miércoles, 7 de enero de 2015

DÍAS EXTRAÑOS: SONRISAS Y LÁGRIMAS



Mientras esperamos en Madrid que llegue el cuerpo de mi madre, las mañanas son extrañas: es levantarme y no escuchar su voz. No entiendo porqué no escucho su voz. 
¿Habrá salido a comprar algo? No, simplemente ya no está.

Tomar conciencia de que ella ha muerto es lo primero que te devuelve a la vida cotidiana y te aleja del sueño; después descubres el lugar dónde estas, quién eres…

La noche de vísperas de Reyes en Telemadrid pusieron Sonrisas y lágrimas de Robert Wise. 
Le gustaba esa película.
Para mí fue, era y es la visión edulcorada de una realidad que merecía un tratamiento diferente, más valiente. Ella no pensaba igual, por supuesto. Debió verla por primera vez a los 20 años. 
Se parecía a ella: vitalista, ingenua, romántica.
Me emociona verla este lunes víspera de Reyes, cuando se ha quedado sola en aquella funeraria de Buenos Aires y mi hermano viaja en avión de vuelta a Madrid. Me emociona escuchar esas canciones que ella, estoy seguro, -así lo hacía cada vez que la veía- tarareaba o cómo seguía la trama –comentando una escena o la siguiente con obviedades que acababan teniendo cierta gracia o agotaban tu paciencia, criticando a la rival (una condesa) sin compasión, defendiendo a la protagonista (una monja como lo fueron sus primeras maestras) pobre y de buen corazón (un poquito de lucha de clases, no mucho) y que, -¡oh, casualidad!- se llamaba como mi madre María-. 
Una trama que ella ya conocía de memoria y que olvidaba o fingía olvidar –nunca lo tendré muy claro- volviendo a vivirla como cuando tenía 20 años.



Veo Sonrisas y lágrimas porque ella ya no podrá verla. 



La veo con sus ojos por primera vez…

viernes, 2 de enero de 2015

MI MADRE HA MUERTO. REQUIESCAT IN PACE.


Acabo de cerrar tus ojos y he acariciado tu mejilla.
Estás muerta…
La ambulancia no llega, la ambulancia no llega. La ambulancia nunca llegará…
El gato huele el miedo, la tensión en nuestras miradas. Los gatos saben cuándo la muerte se encuentra con nosotros…


Te veo a través del cristal. Estás tendida con una manta que te cubre de cuerpo entero. Sólo puedo ver tu rostro. Tus ojos están cerrados; antes de que tus músculos se agarrotaran, cerré tu boca: ya no tienes ese último estertor de dolor, de una palabra que quisiste y no pudiste pronunciar. Ahora pareces dormida, tranquila.
Vas perdiendo el calor. La ambulancia no llegaba e ibas perdiendo el calor: los pies y las manos estaban frías; aún notaba el calor en tu pecho, en tu cuello. Pronto estarías completamente fría. Ya lo estás, mamá.
Has muerto en la habitación de un piso de alquiler; con los tuyos, sí, pero lejos de tu casa, de tu tierra. Ha sido tu último viaje y no lo sabías…


El médico llega y certifica tu muerte. Un aparato electrónico demuestra que no hay constantes vitales. La ciencia adelanta… al menos, no la enterrarán viva. Un detalle. Tres cuartos de hora después. Era una ambulancia que no llegaba, porque nunca iba a llegar…
Los policías te ofrecen dos opciones: un proceso muy largo en la morgue judicial y un proceso largo. Una semana esperando que nos den el cuerpo de mi madre para poder enterrarlo; o dos o tres. “Es un favor que le estamos haciendo”. La burocracia no facilita la vida, la entorpece, la ahoga… El negocio de la muerte.
Todas las llamadas hechas; se llevan tu cuerpo. Te colocan en la camilla, tus manos cuelgan sin vida como las de un muñeco. Tapan tu rostro y te atan. Ya no nos puedes ver. Ya no te veo, mamá. ¿Dónde estás?
Es mediodía. Necesitamos respirar aire puro. Damos un paseo por Avd de Mayo, llegamos al Obelisco, teatro Colón, el parque del Retiro. El viernes estaremos por puerto Madero. ¡Cómo te hubiera gustado pasear con nosotros y disfrutar con las personas que más querías! Notamos tu ausencia, ¡nunca sabrás cuánto!Unos niños juegan al fútbol con su padre en el Retiro. ¿Recuerdas a las dos niñas que estaban en el avión cuando tú te morías poco a poco durante el viaje? Yo sí las recuerdo; una de ellas llevaba un forro polar lila; colgaba de su mano derecha un mono de felpa; con la otra mano se agarraba a su hermana mayor. Tú no las viste; mientras tu vida se apagaba, la suya empieza. Mi hermano se ducha; ojalá fuera tan fácil lavar el dolor y la tristeza.


Lo que somos Raúl y yo es gracias a ti. Tus valores están en nosotros, tu amor también se quedará con nosotros.
Ya no estás aquí, mamá. Te echaremos de menos.


Escrito el día de Navidad de 2014