sábado, 5 de enero de 2019

PRIMER COMENTARIO DEL AÑO


Se terminan mis vacaciones.
Las Navidades son un periodo extraño. Deseo que pasen rápido -sobre todo, el día de Navidad-, porque me traen recuerdos que quiero olvidar. Me gustan los turrones. Me agrada el fin de año; uno mira hacia atrás y se compromete a ser mejor persona. En vano. Al final, pocas cosas cambiarán: serás cobarde, egoísta, amable o generoso. Conseguirás esto; fracasarás en eso otro; pero, de primeras, te ilusionas y piensas que es posible una transformación profunda y real. De los Reyes, sólo espero disfrutar de un buen roscón de nata.
He tenido días de relajación -leyendo libros; paseando en la bici, quedando con amigos, acariciando a Yume-, pero he dedicado más horas al trabajo -preparar exámenes, actividades para el curso; o escribiendo, revisando novelas o relatos cortos-.
Y por las noches he visto muchas películas con mi hermano.
Entre las más recientes son de destacar Roma de Cuarón y Cold war de Pawel Pawlikovski, tal vez, las grandes favoritas para llevarse el Óscar a la mejor película extranjera. Curiosamente, las dos rodadas en blanco y negro.
Roma es una mirada a la infancia de Cuarón, pero el gran acierto es el punto de vista: elige a una empleada del hogar. Cuaron ha preferido que sea Neflix quien la distribuya al estreno en miles de cines. Los tiempos han cambiado. El dinero llega por otras vías.



Todos los personajes tienen entidad; incluso, la madre burguesa. Es una mirada tierna y elegante.
La de Cold war no le va a la zaga; es una historia de amor; por supuesto, con referencias políticas a la guerra fría.



Sin duda, estamos ante dos de los mejores directores actuales en su momento de madurez creativa.

Terminamos también de ver la filmografía de Agnes Varda. Me gustaron sus últimas películas, autorreferenciales. Miradas a su propio cine; como si quisiera decir, "no estuvo mal".
Entre las otras, me atraparon sus clásicos:
Cleo, de 5 a 7. Un ejercicio de libertad creativa de la nouvelle vague, divertido, caótico, vitalista.
Sans toi ni loi  Una mirada cuasi-documental, teniendo como protagonista a una vagabunda que acaba congelada en el fango; la directora vuelve hacia atrás y recrea sus últimas semanas. Los personajes que aparecen son un mosaico de la sociedad francesa y europea.
Jacquot de Nantes. Con un Jacques Demy, aún vivo, Varda recrea la infancia de su marido, mientras él se muere, poco a poco, de una enfermedad incurable -el SIDA, aunque no se supo hasta años después-. Esa mezcla de ficción biográfica -el amor al cine de Demy desde niño- con los planos de un rostro y unas manos enfermas -más propias del género documental-, le dan una veracidad y una fuerza que pocas obras tienen, aunque dispongan de enormes medios a su disposición.
Vimos también algunas películas japonesas y las de un director taiwanés, Edward Yang, ya fallecido; poseía un gran talento visual y narrativo. Y otras chinas.
De entre estas destaco la de Hu Bo, An elephant sitting still, su primer largometraje. Estuvo en Berlín y Donostia. Se ha estrenado en diciembre en Inglaterra y en enero se podrá ver en Francia. En España, quizá con suerte, en alguna filmoteca o cine alternativo. ¿Por qué? Dura cuatro horas.
Además, su director, escritor de dos novelas, se suicidó a los 29 años, durante la posproducción.


Tiene todas las papeletas para convertirse en un clásico. Además de la temprana muerte de su joven director, es una historia bien contada -ha ganado post mortem algún premio al mejor guión- con personajes muy potentes; rodada con cámara en mano y planos secuencia. Y si alguien quiere conocer la China oculta, la que no aparece en los medios, la de las víctimas del capitalismo, aquí las encontrará.

Y algún clásico, Los paraguas de Cherburgo del mencionado Demy con la música -romántica hasta saciarse- de Michel Legrand.


Concluyo con Chantal Akermann. Su cine era exigente, radical. Y lo era, en el significado más profundo del término: buscaba la verdad en las raíces del cine. Planos largos y fijos. Que la cámara reflejara la realidad. Toda su obra es claramente autobiográfica. Aunque sepamos que es una elección y sea parcial, su valentía siempre queda fuera de toda duda. Hay pocas mujeres -u hombres- que te muestren así su visión del mundo, su propia vida.
Antes de suicidarse, rodó No home movie.

                                      


Su última película cuenta paso a paso el deterioro físico y mental de su propia madre, que moriría meses antes que Chantal. Y es la forma de contarlo, a través de los espacios vacíos y los silencios -sean los de su casa o las de un desierto, que le sirve de engarces y elipsis- los que atrapan tu mirada.

No hay salida. No hay hogar.

Mientras tanto, vivimos...








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