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lunes, 21 de abril de 2025

EL CONCLAVE: EL FICTICIO Y EL QUE VENDRÁ...

 

Esta mañana murió Francisco I. La casualidad ha hecho que haya ocurrido después de Semana Santa, el lunes de Pascua: un colofón accidental, un cierre imprevisto que encaja a la perfección en el engranaje. En unas semanas se pronunciará el Habemus Papam. 

Si algo interesa de la Iglesia Católica a quien ya no cree en sus objetivos terrenales y espirituales son los rituales. La Semana Santa está llena de ellos. Son atractivos, porque a sus espaldas hay miles de años: tradición, raigambre, herencia. Y la Iglesia Católica en este aspecto nunca decepciona.

El latín le da un marchamo de categoría y excentricidad que más quisieran otras elecciones. Los gestos, detalles, ceremoniales que acompañan la muerte del Papa, su entierro y, finalmente, el conclave te atrapan. Es una pena que no podamos asistir a las votaciones y que sean a puerta cerrada. Que la decisión pudiera durar meses o años impacientó a los magistrados de Viterbo que decidieron encerrar a los cardenales bajo llave en el siglo XIII. Y como la idea funcionó, así se ha mantenido hasta la actualidad. 

Siempre queda el cine para intentar reflejar lo que se cuece en la Capilla Sixtina. Y nunca pueden dejar de hacer una representación, seguramente muy lejana al ritual. ¿Decide el Espíritu Santo o los intereses humanos? Que sean las inclinaciones humanas, lo hace mucho más interesante.

Sorrentino en la serie The young Pope llevó la estética de la Iglesia Católica a su máxima expresión; podríamos decir que fue fiel en espíritu, traicionándolo: es decir, estamos ante una buena traducción. 

La estética o la tradición, como dirían otros, sigue siendo un buen reclamo. Y el personaje de la serie de Sorrentino es muy consciente de su valor. 

Conclave es el último ejemplo. 

Que nadie espere otra cosa que una buena película de intriga con una parte final que roza el delirio; eso sí, bastante divertida. Hasta esa parte me recordaba más a Tempestad sobre Washington y sus juegos conspirativos;

la única diferencia es que en vez de los pasillos del Congreso norteamericano tenemos los del Vaticano, más oscuros y misteriosos. 

La tradición tiene un gran peso y le da más empaque. 

¿La realidad? No me interesa. No me interesa si es un Papa conservador o liberal, si dará más peso a las mujeres en la cuota de poder o no, si sabrá moverse por Instagram o preferirá las viejas encíclicas, si será africano, asiático u occidental, si suavizará su posición sobre el divorcio, la homosexualidad o similares. Me da igual. Es la obra que representarán todos los personajes de la trama lo que me interesa.

Sea quien sea el próximo Papa, la realidad será decepcionante.

En L'amour fou, la obra maestra de Rivette, donde asistimos a momentos experimentales, mágicos, desesperados, intensos, absurdos, violentos,

la historia de una pareja en descomposición, mientras unos actores desorientados ensayan una obra, la Andrómaca de Racine, que nunca representarán, atrapados en círculo, serviría como evidencia irrebatible de este sencillo argumento. El arte nos libera de la mezquina realidad, la sublima.

Y la realidad siempre es decepcionante, pero es lo que tenemos. 

domingo, 21 de julio de 2024

LA ESTRELLA AZUL Y LOS HIJOS DE LOS OTROS

 

La estrella azul tiene ideas muy interesantes. La primera es contar la historia de un tipo peculiar, Mauricio Aznar, integrante de un grupo de rock en los años noventa, que desapareció demasiado pronto. La segunda es intentar hacerlo de una manera diferente, intercalando elementos semi-documentales y rupturas de la cuarta pared. Y es aquí donde el atrevimiento no llega tan lejos y decepciona.

La parte ficcional se deja ver y es agradable, bien rodada y documentada, bien interpretada. Nos encontramos con un tono amable; no hay que herir sensibilidades y debes agradar al espectador medio. No criticas en exceso el entorno de las grandes discográficas; se idealiza el mundo de Santiago del Estereo como lo haría un europeo. Cuentas la vida de un personaje utópico e idealista. ¿Quién no se puede sentir cercano? Todo el mundo es bueno, ya se sabe. El director ha hecho su primera película; quiere rodar más, por supuesto.

Sin embargo, ¿por qué no va más lejos en el planteamiento documental? Solo rompe definitivamente con la cuarta pared al final, pero ¿podría haberlo hecho antes? Nos va preparando, por supuesto, por medio de diferentes ensoñaciones que tiene el protagonista -tal vez lo más valioso de la película-: entra en la televisión convirtiéndose en personaje de un reportaje, asegura que va a morir en tres escenas -como así será- y le pide al funcionario de turno que cambie sus prioridades, recibe un par de veces la visita de la Muerte -bajo diferentes formas, incluida la de una joven, tentación que no puede controlar, o difuminando la imagen con cámara subjetiva-. 

En el epílogo descubrimos que algunos de los actores que han intervenido en la parte de Argentina, como era previsible porque se nota en el tono, lo conocieron; el director, aquí, se decide por una entrevista colectiva que intercala preguntas convencionales y previsibles. El baile final con el equipo técnico es amable y nos deja una sonrisa, pero... ¿Por qué no se ha decidido antes por presentárnoslos? ¿Por qué no ha roto antes con esa cuarta pared de manera radical, intercalando esta ficción con un documental, introduciendo la realidad, mezclándola desde el principio, confundiéndonos, arriesgando en el envite? Tenía muchas maneras de hacerlo, pero no ha tomado ese camino.

La estrella azul  se queda en una idea atractiva que busca al gran público o, al menos, al público cinéfilo. Podría haber sido mejor, pero siempre hay prioridades. 

Los hijos de los otros -estrenada hace dos años- encaja con un subgénero bien asentado: mujeres de clase media, trabajadoras, con más de cuarenta años, que tienen su última oportunidad de ser madres.

El tono y el planteamiento me recuerdan al de La peor persona del mundo. No creo que sea casualidad. Si en la película noruega de Trier hay una evolución a lo largo de dos décadas, en este caso, son solo unos meses el meollo de la historia. 

Es realista, se realza lo cotidiano con diálogos y situaciones creíbles, plausibles. El personaje es complejo; debe enfrentarse a contradicciones diarias. Es cierto que, si tienes algún bagaje cinéfilo, piensas en las películas que Sautet hizo con la maravillosa Romy Schneider y esa influencia siempre va a ser productiva. Es evidente en el plano en que la protagonista cierra los ojos, disfrutando de un rayo de sol, como lo hace Romy en el final de Une historie simple. No he logrado encontrar ese final, pero aquí tenemos el principio para disfrutar de Romy. Hay pocas actrices que logren con un único plano decir tanto... 

Lo irónico es que el personaje de Romy, al final, está embarazada y decidirá tenerlo; la de Los hijos de los otros no lo va a estar nunca y tendrá que aceptarlo.

Volviendo a Los hijos de los otros. Te crees lo que ves, porque tú mismo has vivido o conoces ese día a día. Es profesora de instituto y puedo asegurar que esas escenas y esos diálogos -sean en una junta o en una clase- se dan. E igual podríamos decir cuando la directora y guionista nos habla de la relación de pareja o de los lazos que se crean con una niña que no es tu hija. 

El último plano -otro homenaje a Sautet-, como suele ser habitual en estos tiempos, es una mujer caminando hacia delante, sola, sin hijos, pero satisfecha con la vida que ha elegido. ¿Es un final feliz? ¿O podríamos hablar de un final ambiguo? Plantea preguntas, pero, como suele ocurrir en la vida o en el arte, nunca hay respuestas claras. 


miércoles, 12 de junio de 2024

FRANÇOIS HARDY

 

Aunque hay muchos nombres en la canción francesa que nos devuelven la estética y el espíritu de los años sesenta -pienso en Brassens con sus letras políticas, en el sentido más amplio del término, o Aznavour o Piaf o Dassin o Gainsbourg o Brel-, sin duda fue Hardy quien lo representa mejor o, tal vez, quien nos lo trae de manera más amable, como una caricia que nos gustaría que durara mucho más tiempo.

Solo hace falta escuchar su primer gran éxito para encontrar todo lo que ella nos comunica: ternura, delicadeza, tristeza, vulnerabilidad... 

Sobre todo, incluso en sus canciones más alegres -y esta, en parte lo es-, lo que sentimos es nostalgia de un mundo que se fue y no volverá. 



Si nos centramos en la forma de rodar un videoclip no veremos la presencia omnipresente del montaje, que entrará visualmente en los años setenta con reglas que ahora asumimos con total normalidad. Aquí es más bien una cierta sencillez y algún efecto técnico que nos despierta ternura y una sonrisa comprensiva. 

No nos engañemos. Lo que no ha envejecido ni ha muerto es la mirada y la voz de esta mujer. La reconoceríamos en cualquier lugar. Y sabríamos que estamos de nuevo en esos tiempos.

No importa que, como en este videoclip rodado por Lea Seydoux hace unos años, la estética haya variado. Su voz influye en nuestra manera de mirar.


Por eso basta con su presencia para reconocerla. 


Y ese mundo vuelve a nosotros, lo recuperamos, idealizado, transformado por nuestros recuerdos. 


Sí, en eso consiste la nostalgia: una suave brisa, un rayo de sol que nos devuelve, mientras la escuchamos, lo que hemos perdido.





viernes, 29 de diciembre de 2023

FINALES DE CINE (VIII) EXPERIMENTAR: LA JETÉE DE CHRIS MARKER


En los años sesenta se experimentó y mucho. Se buscaron nuevos caminos que desde el cine mudo nadie se había atrevido a transitar. 

Fue, sobre todo, el cine francés quien lo intentó con mejores resultados.

Les precedieron grandes nombres: Carné, Claire, Tourneur, Jean Vigo y Renoir. 

En Atalante, la última película de Jean Vigo, encontramos algunos elementos experimentales que aún suscitan nuestro interés.


Zero en conduit de Vigo es un alegato contra la educación tradicional decimonónica: no hay más camino, entonces, que la rebelión y el caos. 


El último plano, la última secuencia de la filmografía de Jean Renoir -podría haber elegido Un día en el campo, un maravilloso canto a la alegría, o La regla del juego, una crítica feroz a la burguesía o La gran ilusión, un alegato antimilitarista-, terminó en la India. El río se convierte en una reflexión elegante sobre la vida y el paso del tiempo. 

La siguiente generación bebió de estos clásicos y, aunque muchos asumieron con el tiempo las convenciones tradicionales y participaron en la industria, nunca olvidaron sus orígenes, ofreciéndonos grandes obras: Truffaut, Rohmer, Malle, Varda...; otros continuaron por ese camino, entre ellos, en la Novelle Vague, Jean Luc Godard o Chris Marker.

A bout de souffle abrió la veda.

Rohmer apostó por la sencillez. Tan fácil como contemplar Un rayo verde, si quieres ser feliz...


¿Lo era su protagonista en Los cuatrocientos golpes de Truffaut cuando nos mira, tras una carrera infinita, al llegar al mar?

 

Vania on 42 street de Louis Malle. Las últimas palabras de Sonia escritas por Chejov. Aceptar la derrota con dignidad. 


Revisitado en Drive my car de Murakami. 

En Italia estaba Antonioni. El final de La aventura, sencillo, sobrio, contundente es un buen ejemplo de sus obsesiones y de su talento. 


Pero es en El eclipse donde encontramos su final más experimental.

             

Varda que nos sorprendió siempre hasta el final, conservando un aire juvenil y atrevido en sus documentales, hizo una primera película de ficción, Cleo de 5 a 7. Allí gritó un inmenso sí a la vida, porque la muerte siempre está muy cerca...


El Hiroshima, mon amour de Resnais y Yourcenar lleva lo experimental a un nuevo nivel. El pasado se mezcla con el presente en una historia de amor que se repite como un bucle, en un espacio que se desdobla, en Nevers, en Hiroshima, con múltiples aristas. 


Al final, el nombre se convierte en una forma de reconocerse a sí mismo y al otro, de aceptar la memoria y no olvidar...     
   

Olvidar es lo que no puede suceder cuando hablamos del Holocausto. El final del documental Noche y Niebla de Alain Resnais nos recuerda que ahora mismo, mientras estás leyendo esto, está ocurriendo... 


"Mientras ahora les hablo, la gélida agua de los estanques y ruinas llenan los huecos de las fosas comunes, así como un agua fría y opaca como nuestra mala memoria. La guerra se adormila, con un ojo siempre abierto. La hierba fiel ha regresado de nuevo al patio de formar, en torno a los bloques. Un pueblo abandonado, aún lleno de amenaza. El crematorio ya no se usa. La astucia nazi está pasada de moda. Nueve millones de muertos en ese paisaje. ¿Quiénes de entre nosotros vigila desde esta extraña atalaya para advertir de la llegada de nuevos verdugos? ¿Son sus caras en verdad diferentes a las nuestras? En alguna parte entre nosotros, afortunados capos aún sobreviven, reincorporando oficiales o desertores desconocidos. Hay quienes no lo creen, o sólo de vez en cuando. Con nuestra sincera mirada examinamos estas ruinas, como si el viejo monstruo yaciese bajos los escombros. Pretendemos llenar de nuevas esperanzas, como si las imágenes retrocediesen al pasado, como si fuésemos curados de una vez por todas de la peste de los campos de concentración, como si de verdad creyésemos que todo esto ocurrió en una época y en un solo país. 

Y pasamos por alto las cosas que nos rodean y hacemos oídos sordos al grito que no calla".

Chris Marker colaboró en el guión de Noche y Niebla. La jetée de Chris Marker es, sin duda, una de las obras experimentales más conocidas por los cinéfilos. Los escasos veinticinco minutos que dura el cortometraje no dejan indiferente a nadie. Es una película de ciencia ficción y una extraordinaria historia de amor, más allá del tiempo. Son solo fotografías y una voz en off que nos atrapan hasta el final. 


Y ese final, circular, y, al mismo tiempo, necesario. La infancia y la muerte, unidas en un instante. El recuerdo, antes de ser vivido. 


El amor que se rebela contra el único final que nos espera a todos. 






domingo, 6 de noviembre de 2022

ERNAUX, ANNIE

 

"La memoria de los otros nos ubica en el mundo..."

Descubrí a Annie Ernaux, la reciente nobel de Literatura, en los años de excedencia. No fue la única autora que leí por entonces. También pasaron por mis manos la obra de Despentes, de Vivian Gornick o la desgarradora y atormentada Violette Leduc. Todas se miraban o se miran a sí mismas y, al hacerlo, nos enseñan la sociedad de su tiempo, la que construyó su forma de ser y estar en el mundo. Un feminismo que precede al actual, lleno de contradicciones, dudas e inseguridades, diferentes o similares al actual.

Leí casi toda su obra. Suele ocurrirme, cuando un autor me atrapa. Me pasó con otro nobel reciente, Modiano. O en mi adolescencia con Nietzsche o Virginia Woolf. Me impactaron, por supuesto, El acontecimiento, La mujer helada o La vergüenza, radiografías a carne viva de una sexualidad liberada y sometida o -en esta última- de la relación que mantiene una hija con unos padres de los que empieza a distanciarse, avergonzada. No he salido de mi noche es la melodía final: la hija se despide de una madre con Alzheimer, que ya ha olvidado quién es, quién fue. Las palabras de Ernaux sirven para que esa memoria, la suya, la de otros, no se pierda para siempre.

Las versiones cinematográficas han sido afortunadas. El cine francés ha comprendido la fuerza visual de esta escritora. Tanto en Pura pasión 

como en El acontecimiento, los directores y guionistas, siendo fieles al original, han sabido interpretarla con acierto e independencia, aportando aspectos nuevos que Ernaux sólo había insinuado o que aparecen en otras obras, como, por ejemplo, su obsesión por ser escritora o la relación compleja con su madre.


Sin embargo, por encima de los temas que se destacan en estas dos versiones -la sexualidad femenina, la liberación, el aborto, la represión sexual-, pienso que el tema central de la obra de Ernaux es la memoria, como también ocurría con Modiano. 

Si en el autor francés, de origen judío, la guerra, por un lado, -con la imagen obsesiva de un padre al que desprecia y admira a partes iguales- y el 68, por otro, -esa juventud idealizada y manipulada por el paso del tiempo-,  son los dos marcos en los que se recrea una realidad imaginada, inventada o transformada por la memoria, en Ernaux la realidad que nos muestra es, en primer lugar, una confrontación con otra generación de mujeres, la de su madre, que aceptó unas reglas que ya no pueden asumirse. Pero también es una manera de exorcizar demonios, los propios y los de otros -a veces, son los mismos- o de recuperar, en una visión más amplia, lo que se perderá "en un segundo".

En Los años, las imágenes, las fotografías familiares le sirven para mostrar los detalles que estas no cuentan, esos que forman parte de nuestro día a día, como el sonido de la orina al caer en el orinal o como una mujer, tras mear en un apartado, se pone las bragas y se alisa la falda o las esperas en el supermercado o el hastío de los domingos. U otros más complejos, los olores, sabores, las canciones, el sexo, las reuniones familiares, la violencia cotidiana, la guerra de Algeria, las frases hechas que conforman nuestra manera de hablar, la forma de vestir, "lo que no nos contaban" , los juegos, las lecturas, lo prohibido, las películas, la sumisión, los objetos olvidados... 

"Salvar algo del tiempo en el que ya no estaremos nunca más..."



viernes, 16 de septiembre de 2022

JEAN-LUC GODARD: EL CINE

 


Hubo un tiempo en que toda una joven generación en Francia buscó nuevas formas de hacer cine. Se les llamó la Nouvelle Vague. Fueron Agnès Varda -una de las pocas mujeres-, Claude Chabrol, Louis Malle, Jacques Rivette, Éric Rohmer, François Truffaut, Roger Vadim... Y Jean-Luc Godard.

La mayoría, con el paso del tiempo, sin perder su talento -que era mucho-, fue asumiendo las reglas de la industria. Godard nunca las aceptó. Con sus luces y sus sombras -que las tiene- desde su primera película, la sorprendente e iconoclasta A bout de soufle, experimentó, jugó, se divirtió: siempre. Hizo lo que quiso. En fondo y forma. El montaje -de sonido e imagen- se transforma en un elemento de ruptura; contar una historia es importante, pero es mucho mejor cómo la cuentas. 

Sus películas de los años sesenta son divertidas. Y lo son porque tienes la impresión de que el que las hace está pasándoselo bien. Rompe las convenciones, se ríe con nosotros y de nosotros. Transforma los géneros, los dinamita. Bande apart es el mejor ejemplo. ¿Cine de gansters, musical, comedia loca? Todo eso y nada de eso. 


Si alguien me preguntara: ¿en qué películas sientes que la vitalidad se sale de la pantalla, sin hipocresías ni velos? Sin duda, las de Godard de esa época. Están vivos; estás vivo. 

Parece serio; lo parece. En realidad, no puedes dejar de sonreír, aunque los personajes reflexionen sobre el sentido de la vida y el estado del mundo. Bergman era serio y profundo en Persona; ¿Godard se divierte y rompe las reglas en Alphaville?


La cuarta pared se rompe en mil pedazos. No hay límites para que la realidad múltiple y poliédrica atraviese la pantalla. Los finales han de ser explosivos o no han de ser...

O para adaptar a Cortazar, como debe hacerse, traicionándole y siéndole fiel en el fondo y en la forma.

Después la política, en los setenta y ochenta, lo llevó por otros derroteros. El 68 no le vino bien, en mi opinión; se espesó, quiso ponerse serio. Aunque, eso sí, lo hizo a su manera, provocando a las buenas conciencias, a esa máscara de lo políticamente correcto, tan peligroso para cualquier tipo de creación artística; y lo hizo sin normas ni coerciones. 

Je te salue, Maria

Los demás las habían aceptado; él, no. 

En sus últimos años con los medios digitales no traicionó sus convicciones. Siguió siendo un creador único, ajeno a las modas, buscando nuevos caminos, abriendo fronteras. 


¿Qué autor ha hecho más por el cine que Jean-Luc Godard? Los contaríamos con los dedos de una mano.

¿Qué autor ha ido más allá en su búsqueda de la Verdad? Aquí están las manos, el punto de partida de nuestra humanidad.


Godard es el cine. 


domingo, 22 de mayo de 2022

LE EVENEMENT

 


Descubrí a Annie Ernaux hace unos años. Si la escritura o el arte, en su mayor parte, es la investigación y el descubrimiento de uno mismo y saber comunicarlo a los demás, ella lo ha convertido, sin lugar a dudas, en su quehacer diario. Incluso en su primera novela Los armarios vacíos, reeditada este mes, es fácil distinguirla en su personaje central.

Los temas de Ernaux giran alrededor de su infancia y adolescencia, vivida en un pueblo francés, en plena posguerra. Toma conciencia de la clase social a la que pertenecía, de la vergüenza que sentía hacia sus padres y que ellos asumían como parte de las normas no escritas de una sociedad en plena transformación, de la libertad sexual, de la relación con su madre, compleja, entre el amor y el odio. 

Hubo un momento que marcó su vida más que ningún otro. Se quedó embarazada; no quería tener ese hijo. Pero el aborto estaba prohibido. Si colaborabas o abortabas, la cárcel. Si no querías convertirte en un ama de casa con un hijo no deseado, la única opción que quedaba era hacerlo ilegalmente, con los riesgos que eso suponía. 

De eso va Le evenement. 

Hay algunas diferencias con la novela original. La presencia de los padres se diluye en la película. Hay referencias puntuales en la obra literaria a películas u obras de teatro a las que asistió, mientras intentaba buscar una salida, que desaparecen en la adaptación, pero, en líneas generales, la trama principal es la misma. Y, sobre todo, es fiel a las emociones primarias, al tema central: la evolución psicológica de una mujer, su toma de conciencia. 

Aparece el miedo del entorno, las normas y leyes que someten a la mujer y todos a una injusticia y brutalidad de la que la gran mayoría no quieren tener nada que ver. Está la cobardía y la costumbre, dos de las claves que nos someten, sin que nos demos cuenta, a una servidumbre voluntaria. 

Es la historia de una mujer que sobrevive a un aborto. Y en ese proceso, se transforma; ya no será la misma. Es libre. Y contará esa historia para que otros sepamos que hubo un tiempo en Francia, en Europa, y que hay un tiempo ahora, en otros lugares del mundo, en que abortar te puede costar la vida. 

Sí, se habla de libertad. 

lunes, 2 de mayo de 2022

LAS ILUSIONES PERDIDAS


Se dice que un gran autor es aquel que, aunque haya escrito hace siglos, parece como si hablara de nosotros mismos.

Ese es Balzac. ¿Qué decir de él? ¿Disecciona la sociedad de su tiempo o está describiendo la nuestra: vicios y crueldades, egoísmo y apariencia, muerte y dolor, arte y mentira? 

La adaptación de Las ilusiones perdidas, ganadora de los César de este año, es digna y brillante. Balzac, gracias a ella, saca el bisturí y nos abre en canal. 


Sí, somos nosotros. Balzac es realismo salvaje y sus obras son políticas, en el sentido más amplio del término. El capitalismo o la burguesía decimonónica. ¿Qué importa? Las reglas cambian; las víctimas y los verdugos estuvieron y seguirán con nosotros, porque los seres humanos somos avariciosos, ingenuos, crueles, ambiciosos, estúpidos, manipuladores, farsantes, cobardes... Unos mueven los hilos, en las grandes empresas, en los medios de comunicación, en las élites culturales o políticas; otros sobreviven, aceptando o aprovechando su papel en la obra. La mayoría acabará olvidado, muerto o sin ilusiones. 

¿Dónde está lo que hemos perdido? ¿Recuperaremos lo que nos quitan todos los días, en las oficinas, en las aulas, en las plazas, en las calles?

Somos tan cobardes que nos quedamos de brazos cruzados. No, seamos compresivos con nuestro papel en la representación; es solo impotencia. 

Todos somos títeres de una gran obra: la ridícula y dolorosa comedia humana.


domingo, 7 de marzo de 2021

UN CONDENADO A MUERTE SE HA ESCAPADO


Bresson en Un condenado a muerte nos dice desde el principio qué es lo que busca. No hay engaños. 

Va a contarnos con sobriedad, sin detalles innecesarios o superfluos cómo un hombre ha escapado de la cárcel. El primer plano nos deja claro con un letrero que allí siete mil personas murieron durante la ocupación nazi. No hay elección: estamos con el protagonista y desde el principio deseamos que lo consiga. 


En la primera escena lo intenta, mientras lo llevan en coche a la cárcel. Es su punto de vista el elegido: el manillar de la puerta, el cambio de marchas, el compañero que no hace nada y le deja hacer. Fracasa, pero en esa primera escena está todo; los detalles y la construcción obsesiva de un personaje con un único objetivo: la libertad. 

En la cárcel aparece, a los cinco minutos de trama, su voz en off. Y va a ser él quién nos va a acompañar en esta extraordinaria aventura interior; de la celda de castigo a la 102. Las conversaciones con los compañeros; el prisionero, anciano, desesperado que encuentra una esperanza en el esfuerzo por escapar de nuestro protagonista; el que lo intenta antes que él y fracasa, aunque, como bien dice uno de ellos: "él ha muerto para que tú puedas conseguirlo". 

Y, al final, no puede hacerlo solo. Un muchacho, que podría haberse convertido en un Lacombe Lucien, colaboracionista, un joven que aún no sabía lo que quería, le ayudará en el último tramo. Ambos escaparán y se "salvarán"; en el caso de Bresson en ambos sentidos, no sólo física, sino espiritualmente. 

El muchacho, cuando pisan la calle, le dice: "Si me viera mi madre...".  

Aquí tenéis la película completa. 


Último plano. Suena la música religiosa de Mozart. Y los dos escapan, protegidos por la niebla. Y nos emocionamos.

Son libres... Nosotros, también. 



sábado, 30 de mayo de 2020

EL MUELLE DE LAS BRUMAS: EL AMOR CONDENADO


Si una película puede definir el concepto de romanticismo, esta se llevaría la palma con creces.
Hay una modernidad, integridad y fuerza que pocas películas tienen. Y esta la conserva, aunque pertenezca al 39. A veces los años no pasan; simplemente nos devuelven a ese tiempo, porque también es el nuestro.
Es un amor condenado, porque los dos saben que sólo serán felices un tiempo muy breve; y lo viven con la intensidad que sólo es posible, cuando se sabe que se escapa de entre los dedos.
Los diálogos de Prevert y la elegancia y la poesía de Carné se encuentran y nos emocionan. No es un amor hueco, ni siquiera naïf. Es triste y desesperado; sobrio y elegante.
Jean Gabin encarnaba con Carné en todas sus películas un personaje muy similar; un hombre que no puede admitir las injusticias, que se revuelve ante el mundo; íntegro y popular, cercano y exiliado. Un romántico, a su pesar, o, precisamente, porque es un hombre honrado.
Fue una película vetada, considerado inmoral en su época; tal vez porque ambos despiertan en una habitación de hotel -ella, aún en la cama; él, terminando de vestirse-; o porque no oculta la desolación de sus personajes o por los hermosos diálogos entre los dos protagonistas.
Jean, el personaje de Gabin, va a morir en los brazos de Nelly: -Bésame, ¡date prisa!





Hoy en día lo que podemos ver es una hermosa historia de dos perdedores.
Contada como lo haría un poeta.

lunes, 17 de marzo de 2014

JOVEN Y BONITA




El mundo de los adolescentes puede ser un misterio para los adultos; adultos que han olvidado lo que era la adolescencia: rebeldía, experimentar, estar al borde del precipicio...



...ser libre. ¿Importa saber porqué esta joven y bella hace lo que hace? No tanto; lo que importa y lo que mantiene el interés es descubrir al final que lo que quiere sólo es ser libre. Nada más... Con sexo o sin sexo.