fatigar. Pero desde ahora en adelante ya no temeré nada. 

Que los demás hagan y digan lo que quieran... y cuando en mi espíritu la importancia de las 

cosas de este mundo haya quedado reducida a la del rocío, haré cuanto esté en mi mano para convertirme

en una persona sabia y santa.

Murasaki Shikibu. Diario. 


Estoy tan sola...

Mi cuerpo es una brizna de hierba flotante, 

separada de sus raíces.

Si hubiera un río cerca,

me dejaría llevar por la corriente.

Ono No Komachi. Traducción: Javier Roca Ferrer de una traducción al inglés de Donald Keene. 




domingo, 9 de mayo de 2021

KINUYO TANAKA: PECHOS ETERNOS Y FUMIKO NAKAJO

 


"Tengo alas ligeras; 
podría volar a dónde quisiera: 
me apoyaré en tu hombro".
 
En los años 50 del pasado siglo no había mujeres directoras en Japón. En Japón y en otras partes. 
Las pocas mujeres que dirigían abrieron el camino a las que ahora lo pueden hacer. Una de ellas fue Kinuyo Tanaka. 

Es más conocida como la actriz fetiche o "musa" de dos grandes directores japoneses, sin que el cine no sería lo mismo: Mizoguchi y Ozu. Pocos saben -ni siquiera yo hace una semana- que además dirigió seis películas en una década. 

Sus dos primeras películas se apoyaron en el guion de Kinoshita y Ozu. 

En la primera, Cartas de amor, ya demuestra un talento sorprendente. 


El protagonista, obsesionado por un primer amor perdido, acaba escribiendo cartas en inglés a mujeres que se prostituyen con soldados americanos. Un día reconoce a ese amor; también se ha prostituido...

Son pequeños detalles -como el de la puerta de un tren que se cierra, dejando a los dos amantes al otro lado, o un plano fijo y general en el que, mientras la protagonista se aleja, observamos las dudas de un hombre que la deja marchar, incapaz de perdonarla- que construyen un melodrama de la mejor calidad. 

El tema -la prostitución, a la que muchas mujeres tuvieron que agarrarse, como forma de supervivencia tras la posguerra- ya nos sitúa desde un punto de vista femenino. 

Será mucho más marcado en sus dos películas posteriores.

En la primera, con guion de Ozu, La luna se levanta, se mueve entre la comedia romántica y un ligero toque de melodrama, pero sin cargar las tintas. Hay frescura y un romanticismo que Ozu nunca hubiera aceptado. Pero ese es el toque de la directora. 

LA LUNA SE LEVANTA

Pasos que se alejan o

manos que hablan por sí mismas. 


Es en la tercera donde alcanza su mejor nivel. Es su guion y su historia. La escribió ella. Y se nota. 

En Pechos eternos hay múltiples temas. Está el principal, el de una mujer con cáncer de mama y la enfermedad que la llevará a la muerte. Pero hay muchos más; porque es también una mujer que se ha divorciado; su poesía es "exagerada", "cosas de mujeres", eso dicen de ella sus "colegas"; con dos hijos, poetisa y vive, además, dos amores imposibles. Uno, porque es el marido de su mejor amiga; el otro, porque llega demasiado tarde...


Basada en la vida de una poetisa japonesa, Fumiko Nakajo, estoy seguro que logra conseguir -aunque no conozca la obra de esta mujer- captar el espíritu de su poesía. De vez en cuando aparecen sus poemas: sencillos, delicados, sobrios, elegantes... 

Una colina con forma similar

a una mama que perdí,

flores marchitas la adornan

​en invierno...



Soy como esa flor en el lago; 

sin raíz... 

Está el deseo de vivir y el miedo a la muerte. Sin ocultarlo ni enfatizarlo en exceso.

Terrible la escena del pasillo en la que, tras escuchar los llantos de unos familiares, camina detrás de las enfermeras y la camilla de un cadáver, tomando conciencia, más que nunca, de que ese será su único futuro. 

¿Y qué decir de la escena en la que le pide a un periodista, que se ha enamorado de ella, que la acompañe y duerma a su lado? Sin necesidad de sexo hay un erotismo y una sensualidad intensa y carnal.

Y mucho antes de que le diagnosticaran el cáncer, el encuentro con el amigo, al que también amaba y que dará a conocer su poesía. 

Esa despedida... Es muy difícil conseguir eso, pero no hace falta que nos lo digan. Sabemos que se han querido y que se quieren. 


Una bufanda para que la niña no tenga frío; las palabras de ánimo y confianza en el talento de ella... 

Es imposible contar todos los maravillosos detalles que hacen de esta película una joya. 

Me conformaré con mencionar sólo dos:

Cuando se despide del periodista, tras la noche en la que han dormido juntos, él le deja una pluma para que siga escribiendo sus poemas. Los dos saben que no volverán a verse. Ella le pide que se vaya, cuando cierre los ojos. Él se marcha, cierra la puerta, pero vuelve a abrirla; ella está mirando por el espejo su reflejo; él sonríe. Después, cuando se marcha, ella sale a la ventana y le ve alejarse por el pasillo; llora. En la mano tiene, apretada con fuerza, la pluma. El amor y la creación, sintetizados en una sola imagen. 

En cuanto a la segunda, en medio de un final terrible, cuando todos saben que va a morir, hay un gesto delicado y tierno. El niño, su hijo, escribe en la arena del patio: "Ponte bien, mamá". 

Palabras en la arena, flores en el agua... Desaparecerán. 

Pero su poesía permanecerá. 

"Mi legado para vosotros, hijos, será mi muerte". 



 

martes, 23 de junio de 2020

PRIMAVERA TARDÍA DE OZU: LO COTIDIANO Y EL PASO DEL TIEMPO


El protagonista, un anciano, pela una manzana. Cuando termina de hacerlo, deja caer la piel y se hunde en la silla; sabe que se ha quedado solo. Después, un plano del mar... Fin.



Es una película donde la vida cotidiana se desliza a su ritmo, sin prisas. La historia es sencilla; una hija se ha de casar. El padre debe dejarla irse; la hija se marchará. No ocurre mucho más. O sí...
Comen, van en el tren a Tokio, asisten a una representación de teatro kabuki, hacen el último viaje juntos, a Kyoto...


Un paseo en bici que, sin palabras, nos habla de libertad. Silencios o miradas cómplices, de tristeza, alegría, decepción, dudas... Planos vacíos de un pasillo o el de una colina, el de dos bicicletas, un jarrón o, simplemente, el de unas revistas que caen de la silla, se transforman en una emoción y una historia por sí mismas.
Situaciones cotidianas, tratadas con delicadeza y sensibilidad, que nos trascienden y acercan a la verdad de las cosas.



La poética zen: la ley de la vida, el fluir de la naturaleza, aceptar la finitud, el cambio, la soledad...


La poesía de Ozu nos habla del paso del tiempo, de la muerte y de la vida...


domingo, 17 de mayo de 2020

THE EMPEROR' S NAKED ARMY MARCHES ON


Hay directores que despiertan tu interés, porque son capaces de decirte cómo es la realidad y hacerlo de manera cruda, sin ocultar lo que hay.
Quizá de los documentales que ha hecho Kazuo Hara, otro gran desconocido, sea este. El protagonista es un hombre, Okuzaki, que, obsesionado por lo que ocurrió durante la guerra, toma la decisión de dedicar su vida a que se haga justicia o, por lo menos, a que se sepa qué sucedió.
Hechos tan terribles como el canibalismo o la ejecución de dos personas inocentes se van descubriendo ante la mirada cobarde -la mayor parte- de sus compañeros de entonces, en unas entrevistas tensas, directas. Nadie pagó por esos crímenes. Se hizo tabla rasa. Casi todos quieren olvidar y pasar página ante sus crímenes o sus debilidades. Okuzaki, no. Su misión fue no olvidar a las víctimas, ni a sus verdugos.


El director nos muestra a un hombre íntegro, -estuvo con él más de cinco años, acompañándole en "esa cruzada"- aunque esa integridad le lleve a actos de violencia y hasta al asesinato.
Es una mirada, sin duda, agria. Después de una guerra muchos quieren olvidar. Pero la memoria es fundamental; tanto para los muertos, como para los vivos.

domingo, 29 de septiembre de 2019

NARUSE: TORMENTO Y CUANDO UNA MUJER SUBE LAS ESCALERAS


Hace unos meses comencé a ver películas de Naruse. No es tan conocido como Kurasawa, Mizoguchi u Ozu, pero merece estar a su misma altura.
Hablé entonces de su última película, Nubes dispersas.
Imagino que ahora puedo decir que he visto sus mejores obras. Y entre ellas, sin duda, están Tormento y Cuando sube las escaleras. 
En todas las películas de Naruse, el centro de la historia gira alrededor de una mujer.

Ellas siempre son más interesantes. De eso no me cabe duda.

Y las mujeres de Naruse, por supuesto, son modernas, toman decisiones, se arriesgan. Y, aunque fracasen, no se rinden. Tienen que continuar. Así son las reglas. Así es la vida.
Muchas de ellas son viudas; se casaron pronto. Y ahora, en un mundo en plena transformación -donde el dinero es el fin último de casi todas las relaciones-, tras un largo duelo, sienten la necesidad de empezar de nuevo. Se equivocan. Tienen miedo. Se arrepienten.
Son fuertes; los hombres de los que se enamoran, no tanto. Y aún así, los comprendemos. Las convenciones sociales pueden aplastarnos. Y ellos, en un mundo cambiante, no tienen tanta fortaleza ni capacidad de adaptación. Ni tanto valor.
En Tormento esas convenciones y sus dudas destruyen al hombre que ama, más frágil de lo que aparenta; y ella no podrá impedirlo.

En Cuando una mujer sube las escaleras hay tres hombres. El primero miente e inventa un mundo falso que se derrumba enseguida, como un castillo de naipes; otro sólo es capaz de idealizarla, inventa a una mujer que no existe; el último se debe a una familia a la que no puede abandonar.


El drama contado con elegancia, sin estridencias.
Naruse, sin duda, es uno de los grandes.

domingo, 3 de febrero de 2019

NUBES DISPERSAS




Todo cinéfilo en Occidente conoce a Mizoguchi, a Kurosawa o a Ozu. Sin embargo, hay un cuarto nombre que casi nadie menciona: Mikio Naruse. Quizá porque siempre se ha pensado que un autor de melodramas no estaba a la altura de los otros tres. Es un error. Es también uno de los grandes.
Muchos, al ver sus películas, pensarán en otro gran director de melodramas, Douglas Sirk. Es comparable, sin duda, en muchos aspectos, aunque no se puede olvidar la procedencia de ambos. Sirk es americano de adopción, aunque de origen europeo; pertenece a la industria de Hollywood, con sus luces y sus sombras y a Occidente. Naruse era japònés y su cultura está ahí, presente en cada una de las decisiones que toman sus personajes.

10 essential films
                                                                                                                           


En su última película, Scattered clouds, Nubes dispersas, la historia no podría ser más sencilla.
Una mujer pierde a su marido en un accidente de tráfico. El hombre que lo ha matado, sintiéndose culpable, intenta ayudarla económicamente, pero ella no le perdona. Acaban coincidiendo en el mismo lugar, intentando rehacer sus vidas. No pueden evitar enamorarse, pero el pasado está ahí; no son capaces de olvidarlo. El suyo será un amor imposible...

Hay pocos que sepan narrar como Naruse, que consigan que comprendamos a los personajes, los sintamos cerca. Y Naruse nos lleva hasta el final, aunque sepamos que, como mucho, sólo les quedará el recuerdo de lo que pudo ser.

Ella, a mitad de película, recuerda momentos, instantes de felicidad, vividos con su marido en el lago.

Otros surgen, más tarde, en ese mismo lago, entre ella y el hombre del que se ha enamorado.

Cuando los dos se separan -seguramente, para siempre-, nuestros protagonistas en los últimos planos de la película se quedan solos. Él mira por la ventanilla de un tren; ella, camina al borde del lago.

Sabemos que ambos recordarán esos pocos momentos que han vivido juntos, en los que dos personas se han comprendido y se han amado.

Vuelvo a Dostoievski.

"Creo en la vida eterna en este mundo; hay momentos en que el tiempo se detiene de repente para dar lugar a la eternidad".



jueves, 22 de noviembre de 2018

TOKYO MONOGATARI



Ayer vi Tokio Monogatari en la 2; se podria traducir algo así como Historias de Tokio. 

Me emocioné.

No es raro; Tokio Monogatari siempre me ha removido por dentro. Habla de la familia, el egoísmo al que nos conduce la vida cotidiana y el dinero, la generosidad más allá de los intereses particulares, el choque entre el ritmo de la ciudad y el de la vida; la vejez, el amor, la muerte, la incomprensión o el olvido entre generaciones, entre padres e hijos; la amistad de dos mujeres, unidas por un carácter y una forma de ver el mundo similar, cómo afrontar la pérdida de un ser querido y rehacer tu vida y, por supuesto, el paso del tiempo.

Más que otras veces me conmovió la muerte de la madre. Es normal. Creo que, en otras ocasiones, -excepto, la última vez, en mayo del 2015, en Barcelona, junto a una amiga, en la filmoteca, y recuerdo que me ocurrió lo mismo- mi madre no había muerto, con lo cual puedo compartir esa experiencia con los protagonistas -ahora, sí- y liberarme a través de las lágrimas.


Sin embargo, con más distancia, menos atrapado por el dolor reciente como en esa última ocasión, pude descubrir otros aspectos, porque es una película que siempre te abre caminos nuevos; tus experiencias se mezclan con el relato y, sin que haya cambiado un fotograma, la visión es diferente, porque tú has cambiado. Por ejemplo, los hijos mayores que siempre me parecieron egoístas y simples, el estereotipo típico, no lo son tanto; tienen sus razones. Puede que te resulten irritantes o desagradables, pero comprendes su punto de vista. Incluso, en alguno de sus gestos, me vi a mí mismo. Yo actué así, cuando murió ella... , pensé, ayer.


Sí, la vida es decepcionante... Contemplé mi reflejo en algunas de sus palabras y acciones. No estuve a la altura, fui egoísta; es cierto, no siempre nos sentimos orgullosos de lo que hemos hecho por ellos ni de las reacciones que tenemos, cuando ya no están. Reconocemos, al ver a estos personajes, los errores que cometimos, sin ser conscientes, aunque ahora nos demos cuenta y ya sea demasiado tarde.


Por supuesto, la amistad entre las dos mujeres de la fotografía -una mujer madura, Noriko, consciente de que la vida nos obliga a tomar decisiones desagradables y la otra, joven, decepcionada con sus hermanos mayores-, es quizá uno de los detalles más hermosos de la película. El único momento en que dos de los personajes se tocan -dejando un lado y sin despreciarlo, cuando la nuera, Noriko, le hace un masaje a la madre de su marido, fallecido en la guerra, el día antes de que la anciana vuelva a su pueblo, donde morirá días después-, es cuando estas dos mujeres, Noriko y la hija menor, se cogen de la mano y prometen visitarse y mantener el contacto. Ozu nos lo muestra sin marcarlo, sin enfatizarlo; sólo con un plano, a cierta distancia, con respeto.

Sobriedad expresiva. Una abuela y un nieto juegan; el fondo es un espacio en el que se mueven la que va a morir -y lo intuye- y el que acaba de nacer.
Ropa tendida; el sonido del tren: una rima, una presencia constante; el paisaje; dos ancianos, sentados al borde de un murete lo contemplan y, luego, caminan, al borde del precipicio; un barco pasa, mientras el río sigue su curso; el anciano disfruta del amanecer, horas después de haber perdido a su mujer y se siente dichoso -el amanecer ha sido hermoso- y triste, porque sabe que, a partir de ese momento, estará muy solo. Ya no podrá compartir ningún amanecer, ningún recuerdo, nada, con ella.



El final, como toda la película, es sencillo, depurado. No necesita más.


La vida sigue su curso. Y así debe ser...

jueves, 8 de marzo de 2018

EN ESTE RINCÓN DEL MUNDO


Hay películas que cuando terminas de verlas te dejan una sensación agradable: la vida no es tan terrible como pueda parecernos a veces.

Esta es una de ellas. Y, aún así, bajo esa capa de ligereza se intuyen, se insinúan las tragedias: Hiroshima, los bombardeos sobre población civil, las dificultades de abastecimiento, la prostitución, el hambre, en tiempos de guerra...


La mirada es original: es la de una mujer que no ha dejado de ser una niña, que no quiere perder esa ternura e ingenuidad que olvidamos en el baúl de los recuerdos cuando nos hacemos mayores. ¿Es naïf? No tanto. La muerte está presente; también, el dolor, -quizá los momentos visualmente más poderosos y líricos, como la muerte de uno de los personajes o una idea obsesiva, alrededor de su mano, que atenaza a la protagonista después de esta muerte o la descripción de los bombardeos- pero ese no es el tono general ni la melodía de esta película japonesa de animación. La protagonista expresa y refleja el mundo a través de sus dibujos y, gracias a ellos, asistimos a un mundo paralelo, brillante, luminoso. También vemos -es una mujer; no es casual la elección- la vida cotidiana, las bromas, los placeres y las preocupaciones diarias, los pequeños detalles sin importancia, que casi siempre, son los más trascendentales.

Nostalgia, ternura, optimismo. Es difícil captarlos y reflejarlos en una pantalla con tanta elegancia como aquí.

La vida, a pesar de la violencia y el dolor y la ausencia y la muerte, sigue, continúa. Y así debería ser...

viernes, 21 de octubre de 2016

JAPÓN: EL ÁRBOL Y EL RUIDO




Japón. Un árbol.
Lo vi en Hakone, cerca del Monte Fuji. Al borde del lago Ashi. La vía sagrada de un santuario sintoista, Hakone Shrine, nace en una puerta, anclada en el agua y se eleva hacia la montaña.




Y allí, junto al templo, está el árbol que vuela hacia el cielo.



El espacio sagrado. La naturaleza es sagrada, está viva. Volvemos a ella.
Despierta y recupera lo que ocultamos. Lo que echamos de menos.


La tierra nos devuelve a aquellos a los que no veremos.
Soñé con mi madre. La noté muy cerca de mí, protegiéndome. En Japón siempre ha estado conmigo.
Sin raíces profundas no podemos elevarnos hacia las estrellas...

Tokio. Shibuya.
Ruido. Imágenes que marean y atraen. Espacios repletos de gente libre, en movimiento, atrapada...


Kyoto. El jardín de Murin-An. La casa del té. Espacios sencillos, simples, líneas rectas. Visión que se extiende en el vacío.


En un palacio o un templo de Kyoto. El artista en sus habitaciones busca definir, reflejar el espíritu de la naturaleza. Trazos sencillos, naturalistas. Lo ideal, lo soñado.




O describe en un anuncio que puedes ver en el metro de Tokio un mundo moderno, juvenil, palpable, agresivo...


La naturaleza, a su vez, juega con la luz, pinta con la luz. Los reflejos en un espacio que el hombre ha recreado, idealizándola.


Los ritos se respetan. Purifiquemos nuestro cuerpo, limpiemos nuestras almas de los pecados... Pidamos deseos a los dioses. Tal vez nos escuchen...










Los rascacielos de Tokio se alzan entre la niebla. ¿Monstruos o maravillas? Los admiramos y los tememos.


Hiroshima. Recordamos a los muertos y nuestra historia. Generaciones que no deberían olvidar las pesadillas que hemos engendrado.


El tiempo se detuvo. A veces. Hubo momentos en que comprendí que la vida sigue, continúa, fluye... Que debemos aceptar lo que llegue sin más. Y eso está bien.


Tal vez la muerte y la vida sea eso.
Volvemos a la tierra de donde venimos. Seremos de nuevo raíces y savia y aire y agua...

Mientras tanto, vivimos...

YOUR NAME



Una noche en Tokio. Llevaba varias en Japón. 
En Tokio se pone el sol a las cinco y media. Miro el Facebook al volver al alojamiento antes de buscar un sitio donde cenar. Me fijo que en un instituto donde trabajé, el IES Rosa Chacel de Colmenar Viejo, empezaban un ciclo de cine con Miyazaki, la princesa Mononoke. Esa misma tarde había visto el cartel de Your name, de Makato Shinkai, en el cine de un gran centro comercial, uno de los más conocidos de Tokio. Es un gran éxito de público desde que se ha estrenado en Japón. 
La prensa decía que es el heredero de Miyazaki... La prensa siempre busca un titular. Y es poco de fiar, como todos sabemos. Se comentaba la sensibilidad menos clasicista, más moderna de una nueva generación. No había visto otras películas del tal Shinkai. 


Entonces se me ocurrió. ¿Por qué no verla aquí en Japón? Otra experiencia más. No entendería ni papa, pero si es buena, seguro que las imágenes hablarían por sí solas. Compré la entrada, comí algo por los alrededores, cerca de Shibuya y entré en la sala. Tenían cojines que ofrecían al que quisiera y los chicos acomodadores te saludaban al entrar a la manera japonesa con una leve inclinación de cabeza y deseándote una buena velada. El espacio entre los asientos se agradecía. Comprobé que la sala estaba llena... Tuve que verla en la primera fila.
Azcona dijo una vez que el mejor guión es aquel que no necesita de diálogos. O dicho de otra manera que las imágenes por sí mismas hacen comprensible el argumento. Sin tener ni idea de japonés eso es lo que buscaba. Eso demuestra que el cine puede llegar a ser un lenguaje universal.
Aquí hay mucho diálogo. Cómico, dramático e, imagino, por el trailer que he visto, sentimental. Sin embargo, las imágenes por sí solas dicen mucho.
Los temas de esta película de animación me recuerdan a tantas películas clásicas: El fantasma y la Sra Muir, La carta final, Líneas de teléfono... El amor más allá del tiempo y de la muerte. 
En el cortometraje argentino Líneas de teléfono en un mismo espacio y en tiempos diferentes nace un amor, condenado a la tragedia, con el teléfono como línea de comunicación que rompe de manera mágica la imposibilidad del encuentro en un contexto político muy definido, nada menos que en plena dictadura argentina... Vale la pena verlo... Aquí os lo pongo en dos partes.



en el de Hollywood, entre un fantasma y una mujer de carne y hueso llevada al romanticismo más lírico... ¡Esa música de Bernard Hermann!


o en otra de la misma época, Jennie, en la que un pintor acababa enamorándose de una mujer que ya había muerto y que se le aparecía en momentos claves de su vida... y a la que tiene la oportunidad de salvar... Una obra maestra del surrealismo y el romanticismo más radical.

 en La carta final, en una narración -esta vez- realista, que no descarta la sensibilidad, sino que la convierte en una suave caricia del papel y las palabras, aunque ambos estén alejados miles de kilómetros. 

Todas esas referencias me vienen a la mente al hablar de Your name. De todas bebe Shinkai de manera directa o indirecta. 
También, por supuesto, hay toda una tradición de animación manga detrás. Y la sombra acogedora de Miyazaki que es un árbol bueno con raíces profundas. 
Aquí en Your name son dos espacios -parecen mundos ajenos: el rural y la gran ciudad, Tokio- y dos tiempos paralelos, que alejan y acercan a los personajes sin proponérselo. Y además ciencia ficción y cine de animación de calidad. 
Noté el realismo de la propuesta también cuando reconocía -y eso lo disfruté- los pequeños detalles de la vida cotidiana de Tokio que había vivido los días anteriores.
Volvamos a la idea motriz: amor que juega con el tiempo y el espacio, imposible y, al mismo tiempo, real. No cae en la sensiblería, aunque intuyo que en algún momento está al borde.
Intercambio de cuerpos y mentes, - comicidad inicial, comedia adolescente- supone al final comprensión del otro, madurez. 
Tradición y modernidad, clasicismo e innovación. Imágenes de cómic con sobriedad visual y firmeza en el montaje, que sabe ser intenso o contemplativo, cuando conviene a la narración. Un paralelismo con la dicotomía en la que se mueve el Japón actual. Y tal vez nosotros mismos...
Y un romanticismo muy cuidado. E imágenes y escenas con una poderosa fuerza visual.  
El final es abierto y sugerente...

Es una gran película. A la altura de Miyazaki. No es su heredero. Es otra cosa y eso también me parece bien.
Tenemos a un autor a tener muy en cuenta. Estaré pendiente de su estreno en España.