El año 2023 se muere. Y la muerte, siempre es un buen final; es el final, al menos, para quien no cree que haya algo más allá del último estertor.
Vuelvo al Hollywood clásico. En él destacaron Kubrick y John Huston.
Hicieron de todo, se movieron como pez en el agua en cualquier género. Kubrick seleccionó más. Se consideraba, seguramente, un autor. Todos conocemos el final de Senderos de Gloria, que se desarrolla en medio de una las mayores masacres que ha llevado a cabo el género humano: la primera guerra mundial. No hay más que decir sobre él; solo, disfrutarlo.
Pero no era este final del que quería hablar, aunque me conmueva y mucho.
Ya que estoy, menos lírico es el final de Eyes Wide Shut, su última película, aunque, eso sí, mucho más realista. Un matrimonio está haciendo aguas. Amarse para siempre, dice él; ella prefiere variar los términos...
-Hay algo que tenemos que hacer cuanto antes..., dice ella. -¿El qué?... -pregunta él.
-Follar...
La última palabra de la filmografía de Kubrick, sin duda, no deja indiferente.
John Huston es un clásico y hizo muchas películas de encargo. En algunas dejaba su sello personal. No creo que se considerara un autor; tal vez pensara en sí mismo como un profesional, pero demostró siempre saber mirar lo que tocaba con un punto de vista diferente. La jungla de asfalto es una de esas películas de género que dicen mucho más de lo que parece. Su final, después de un argumento donde ningún personaje se salva de ser o un asesino o un buscavidas, te sorprende por un lirismo soberbio. El asesino, un pobre diablo que siempre ha estado fuera de lugar en la ciudad, quiere regresar, con una bala en el cuerpo, desangrándose, a la tierra donde fue un niño y es allí, junto a los caballos a los que amó, donde morirá...
Quiero pensar que Peckinpah era muy consciente, cuando escribió el final para su primera película, Duelo en la alta sierra, de este de Huston. El resto de su filmografía es mucho más violenta y rompe los esquemas del western tradicional, pero en esta se atiene a sus reglas. Y los temas de Peckinpah ya están ahí. El final establece una relación entre la Naturaleza y un mundo que se termina. El de una amistad recuperada; tal vez, lo más importante. Hay dignidad en esa muerte, aunque su vida haya sido inútil.
"...He visto cosas que vosotros no creeríais... Atacar naves en llamas más allá de Orión; rayos C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tanhäuser... Todos esos recuerdos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia...". No es estrictamente el final de Blade Runner de Ridley Scott, pero como si lo fuera... Demasiado manido, pero sigue funcionando; algo tendrá...
Si los muertos son fantasmas o los delirios de una mujer reprimida, entonces, no puede haber otro final que este. La mejor versión de la historia de Henry James, dirigida por Jack Clayton, Los inocentes.
La primera película que recuerdo y que me marcó profundamente en mi infancia es otra de Jack Clayton, El increíble hombre menguante. Recuerdo el miedo a desaparecer como le ocurría al protagonista. En su final hay un canto a la infinitud del universo y la constatación de nuestra insignificancia.
Chantal Akerman en Jeanne Dielman, 23 quai de commerce da una lección de cómo la locura puede llegar hasta en los momentos más cotidianos, cuando la realidad social y los rituales diarios te someten a unas normas que coartan la libertad, sin que nos demos cuenta. Y la manera en que lo narra, te deja sin palabras.
La pena de muerte y un musical con Bjork en Dancer in the dark de Lars Von Trier. Y, después de la música, el silencio...
Y más sobre la pena de muerte. Los últimos minutos de No matarás de Kieslowski -hay un hermoso epílogo, sí, pero este es el final- te hacen odiar. Odias el asesinato que lleva a cabo el protagonista y odias, aún mucho más, la ejecución del asesino: brutal, sucia, cruel, despiadada, fría...
El verdugo de Azcona y Berlanga tiene un epílogo en el que contrasta la diversión de los turistas en Mallorca con la historia central: un pobre hombre que se hace verdugo para sobrevivir. El final es otro: es el del verdugo, un exenterrador, que tiene que ser arrastrado para que cumpla su misión. El horror que vimos en No matarás -los mismos gestos-, aquí se convierten, como en un espejo deformante, en sátira, esperpento y humor negro.
El final de Vértigo de Hitchcock no admite medias tintas. La soledad del protagonista ya es absoluta; no le queda nada, ni siquiera la esperanza de un futuro. Está curado; ha descubierto la verdad, sí, pero eso solo le ha llevado al borde de un precipicio.
¿Y no estamos todos en estos tiempos, como Scottie, sin salida, mirando el vacío?
La música de Leonard Bernstein en West side story de Robert Wise con una extraordinaria interpretación de Natalie Wood cierra una historia de sangre y dolor.
Décadas después Bertolucci en El cielo protector le da un papel secundario a su autor, Paul Bowles. Y, aunque nada tienen que ver Lampedusa con Bowles, al final de sus vidas se reconocen. La última reflexión de Bowles, mientras nos mira, es la de aquel que espera la muerte y la acepta como una parte indispensable de la vida.
"¿Cuántas veces pensamos en ese momento de la infancia que fue tan importante? ¿Tres, quizá cuatro? Y, sin embargo, creemos que todo es ilimitado..."
Donnie Darco decide cambiar el destino de sus seres queridos y les regala la vida, aunque eso suponga su propia muerte. ¿Es la historia de un loco o de un viajero del tiempo? Lo importante es la sensación, la intuición que nos queda, la que sienten los personajes, mientras escuchas la melodía de Mad world, de que lo vivido por el protagonista ha sido real, aunque nadie lo recuerde.
Nadie puede curar la desesperación que siente el personaje de Shirley MacLaine en La calumnia de William Wyler. Ni siquiera el afecto de la persona que tanto la quiere, a la que tanto ama. Su última mirada, vulnerable, tierna, doliente es la más hermosa despedida, el más desolador adiós a la vida...
La última película de Huston fue Dublineses, una adaptación del relato de James Joyce. Era difícil, pero, en mi opinión, no solo consigue reflejar el espíritu de la novela; llega mucho más allá.
La mujer de la protagonista ha recordado un viejo amor, tras escuchar una canción tradicional irlandesa. Se lo confiesa a su marido. Mientras ella descansa, él reflexiona sobre el amor y el paso del tiempo. El último plano de la filmografía de un director que fue mucho más que un artesano.
"...Sí, la nieve está cubriendo toda Irlanda, cae sobre toda la llanura central, sobre las colinas despobladas, suavemente cae sobre los pantanos de Allen y, más lejos, hacia el oeste, cae suavemente sobre las oscuras y revueltas aguas del Shanon. Uno a uno, todos nos convertiremos en sombras... ¡Cuánto tiempo has guardado en tu corazón la imagen de los ojos de tu amado, diciéndote que no deseaba vivir! Yo no he sentido nada así por ninguna mujer, pero sé que ese sentimiento debe ser amor. ¡Piensa en todos los que alguna vez han vivido desde el principio de los tiempos, y en mí, transeúnte como ellos, fluctuando también hacia su mundo gris, como todo lo que me rodea. Este mismo sólido mundo en el que ellos se criaron y vivieron se desmorona y se disuelve.
Cae la nieve. Cae sobre ese solitario cementerio en el que Michael Furey yace enterrado.
Cae lánguidamente en todo el Universo y, lánguidamente cae, como en el descenso de su último final, sobre todos los vivos y los muertos..."
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