viernes, 6 de octubre de 2017

L´ART DE VOLAR


"Yo soy mi padre. Mi padre soy yo".

Altarriba escribe estas palabras, al principio de L´art de volar...

El padre de Altarriba se suicidó desde un cuarto piso de una residencia de ancianos. Enseguida, su hijo entendió que fue un acto de libertad. El único que le quedaba, porque me he encontrado, al leerla, ante la historia de un perdedor. A lo largo de su vida este hombre fue perdiendo batallas, una tras otra. Traicionó sus ideales, eligió sobrevivir.

Hay una visión crítica, dura de la Historia de España. Habla de las ilusiones, de la crueldad humana, de las contradicciones que te obligan a apartar los sueños, de la miseria moral, de las pequeñas traiciones, del miedo. Habla de una época esperanzadora y conflictiva, la de la República y la Guerra Civil; de otra, oscura, terrible, la del franquismo, y de una última, hipócrita, la democrática, que cercena la libertad de manera más sutil.

Hay lirismo y poesía -la fuerza visual de Kim, el dibujante de este cómic, en algunas de sus páginas, es abrumadora- y también, un poquito de humor.

Y culpa. La culpa de su padre, que fue vencido, sometido. La culpa de un hijo que no supo conceder a su padre un último deseo. ¿La culpa de un hijo que no entendió a su padre?

Hay historias que no tienes más remedio que escribir. Si algo define esta última década es que los nietos y los hijos de aquellos que vivieron la II República, la guerra civil y la posguerra, necesitamos contar estas historias. El silencio se ha roto. El miedo, tras dos generaciones, desentierra los cuerpos, se rebela frente a viejas leyes e instituciones podridas, recupera la memoria.

El padre de Altarriba, en su juventud, tuvo ideales y sueños, aunque se viera obligado a traicionarlos. Como tantos otros. Como nosotros mismos. ¿No le ocurrió también a mi padre, aunque sus sueños no fueran la justicia social y la libertad? La libertad. Sí, los dos dejaron de ser libres, aceptaron la esclavitud del día a día, se corrompieron y, al final, se hundieron en la depresión y la desesperación. Mi padre no tuvo ese gesto final, heroico, pero buscó la muerte, la deseó. Y la encontró.

Es difícil aceptar que eres hijo de tu padre. Que eres como tu padre. Que eres tu padre.

Quizá cuando aceptas las limitaciones del hombre que te dio la vida y comienzas a perdonarlo, a entenderlo, encuentras respuestas a las preguntas que te has hecho toda la vida. Hay quien lo consigue, cuando aún ese hombre está vivo. Y están los que necesitamos años, cuando ya han desaparecido o muerto, para que asumamos lo que fueron.

Para aceptar lo que somos.

Yo soy mi padre. Mi padre soy yo.

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