domingo, 31 de diciembre de 2023

FINALES DE CINE (X) LA MUERTE: DUBLINESES DE JOHN HUSTON

 

El año 2023 se muere. Y la muerte, siempre es un buen final; es el final, al menos, para quien no cree que haya algo más allá del último estertor. 

Vuelvo al Hollywood clásico. En él destacaron Kubrick y John Huston. 

Hicieron de todo, se movieron como pez en el agua en cualquier género. Kubrick seleccionó más. Se consideraba, seguramente, un autor. Todos conocemos el final de Senderos de Gloria, que se desarrolla en medio de una las mayores masacres que ha llevado a cabo el género humano: la primera guerra mundial. No hay más que decir sobre él; solo, disfrutarlo. 

Pero no era este final del que quería hablar, aunque me conmueva y mucho. 

Ya que estoy, menos lírico es el final de Eyes Wide Shut, su última película, aunque, eso sí, mucho más realista. Un matrimonio está haciendo aguas. Amarse para siempre, dice él; ella prefiere variar los términos...

-Hay algo que tenemos que hacer cuanto antes..., dice ella. -¿El qué?... -pregunta él. 

-Follar...

La última palabra de la filmografía de Kubrick, sin duda, no deja indiferente.

John Huston es un clásico y hizo muchas películas de encargo. En algunas dejaba su sello personal. No creo que se considerara un autor; tal vez pensara en sí mismo como un profesional, pero demostró siempre saber mirar lo que tocaba con un punto de vista diferente. La jungla de asfalto es una de esas películas de género que dicen mucho más de lo que parece. Su final, después de un argumento donde ningún personaje se salva de ser o un asesino o un buscavidas, te sorprende por un lirismo soberbio. El asesino, un pobre diablo que siempre ha estado fuera de lugar en la ciudad, quiere regresar, con una bala en el cuerpo, desangrándose, a la tierra donde fue un niño y es allí, junto a los caballos a los que amó, donde morirá... 

Quiero pensar que Peckinpah era muy consciente, cuando escribió el final para su primera película, Duelo en la alta sierra, de este de Huston. El resto de su filmografía es mucho más violenta y rompe los esquemas del western tradicional, pero en esta se atiene a sus reglas. Y los temas de Peckinpah ya están ahí. El final establece una relación entre la Naturaleza y un mundo que se termina. El de una amistad recuperada; tal vez, lo más importante. Hay dignidad en esa muerte, aunque su vida haya sido inútil. 

"...He visto cosas que vosotros no creeríais... Atacar naves en llamas más allá de Orión; rayos C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tanhäuser... Todos esos recuerdos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia...". No es estrictamente el final de Blade Runner de Ridley Scott, pero como si lo fuera... Demasiado manido, pero sigue funcionando; algo tendrá...

Si los muertos son fantasmas o los delirios de una mujer reprimida, entonces, no puede haber otro final que este. La mejor versión de la historia de Henry James, dirigida por Jack Clayton, Los inocentes.

La primera película que recuerdo y que me marcó profundamente en mi infancia es otra de Jack Clayton, El increíble hombre menguante. Recuerdo el miedo a desaparecer como le ocurría al protagonista. En su final hay un canto a la infinitud del universo y la constatación de nuestra insignificancia. 

Chantal Akerman en Jeanne Dielman, 23 quai de commerce da una lección de cómo la locura puede llegar hasta en los momentos más cotidianos, cuando la realidad social y los rituales diarios te someten a unas normas que coartan la libertad, sin que nos demos cuenta. Y la manera en que lo narra, te deja sin palabras. 

La pena de muerte y un musical con Bjork en Dancer in the dark de Lars Von Trier. Y, después de la música, el silencio...

Y más sobre la pena de muerte. Los últimos minutos de No matarás de Kieslowski -hay un hermoso epílogo, sí, pero este es el final- te hacen odiar. Odias el asesinato que lleva a cabo el protagonista y odias, aún mucho más, la ejecución del asesino: brutal, sucia, cruel, despiadada, fría... 

El verdugo de Azcona y Berlanga tiene un epílogo en el que contrasta la diversión de los turistas en Mallorca con la historia central: un pobre hombre que se hace verdugo para sobrevivir. El final es otro: es el del verdugo, un exenterrador, que tiene que ser arrastrado para que cumpla su misión. El horror que vimos en No matarás -los mismos gestos-, aquí se convierten, como en un espejo deformante, en sátira, esperpento y humor negro. 


Los samuráis muertos, los que han sacrificado su vida por aldeanos que nunca se lo agradecerán, son el último homenaje de Akira Kurosawa en Los siete samurais. 

El final de Vértigo de Hitchcock no admite medias tintas. La soledad del protagonista ya es absoluta; no le queda nada, ni siquiera la esperanza de un futuro. Está curado; ha descubierto la verdad, sí, pero eso solo le ha llevado al borde de un precipicio. 

¿Y no estamos todos en estos tiempos, como Scottie, sin salida, mirando el vacío?

La música de Leonard Bernstein en West side story de Robert Wise con una extraordinaria interpretación de Natalie Wood cierra una historia de sangre y dolor. 


Te adoro, Anton...

En El Gatopardo Visconti recupera la memoria de su clase social, los recuerdos de su infancia, los relatos de sus antepasados. Es el final de un mundo, en el que todo cambiará, para que todo siga igual, como dijo Lampedusa. 

Décadas después Bertolucci en El cielo protector le da un papel secundario a su autor, Paul Bowles. Y, aunque nada tienen que ver Lampedusa con Bowles, al final de sus vidas se reconocen. La última reflexión de Bowles, mientras nos mira, es la de aquel que espera la muerte y la acepta como una parte indispensable de la vida.

"¿Cuántas veces pensamos en ese momento de la infancia que fue tan importante? ¿Tres, quizá cuatro? Y, sin embargo, creemos que todo es ilimitado..."

Donnie Darco decide cambiar el destino de sus seres queridos y les regala la vida, aunque eso suponga su propia muerte. ¿Es la historia de un loco o de un viajero del tiempo? Lo importante es la sensación, la intuición que nos queda, la que sienten los personajes, mientras escuchas la melodía de Mad world, de que lo vivido por el protagonista ha sido real, aunque nadie lo recuerde. 

Nadie puede curar la desesperación que siente el personaje de Shirley MacLaine en La calumnia de William Wyler. Ni siquiera el afecto de la persona que tanto la quiere, a la que tanto ama. Su última mirada, vulnerable, tierna, doliente es la más hermosa despedida, el más desolador adiós a la vida...

La última película de Huston fue Dublineses, una adaptación del relato de James Joyce. Era difícil, pero, en mi opinión, no solo consigue reflejar el espíritu de la novela; llega mucho más allá. 

La mujer de la protagonista ha recordado un viejo amor, tras escuchar una canción tradicional irlandesa. Se lo confiesa a su marido. Mientras ella descansa, él reflexiona sobre el amor y el paso del tiempo. El último plano de la filmografía de un director que fue mucho más que un artesano. 


"...Sí, la nieve está cubriendo toda Irlanda, cae sobre toda la llanura central, sobre las colinas despobladas, suavemente cae sobre los pantanos de Allen y, más lejos, hacia el oeste, cae suavemente sobre las oscuras y revueltas aguas del Shanon. Uno a uno, todos nos convertiremos en sombras... ¡Cuánto tiempo has guardado en tu corazón la imagen de los ojos de tu amado, diciéndote que no deseaba vivir! Yo no he sentido nada así por ninguna mujer, pero sé que ese sentimiento debe ser amor. ¡Piensa en todos los que alguna vez han vivido desde el principio de los tiempos, y en mí, transeúnte como ellos, fluctuando también hacia su mundo gris, como todo lo que me rodea. Este mismo sólido mundo en el que ellos se criaron y vivieron se desmorona y se disuelve.

Cae la nieve. Cae sobre ese solitario cementerio en el que Michael Furey yace enterrado. 

Cae lánguidamente en todo el Universo y, lánguidamente cae, como en el descenso de su último final, sobre todos los vivos y los muertos..."


sábado, 30 de diciembre de 2023

TERESA DE PAULA ORTIZ

 

La educación de nuestra generación -fuéramos o no a un colegio religioso- giró alrededor de la culpa y el pecado. No digamos ya la que tuvieron nuestros padres. Es cierto que nosotros sí rompimos con ella, al llegar la adolescencia. En mi caso, inclinaron la balanza las lecturas -entre ellas, la de Nietzsche, que aseguraba que "Dios había muerto": un descubrimiento para mí comparable al de América para los hombres del siglo XV- y mis propias reflexiones -recuerdo una frase que pronunció taxativamente el cura que me había bautizado y que, además, por entonces era mi profesor de Religión; sucedió en el aparcamiento de mi instituto y acabó con mis dudas: "Deja de pensar"; por supuesto, no he dejado de hacerlo-.

En ellas también dejó su secuela en represión sexual; en menor medida que en las generaciones anteriores. Ya nadie cree -o, al menos, en mi entorno- que las mujeres son las responsables de la concupiscencia de los hombres o que antes que el "póntelo, pónselo", que podía corromper nuestras costumbres, era preferible la continencia y la abstinencia. 

La mística entra en una categoría, como la metafísica, compleja de situar en este ámbito de la religión. Los místicos se apartan del mundo o, tal vez, descubren un mundo interior que la mayoría no desarrollamos plenamente. Muchos fueron considerados herejes y locos en vez de santos; fueron quemados y no leídos y venerados. La línea entre unos y otros dependía de que la Iglesia los aceptara o rechazara. Santa Teresa tuvo buenos contactos y eso la salvó. Otro tema sería comparar esta mística con la oriental o con la antigua, que bebe de una tradición diferente, menos reglada y dirigida -el monoteísmo no admite herejías-, aunque los presupuestos sean los mismos: la búsqueda y el encuentro con la Divinidad o lo divino. Podríamos hablar del uso de drogas que en muchas culturas facilita ese "encuentro"; en Delfos se piensa que la Pitonisa recibía efluvios que la "atontaban" o, directamente, tomaba plantas psicotrópicas en el momento de la "revelación". 

Siendo escépticos, y muchos lo somos en estos tiempos, nos quedamos con la poesía de Santa Teresa, directa, sencilla, que, como todas expresión artística, revela el mundo interior de cada uno de nosotros con nuestras dudas y emociones. 

El texto de Juan Mayorga se impone en esta versión. Es la cuarta, que yo sepa, en las últimas dos décadas. La mejor -y sigo estando de acuerdo con los críticos- sigue siendo la que interpretó en los años ochenta la recientemente fallecida Concha Velasco en la serie de televisión dirigida por Josefina Molina y con guión de Carmen Martín Gaite. 

Sí parece que la figura de Santa Teresa atrae mucho la atención. ¿Por qué? Hay un protofeminismo de una mujer que se enfrentó a las altas jerarquías eclesiásticas -aunque también supo buscar el apoyo de otros hombres que creyeron en ella-; tenemos la poesía mística de un gran valor literario y, sin duda, está la religión, uno de esos temas que se repiten una y otra vez cuando hablamos de nuestra relación con el mundo que nos rodea. 

Nada que decir del talento visual de Paula Ortiz; aprovecha bien los efectos especiales para mostrarnos  la imaginación de una mujer del siglo XVI con todas sus obsesiones. La represión tenía que salir de alguna manera y lo hacía, en los hombres y mujeres de esa época, con imágenes delirantes e irracionales. Tal vez no tan diferentes a las nuestras, aunque escapen de otra manera o no lo hagan y dejen sus secuelas...

Sin embargo, y este pero para mí es una gran losa, me hubiera gustado más sobriedad. Si algo destaca en la vida y obra de Santa Teresa es precisamente eso. Aunque guste por la paradoja, lo que ha sobrevivido de ella es la sencillez y, como bien se cuenta en el texto, buscaba recuperar esa simplicidad en el día a día. 

¿Por qué no, como en la obra teatral, contarnos este "debate" entre el inquisidor -o el demonio o su conciencia, podríamos así también interpretarlo- y Santa Teresa solo en un espacio, esa cocina que sirve de punto de partida? Paula Ortiz demuestra talento visual y mucho en las pesadillas o ensoñaciones o revelaciones de nuestra protagonista, pero yo hubiera preferido concisión, sencillez.

Un hombre y una mujer, frente a frente. La palabra y nada más. Bresson en estado puro, cuasi experimental, sin algaradas visuales ni sonoras. Se está educando a un público para que se fije en el dedo; se le dirige en una dirección, se le atiborra de imágenes; se le vacía de contenido. 

Lo dicho, quizá pido demasiado a un cine, el actual, que prefiere los efectos y los fuegos artificiales a la sencillez; quizá porque esta es demasiado peligrosa. 


FINALES DE CINE (IX) RUSIA: CUANDO PASAN LAS CIGÜEÑAS DE KALATÓZOV

 


El cine ruso o, más bien, el soviético es uno de los grandes desconocidos. Siempre lo fue, ya desde la guerra fría. Pero de allí surgió un Eisenstein durante el periodo mudo.

Solo con el final de La huelga -y tiene también Octubre y El acorazado Potemkim- entraría en la Historia del cine. 


Después hubo nombres que destacaron, sin duda. Tarkovsky salió de allí y huyó a Occidente, pero no pudo negar que aprendió y mucho de sus compañeros, aunque estos se quedaran en Rusia. 

Quizá el final que más me gusta de sus películas es el de Stalker. Obra de ciencia ficción que, como en toda su filmografía, acaba teniendo implicaciones filosóficas más profundas.


No me alejo mucho, si menciono La ascensión. No es el final, pero para mí, el epílogo que viene después, es un añadido innecesario de una directora rusa escasamente conocida, Larisa Shepitko. Es una ejecución de unos inocentes -del 1:33:00 a una 1:38:00- por parte de los nazis para atemorizar a las gentes de un pueblo ucraniano invadido. Toda la planificación te pone los pelos de punta. 


Sin alejarnos mucho -Suecia está al lado- podemos pensar en Bergman. Tiene otras obras más conocidas, pero el final de El manantial de la doncella, por su sencillez, me emociona. 

La hora del lobo, también...


Cuando pasan las cigüeñas sorprende, porque una historia de amor se transforma en un canto colectivo a la lucha contra el nazismo de todo un pueblo. Se alcanza el paroxismo estético hasta el imposible. Conocida es esta escena: una grúa, que ni en los mejores sueños húmedos de Spielberg -por cierto, un director que no sabe hacer un buen final, a pesar de su talento; siempre le salen sentimentales o ñoños-. 


El final de esta película tendría que ser trágico. El chico ha muerto; ella se ha quedado sin el hombre al que amaba, pero, no, los rusos han vencido. Los nazis perderán. Y todo el pueblo saluda a sus héroes. 

                

La tristeza individual no tiene importancia, cuando todos unidos hemos conseguido librarnos de la tiranía y el fascismo. 

¡A ver si aprendemos!

viernes, 29 de diciembre de 2023

FINALES DE CINE (VIII) EXPERIMENTAR: LA JETÉE DE CHRIS MARKER


En los años sesenta se experimentó y mucho. Se buscaron nuevos caminos que desde el cine mudo nadie se había atrevido a transitar. 

Fue, sobre todo, el cine francés quien lo intentó con mejores resultados.

Les precedieron grandes nombres: Carné, Claire, Tourneur, Jean Vigo y Renoir. 

En Atalante, la última película de Jean Vigo, encontramos algunos elementos experimentales que aún suscitan nuestro interés.


Zero en conduit de Vigo es un alegato contra la educación tradicional decimonónica: no hay más camino, entonces, que la rebelión y el caos. 


El último plano, la última secuencia de la filmografía de Jean Renoir -podría haber elegido Un día en el campo, un maravilloso canto a la alegría, o La regla del juego, una crítica feroz a la burguesía o La gran ilusión, un alegato antimilitarista-, terminó en la India. El río se convierte en una reflexión elegante sobre la vida y el paso del tiempo. 

La siguiente generación bebió de estos clásicos y, aunque muchos asumieron con el tiempo las convenciones tradicionales y participaron en la industria, nunca olvidaron sus orígenes, ofreciéndonos grandes obras: Truffaut, Rohmer, Malle, Varda...; otros continuaron por ese camino, entre ellos, en la Novelle Vague, Jean Luc Godard o Chris Marker.

A bout de souffle abrió la veda.

Rohmer apostó por la sencillez. Tan fácil como contemplar Un rayo verde, si quieres ser feliz...


¿Lo era su protagonista en Los cuatrocientos golpes de Truffaut cuando nos mira, tras una carrera infinita, al llegar al mar?

 

Vania on 42 street de Louis Malle. Las últimas palabras de Sonia escritas por Chejov. Aceptar la derrota con dignidad. 


Revisitado en Drive my car de Murakami. 

En Italia estaba Antonioni. El final de La aventura, sencillo, sobrio, contundente es un buen ejemplo de sus obsesiones y de su talento. 


Pero es en El eclipse donde encontramos su final más experimental.

             

Varda que nos sorprendió siempre hasta el final, conservando un aire juvenil y atrevido en sus documentales, hizo una primera película de ficción, Cleo de 5 a 7. Allí gritó un inmenso sí a la vida, porque la muerte siempre está muy cerca...


El Hiroshima, mon amour de Resnais y Yourcenar lleva lo experimental a un nuevo nivel. El pasado se mezcla con el presente en una historia de amor que se repite como un bucle, en un espacio que se desdobla, en Nevers, en Hiroshima, con múltiples aristas. 


Al final, el nombre se convierte en una forma de reconocerse a sí mismo y al otro, de aceptar la memoria y no olvidar...     
   

Olvidar es lo que no puede suceder cuando hablamos del Holocausto. El final del documental Noche y Niebla de Alain Resnais nos recuerda que ahora mismo, mientras estás leyendo esto, está ocurriendo... 


"Mientras ahora les hablo, la gélida agua de los estanques y ruinas llenan los huecos de las fosas comunes, así como un agua fría y opaca como nuestra mala memoria. La guerra se adormila, con un ojo siempre abierto. La hierba fiel ha regresado de nuevo al patio de formar, en torno a los bloques. Un pueblo abandonado, aún lleno de amenaza. El crematorio ya no se usa. La astucia nazi está pasada de moda. Nueve millones de muertos en ese paisaje. ¿Quiénes de entre nosotros vigila desde esta extraña atalaya para advertir de la llegada de nuevos verdugos? ¿Son sus caras en verdad diferentes a las nuestras? En alguna parte entre nosotros, afortunados capos aún sobreviven, reincorporando oficiales o desertores desconocidos. Hay quienes no lo creen, o sólo de vez en cuando. Con nuestra sincera mirada examinamos estas ruinas, como si el viejo monstruo yaciese bajos los escombros. Pretendemos llenar de nuevas esperanzas, como si las imágenes retrocediesen al pasado, como si fuésemos curados de una vez por todas de la peste de los campos de concentración, como si de verdad creyésemos que todo esto ocurrió en una época y en un solo país. 

Y pasamos por alto las cosas que nos rodean y hacemos oídos sordos al grito que no calla".

Chris Marker colaboró en el guión de Noche y Niebla. La jetée de Chris Marker es, sin duda, una de las obras experimentales más conocidas por los cinéfilos. Los escasos veinticinco minutos que dura el cortometraje no dejan indiferente a nadie. Es una película de ciencia ficción y una extraordinaria historia de amor, más allá del tiempo. Son solo fotografías y una voz en off que nos atrapan hasta el final. 


Y ese final, circular, y, al mismo tiempo, necesario. La infancia y la muerte, unidas en un instante. El recuerdo, antes de ser vivido. 


El amor que se rebela contra el único final que nos espera a todos. 






jueves, 28 de diciembre de 2023

FINALES DE CINE (VII) EL AMOR: VIAGGIO IN ITALIA DE ROSSELLINI

 

El amor es un sentimiento muy complejo. Nos destruye, nos hace daño y también nos descubre lo que somos; abre caminos de felicidad... Estamos vivos y por tanto, amamos... Amamos y, por tanto, estamos vivos. 

Las relaciones de pareja siempre han sido un filón. En los últimos años esas relaciones se han ampliado más allá del convencional hombre-mujer. El matrimonio o las relaciones y su definición ha variado. 

Dos finales, escritos por mujeres y que, además, las convierten en protagonistas, me emocionaron no hace mucho. 

La primera fue Carol, una novela de juventud, escrita por Patricia Highsmith, que más tarde se especializó en el género de misterio. Sin embargo, Carol, dirigida por Todd Haynes, es solo una historia de amor entre dos mujeres, una madura y otra que empieza a vivir sus primeras experiencias en la Nueva York de los años cincuenta. En este final la joven ha decidido arriesgar: cambiará la vida de mujer tradicional, con novio, por otra muy diferente; busca a su amante en un restaurante. La música oculta el ruido de fondo; el violín de la orquesta y el piano abren el camino, nos despiertan la emoción, acompañan los latidos de su corazón, nos muestran sus dudas. De repente, cruzan sus miradas, sonríen: se abre un futuro lleno de interrogantes, pero, sin duda, apasionante. 

En Una mujer en llamas de Céline Sciama la visión es plenamente femenina; también nos encontramos en un mundo de hombres, en el siglo XVIII o XIX, donde las mujeres no pueden casarse con quien quieran y dependen de otros -marido, padre- para poder ser artistas. Hacía años que las dos no se veían. La protagonista, según nos confiesa en una voz en off, vio a su amante por última vez en la opera. Y mientras la otra escucha la obra de Vivaldi, todas las emociones -dolor, alegría, pasión, desesperación, aceptación- atraviesan como un huracán su rostro y su cuerpo. 


David Lean es tal vez el que mejor supo contar las historias de amor. Dr. Zhivago, la primera cita de mis padres, es un buen ejemplo. Sin ella, yo no estaría aquí. En Breve encuentro tenemos un final precioso. Ella ya no volverá a ver al hombre que ama; ha elegido a su marido, al que también quiere. Este intuye su tristeza y la arropa. Y le dice: "Gracias por volver conmigo". David Lean podía haber terminado con la despedida de los amantes, pero esta secuencia, sin duda, es un hermoso broche. 

Un amor puede estar condenado desde el principio. En El tercer hombre, ella nunca le perdonará que traicionara a su amigo, aunque fuera un asesino; nunca le perdonará que colaborara con los vencedores; por eso continúa su camino y nuestro protagonista debe aceptarlo con elegancia... 

Como antítesis perfecta de El tercer hombre tenemos a Charlie Chaplin en Tiempos modernos, la despedida de Charlot, una creación cinematográfica que ha superado el paso del tiempo.

La soledad puede ser una opción, si el entorno o las circunstancias no permiten otra salida. Además, la venganza se sirve en un plato muy frío. El personaje que interpreta Olivia de Havilland en La heredera de William Wyler, basada en el relato Washington Square de Henry James, cierra todas las puertas. Ya no es una mujer inocente y vulnerable; ahora es brutal y despiadada. 

                       

-"Antes quería mi dinero; ahora también quiere mi amor... 

-¿Cómo puedes ser tan cruel?... 

-He tenido muy buenos maestros..."

Es una mujer independiente, un témpano de hielo la que sube en el plano final las escaleras; escucha los gritos desesperados de su amante. Sonríe. 

En Stromboli de Rossellini, en cambio, la soledad es impuesta. Ella huye de los hombres y mujeres que la han aislado -eligió amar a un hombre para escapar de la prisión y ahora es una paria y una extranjera, despreciada por todos-, busca refugio en una Naturaleza terrible, dura; se arrastra, desesperada, tropieza, cae, vuelve a levantarse, en una escena que dura casi diez minutos; al final, pide ayuda a un Dios que no la escucha. 


El grito final de Ingrid Bergman, en inglés. 


Este final me recuerda, salvando las distancias, al de Duelo al sol de King Vidor. Ella también se arrastra, se destroza las manos, para morir junto a su amor y su enemigo... Amor fou en estado puro.


En
 La vida de Adéle, Blue is the warmest color, la protagonista se aleja de nosotros; la historia de amor que cambió su vida, que le permitió descubrir quién era ha terminado. Imaginamos que otra comienza, cuando gire la esquina...

En los últimos veinte, treinta años -al menos, en el cine occidental-, este final se repite bastante a menudo. Como sucede en la obra de Lillian Hellmann La calumnia -escrita en los años treinta- o en Casa de muñecas de Ibsen -a finales del siglo XIX-, la protagonista toma una decisión que rompe con la idea tradicional de lo que debía o no debía hacer una mujer. Y encontramos así a una mujer que camina hacia nosotros, a otra que se aleja; la encontramos sentada, pensando, o trabajando en su despacho o bailando. Siempre sola, satisfecha, decidida, aunque el futuro esté repleto de incertidumbres. Las relaciones de pareja ya no acaban en matrimonio e hijos, ni ellas deben amoldar su vida a la del hombre, como antes; pero, está claro, tener una vida independiente supone sacrificios en esta sociedad competitiva nuestra y la mujer ha de elegir un camino propio, como se cuenta en dos planos y de manera muy sencilla en La peor persona del mundo. Toda elección supone perder y ganar algo. 

En Gloria de Sebastian Lelio, como también ocurre en Un amor de Coixet, el baile es liberador. 

Por eso la Jackie Brown de Tarantino intuye, adivina, mientras canta, que la libertad es siempre solitaria. Tiene sus pros y sus contras y hay que pencar con ello. 

Puede haber, a veces, otra oportunidad. 

Aunque pueda acusársele de suavizar la novela, sin duda, el final de Desayuno con diamantes de Blake Edwards, emociona gracias a Mancini y a una Audrey tan vulnerable y tan tierna...

No siempre se puede recuperar ese amor de juventud. El tiempo ha pasado. Y un asomo de tristeza se vislumbra, cuando escuchamos la música de Legrand en Los paraguas de Cherburgo de Demy.

Hay quien como Will Penny piensa que ya es demasiado tarde. It´s too late for me... confiesa a su amada; conmovedora y desoladora despedida con su trágica vulnerabilidad. 

Hay quien, al descubrir que alguien le ha amado de verdad, se dirige a la muerte con una sonrisa en los labios. El protagonista de Carta de una desconocida de Ophuls, reconociendo que su vida ha sido un fracaso, afronta su muerte con dignidad y valor. Ha sido amado; la vida valió la pena. 

¿Y el amor más allá de la muerte? El fantasma y la Sr. Muir por fin podrán vivir su amor para toda la eternidad.... 

El último gesto de amor puede ser matar al ser amado -porque no hay otro remedio- y ser enterrados juntos donde caiga una flecha; es una de las escenas finales más hermosas de la historia del cine y una declaración de amor maravillosa. Te amo más que... a Dios, dice Audrey Hepburn en el papel de lady Marian. Y Sean Connery, como Robin, lo entiende. ¡Quién no lo entendería!

Y junto a Audrey Hepburn en mi corazón está Romy Schneider. En Lo importante es amar tenemos otra declaración de amor desesperada... Esta vez, sin palabras. No son necesarias...


El final de Amor de Haneke es desolador. El sufrimiento de los dos es tan terrible que deseamos que se acabe ya... Matar a alguien que sufre tanto es la única manera que tienes de escapar de tanto dolor. 


Recuerdo después un epílogo. Él desaparece; ha muerto con ella. Y nos quedamos en las habitaciones vacías, el hueco que los espacios nos dejan: la ausencia...

En No amarás Kieslowski salva a su protagonista. En la versión televisiva la condenaba en la última secuencia con un gesto de desprecio y de indiferencia por parte del joven; ella le había humillado y él intentó suicidarse. Sin embargo, en la película imagina una caricia, un gesto sencillo. Ella también es capaz de amar y de ser amada... Cierra los ojos.


Solo el amor nos puede salvar del infierno... El ratero en Pickpocket de Bresson lo comprende en el plano final...


También hay amores que pueden surgir por carta. La carta final. 84 Charing Cross Road es la dirección de la librería en la que trabaja un Anthony Hopkins contenido y elegante y a donde la cliente, una Anne Bancroft espontánea y vital, le envía una y otra vez cartas pidiéndole libros descatalogados. Las cartas que se leen a lo largo de los años desde Nueva York a Londres construyen piedra a piedra una relación íntima, imposible de catalogar. Los libros -su olor, su tacto- son el material físico con los que ese amor se realiza. Aunque hay un epílogo -ella finalmente visitará la librería, pero para entonces él está muerto-, este, para mí, es el final. Es la última carta que se escriben. La complicidad que hay entre ellos me emociona. 


Una pareja viaja a Italia. La relación no va bien, naufraga. Ambos, aunque no lo digan, piensan que el divorcio es la mejor solución. Mientras dudan qué decisión tomar, visitan museos, recorren las calles de Nápoles. Una mañana visitan Pompeya. Discuten. Parece que es el final. Un guía italiano les comenta que en una excavación han encontrado dos cuerpos, el de un hombre y una mujer. Asisten a la excavación. Los dos están abrazados. 

Hanno trovato la morte insieme, uniti... 

Ella, Ingrid Bergmann, no puede soportarlo más y se marcha. 

Ci sono tante cose que non t´ho detto. 

Y llega el final. Se topan con una fiesta, una celebración religiosa. Entre la muchedumbre, se separan; se llaman, se necesitan, se reencuentran. ¿Tendrán una segunda oportunidad? 

Quizá lo importante sea esa luz, esa energía que el lugar les transmite. Un plano final, puro documental, cierra la película. Italia y el Mediterráneo: una celebración de la vida, del amor...

Nunca debemos arrepentirnos de amar, aunque fracasemos una y otra vez; es eso lo que nos hace humanos. 

miércoles, 27 de diciembre de 2023

FINALES DE CINE (VI) ORIENTE: TOKYO MONOGATARI DE YASUJIRO OZU

 

Estuve en Tokyo y Kyoto hace unos años, poco después de que muriera mi madre. En Kyoto reservé un alojamiento cerca del centro, a unos pasos del río. Era una habitación bastante amplia y muy cómoda, en un bajo. 

Tras una mampara corrediza, contiguo a la habitación, había un jardín japonés semiabandonado, descuidado; estaba separado de la calle por un muro de unos cuatro o cinco metros. Uno de los mayores placeres de ese viaje fue este: cuando me despertaba, echaba un vistazo al jardín, abría la mampara, salía afuera, paseaba un rato, me sentaba en un banco ocultado por la hiedra, cerraba los ojos... Tanto los senderos como las linternas de piedra se habían cubierto de matorrales. Algunos gatos solían visitarlo; en cuando notaban mi presencia, desaparecían. 

En ese lugar mágico, cada vez que me dormía, ocurría algo muy extraño: se me aparecía mi madre. No hubo sueño en el que no la sintiera. Durante esa semana, la tuve muy cerca. Era un espíritu benéfico; me protegía. Así, al menos, me lo pareció. 


Cuentos de Tokyo recoge la mejor tradición japonesa. Es un cine intimista y su ritmo es el de la vida, el de la reflexión, el del paso del tiempo. 

Algo de ese aliento y delicadeza -que sentí cuando visité Kyoto y que no he vuelto a encontrar en ninguno de mis viajes- la observamos en otro final, el de Cuentos de la luna pálida de Mizoguchi. Y sí, veo paralelismo en estos dos finales, aunque los argumentos se desarrollen en siglos diferentes. Los muertos protegen a los vivos y todos formamos parte de un mismo universo.

Ozu nos regaló una última secuencia extraordinaria en su película póstuma. El padre ha casado a su hija; debe aceptar que a partir de ahora vivirá solo. Sin enfatizarlo, sutilmente -por medio de espacios vacíos-, nos muestra esa tristeza, ese dolor, esa pérdida, esa ausencia.

En el final de In the mood for love de Wong Kar Wai también me parece observar un detalle que lo une a una larga tradición oriental. Lo táctil -y las miradas y silencios que durante toda la película han unido a los protagonistas- acaba transformando un secreto, un amor que no pudo ser en parte del ciclo de la vida. No se podría entender este final sin el budismo y su influencia en la vida cotidiana de China o Japón.

La historia de Tokyo monogatari relata el último viaje de una pareja de ancianos; quieren ver a sus hijos, que viven en la gran ciudad. Ella intuye que va a morir. Sus hijos, sin embargo, están más interesados en sus problemas cotidianos que en la visita; para ellos, incómoda y un incordio. Así que los ancianos durante casi toda la estancia pasarán la mayor parte del tiempo con su nuera, la mujer de su hijo mayor, muerto en la guerra. Solo ella y la hija menor, que aún vive con ellos y trabaja en una población costera como profesora, establecen, después de la muerte de la anciana, una relación que supera los intereses económicos y los egoísmos a los que nos empuja la presión social. 

-La vida es decepcionante...

-Sí, con frecuencia lo es... 

Aquí podemos hablar de dos finales. El primero, emocional. Las dos mujeres, ahora amigas, se despiden en la distancia. Secuencias paralelas. La una piensa en la otra. 

El segundo es metafísico. El anciano, solo, acepta su nueva vida. Recuerda lo perdido. Y sí, todo continúa, sin nosotros. El sintoísmo y el budismo. El espíritu oriental. La huella que dejemos será tan ligera como el agua que pasa. Todo fluye, nada permanece. 

Si acaso, quizá, la emoción, la melodía, el silencio... 

O nuestros fantasmas... O nuestros recuerdos...

martes, 26 de diciembre de 2023

SÍ, PERO...: LA MEMORIA INFINITA DE MAITE ALBERDI Y LOS ASESINOS DE LA LUNA DE SCORSESE

 

Sí, pero... 

Hay películas u obras de teatro o de danza -estoy pensando en la última a la que asistí, el ballet de Lucia Lacarra, con unos últimos minutos impresionantes-, que, cuando las acabas de ver, te dejan una sensación como esta... Sí, está bien; incluso, yo diría que muy bien, pero... Y ese pero me despierta dudas...

Ambas ganarán premios y Oscars, seguro. Tendrán mucho público y emocionarán y entretendrán y ¿acaso no es eso lo que buscamos quienes intentamos o queremos contar historias? 

Sí, pero...

La memoria infinita nos habla del lento declive de un hombre al que le han diagnosticado Alzheimer, pero no solo desde su punto de vista, sino también el de su pareja. El que ella fuera ministra de Cultura con Bachelet y, sobre todo, actriz y él, un periodista que durante la dictadura y, más tarde, al llegar la democracia, contara lo que nadie se atrevía a contar, no es un detalle sin importancia. 


Alberdi sabe enlazar ambas memorias. La individual, que diluye su identidad, y la colectiva, que, en Chile, también, como en tantos otros sitios, prefiere la desmemoria. Es uno de sus grandes aciertos. Además, ambos nos regalan sus emociones; esa valentía, sin duda, nos acerca a ellos. Es una triste historia de amor, muy tierna y, sin embargo... 

Pensé en Amor de Haneke. 

¿Por qué esta me emocionó más? Sí, La memoria infinita nos ofrece momentos de ternura y amor; también de impotencia y dolor, cuando él se desespera, se pierde, no se reconoce a sí mismo y ella no sabe qué hacer. Sin embargo... No llega más allá. 

Recuerdo que, cuando mi tía abuela o mi tío abuelo perdieron la memoria, lo más desgarrador para mí, no era tanto que no me reconocieran o no supieran ni dónde ni quiénes eran o éramos, sino el deterioro físico, el olor que desprendían al no poder retener sus esfínteres. Esa fisicidad, brutal, terrible no logro captarla en esta película. 

¿Qué opciones tenía Alberdi, la directora de este documental, y la pareja del enfermo? ¿Mostrarlo  directamente, sin tapujos, no suavizándolo, sin medias tintas? ¿Que asistiéramos a las reflexiones y los pensamientos de ella, las que no le puede contar a él, porque no le ayudarían, porque le harían daño o porque no la entendería -hay alguna escena que va en esa línea- y que, sin embargo, todo el que vive esta experiencia tiene la necesidad de compartir con alguien? 

Es como si Maite Alberdi y, con ella, también los protagonistas, no hubieran querido ir más allá, porque hubiera sido demasiado doloroso o no hubiera gustado al gran público. Y, sin embargo, eso es lo que yo les pedía...

Sí, pero...

Scorsese mantiene el pulso. Tres horas y media de Los asesinos de la luna y ni nos enteramos. La historia está bien contada; Scorsese nos lleva en volandas; no aburre. 

Los diálogos entre el tío y su sobrino y los que mantienen el sobrino y su mujer construyen relaciones de dependencia que, sin duda, son lo mejor de la película y lo hace a un ritmo pausado y bien trabado. El final -un programa de radio a la manera antigua- es una variante muy inteligente para contarnos lo que ocurrió después. 

Sí, pero...

Esto podría ser una historia de gansters y no nos sorprenderíamos. Cambiamos algunos detalles y nos encontraríamos algo que ya conocemos, porque lo hemos visto muchas veces. No hay grandes novedades con respecto a sus últimas películas. No hay ningún riesgo y Scorsese lo sabe. 

Tal vez me hubiera gustado también que me atraparan; que no solo me entretengan o me cuenten una historia desconocida u olvidada, sino que también me emocionen, me destrocen, me atraviesen las entrañas o que encuentren nuevas maneras de mostrarnos una realidad tan cruel como la que nos narran. 

Tal vez sea yo... que les pido mucho más de lo que pueden darme.

FINALES DE CINE (V) NUESTROS PADRES: MATAR A UN RUISEÑOR DE ROBERT MULLIGAN


Mi padre. 

Nunca le dije, al menos en los últimos años, que le quería. Bueno, sí, se lo dije una vez, cuando se encontraba en coma inducido, un par de años antes de morir. Y otra, tal vez, cuando le di un beso en la frente. Esa fue la última vez que le vi vivo. 

Matar a un ruiseñor me recuerda a mi padre. Para mí Atticus Finch fue el padre que nunca tuve. Me hubiera gustado un padre así: valiente, firme en sus ideas y convicciones, tierno, comprensivo, inteligente. Un hombre ideal, un padre casi perfecto. 

No, no tuve un padre así. Tenía miedo y heredamos su miedo. 

No nos dejó solo eso; soy injusto con él. Es cierto que también nos quiso. Fue imperfecto, como lo son todos los padres. ¿No es así?

El final de Matar a un ruiseñor, por tanto, me emociona, porque es una hija recordando a su padre: su amor, su ternura... 

"... En el futuro habría de pensar muchas veces en aquellos días... En Jem, En Titti, en Boo Radley, en Tom Robinson... Y en Atticus... Él se quedaría toda la noche en el cuarto de Jem y allí estaría aún cuando Jem despertase a la mañana siguiente... "

El que recibí, quizá, cuando fui un niño... 

El que no supimos darnos, cuando me hice mayor...

lunes, 25 de diciembre de 2023

FINALES DE CINE (IV) VERDADES Y MENTIRAS: EL HOMBRE QUE MATÓ A LIBERTY VALANCE DE JOHN FORD

 

La mentira y la verdad son conceptos, a veces, muy difíciles de distinguir. ¿Nos mentimos a nosotros mismos o a los demás? ¿Dónde están la verdad y la mentira?, nos preguntamos desde Tales o, incluso, desde Homero. ¿Dónde están la verdad y la mentira?, nos preguntamos, cuando vemos a Netayanhu, a Putin, a Zelenski o a Biden hablar de democracia y de libertad.

A los veinte años descubrí en el cine Un lugar en el mundo de Adolfo Aristaráin. No sé si he encontrado mi lugar en el mundo... Como le ocurre al protagonista, tal vez no lo encuentre nunca. Sí, al menos, sé lo que es justo y lo que no lo es. Y como los personajes de esta historia me gustaría algún día luchar por lo que merece la pena y estar a la altura de mis convicciones. 

El final de Lone Star de John Sayles cierra dos tramas: la de los dos hermanos que se amaban, sin saber que lo eran;

y la de historia de Texas, construida con mitos y leyendas en las que no todos caben, en las que la verdad no siempre es bien recibida. No hay respuestas delante de un muro -y no es simbólico, como todos sabemos- para las preguntas que los protagonistas se hacen: solo seguir viviendo y cambiar estereotipos y prejuicios raciales... 

Escuchar a Trump o a Biden en la precampaña, con sus juegos de poder e influencias, demuestra que Lone Star nos hablaba a nosotros, que esos conflictos no se han resuelto ni se resolverán...

En El apartamento de Billy Wilder, en cambio, ser un hombre, ein Mensch -o una mujer, seamos modernos-, significa decir no a hipocresías sociales, negarse a aceptar el juego en el que el capitalismo nos obliga a participar, negarse a vivir mentiras que no conducen a ningún sitio. Cuando ambos personajes han hecho ese gesto liberador, solo entonces un futuro diferente, aunque sea complejo, es posible. 

Mankiewicz construyó toda su filmografía con esa reflexión entre la verdad y la mentira. La ambigüedad de las respuestas no contenta a nadie. Cada uno tiene una percepción diferente de lo que sucedió. Tal vez la única posibilidad es reírse, cuando lo has perdido todo... porque, cuando nos miramos a un espejo, como en Eva al desnudo, ¡quién sabe lo que está reflejando de nosotros mismos!

En Sed de mal de Orson Welles el personaje que interpreta una Marlene Dietrich madura y espléndida contempla el cadáver de un policía corrupto que la amó. 

"¿Qué importa lo que se diga de la gente?" 

La verdad es poliédrica, podría añadir... Marlene se aleja de nosotros. 

En Calle Mayor de Bardem las mentiras y una broma cruel de unos cantamañanas destruyen las ilusiones de una solterona. Solo le queda llorar detrás de una ventana... Una sociedad, la franquista, a la altura del betún... 

En El Padrino de Coppola, en su segunda parte, Michael Corleone recuerda una familia unida. Alcanzar el poder y todo lo que supone tiene también sus consecuencias: la soledad.

¿Y las mentiras que un ex-boxeador se cuenta a sí mismo delante de un espejo? Toro salvaje de Scorsese. 

De todos es conocido el final de The searchers. 

Hemos seguido durante todo el metraje -excepto, al principio, cuando visitó a la mujer a la que amó, casada con su hermano- a un personaje racista, violento, vengativo. Al final, acaba redimiéndose; sin embargo, está condenado a no tener familia. Siempre será un vaquero solitario. O como decir con un único plano, sin palabras, todo. 

Menos conocen el de Siete mujeres, la última película de Ford; ¡impresionante el personaje que encarna Anne Bancroft y su desesperación!

El hombre que mató a Liberty Valance es la historia de un abogado, interpretado por James Stewart, que llega al salvaje Oeste para civilizarlo. Todos piensan que él mató a un asesino, Liberty Valance, y gracias a eso construyó su carrera política. No es cierto; quien lo hizo fue un vaquero, interpretado, ¡cómo no!, por John Wayne. No solo eso; también se quedó con la mujer a la que amaba. Conocidos son la escena en que Wayne le dice a Valance: "Ese es mi filete" con la mano en el arma. O el del asesinato de Valance, visto desde dos puntos de vista. 

El final -los últimos ocho minutos- con ese conocido "En el Oeste se imprime la leyenda" se completa con un cactus -los regalos de amor que Wayne le traía a ella- y un último plano de la pareja. 

Su relación se ha basado en una mentira y es como una lámina de hielo que se quedará con ellos, hagan lo que hagan. 

John Ford no solo hacía westerns. Llegaba hasta el fondo más oscuro de la naturaleza humana. 

domingo, 24 de diciembre de 2023

FINALES DE CINE (III) ¿FELIZ NAVIDAD?: VIRIDIANA Y PLÁCIDO

 

Aprovechando que esta noche es Nochebuena y mañana..., vamos a recordar algún final navideño. El mejor, como todo cinéfilo sabe, es el de Plácido. Una película que no deja títere sin cabeza. Si alguien creía en los valores de la Navidad, ya se puede ir olvidando. 

Ni Angelica Lidell en este monólogo lo podría decir mejor:

"Y cada vez que me siento a una cena (de bodas, dice Lidell, pero podría ser de Navidad), imagino a todos con un disparo en la cabeza, y aún así ninguno deja de hablar, de ocultar, de mentir, siguen hablando y hablando y hablando, incluso con un tiro en la frente, y entonces me imagino yo misma con un tiro en la frente, y tampoco dejo de hablar, de ocultar, de mentir, sostenemos el pacto social, y sobrevivimos perfectamente al aburrimiento de la diversión, al tedio de la hipocresía, participamos, pertenecemos, nos reunimos..."

Plácido de Berlanga y Azcona nos cuenta lo mismo con humor. En pleno franquismo, con lo que añade una carga política de amplio calado.

Y la sonrisa se nos congela en la comisura de los labios... porque en esta tierra ya no hay caridad, nunca la ha habido y nunca la habrá... 

Otra cena sería la de los pobres en Viridiana, aunque el final es aún mejor. El censor le dio una idea genial a Buñuel y él la aprovechó.

Un trío siempre es mejor que una pareja y, sin duda, infinitamente mejor que una cena familiar. 

¡Que la disfruten!

FINALES DE CINE (II) MIRADAS Y SILENCIOS: UN CORAZÓN EN INVIERNO DE CLAUDE SAUTET

 

A los veinte años vi esta película de Sautet. Quizá es uno de los autores franceses más desconocidos, al menos, por el gran público. No tanto en Francia, pero sí aquí. En los años setenta hizo unas cuantas obras maestras: Max y los chatarreros, Las cosas de la vida, Una historia simple

Podía haber elegido cualquiera de estos finales. Como el de Las cosas de la vida, con un plano secuencia en el que le dicen a la protagonista que el hombre al que amaba acaba de morir en un accidente de tráfico.

Una historia simple, en el que, tras muchas dudas, ella ha decidido tener a su hijo y disfruta, simplemente, con la caricia del sol.

O el de Max y los chatarreros, donde en un gesto inesperado, el policía verdugo se convierte en una víctima, en un hombre enamorado que es capaz de matar, y ella, cuando le trasladan a la cárcel, le "ve" por primera vez. 

Romy Schneider está maravillosa. 

En los noventa volvió al candelero con Nelly y el Sr. Arnaud y Un corazón en invierno, ambas interpretadas por Emmanuelle Béart. Y es entonces, cuando lo descubrí.

En ambas películas el juego de miradas, los silencios y lo que no se dice es casi más importante que los diálogos. Eso me atrapó en las dos películas. Reconozco que, además, me sentí identificado con el personaje de Un corazón en invierno; cómo era incapaz de expresar sus emociones; cómo las ocultaba. Tal vez con el paso de los años un servidor aún siga haciéndolo... 

La historia es sencilla. Un artesano genial, un luthier, se encarga de vender violines de calidad a artistas de prestigio. Su amigo y socio en la empresa -con mucho menos talento- tiene como pareja a una violinista en ascenso. Poco a poco, y a través de la música y de ese objeto que comparten -el violín-, ella se enamora de él y está dispuesta a dejar a su pareja. El, sin embargo, niega sus emociones hasta el final, y, de manera muy torpe -con mucho de soberbia-, la humilla y la desprecia. Cuando se da cuenta de su error, ya es demasiado tarde. 

Y este es el final. Es una despedida, ya que tanto su amigo como ella se marcharán lejos. Él se quedará con su arte, pero solo. 

Es el mejor Sautet. No es tanto lo que se dice, sino lo que no se dice. Las miradas y los silencios nos cuentan mucho más que las palabras. 

No hay segundas oportunidades. En la vida, generalmente, ya no se puede volver atrás... 

Y el mundo sigue moviéndose, al fondo de la escena, ajeno a nuestras pequeñas tragedias cotidianas...



sábado, 23 de diciembre de 2023

FINALES DE CINE (I) PELÍCULA MALDITA: EL MUNDO SIGUE DE FERNANDO FERNÁN-GÓMEZ

 

Abro un apartado hasta final de año de algunos finales que me gustan, que me han dejado huella. Escribiré uno o dos al día. 

Comienzo con El mundo sigue de Fernando Fernán-Gómez. Ayer la pusieron en la 2. 

La historia, basada en una novela de Zunzunegui, no deja respiro. El autor era falangista, pero su perspectiva, como la de muchos intelectuales de la Falange, era muy crítica con el mundo que le había tocado vivir. Su visión de la posguerra española y del franquismo es desoladora. La versión que hizo Fernando Fernán Gómez de su obra elimina algunos detalles, pero muestra la podredumbre de una sociedad machista, corrupta e hipócrita en todos sus estratos sociales. Me pregunto si ahora se podría hacer algo así en el cine español. Aunque en aspectos más superficiales -el sexo, por ejemplo- tenemos más libertad para mostrar la realidad actual, sin embargo, en lo fundamental, sea por buscar al gran público o por no molestar demasiado, hay mucha menos valentía. 

Aquí hay algunos fragmentos seleccionados sobre el machismo de unos tiempos no tan lejanos...

La historia es la de dos hermanas, nacidas en el barrio de Maravillas en Madrid, que sobreviven, cada una a su manera, durante la posguerra. Una de ellas se convierte en prostituta de altos vuelos y finalmente logra casarse con un gran empresario. La otra convive con un ludópata, que la maltrata física y psicológicamente, y acaba fregando suelos y planchando la ropa de los ricos, sola y con tres hijos a la espalda. 

Las dos hermanas se odian. De una manera salvaje, irracional. Una ha elegido ganar dinero; la otra, se atiene a las normas que someten a las mujeres y eso la lleva poco a poco al aislamiento y a la locura. 

El final, que no abandona el tono documental de toda la película, es terrible. 

La hermana que ha alcanzado un estatus social privilegiado se pasea por el barrio con un coche de alta gama -símbolo de riqueza y poder-; la otra, no puede soportarlo más y se lanza al vacío... La música que suena en la radio en el último plano hace que el contraste entre lo que la sociedad muestra y lo que oculta -y que nosotros hemos estado viendo durante dos horas sin ningún tipo de censura- nos resulte aún más doloroso. 

El mundo sigue (1963) by tokyvideo.com


No hay salida, parece decirnos el escritor y el director, en una sociedad como esa. 



domingo, 17 de diciembre de 2023

LOS GESTOS: PASOLINI, MINA Y LA HERIDA


Un mal gesto. Cae una copa de vino; se rompe en pedazos. Al intentar evitarlo, noto el roce del cristal con la piel. Una pequeña herida en el dedo anular que no logra cuajar; la sangre no sale, se queda retenida. 

¿Los gestos de Pablo Messiez es una obra que recuerda a Cinco personajes en busca de autor

El autor-personaje, que viaja a Roma en avión, tal vez imagina a sus personajes, cuando la azafata le dice "Prego" y él pide un "succo de pera". O los inventa en un bar de Roma, antes o después de una representación. 

Los personajes, soñados, imaginados, recreados, imitan los gestos de Mina Mazzini, cantan sus canciones. Mina se retiró en 1979. Les dijo a todos: ¡A la mierda! y se ocultó en su finca. Nadie la ha vuelto a ver. En 2018 hizo un concierto; envió un holograma que se encargó de cantar sus canciones. ¿No sería, en verdad, el holograma quien cantaba en los años sesenta y setenta? 

Los personajes interpretan a Bach, bailan con una sonata de Schubert. Los personajes leen extractos de una poesía de Pasolini; interpretan los gestos de una de sus películas, Teorema. Se proyecta una escena al fondo, en una mampara que simula un cristal por donde, si no corren las cortinas, contemplamos una panorámica de Roma. Escuchamos los sonidos de las cigarras, esas que quisieron emular, imitar a las Musas y, por eso, nunca dejan de cantar. 

Vivere è tremare. Solo l`amare, solo il conoscere conta, non l`aver amato, no l`aver conosciuto... con quel passo blando da cui più l`anima era invasa, quando veramente amavo, quando veramente volevo capire... rivolgersi a un altro homo senza tremare...

-Comincio a tremare... -Per quello che ti voglio fare... e ti farò? -Si... tremo per questo... -E sai quello che ti voglio fare... e ti farò? -Si... lo so... -E non mi chiedi di non farlo? -No. -Ti piace dunque... tremare, tremare sapendo...


Miro el dedo; busco en él la huella del gesto. No hay herida; solo la recuerdo. Siento el roce del cristal, escucho el estallido de la copa que se rompe en pedazos y al camarero que nos recomienda nombres de vinos desconocidos. Tiemblo... R. hoy cumple cuarenta y cinco años. ¿Inventé a R.?

¿La herida formó parte de la obra? ¿La imaginó el autor? ¿Mis amigos vieron el gesto o lo soñaron? 

¿Somos todos, sin saberlo, parte de una obra? 

sábado, 16 de diciembre de 2023

CALETA PALACE Y NOMINADOS A PREMIOS GOYA MEJOR DOCUMENTAL

 

Caleta Palace está nominado a la categoría de mejor documental en los próximos premios Goya. 

Antes de exponer mi opinión sobre ella, daré un repaso a los otros candidatos. No los he podido ver, aunque admito que los temas que tocan -en algunos casos-, me parecen, al menos, interesantes. 

De Iberia, naturaleza infinita, tengo la sensación de que encaja con el típico documental de la 2 a las cinco de la tarde. Seguramente los medios técnicos serán extraordinarios y nos mostrará con todo lujo de detalles la fauna y flora de un ecosistema y todos los peligros a los que está expuesto. Además, servirá para que sintamos, cuando terminemos de verla, la necesidad de proteger la Naturaleza. Luego, olvidaremos esas buenas intenciones, pero, al menos, habremos disfrutado de bellas imágenes.

De Tangana y su Esta ambición desmedida, el favorito en teoría -porque el músico es conocido-, imagino que gustará a los fans de esta estrella mediática. Como no me despierta ningún interés, no puedo decir mucho más. No parece que las críticas le hayan situado a la altura de las películas de los Beatles, ni que rompa moldes, aunque su factura será, estoy seguro, impecable. Dinero tenía a espuertas, así que más le valía...

Me atraen más las otras dos. Aquí y ahora tiene como protagonista a una actriz a la que le acaban de diagnosticar Alzheimer; va a perder su memoria y lo sabe. Y antes de que eso ocurra, se pone delante de una cámara. Solo ese gesto, tan valiente y honrado, me pone de su lado. Y de nuevo, la memoria, tema que me obsesiona... Ignoro si luego los resultados serán tan atractivos como este punto de partida. 

En Contigo, contigo y sin mí la protagonista-directora hace un recorrido por las cuatro relaciones de pareja que ha tenido a lo largo de su vida. La propuesta me parece muy similar a ¿Qué hicimos mal?

La idea es atractiva y también arriesgada, hecho con vídeos personales y escasos medios. La de Tangana es una superproducción; esta es una apuesta personal. No hace falta decir que estoy de su lado, aunque no tenga demasiadas opciones. De humor, por lo menos, no carece...

Y está finalmente Caleta Palace, la única que he visto. El tema de la memoria histórica me interesa mucho -en mi documental aparecía; en el proyecto que tengo en mente también-; así que ya, desde el principio, me tiene ganado. 

Tratar una anécdota de la guerra civil -en apariencia- como fue el periodo entre el golpe de Estado de Franco y la toma de Málaga, desde la mirada objetiva de unos ingleses que lo vivieron in situ es un punto de vista interesante, diferente y se agradece. Puede que esa memoria a algunos les desagrade, pero es indispensable. Hay quien le interesa seguir ocultándola. Y pone trabas. Noventa años después. Por algo será...

Una producción de cinco años. Paciencia y llamar a muchas puertas. Todo eso lo vemos en Caleta Palace. 

Estéticamente encaja con lo que esperamos de un documental histórico, serio y profesional. El director ha decidido que sean actores -como si estuvieran siendo entrevistados- quienes interpreten los testimonios de los intelectuales y periodistas que vivieron esos acontecimientos. Funciona: son creíbles y se hace ameno. No me parece arriesgado -mi apuesta estética sería muy diferente-, pero tiene un valor didáctico muy digno y admirable, combinando esas declaraciones con imágenes de archivo o escenas rodadas en las calles y barrios donde se desarrollaron los hechos. 

En la parte ideológica no dudo de su actitud crítica, pero tal vez se dedica demasiado a la parte de los revolucionarios y sus tropelías. Es evidente que esta fue la mirada que los "tranquilos" ingleses tuvieron de estas barrabasadas, pero, como al final, no vemos por completo -solo se esboza, se insinúan con algunos detalles- la represión de los franquistas, nos queda una sensación de falta de equilibrio. Es ese discurso de: "la guerra es terrible; todos son culpables". Sí y no. La Transición impuso ese discurso falseado. Los revolucionarios hicieron cosas terribles, pero solo durante un periodo muy limitado. Los republicanos moderados no supieron controlarlos y después, huyeron a la menor dificultad, cierto, pero los hubo que intentaron organizar una resistencia digna, ante la falta de medios -que en el documental se refleja, cuando dos periodistas visitan el frente-. Y los revolucionarios no solo cometieron asesinatos; como bien explica el documental, también hubo ilusión y esperanza. Me hubiera gustado que también se hubieran contado esas acciones -inútiles, ilusorias, desorganizadas, pero también liberadoras y constructivas- y que se les hubiera dedicado más tiempo. El anarquismo fue mucho más que "paseos". Habría que evitar una visión estereotipada de un movimiento político muy complejo. 

Además, los franquistas tuvieron cuarenta años y las hicieron mucho mayores. Y si bien es cierto que aparecen los bombardeos, echo de menos ver no solo las ejecuciones tras la entrada de las tropas italianas -aparecen en dos imágenes, un comentario y poco más-, sino la masacre sobre la población civil que huía por la carretera a Almería, la Desbandá. Esta solo se insinúa, pero no se cuenta. 

Es cierto que todo eso necesitaría otra película. Y otros cinco años de trabajo. Tal vez, cuando se haga -y ojalá se haga, porque me parece muy necesario- tengamos una visión más equilibrada. Pero, insisto, lo echo de menos.

Aún así, me parece una interesante aportación a la memoria histórica. Valiente en unos tiempos en los que interesa más un documental sobre Tangana. Tiempos, los nuestros, superficiales, y, aunque no lo parezca, muy oscuros.