domingo, 26 de febrero de 2023

APUNTES PARA UN VIAJE: TARANCÓN (I)


Volver al principio. 

Un círculo o una elipsis: la perfección imperfecta. 

De un sistema solar, de una sociedad, de un ser vivo, de ti o de mí...

Perales de Tajuña. Irregular. En sus colores: desvaídos, dispersos; en sus estructuras: fincas de urbanitas con pasado rural, ermitas -aisladas durante siglos, ahora, sitiadas por casas nuevas-, fábricas, talleres, polígonos de escasa entidad, mataderos, vaquerías, casas tradicionales de una sola planta; en su material: piedra, yeso encalado, ladrillo rojo de los institutos y colegios, como los de mi infancia y adolescencia... Terrazas de arcilla, campos arados, monte bajo, arbustos. Grises y ocres. 

Una mujer y dos niñas ocultándose de los soldados en oquedades de las montañas; tal vez, las de la sierra de Ayllón; en los pajares; dormían de día, caminaban de noche; riachuelos, senderos, campos sembrados... 

Las gruyas vuelven al Norte; llega el buen tiempo. El frío aún no se ha ido...

En Tarancón, este sábado del Carnaval, lucen sus disfraces por las calles: es la fiesta de los sesenta. Música que no moleste; pantalones campana, pañuelos de hippie, chaquetas rockeras, minifaldas de chica ye-ye. Melifluo, inocuo, más bien. No problem; nada de crítica social, asimilable por los señores de la muerte...

Uclés; hospital donde los heridos se curaban y donde morían hombres hambrientos de justicia. Cárcel franquista: donde los presos, hombres y algunas mujeres, morían de hambre y eran ejecutados; enterrados en fosas comunes sin nombre. Familias sin cuerpo al que llorar. Se fusilaba a las afueras, donde dos caminos se cruzaban. La sangre de los muertos llegaba hasta un riachuelo seco. 

Los señores han dejado el hueco; se han llevado el agua. La sangre sigue debajo de las piedras. 

Comemos en un restaurante de Saelices. Me fijo en paragüero antiguo, a la entrada, en un descansillo; tiene en la parte superior una inscripción; me recuerda a una serpiente enroscada: objeto que tenía mi madre, perdido hace tiempo, en esa casa a la que no volvimos. El sol puede dejarte ciego; sus flechas pueden matarte. Hay algunas fotografías de Segóbriga ampliadas; más de treinta años han pasado desde que se hicieron: los espacios cambian.

¿Por qué no inventar un recorrido posible? ¿Por qué no recorrerlo noventa años después? Un mito familiar contado a un niño. Conversaciones al calor de un fuego o en la sobremesa. Ellas hablaban y recordaban. Las historias nos llegan a retazos, deshilachadas... ¿Qué hacer con los restos de un naufragio? ¿O con las ruinas de una ciudad bombardeada? ¿O con un pueblo abandonado? Ya no son suyos; tampoco son nuestros... Nos llevamos las piedras para construir otras casas que nos refugiarán del desastre. Los mitos adoptan formas extrañas, nuevas, irreconocibles, cuando son heredadas por otras generaciones.

Las huellas quedan; ellos estuvieron aquí. Hay que saber leerlas... pero, primero, tienes que querer leerlas. Después, has de transformarlas...

El esparto y el yeso; una vía romana hecha para el comercio. Minas de lapis specularis; tierras explotadas por terratenientes desde hace miles de años. Un camino empedrado desde Carthago Nova a Complutum pasando por Segóbriga. Crecen agujeros donde se hunden las ruedas. 

Villa Paz y Castillejo; el coto de caza de una élite, hospital militar, psiquiátrico durante la guerra. Edificios en derrumbados; otros, restaurados sin gracia, impolutos, sin la mugre del tiempo, sin el musgo que ennoblece. 

A la salida de Segóbriga, de camino a Pozorrubio de Santiago, en una encrucijada entre dos carreteras comarcales, se encuentra un abedul solitario. Es elegante, joven, recién plantado. Allí -dicen los que conocen su historia-, fue violada y asesinada una joven, hace unos años. Sus padres han levantado una cruz y, junto al árbol. celebran todos los años una misa. Nada se sabe de sus asesinos... 

Hay que limpiar la sangre de los inocentes; hay que calmar el dolor de los olvidados muertos... 

Se me aparece un personaje secundario: la condesa de Retamoso. La misma que alentó y protegió al guardia civil y torturador de los inocentes del crimen de Cuenca; la misma que participó en el golpe de julio del 36 en la provincia; la misma que, al fracasar, fue fusilada por milicianos de la CNT; la misma para la que trabajó como doncella, en los años veinte del siglo pasado, esa mujer a la que no conocí, que con sus dos niñas camina por los campos, se oculta en los montes, se esconde para que la sangre de los muertos no envenene a sus hijas, no se las lleve lejos.

"También a nosotros nos deslumbra el poder y el dinero... nos hace olvidar que en el gueto estamos todos, que gueto es recinto vallado, que fuera de lo cercado, viven los señores de la muerte y que, no muy lejos, espera el tren".

Invento historias o, tal vez, solo las recojo... 

No quiero morir del todo. 



domingo, 12 de febrero de 2023

LOS GOYA Y CARLOS SAURA


Me intrigaron en el mensaje de Méndez Leite, en su discurso oficial, durante la ceremonia de los Goya detalles curiosos. Ligeramente irónicos...

Mencionó -como opuesto a los grandes éxitos de público- la necesidad de un cine experimental; un cine ninguneado y despreciado, en el fondo, por la industria, porque sabe que no es rentable. En los Goya no estaban presentes o lo hacían de manera testimonial -con alguna nominación perdida- y Alcarrás -el que más se acerca a esa intención, la ganadora de Berlín del año pasado- fue un fantasma en la ceremonia, algo incómodo, para qué negarlo, aunque su directora tenga todavía buena prensa...

Dijo, con cierta sorna, que ayer todos eran amigos y se abrazaban y besaban... Lo oficial y conformista se ha acabado imponiendo en los Goya... Como mucho hubo alguna referencia a la sanidad pública; nada que haga demasiado daño al poder establecido, sea socialista o popular. 

Por supuesto, siempre es extraño escuchar que alguien hable de independencia y, en la siguiente frase, pida subvenciones. El cine parece condenado a esas contradicciones... 

Carlos Saura nunca ha sido uno de mis referentes, aunque lo considero, sin duda, uno de los mejores directores que hemos tenido. Al menos, debo reconocer que ha buscado nuevos caminos, cuando otros se enquistaban en los ya transitados. Y eso es algo que le ha permitido estar activo hasta su muerte. 

Es difícil en una filmografía tan extensa -entre cuarenta y cincuenta películas- decidirse por alguna.

Si hay algo que decir de Saura es que supo intuir y mostrar esas zonas oscuras y luminosas de la identidad española. Lo hizo, siempre, buscando al gran público, pero supo adaptarse a él, cuando le convenía. 

Es cierto que La caza ha influido mucho en el cine español y mantiene un pulso narrativo que pocas películas conservan, pasado el tiempo. 

Del realismo que había empezado en Los golfos pasó a una segunda etapa, que él prefería llamar metafórica... Hasta hace unos meses, que volví a ver Cría cuervos, tenía una idea de la película más negativa, porque recordaba la reiteración casi machacona de una canción, la famosa ¿Por qué te vas...? en la trama narrativa. 

Sin embargo, recuperé una película diferente, mucho más compleja de lo que recordaba; la canción encaja perfectamente en lo que pretende contar Saura y nos deja ese mal sabor de boca de la protagonista, cuando la escuchamos en el plano final tras un sueño que no es liberador...

"...cuando me iban a matar, me desperté..." Entran en la madurez, en el colegio, en la institución que les impondrá unas normas, que les prohibirá los sueños de la infancia...

La prima Angélica también logra captar mi interés; esa imposición brutal de cuarenta años la podemos ver en esa presencia triste, cohibida, sometida de Jose Luis López Vázquez, en el niño que es y que fue...

Su tercera etapa tras la separación de Geraldine Chaplin, está marcada por documentales y musicales, fueran con trama o sin ella, "más puros", como dijo él, de una gran calidad estética. Por la opera y adaptaciones teatrales. O por la fotografía. Hay otras historias, más conocidas por el gran público, ¡Ay, Carmela! o ¡Deprisa, deprisa!, El séptimo día -sobre el crimen de Puerto Hurraco- El dorado, Taxi, o Mamá cumple cien años. Es un buen narrador, sin duda, pero ninguna de ellas ha logrado emocionarme como las primeras que he mencionado, aunque reconozca sus experimentaciones formales en los documentales y su apertura a nuevas sensibilidades y a las generaciones más jóvenes en sus obras más industriales.

Ni siquiera Goya en Burdeos, que, en mi opinión, es una interesante aproximación a la estética y a las obsesiones del pintor aragonés. 

Hay, sin embargo, en Saura siempre una intuición sobre los problemas de España, sus conflictos no resueltos, sus pesadillas. Quizá por eso quería hacer otra película sobre la guerra civil, ese fantasma que nos acompaña y acompañará...

Es cierto que Buñuel y Almodóvar lo han eclipsado. Pero no se puede entender el cine español sin Saura. Y, en mi humilde opinión, Saura hizo algo que Almodóvar, a pesar de sus éxitos, nunca ha hecho ni hará: buscar otras soluciones, innovar, cambiar, experimentar... 

Y pocos directores españoles han sido capaces de hacerlo...





LA ESPAÑA VACÍA: LAS MITOLOGÍAS FAMILIARES

 

Una tarde, cerca de los cines Renoir, M. -a la que no veo desde hace años- me dijo que, cuando nuestra generación desapareciera, la guerra civil dejaría de ser fuente de conflicto. Habrían muerto no sólo aquellos que la vivieron -nuestros abuelos- o los que sufrieron sus consecuencias -nuestros padres- sino también los que escuchamos de viva voz sus testimonios. Y, entonces, ya solo sería una entelequia, irreal, una fantasía contada por personas a las que no conocimos, carecería de emociones vividas; ya no serían tan intensas ni tan cercanas...

No estaba de acuerdo con ella; pero, en ese momento, no logré encontrar argumentos que refutaran su tesis. Una conversación quedó pendiente... Probablemente nunca se producirá... 

Leyendo La españa vacía de Sergio del Molino se comprenden mejor las mitologías familiares que construimos. Muchas de ellas vienen del mundo rural, de ese espacio en el que nuestros abuelos o bisabuelos vivieron. La identidad homogénea, de diseño y a cartabón que se nos impone cada día o el discurso apolítico y conformista, consumista y oficial, se rebela vacío, hueco, en cuanto lo tocamos levemente, y necesitamos recuperar esas viejas historias que nos contaron, esos lugares de los que otros escaparon en los años sesenta o que fueron abandonados; porque allí sobreviven las sombras y los silencios de memorias, más firmes, intemporales... 

¿No sería el documental que hicimos y gran parte de lo que he escrito una manera de regresar y de encontrar una identidad propia? ¿No es ese el punto de partida de una idea que me ronda y me obsesiona desde hace tiempo: el de un doble viaje, el de mi tía abuela, Críspula, con sus dos niñas, y el mío propio, separados por casi cien años, por tres o cuatro generaciones? 

La reflexión sobre la identidad de lo español, como cualquier reflexión sobre identidades nacionales -sea la catalana, la vasca o, como aquí encontramos, esbozada en una parte del texto, la argentina-, siempre acaba, inevitablemente, en la contradicción. El gran acierto del autor es haber evitado aquí la actualidad política en el que termina enfangándose cualquiera que intente profundizar en estos temas. Me temo que en sus obras posteriores -sobre todo, en su reciente biografía de Felipe González- ha cometido ese error; uno espera que logre salir del atolladero en el que se ha metido, porque sus reflexiones en la España vacía son inteligentes y maduras. 

Trata temas variados y muy complejos. En algunos casos se limita a esbozarlos. Explica la función y el origen de la actual ley electoral -que facilita el bipartidismo y el control de las élites-; se inhibe y evita desarrollar las razones económicas que explican la existencia de esa España vacía, muy ligadas a los intereses de esas mismas élites. Prefiere tocar algunos de los mitos -siempre presentes, como demuestra el triunfo en los Goya de As bestas-: las Hurdes, Fago, el carlismo, el romanticismo, Don Quijote, la Institución Libre de Enseñanza... La literatura y el cine reflejan ese conflicto, lo sacan a relucir. La España vacía explica nuestros problemas, aunque no vivamos en ella. Forma parte de nuestros sueños y pesadillas.

Es posible que las próximas generaciones no tengan testimonios directos de la guerra civil, pero los mitos como los sueños, pueden ser tan intensos como la realidad. Construimos fantasías alrededor de historias familiares; las heredamos, a veces, incluso, rechazándolas. Y estas levantan, a su manera, un imaginario. El imaginario que toda identidad colectiva e individual necesita, aunque pretenda, a veces, buscar panaceas o sustitutos. El imaginario por el que se vive, por el que se crea, por el que se muere, por el que se mata...

No, no estoy de acuerdo con M. Otras generaciones, las futuras también -apoyándose en esas nuevas realidades que construirán y transformarán cuando necesiten, frágiles, recuperar una identidad propia-, harán de la guerra civil o de nuestras guerras civiles su caballo de batalla, como lo hemos hecho durante los últimos doscientos años. Y sus emociones serán tan intensas como las nuestras, como las de nuestros padres y abuelos y bisabuelos... Vivirán y morirán por ellas...