Esta noche he soñado con ella.
Hace un año que no nos vemos; seis meses desde su último mensaje -"estoy en Cádiz con una amiga"-. Sé por terceras personas que llega tarde a primera hora -"aunque, al menos, avisa"-, que ha tenido problemas con algún grupo de 1º de Bachillerato en esta evaluación -"si te apruebo a ti, tendría que aprobar a todo el mundo"- o que regaló un cómic sobre Sócrates a su jefa de departamento. Poco más.
Hace unas horas nos hemos cruzado en el aeropuerto. Iba con unos amigos y arrastraba dos maletas. "¿A dónde vas?" Sin responderme, ha pasado con sus acompañantes al otro lado de un puente de cristal. Se han alejado unos metros, pero, tras percatarse de que tenían que volver, han regresado por el mismo camino. Al pasar a mi lado, en medio del puente, se lo he vuelto a preguntar: "¿A dónde vas?" Ninguna respuesta. Enfadado, he insistido: "Al menos, podrías despedirte de mí". Se ha girado y sin dejar de sonreír me ha dado tres besos en la mejilla; uno, muy cerca de los labios. Era ella, pero no lo parecía. Estaba rejuvenecida. Es como si, cuando los recordamos y soñamos, eso les hiciera más jóvenes, mientras nosotros seguimos envejeciendo...
Uno de los hermanos Coen, Joel, continúa en la dirección. El otro aparece con un apodo en el montaje de una nueva versión de Macbeth.
La obra de Orson Welles está presente desde el primer momento. Los espacios, las sombras alargadas, la fotografía que recuerdan el expresionismo, por ejemplo. Actores de color como rasgo de modernidad.
Branagh también hizo su versión de Macbeth hace una década. Ha estrenado Belfast.
Nostalgia amable e idealizada no pretende profundizar en el conflicto irlandés. Este solo le sirve de escenario para recuperar su infancia con actores solventes que saben crear personajes muy humanos.
Mia Hansen Love trae La isla de Bergman.
La historia es sencilla: una pareja de directores, admiradores de Bergman, deciden pasar una temporada veraniega en Faro. Allí trabajan unos meses, escribiendo sus guiones. Lo que, en un principio, parece ser la historia de una relación de pareja bien avenida, en un entorno especial, eso sí, de repente se transforma, cuando ella comienza a contar el guion, que está escribiendo, a su marido. Sus personajes cobran vida en una historia de desamor entre dos jóvenes que se desarrolla en la misma isla. No llega a contar el final, porque la autora no lo encuentra, según admite ante su marido. Y será en el epílogo, en una de las elipsis más elegantes y sutiles que yo recuerde, por medio de un sueño, cuando las dos historias paralelas se mezclen. Con sencillez Mia Hansen Love nos atrapa y tienes la sensación, al final, en un último plano luminoso, de que detrás había muchas más cosas de las que en apariencia contaba.
Y termino con Farhadi. El héroe es una de sus mejores películas, sin duda. Y, por tanto, de este año.
Nos encontramos ante sus temas de siempre: la ética, el conflicto y el dilema moral, las contradicciones cotidianas a las que nos vemos constreñidos. Se añade el de la verdad y la mentira con unos grises tan desvaídos, que, a veces, es difícil distinguir cuál es una u otra.
Un hombre, está en la cárcel por deudas; su nueva pareja, que espera casarse con él cuando salga, encuentra un bolso con monedas de oro. Decide devolverlo, a pesar de que resolvería muchos de sus problemas, y eso, sin que lo pretenda, le convierte en un héroe. Pero, nada es tan sencillo y la realidad está llena de dobleces y buenas intenciones que te llevan al infierno...
Todos los personajes tienen sus razones para actuar como lo hacen, -lo pueden llamar dignidad, honor o prestigio, aunque en realidad sea el dinero el motor central- en una sociedad injusta en la que los intereses individuales o institucionales, -sean del funcionario de un ayuntamiento o los responsables de una prisión o los integrantes de una organización de caridad- se imponen. El personaje central, débil, bondadoso, inocente, imperfecto, con rasgos de ira, se deja llevar -buscando salir de la cárcel- por la manipulación, la ocultación y acaba devorado por las presiones propias y ajenas. La ironía final es que su último acto, callado, silencioso, lejos de las redes sociales, protegiendo a su hijo, sí es propio de un héroe, aunque, en esta ocasión, la sociedad nunca se lo reconocerá.
Es un guion redondo, sin debilidades.
Farhadi otra vez ha vuelto a colocarnos delante de un espejo.
Desapareció. He mirado el reloj: era casi medianoche. A esas horas sólo hay vuelos a Japón, Australia, Estados Unidos o Iberoamérica. ¿A dónde irá? ¿Importa?
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