viernes, 30 de diciembre de 2016

LA HISTORIA OFICIAL



La protagonista es una profesora de historia, y no es casual, pero los temas que aparecen en esta película van mucho más allá del momento histórico en que se sitúa: la incipiente democracia argentina tras la brutal dictadura de Videla y la situación concreta: los niños robados y las abuelas de la Plaza de Mayo. Hay una reflexión que en esta escena -clave, más importante de lo que parece en un principio; como se suele decir: aquí está el mensaje- se resume en dos comentarios. Uno, en la frase de un tal Mariano Moreno pronunciada a principios del siglo XIX: "Si no dejan publicar la verdad, va a triunfar la mentira, el embrutecimiento..." Y la segunda, brutal, escupida por uno de sus alumnos: "La historia la escriben los asesinos". 

Es una bofetada, un puñetazo en la cara. 

La protagonista tomará conciencia, dejará de mirar a otro lado, descubrirá la verdad. El final es demoledor.





Y, en realidad, las dos frases podrían servir para cualquier lugar del mundo en cualquier momento de nuestra historia. En el Egipto de Akenatón, en la Roma de los Graco, Augusto o Trajano, en la Grecia de Pericles o Alejandro Magno o en la China de los emperadores. En la Europa medieval o en la América conquistada. En la Francia de Vichy o en la Alemania de Hitler. En la antigua Yugoslavia y los países que nacieron tras su desmembramiento, en la Rusia comunista o en los Estados Unidos del macartismo. Y ahora. En la Siria de Al Asad, en el infierno del ISIS, en la Turquía de Erdogan, en la Rusia de Putin, en los Estados Unidos de Obama o de Trump o... en España...


Siempre, detrás de la historia oficial -la que escriben y escribirán los vencedores o los asesinos- está y estará la verdad, mucho más compleja y contradictoria

Aunque me temo que los seres humanos preferimos o aceptamos muchas veces la historia oficial. La verdad no es agradable; nos refleja en un espejo tal como somos.

domingo, 18 de diciembre de 2016

FRANTZ: UN RETORNO A LOS CLÁSICOS


Frantz, que se estrenará el 30 de diciembre en las salas españolas, parte de una película de los años treinta de Lubitsch, Remordimiento, que adaptó a su vez una obra de Maurice Rostand.

El argumento es sencillo. Estamos en 1919 en un pueblo de Alemania. Una mujer deja unas flores en la tumba de su prometido, que murió en el frente cuando estaba a punto de terminar la guerra. No sólo lo llora ella; también los padres del soldado.

Descubre, al llegar a la tumba, que un francés también ha venido esa misma mañana. Tras muchas dudas, el joven francés se presenta ante la familia del soldado alemán: era amigo suyo, al que conoció antes de la guerra. Por supuesto, recibirá la comprensión tanto de los padres que desean volver a recuperar el recuerdo del Frantz que perdieron, como el de su prometida, que encuentra en este joven francés una esperanza para poder rehacer su vida. Sin embargo, el francés no ha dicho toda la verdad...
Este es la historia de Lubitsch y la primera parte de la de Frantz...

En la película de Lubitsch el punto de vista es el de él. Por las críticas -no he podido ver la película- parece que el actor protagonista no fue bien elegido. En cambio, el padre del chico alemán lo interpreta Lionel Barrymore, uno de los mejores secundarios de la historia del cine. En esta escena hace un alegato pacifista, sentido y sincero.


Remordimiento.Lubitsch.Escena23 por lapuertadebabel

Ozon en su versión no ha cambiado nada, ni una coma del diálogo de esta escena. No era necesario. Es impecable.

En la de Ozon, ya aviso, el punto de vista es otro.

Han pasado más de ochenta años. Es un buen reflejo de cómo ha cambiado el mundo. No sorprende que la mirada esta vez sea la de ella. Y que sea una mujer decidida, con carácter, valiente.

Y aunque aparezca el tema central de la historia original, -el remordimiento, la culpa y la necesidad de volver a agarrar la vida con todas tus fuerzas tras una guerra brutal y despiadada-, ya no es lo mismo.

Sí, es cierto, hay un estilo clásico, elegante que recorre toda la narración.


Se nota en la elección del blanco y negro -aunque haya breves momentos en color para resaltar la poesía y el sueño-. Y me emociona. Pequeños detalles como pasear por las calles de un pueblo en los años veinte, subirse a un tren de los de antes, escribir cartas con papel y pluma. Ya no lo hacemos. Ni lo haremos. Es Historia. Y Ozon nos lo muestra como lo harían los cineastas de los años treinta y cuarenta.

Lo admito. He llorado. Soy un sentimental.

Me emociona el romanticismo en esta película del 2016, que para bien o para mal, hemos perdido. Los amores no son eternos, aunque lo deseemos. Aún así, nos gusta verlos en la pantalla, pensar que son posibles o que podrían llegar a serlo.

No. No es posible. Ozon es consciente de que los tiempos han cambiado.

Hay una primera parte que sigue la narración de Lubitsch, pero, a mitad de metraje, el rumbo gira muy sutilmente. Ella entonces debe hacer un viaje de descubrimiento, porque es ella, aquí y ahora, quien debe abrazar la vida.

Quizá no encuentre lo que busca en un principio, pero sí le servirá para descubrir su propio camino. La mujer como dueña de su destino. Impensable en los años treinta, incluso antes de los sesenta, clave sin la que no se puede entender nuestra sociedad, la del 2016, aunque aún las mujeres encuentren trabas para la igualdad real en el trabajo, en la relación de pareja, en la vida cotidiana.

Vale la pena ver esta película de Ozon.
Volvemos a los clásicos, en lo mejor que contiene esta palabra: elegancia, romanticismo, emoción contenida, sobriedad, sinceridad.

El final no es romántico.

El giro se ha completado.
Estamos en el Louvre ante una mujer independiente que mira un cuadro.
Y, sobre todo, es una mujer que quiere vivir...
Y lo hará...

PATERSON




Paterson.

Un pueblo. Un conductor de autobús.

Lunes. 

Estoy despierto. Miro el reloj. Son las seis de la mañana. 
Un beso a Laura. Su piel... 

Se despierta. Me cuenta un sueño: tenemos gemelos. 
Una caja de cerillas. Nace un poema de amor. 

Martes. 

La poética de lo cotidiano. La belleza de la anécdota. 
Lo extraordinario del detalle. La repetición y el tiempo. 
La cercanía y la amabilidad. 

Miércoles.

Una niña espera y me recita un poema. Un enamorado se desespera. 
Gemelos. 
El camarero del bar juega una partida de ajedrez contra sí mismo. 

Jueves. 

Miradas a través de un cristal. 
Diálogos de dos pasajeros. Desencuentros de dos cuerpos. 
Reflejos en el fondo de un vaso de cerveza. 

Viernes. 

Líneas blancas y negras en un pastel, en la cortina del baño, en el vestido de Laura.
Agua que cae. Una cascada. Lo llaman lluvia. 
Laura toca una melodía en su nueva guitarra. Un payaso arlequín.

Sábado. 

Felicidad de Laura. Una pantalla en blanco y negro...

Trozos de papel. Palabras perdidas, rotas, quebradas. Vacío.

Domingo. 

Un paseo solitario. Un japonés se sienta junto a mí. 
Me regala un cuaderno secreto. Otro. 
Abro el cuaderno. Una hoja en blanco.
Las palabras vuelven. Y se repiten... 

Lunes.

Estoy despierto. Miro el reloj. Son las seis de la mañana. 
Un beso a Laura. Su piel... 


Paterson ha escrito un poema. O Jarmusch...

miércoles, 30 de noviembre de 2016

ALOYS Y MADRE SOLO HAY UNA


El lunes y el martes pude ver dos pre estrenos.
Creo, en mi humilde opinión, que son dos películas fallidas. Aún así, cualquiera de las dos es más interesante que muchos de los bodrios que estrenarán este viernes. Por tanto, voy a comentarlas.

Aloys es un intento muy valiente de mostrar el punto de vista de un adulto con síndrome de Asperger y la relación que establece tras la muerte de su padre con una mujer muy inteligente, atrevida, desorientada, depresiva y al borde de la locura.

El síndrome de Asperger ha sido tratado en el cine con desigual fortuna.

SINDROME DE ASPERGER EN EL CINE

Con estos personajes sólo cabía un drama y, sí, lo es, bajo una capa de profundización psicológica con planos vacíos o espejos que separan a los personajes de la realidad casi desde el primer momento. La puesta de escena es muy atrevida y dura. Ponerse en la piel y en los ojos de una persona con Asperger es complicado y hay momentos en que el director consigue que sintamos y pensemos como él.



El misterio en el que se nos presenta el personaje femenino, Vera, que, al principio, parece un juego para hacer reaccionar al protagonista deriva hacia una relación en la que ambos eligen una realidad ficticia para escapar de sus propios fantasmas. Separados por el espacio -ella se encuentra en un psiquiátrico; él, en su casa que es otra cárcel, en el fondo- consiguen estar juntos a través de su imaginación.

La parte central y algunas de esas creaciones compartidas -sobre todo, la fiesta, demasiado larga y repetitiva- no cuajan del todo. Sin embargo, el final, cuando ella apuesta por la realidad y él debe decidir si prefiere el mundo alternativo que ha construido o aceptar una relación difícil, tal vez imposible o irrealizable, pero verdadera, está muy bien contada.


Madre sólo hay una es más convencional, pero la historia de partida es muy interesante.

El Estado brasileño descubre que dos niños fueron robados. Y se los devuelven a sus padres biológicos. La madre adoptiva, responsable del robo, acaba en la cárcel.

La opción lacrimógena queda descartada. Se agradece. El punto de vista es el de un adolescente de diecisiete años, al que le gusta vestirse de mujer y disfruta de experiencias sexuales con hombres y mujeres. En menos de dos semanas pierde a su madre que acaba en la cárcel, a su hermana que acaba con otra pareja y debe aceptar a sus nuevos padres y a su nuevo hermano.



La sensación que uno tiene es que la película de verdad empieza cuando quedan quince minutos para que termine. Que hay muchos temas. Demasiados.
Un adolescente en busca de su identidad sexual. La frialdad del Estado que no prepara a ninguno de ellos para todo lo que se les viene encima. La actitud de los nuevos padres, demasiado protectora e ingenua, que no comprenden la bomba de relojería que tienen en casa.

A la madre adoptiva se le dedica un último plano a los treinta minutos en la cárcel. Y se olvidan de ella. No se explica nada. ¿Por qué robó a los niños? ¿Hubo razones sociales? ¿O políticas? Esa parte queda soslayada y me parece un error. ¿Y el protagonista? ¿No intenta ver a su madre y que le de explicaciones? Lo piensa y eso es lo que parece que va a hacer, pero... en otra película. En esta sólo hay amagos...

La hermana desaparece también. Un personaje que, como demuestra el plano final, podría ser muy interesante. Y el del nuevo hermano, esbozado sólo cuando quedan ¡¡¡cinco minutos!!!

Prefieren centrarse en la nueva madre y el nuevo padre, cuando en realidad, son los que menos interés despiertan en el espectador.

El final es sencillo. Nuestro protagonista, vestido de mujer y en la cama, está buscando a su hermana por internet. El nuevo hermano entra en la habitación y se tiende junto al protagonista. Apoya su cabeza en el hombro de nuestro chico. Y él lo acepta. Probablemente buscarán juntos a la hermana.

El problema es que ese no es el final de la historia sino su comienzo. Lo que no se ha contado, lo que no se cuenta es mucho más interesante que lo que hemos visto.

Una lección que todos debemos aprender.


viernes, 25 de noviembre de 2016

LA FAMILIA


Este año en Cannes hubo dos películas rumanas de calidad. 
No creo que sea casualidad que las dos tengan como tema central el de la familia. Y que de refilón aparezca la crítica a una sociedad enferma. 

En Los exámenes, Bacalaureat en el original, unos exámenes finales de bachillerato le sirven a Mungiu para hablar de las relaciones de pareja, del modelo competitivo, de la honradez, de la corrupción, de las mentiras, de la obsesión de los padres por conseguir que sus hijos tengan más oportunidades que ellos, de la frustración y, sobre todo, del eterno conflicto entre padres e hijos: los padres deben enseñar a sus hijos a tener recursos para sobrevivir por sí mismos y luego, dejarles volar. El punto de vista en este caso es el paterno. 



En SieraNevada el tono es distinto. Hay más humor. El punto de vista es otro: el del hijo. El padre ha muerto hace cuarenta días. Toda la familia se reúne para recordarlo. Lo que es un rito social y religioso se convierte de la mano de Cristi Puiu en un reflejo de todas las contradicciones de esa institución que es un refugio necesario y tantas veces puede llegar a ser como una china en el zapato. O peor. Ríes la mayor parte del metraje, pero bajo esa capa de humor absurdo late la frustración latente, el engaño, las mentiras para protegerse los unos a los otros.

Hay un elemento más evidente en Los exámenes que en SieraNevada. La sociedad lejos de la familia es fría, hipócrita, a veces cruel. Es como si en Rumanía -y no sólo allí- sólo los tuyos pudieran protegerte. No vale la religión ni el dinero ni las influencias. El resto intenta sobrevivir y mirará a otro lado, cuando necesites su ayuda, a no ser que tengas deudas pendientes con ellos. Y te traicionarán cuando les interese.

O dicho de otra manera, sólo podemos encontrar amparo o abrigo al individualismo y al capitalismo feroz y despiadado de nuestra sociedad occidental en los de nuestra sangre, en el entorno familiar. 

No nos queda otra cosa. En el fondo, es una conclusión descorazonadora. 
O tal vez no. Estamos ante una paradoja. Quizá sólo la familia que engendra las mayores angustias y temores nos salve y nos proteja al final de nuestras peores pesadillas. 



viernes, 21 de octubre de 2016

JAPÓN: EL ÁRBOL Y EL RUIDO




Japón. Un árbol.
Lo vi en Hakone, cerca del Monte Fuji. Al borde del lago Ashi. La vía sagrada de un santuario sintoista, Hakone Shrine, nace en una puerta, anclada en el agua y se eleva hacia la montaña.




Y allí, junto al templo, está el árbol que vuela hacia el cielo.



El espacio sagrado. La naturaleza es sagrada, está viva. Volvemos a ella.
Despierta y recupera lo que ocultamos. Lo que echamos de menos.


La tierra nos devuelve a aquellos a los que no veremos.
Soñé con mi madre. La noté muy cerca de mí, protegiéndome. En Japón siempre ha estado conmigo.
Sin raíces profundas no podemos elevarnos hacia las estrellas...

Tokio. Shibuya.
Ruido. Imágenes que marean y atraen. Espacios repletos de gente libre, en movimiento, atrapada...


Kyoto. El jardín de Murin-An. La casa del té. Espacios sencillos, simples, líneas rectas. Visión que se extiende en el vacío.


En un palacio o un templo de Kyoto. El artista en sus habitaciones busca definir, reflejar el espíritu de la naturaleza. Trazos sencillos, naturalistas. Lo ideal, lo soñado.




O describe en un anuncio que puedes ver en el metro de Tokio un mundo moderno, juvenil, palpable, agresivo...


La naturaleza, a su vez, juega con la luz, pinta con la luz. Los reflejos en un espacio que el hombre ha recreado, idealizándola.


Los ritos se respetan. Purifiquemos nuestro cuerpo, limpiemos nuestras almas de los pecados... Pidamos deseos a los dioses. Tal vez nos escuchen...










Los rascacielos de Tokio se alzan entre la niebla. ¿Monstruos o maravillas? Los admiramos y los tememos.


Hiroshima. Recordamos a los muertos y nuestra historia. Generaciones que no deberían olvidar las pesadillas que hemos engendrado.


El tiempo se detuvo. A veces. Hubo momentos en que comprendí que la vida sigue, continúa, fluye... Que debemos aceptar lo que llegue sin más. Y eso está bien.


Tal vez la muerte y la vida sea eso.
Volvemos a la tierra de donde venimos. Seremos de nuevo raíces y savia y aire y agua...

Mientras tanto, vivimos...

YOUR NAME



Una noche en Tokio. Llevaba varias en Japón. 
En Tokio se pone el sol a las cinco y media. Miro el Facebook al volver al alojamiento antes de buscar un sitio donde cenar. Me fijo que en un instituto donde trabajé, el IES Rosa Chacel de Colmenar Viejo, empezaban un ciclo de cine con Miyazaki, la princesa Mononoke. Esa misma tarde había visto el cartel de Your name, de Makato Shinkai, en el cine de un gran centro comercial, uno de los más conocidos de Tokio. Es un gran éxito de público desde que se ha estrenado en Japón. 
La prensa decía que es el heredero de Miyazaki... La prensa siempre busca un titular. Y es poco de fiar, como todos sabemos. Se comentaba la sensibilidad menos clasicista, más moderna de una nueva generación. No había visto otras películas del tal Shinkai. 


Entonces se me ocurrió. ¿Por qué no verla aquí en Japón? Otra experiencia más. No entendería ni papa, pero si es buena, seguro que las imágenes hablarían por sí solas. Compré la entrada, comí algo por los alrededores, cerca de Shibuya y entré en la sala. Tenían cojines que ofrecían al que quisiera y los chicos acomodadores te saludaban al entrar a la manera japonesa con una leve inclinación de cabeza y deseándote una buena velada. El espacio entre los asientos se agradecía. Comprobé que la sala estaba llena... Tuve que verla en la primera fila.
Azcona dijo una vez que el mejor guión es aquel que no necesita de diálogos. O dicho de otra manera que las imágenes por sí mismas hacen comprensible el argumento. Sin tener ni idea de japonés eso es lo que buscaba. Eso demuestra que el cine puede llegar a ser un lenguaje universal.
Aquí hay mucho diálogo. Cómico, dramático e, imagino, por el trailer que he visto, sentimental. Sin embargo, las imágenes por sí solas dicen mucho.
Los temas de esta película de animación me recuerdan a tantas películas clásicas: El fantasma y la Sra Muir, La carta final, Líneas de teléfono... El amor más allá del tiempo y de la muerte. 
En el cortometraje argentino Líneas de teléfono en un mismo espacio y en tiempos diferentes nace un amor, condenado a la tragedia, con el teléfono como línea de comunicación que rompe de manera mágica la imposibilidad del encuentro en un contexto político muy definido, nada menos que en plena dictadura argentina... Vale la pena verlo... Aquí os lo pongo en dos partes.



en el de Hollywood, entre un fantasma y una mujer de carne y hueso llevada al romanticismo más lírico... ¡Esa música de Bernard Hermann!


o en otra de la misma época, Jennie, en la que un pintor acababa enamorándose de una mujer que ya había muerto y que se le aparecía en momentos claves de su vida... y a la que tiene la oportunidad de salvar... Una obra maestra del surrealismo y el romanticismo más radical.

 en La carta final, en una narración -esta vez- realista, que no descarta la sensibilidad, sino que la convierte en una suave caricia del papel y las palabras, aunque ambos estén alejados miles de kilómetros. 

Todas esas referencias me vienen a la mente al hablar de Your name. De todas bebe Shinkai de manera directa o indirecta. 
También, por supuesto, hay toda una tradición de animación manga detrás. Y la sombra acogedora de Miyazaki que es un árbol bueno con raíces profundas. 
Aquí en Your name son dos espacios -parecen mundos ajenos: el rural y la gran ciudad, Tokio- y dos tiempos paralelos, que alejan y acercan a los personajes sin proponérselo. Y además ciencia ficción y cine de animación de calidad. 
Noté el realismo de la propuesta también cuando reconocía -y eso lo disfruté- los pequeños detalles de la vida cotidiana de Tokio que había vivido los días anteriores.
Volvamos a la idea motriz: amor que juega con el tiempo y el espacio, imposible y, al mismo tiempo, real. No cae en la sensiblería, aunque intuyo que en algún momento está al borde.
Intercambio de cuerpos y mentes, - comicidad inicial, comedia adolescente- supone al final comprensión del otro, madurez. 
Tradición y modernidad, clasicismo e innovación. Imágenes de cómic con sobriedad visual y firmeza en el montaje, que sabe ser intenso o contemplativo, cuando conviene a la narración. Un paralelismo con la dicotomía en la que se mueve el Japón actual. Y tal vez nosotros mismos...
Y un romanticismo muy cuidado. E imágenes y escenas con una poderosa fuerza visual.  
El final es abierto y sugerente...

Es una gran película. A la altura de Miyazaki. No es su heredero. Es otra cosa y eso también me parece bien.
Tenemos a un autor a tener muy en cuenta. Estaré pendiente de su estreno en España. 







miércoles, 14 de septiembre de 2016

LA VOZ DE MI MADRE


1.

            Era ella. La reconocí. Era su voz.

            -¡Santi!

            Sólo pronunció mi nombre. No recuerdo otra cosa del sueño. Acabo de despertar…

            Las voces de otros. Se mezclan. Se definen. Nos atrapan. Nos rodean…


2.

            Voy al dentista. De camino tarareo Al alba. Aute está en coma.

            Una pareja de ancianos sale de un centro comercial; ella se cruza conmigo. No sé porqué pienso en mi madre.

            Ella murió al alba. El alba de un día de verano. Frío y cortante…


3.


            La imagen que se repite. Ella está a punto de caerse. Anda a duras penas: como una anciana. Pulmonía. Neumonía. Embolia.

            Podía haberla salvado. No lo hice. La culpabilidad. Vuelvo a esa tarde una y otra vez…


4.

            -No deberías verlo –me dice Marcos.

            No puedo evitarlo; miro al interior de la habitación. Dos enfermeros colocan su cuerpo en la camilla: ese cuerpo cubierto por un plástico. Esa mano que cae a un lado: la que cogía la mía cuando paseábamos por la playa, la que me acariciaba de niño, la suya…
         
5.

            Un libro: Muerte de un silencio de Clemence Boulouque.

            Un documental: La hija del juez de William Karel.




            "...La última vez que estábamos a su lado. Una proximidad inútil..."

            Cuenta la muerte de su padre.

            No puedo seguir leyendo. Cierro el libro. Lloro.

            Las muertes de los padres no se parecen; el dolor de los hijos, sí.


6.

            "...en las fechas resuenan desgracias pasadas… Las vidas de los muertos es un collage…"

            He soñado con ella.

            He escuchado la voz de mi madre. He visto su rostro. He recordado su última mirada, la fragilidad de su cuerpo.

            No puedo dejar de soñar con ella. No quiero que desaparezca del todo.

No. ¡No quiero!


7.

            Un niño juega con su madre. Las risas de un niño que no respeta las reglas de juego. Me imagino como un padre: el que nunca seré…

            Los ojos se abren al mundo. Los míos.


            Dedos que escriben palabras. Muchas imágenes. Algunas voces. Viajes. Movimiento…

jueves, 16 de junio de 2016

CITES Y BARCELONA.


Cites/Citas es una serie muy interesante. En TV3, la televisión catalana, la ponen los lunes, creo. Va por su segunda temporada.

Es en catalán. El doblaje en castellano es un desastre-como siempre cuando doblan algo del catalán; ¿lo harán a propósito?-. Si se puede ver con subtítulos en castellano, mejor. En esta página web están todos los capítulos hasta la fecha.

CAPITOLS CITES

El punto de partida es sencillo: las primeras citas de varios personajes por internet en la ciudad de Barcelona. Nos encontramos ante una obra coral.


No todas las historias salen bien. Algunas, sí. Otras, quedan a medias, esperando una segunda cita...

Los personajes -unos más que otros, por supuesto- son cercanos, creíbles. Los diálogos están bien construidos. Los actores -algunos muy conocidos; otros, no tanto- tienen talento. La directora, Patricia Font cuida el material y nos lo ofrece con naturalidad...


Lo único que necesita una buena serie.

Es sencilla. Y lo agradezco. Ha tenido la oportunidad de una segunda temporada.


Una serie necesita tiempo para que su forma de mirar se quede en nuestra retina, para que los guionistas afiancen un estilo, un mundo propio... para que arriesguen y vayan más lejos del punto de partida inicial. Como sucede con las series americanas. El tiempo dirá...


Les deseo suerte. Y estaré atento...

El autor de la idea y productor ejecutivo, Pau Freixas, ama Barcelona. Y quiere a sus personajes, que a su vez, buscan el amor o el sexo o, simplemente, dejar de estar solos...


Viendo esta serie echo de menos Barcelona... Y a ella... La echo de menos...

Pero la vida continúa, ¿no?

Nos quedará el cine, la escritura o el arte para que lo que fue bello no muera del todo... O para seguir buscando la belleza a nuestro alrededor ... O para escribir un final feliz...

Siempre me han gustado los finales felices, aunque sólo sean posibles en nuestra imaginación...



viernes, 10 de junio de 2016

RE-FLEXIONES* SOBRE “SI FUESES PÁJARO, LO ENTENDERÍAS” DE DAVID TESTAL


RE-FLEXIONES* SOBRE “SI FUESES PÁJARO, LO ENTENDERÍAS” DE DAVID TESTAL

PARTE 1:

Acabo de leer tu libro, que ahora ya es mío.

            Yo seguía al libro, lo perseguía. No, me equivoco; es el libro el que me seguía, el que me perseguía.

            Hay libros que te llegan tras un tortuoso camino. Los rechazas, al principio; luego, aceptas su existencia. Finalmente, los lees y los haces tuyos…


PARTE 2:

            Mi padre murió hace cinco años. No besé ni abracé a mi padre tanto como deseaba. Ahora lo beso y abrazo, al acariciar la corteza de un árbol.

Hace dos años descubrí a Cristina. Por miedo a sufrir, ella sufre tanto. No pude ayudarla. No lo necesitaba. Ya no estoy con ella. Ahora está lejos, muy cerca...

            Mi madre dejó de respirar hace año y medio. He escrito palabras y palabras para calmar el dolor, he rodado imágenes en movimiento para recobrar su sonrisa, he hecho preguntas para recuperar su memoria.

Su final fue un principio.

            Hace un año pedí una excedencia. Yo era profesor de latín y griego con unas oposiciones aprobadas. La llama me quemaba; veía mis alas al otro lado, a través de la ventana del aula. Las flexiones me desviaban del camino…

Ellos, la administración, los equipos directivos, las normas me decían lo que tenía que hacer. Yo también les decía a mis alumnos lo que debían hacer. Y ellos obedecían a regañadientes; la mayoría lo hacen, aceptan las leyes escritas. Se convierten en adultos. Sobreviven. Se queman, se quedan sin alas… Otros, algunos, se hunden, caen, despreciados por el sistema, cegados, heridos…

Hastiado, me he retirado a un espacio íntimo donde escribir o leer historias imaginadas. Agotado, he viajado por mundos conocidos que nunca inventaré, porque están en mí… Mis alas ven al otro lado del espejo lo que deseo, lo que soy; aún les falta abrirse del todo…

PARTE 3:

            Me pregunto si la templanza –temperance- me define o no. Ninguna palabra puede hacerlo. Las palabras no contienen lo que somos. Las palabras nos alejan de lo que tenemos más cerca. Y nos acercan a lo que tenemos más lejos…

            Saber que todo falta hasta que tú se lo das. Saber que todo lo das cuando ella te falte.

            Gracias por tu libro, que ahora es el mío…

           

*flexio, onis: “desvío, curva, vuelta”

domingo, 8 de mayo de 2016

A TODOS LOS DIOSES. NUEVE DÍAS EN ROMA. DÍAS 8 Y 9. EL FINAL DE UN VIAJE




          I.

...Hay una inscripción en latín. Afirma que Agripa, hijo de Lucio, en su tercer consulado construyó el monumento. Agripa fue el principal lugarteniente de Octavio Augusto, el primer emperador...

Ciento cuarenta años después, Adriano lo reconstruyó. El templo había sido arrasado por uno de esos frecuentes incendios que destruían barrios enteros de Roma. Y Adriano tomó la decisión de levantar uno nuevo. Tenía, tal vez, al mejor arquitecto de su tiempo, Apolodoro de Damasco. No está claro quién elaboró el plan constructivo. ¿Fue Apolodoro? ¿Adriano, que tenía aficiones en este campo, propuso ideas?...

...Flavio Nicéforo Focas Augusto, emperador bizantino, gobernó durante ocho años desde 602 al 610. Llegó al poder con un levantamiento militar y fue depuesto por otro golpe de Estado. Su sucesor lo asesinó, decapitó, mutiló y quemó su cuerpo. Nadie recordaría a este emperador, si no fuera por dos decisiones que tomó a lo largo de su breve mandato.

La primera consistió en alzar el último monumento del foro Romano: la llamada Columna de Focas... La otra fue un regalo. Focas donó al papá Bonifacio IV el Panteón para que lo transformara en un templo cristiano. El lugar sagrado dedicado a Júpiter, Venus y Marte se consagró a la Virgen María y a todos los santos en mayo del 609. 

Gracias a ese gesto, el Panteón ha sobrevivido a la ruina, el abandono o la destrucción...

II.

26 de abril de 2016.

Los vagones del metro atraviesan un puente. El Tíber está a mis pies. Al otro lado del río se encuentra el Vaticano.

Espero sólo media hora en la cola. Supero el control de seguridad, asciendo por las escaleras de caracol; pasillos infinitos se abren ante mí.

Hay dos caminos.

Uno de ellos te lleva a las pinturas de Rafael y a la Capilla Sixtina y los frescos de Miguel Ángel. Encontrarás cientos, miles de personas, sentirás el agobio, la opresión, el fastidio. 


Desearás volver al punto de salida y que termine la carrera de obstáculos. Si, tras atravesar los cientos de salas, llegas a tu objetivo, tal vez tengas suerte y en un momento, muy breve, puedas disfrutar de las pinturas sin el ruido de fondo: palabras que explican e interpretan las figuras imaginadas en el silencio de un taller hace más de cinco siglos. No necesitan esas palabras...

¿Merece la pena?

Otro te lleva a lugares menos transitados. Cientos de antigüedades, colección adquirida o saqueada por decenas de papas, salas concebidas para que los pontífices alcanzaran la eternidad en la Tierra. 

                                           

La escultura romana, el arte egipcio, la cultura etrusca, la cerámica griega, el relieve, el mosaico...


Los Museos Vaticanos te debilitan, queman tus energías, si no buscas un refugio en el que tu espíritu descanse del ruido.

Subes al Duomo; bajas a las catacumbas. San Pedro. Estás arriba, en el cielo; estás abajo con los restos mortales de los pontífices, hacedores de puentes. Este no es mi centro del mundo. Siento vacío en el estómago.

El Gianícolo.
Rodeo los muros alzados por los representantes del Dios cristiano en la Tierra. Garibaldi contempla Roma a lomos de su caballo. Dos chicas jóvenes hacen bocetos de la vista que tienen a sus pies como hace unos días en las Termas de Diocleciano otros dos desconocidos. Un deja vu.
Mientras bajo las escaleras hacia el Tíber, me parece estar en Oporto, hace un par de años. 
Ella estaba viva entonces...

Los viajes se confunden. Me desoriento. Mezclo, revuelvo, combino los tiempos y los espacios. El Tiempo es flexible.

Noto en la boca el bacon crujiente. Pasta a la carbonara. 

Los placeres se enredan en la memoria...


III.

El óculo. El ojo. Miras a través de él.

Las nubes pasan. El tiempo se desliza, resbala, fluye. Los ojos fijan su mirada en un punto. Blanco y azul. Gris y negro. Nada se detiene. Todo continúa moviéndose al ritmo del universo.

Descubres con tu mirada. Lo minúsculo y lo titánico. La célula y las estrellas.

Entra la luz. Las sombras te protegen o te persiguen. Depende de ti.


IV.


Me encuentro en un patio. No hay techo que me cubra. A mi alrededor los muros están derruídos; se alzan entre cascotes, algunos; de otros, sólo queda el esqueleto: ladrillos, piedras unidas entre sí por argamasa. Salgo del patio y entro en otro. El mismo panorama. Y en el siguiente. Y también en el siguiente.

No puedo salir del laberinto.


V.

27 de abril de 2016.

Una mañana en Roma. La última.
Los que van al trabajo tienen prisa. Atasco. El tráfico está congestionado.
Los primeros turistas se dirigen al lugar de encuentro. Los vendedores ambulantes ocupan sus puestos. Todo vuelve al comienzo de nuevo.

En el Panteón contemplo el óculo. Pasan las nubes. Un trozo de cielo. Su ritmo, el de la Naturaleza, es diferente al nuestro.
Estoy casi a solas durante quince minutos. Luego llega un grupo de turistas. 
La magia se ha roto.
Me marcho, pero ahí sigue y seguirá cuando ya no estén los seres a los que ha amado o a los que amé, cuando ya no estemos, cuando ya no esté...

En el Campo de Fiori sólo hay tres puestos de flores. El resto vende verdura, frutas o ropa.
Franqueo la entrada de dos iglesias menores. En una de ellas, veo a un hombre solitario, que reza a sus dioses; en la otra, oculta, en una capilla, a oscuras, un belén que espera su oportunidad.
En San Stefano, un sacerdote ortodoxo serio, hosco, silencioso.

No podré ver a Caravaggio o a Bernini en el Museo Borghese. Hay que reservar con mucha antelación. A cambio, paseo por el parque. El tiempo es agradable. La primavera está aquí. Disfruto de ese momento perfecto en el que ni el frío ni el calor molestan al cuerpo.

Los silencios entre dos puntos explican las junturas, rellenan los huecos...


En Villa Farnesina el Renacimiento te acoge. Rafael y otros artistas te insuflan de optimismo. Tienen fe en el hombre; todavía no la habían perdido.


En Augusto, un restaurante popular, degusto unos ravioli y una tarta de cerezas. El vino de la casa me resulta agradable. 

El hijo de la propietaria es un adolescente pegado a un móvil.

- ¡Deja el móvil! ¡Guárdalo! ¡No comas con el móvil! -le repite una y otra vez su madre.

Una mujer de cuarenta años acaba de llegar. Está hablando con la camarera y otra de las propietarias. Se conocen. ¿Un familiar, otra camarera que hoy tiene día libre? Viene del juzgado, por lo que parece. ¿Un divorcio? ¿Asuntos de herencias? Los gestos son de preocupación. Sus interlocutoras la comprenden y apoyan.

Una pareja de españoles quiere carne; intenta hacerse comprender. Una pareja de italianos se decide por pasta con salsa de tomate.

Dos horas después en la colina del Celio.

En Santa Sabina, columnas romanas. Estuvieron en un templo pagano; ahora sostienen otro católico. A la salida, una figura labrada en el tronco muerto de un árbol. Mi cuerpo tiembla.

 


A través de la cerradura contemplo una catedral de San Pedro, lejana. En otra iglesia exponen a fotógrafos y pintores desconocidos.

Me separo del Panteón.

Pasta alla amatriciana.
Concierto de un coro. Cantan un Stabat Mater. El autor es del siglo pasado. Identifico en uno de los espectadores un gesto similar al de mi madre. Me acuerdo de ella.

¡Quién sabe lo que está haciendo, en qué está pensando!
Como el río que fluye, nada tiene fin.

                                  

El eco de mis pisadas. Los últimos pasos que me despiden de Roma...


VI.

El Panteón estuvo dedicado a todos los Dioses.
El Dios cristiano cree que acabó con ellos; se equivoca.
Allí están todavía.
Nos protegen o se ríen de nosotros.
Así son los dioses.
Así es Roma.






  

sábado, 7 de mayo de 2016

A TODOS LOS DIOSES. NUEVE DÍAS EN ROMA. DÍA 7




I.

25 de abril de 2016.

Me despierto. He tenido un mal sueño. Noto mis músculos tensos. Me voy relajando a lo largo de la mañana.

No ayuda que el cielo esté cubierto. Amenaza lluvia. El ambiente está cargado.

Voy a dedicar esta mañana a los foros y el Palatino.

                                                


Se ha ampliado el paseo, la zona abierta al público en estos últimos años. Han cerrado la basilica de Majencio -precursora de las basílicas cristinas constantineas- por culpa de las obras del metro en la línea C, y bajo el arco de Septimio Severo -aunque aquí parece sólo que pretenden restaurar una parte de la Vía Sacra.



Santa María Antigua está abierta y sus pinturas parietales, restauradas. Una parte de la entrada al Palatino, concebida por Tiberio, también. Se especula que pudo ser en alguno de estos pasillos donde Calígula fue asesinado.

Han llevado a cabo excavaciones cerca de la basílica Julia. Hace unos meses abrieron la Casa de las Vestales.

Al subir al Palatino puedes contemplar una zona que desconocía: bajo la iglesia de San Sebastián, han encontrado las ruinas del templo que levantó Heliogábalo al dios Sol. ¿Hubo sacrificios de niños como aseguraban algunas fuentes antiguas? La Historia Augusta no siempre es muy fiable, pero este emperador era demasiado oriental para que Roma lo aceptara.

Más conservadores fueron Augusto y Livia. Y respetuosos con la tradición. Tanto que cerca del Templo de la Magna Mater y de la cabaña de Rómulo -se han descubierto recientemente cabañas que nos devuelven a la época y al lugar donde se fundó Roma-, decidieron levantar sus casas privadas. Augusto compró la casa de Hortensio Hortalo y las de otros senadores y ese fue el arranque de una labor constructiva que convertiría la colina del Palatino en el alojamiento de los futuros emperadores. El término palacio tiene aquí su origen. Y sí, fueron palacios los que pusieron en pie. Restos de los de Augusto, reformas de Tiberio o Claudio -encontramos el Aqua Claudia a pie de calle-, el criptopórtico de Nerón, el Ninfeo de época Flavia, el circo de Domiciano, las aportaciones de la dinastía de los Severo.



No olvido las sorpresas que los arqueólogos aún descubrirán en el futuro. Hay una visita que tengo pendiente; la de una domus de época republicana con pinturas del primer o segundo estilo pompeyano.

El Coliseo. El tiempo y los Barberini, entre otros, lo saquearon. Y resiste. A las hordas de bárbaros y a las de turistas. Roma no sería Roma sin el Coliseo. Tal vez...



II.

En San Clemente estuve en una visita anterior. Está más organizado, pero ha perdido parte de su encanto. Y han subido los precios. Con todo, sigo apreciando esa mezcla de tiempos y tradiciones en un mismo espacio. Tenemos una domus, un templo a Isis y una iglesia cristiana. 


Sólo Roma te puede ofrecer tanto en tan reducido espacio.

En la de los San Cuatro Coronati hay un claustro, al que se accede con cierta dificultad. Bloquean la puerta con un cerrojo para controlar la entrada de turistas. 


El juego de luces -sobre todo en un día como éste en el que las nubes ocultan el sol y se apartan un instante después, tiene algo de mágico. Lo agradezco.

Dedico la tarde a pasear por la colina del Celio. Dulces placeres entre el sol y la sombra de una tarde primaveral. Un niño gatea ante la mirada de sus padres hacia una fuente que lanza un chorro de agua y de luz.

St. María Domnica. Otro mosaico del siglo VIII que representa a la Virgen entronizada.

En la Villa Celimontana, en su entrada, hay una plaza; el nombre recuerda a todas las víctimas de la inmigración, sobre todo a las de Lampedusa.
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La iglesia de San Giovanni y Paolo me recuerda a la del Laterano o al Gesú. No me agrada. Prefiero la intimidad al espectáculo.

A la salida, a mano derecha los restos de Aqua Claudia. A la izquierda, la base del templo de Claudio. A unos pasos, viviendas medievales y restos de una domus.

Ceno lasaña en la Vaca embriagada... Delante de mí comen una pareja de ingleses. Están enamorados. Ella lleva el pelo recogido en un moño. Mira al chico con ternura; tiene alrededor del cuello un pañuelo verde y sus pendientes están a juego. Cejas estilizadas, cuello largo. Me fijo ahora en él. Tiene el pelo rizado, barba de una semana, camiseta floreada y gafas a la moda.
Los dos tienen la barbilla marcada. Sus hijos herederán esta peculiaridad.
Se cogen de la mano. Se retan a aguantarse la mirada, sin reírse. Ella enseguida rompe a reír. Ha ganado él.
Me los vuelvo a encontrar a la salida. A unos metros, nuestros caminos se separan. 

Abrazados, se pierden entre las piedras de Roma.

Paseo por el antiguo barrio de la Suburra. Casas elegantes, fachadas restauradas, jardines colgantes.



III.

El barrio del Panteón.


Un hombre, tendrá treinta años, con un potente chorro de voz, impresionante, canta Oh, sole mio acompañado por su guitarra entre las mesas de un restaurante.
Una camioneta ha aparcado a un lado del Panteón. Parecen rumanos. Dos hombres; uno, apoyado en la camioneta. El otro exige dinero a un grupo de chicas. Una jovencita se ha apartado de sus compañeras; discute con él.
Un vendedor callejero -le he visto varias veces por la zona- huye de un policía. El agente de la ley le obliga a marcharse de la plaza.

-Es un maleducado. Es mala persona. Lo conozco. El mismo de siempre...


Hay muchas historias por contar. Y todas, a la sombra del Panteón...