viernes, 1 de abril de 2022

NANNI MORETTI: EVOLUCIÓN DEL CINE ITALIANO Y EUROPEO


Nanni Moretti es uno de esos nombres que resumen la evolución del cine europeo en general y del italiano en particular.

Su primer cine bebía de los debates políticos de los setenta y siempre estuvo muy implicado en los conflictos sociales y políticos de su época; y él era un buen ejemplo de uno de los rasgos que nos caracterizan: el individuo en plena crisis de la modernidad. El humor, cierta actitud iconoclasta, la espontaneidad le hacían muy atractivo.

Palombella rossa es un buen ejemplo. Recoge todos esos rasgos. Hay grandes momentos -el de Zhivago es impagable- 


con otros que acabas aceptando, a pesar de su carácter confuso, porque no desencajan demasiado en el tono elegido.

La derrota -política y también individual- no se soslaya. En los años 90 Moretti va a reflexionar en primera persona sobre esa derrota; la izquierda ha perdido, debe reinventarse, pero no sabe cómo hacerlo. A partir de ese momento y, sobre todo, en las últimas dos décadas, su cine va a buscar un camino nuevo que se repite en muchos directores actuales: el melodrama. Y dos temas relacionados entre sí: la familia y el peso del pasado.

Lo he visto también en la película de Sorrentino, Fue la mano de Dios. Salvando las distancias, yo también me siento atraído por esos temas y aparecen claramente en el documental que hicimos. ¿Podríamos hablar de una tendencia general del cine actual?

Su nueva película, Tres pisos, fija esa dinámica que observabamos de manera muy evidente en La habitación del hijo. Se podría decir que su estilo está esclerotizado; yo no llegaría a tanto. Domina los recursos y sabe marcar los tiempos. 


La película tiene una factura impecable; incluso uno de los personajes, tal vez el que más desagrado podría producirme, acaba emocionándome cuando, tras haber madurado, confiesa a su hija, años después, que siempre ha vivido con la duda de lo que ocurrió una noche en la que, siendo niña, estuvo sola con un hombre mayor. 

Pero ideológicamente el cine de Moretti apuesta por la seguridad burguesa, por el género que define a la clase media, incluso en valores que casi podríamos llamar conservadores -la fidelidad de la pareja, el perdón, la conciencia personal-. Y esto es un buen reflejo de la apuesta actual en el cine que busca al gran público. 

Al final casi todas las películas, excepto raras excepciones y la mayoría se encuentran en el documental, se ha decidido por el camino de la redención individual. Como sociedad hemos fracasado. Ya no hay espacios comunes -partidos, sindicatos, asociaciones- que permitan un cambio profundo. Sólo nos quedan reductos pequeños para influir en la realidad y entre ellos, sobre todo, la familia. El refugio, a pesar del final feliz, nos deja un sabor amargo. 

Caro Diario que le consolidó como un gran cineasta y una figura intelectual de primer orden conserva todavía esa esperanza colectiva en transformarnos. Tal vez no haya mucha distancia entre el baile con Silvano Mangano y Tres pisos. 


O con el viaje por la Roma desconocida, de los barrios obreros en Vespa con homenaje a Pasolini, incluido.



Pero Caro Diario en sus tres partes es, por encima de todo, un canto a la vida desde un punto de vista, eso sí, irónico y lírico a partes iguales. Sea para recorrer la Roma amada u olvidada; sea para visitar islas destrozadas por un turismo salvaje o, al final, para describir su odisea entre médicos incapaces de detectar un cáncer. 
También Tres pisos parece un canto a la vida; sin embargo, tiene mucha menos fuerza. No sé si el problema es Moretti, cansado y convencional con tantos años a sus espaldas, o la industria que se ha convertido en una caja de hacer dinero y que veta cualquier cosa que pueda poner en peligro sus beneficios, o nosotros mismos, que decepcionados o atomizados, nos refugiamos en lugares más cómodos. 
No sé si hemos perdido el humor. Lo que no deberíamos perder es el deseo de estar vivos. 


Porque, no lo dudemos, un vaso de agua y la canción "Inevitabilmente" te devuelven siempre las ganas de vivir. 

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