Matar a un ruiseñor me recuerda a mi padre. Para mí Atticus Finch fue el padre que nunca tuve. Me hubiera gustado un padre así: valiente, firme en sus ideas y convicciones, tierno, comprensivo, inteligente. Un hombre ideal, un padre casi perfecto.
No, no tuve un padre así. Tenía miedo y heredamos su miedo.
No nos dejó solo eso; soy injusto con él. Es cierto que también nos quiso. Fue imperfecto, como lo son todos los padres. ¿No es así?
El final de Matar a un ruiseñor, por tanto, me emociona, porque es una hija recordando a su padre: su amor, su ternura...
"... En el futuro habría de pensar muchas veces en aquellos días... En Jem, En Titti, en Boo Radley, en Tom Robinson... Y en Atticus... Él se quedaría toda la noche en el cuarto de Jem y allí estaría aún cuando Jem despertase a la mañana siguiente... "
El que recibí, quizá, cuando fui un niño...
El que no supimos darnos, cuando me hice mayor...
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