sábado, 2 de abril de 2022

RECUERDOS EN MOVIMIENTO (II): COSAS QUE NUNCA TE DIJE


En mi primera cita con P... vimos Cosas que nunca te dije. Nunca un título podía haber resumido mejor la relación que tuve con ella. Recuerdo que nos gustó a los dos. Cine indie, alternativo, dirigido por una directora española. Ese día no le dije que me gustaba. Nunca lo hice. 

La conocí en la Universidad. ¿Estudiaba Latín y Griego como yo? No estoy muy seguro. Creo que no, que eligió Filología Inglesa. Nos debimos ver en las clases de primer y segundo año; luego, en la cafetería. Sé que me interesé por su humor peculiar y un carácter algo extraño, casi diría excéntrico; no es que tuviera un atractivo especial, pero tampoco pretendía ser otra cosa ni aparentaba nada y eso se agradecía. Había muchos hipócritas entre mis compañeros. Criticaban al que no fuera como ellos. Mediocres y mezquinos. Unos pocos se quedarían en la Universidad. Medrarían o no; a alguno sí le he seguido la pista. P..., en ese aspecto, era diferente. Inteligente, mantenía una sabia distancia. 

Pasaron unos cuantos años. Ella seguía en la Universidad; yo acababa de dejarla. La veía de vez en cuando. Durante ese periodo estuve unas cuantas semanas con mi abuela en su casa de la calle Inmaculada Concepción, donde mis padres se habían conocido, a unos pasos de la iglesia en la que se casaron... Por aquel entonces, era el momento más duro de su divorcio y para nosotros el día a día se había convertido en un campo de batalla; así que escapaba, en cuanto podía, al refugio de mi abuela. Como los padres de P...  eran también de Carabanchel esa primavera quedamos muy a menudo. 

Se me viene a la memoria un paseo desde el centro; bajábamos por el puente de Toledo. Era ya de madrugada. Nos cruzamos con unos tipos que preferirías no encontrarte en una calle mal iluminada; los dos pensamos que se lanzarían a por nosotros. No fue así. Eso dio pie a risas; esa noche estábamos a gusto. 

Un día, animado por esos últimos encuentros, me pasé una mañana por la Universidad; la vi en la cafetería. No me hizo mucho caso. Era otra persona; noté que estaba buscando a un chico con la mirada. Yo no existía. No tenía ninguna oportunidad. Me dolió. 

Le escribí una carta; le dije que no quería saber nada de ella. A los dos días, sin que hubiera leído mi carta, ya que estaba de viaje, recibí una postal desde Atenas; era amable, se acordaba de mí, pero ya no había vuelta atrás. No iba a humillarme. Por supuesto, la relación se terminó. Ninguno de los dos hizo ningún esfuerzo por recuperarla.

Años después volví a verla. Era taquillero de los Cines Ideal. La reconocí enseguida. Venía con unos cinco o seis amigos. Me contó que había vivido en Estados Unidos durante un par de años. No le pregunté si en el sitio donde rodaron Cosas que nunca te dije, pero estoy seguro de que fue así. 

No hubo tiempo para más. Compraron entradas para El pianista de Polanski, fila sexta, en el pasillo.

Cuando me tocó el descanso, me pasé por la sala donde la proyectaban. La busqué en la oscuridad. No tardé mucho en reconocerla; sí, esa era su espalda. A veces giraba la cabeza, pero la película nos tenía atrapados a todos. Varias veces me volví porque me hubiera gustado advertir algún tipo de reacción; quería saber si se emocionaba o lloraba. ¿Qué sentiría con esta escena que ambos veíamos juntos, aunque ella no lo supiera? 

El pianista tocaba ante un general nazi, desencantado, amante del arte, una obra de Chopin. Es la primera vez que lo hace desde hace dos años. Ya no le importa lo que le pueda pasar; porque puede hacer, aunque sea por última vez, lo que más ama. 

Volví a buscar en la sala a P... Ya no la pude distinguir. Estaba demasiado oscuro. Volví a la taquilla. Nunca más he vuelto a verla. 

Hace poco recuperé Cosas que nunca te dije. 

No ha envejecido; nosotros, sí. 

Me dan miedo los domingos. 

Es difícil dejar de querer a alguien a quien apenas has conocido. 

Pensé en R... La eché de menos. Le envíe esta última frase, escrita para que permanezca en el tiempo.

Ella me respondió hace un mes con un mensaje de voz. Me habló de ella misma con una sinceridad brutal; me enterneció. Me dijo, al final: "Nos vemos pronto".

No he vuelto a saber de ella. 

Me preguntó si volveremos a vernos algún día, sentados en un banco, uno al lado del otro. 

Me pregunto si me atreveré a decirle cosas que nunca le dije...




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