miércoles, 9 de julio de 2025

BAR URGEL


He tenido varias oportunidades de leer Bar Urgel de Pablo Gallego desde hace meses: la recomendación de unos amigos, encontrarla de refilón en la Feria del Libro y, por último, ha llegado a la biblioteca de mi barrio. Así que, cuando un libro te llama, ¿para qué luchar contra lo inevitable?

Al principio el Bar Urgel se convierte para el protagonista, un joven perdido y desorientado, en un espacio donde escapar de la relación con su madre, destrozada, deprimida, y los recuerdos dolorosos hacia su padre, recientemente fallecido. También encuentra en los personajes que transitan por el bar una parte de sí mismo o de su progenitor que rechaza: xenofobia, misoginia, homofobia.

Hay una geografía de Carabanchel que puedo reconocer. Es similar a la de Vallecas o Móstoles o Moratalaz y los gestos y actitudes son los que tuve en mi adolescencia, las que puedo ver en las calles de mi propio barrio. Cualquiera que entre en un bar cutre de un barrio periférico de Madrid o de otra gran ciudad distinguirá también esos personajes -el facha, el propietario del bar quemado, el machista con su perro a cuestas, la mujer que ha vivido al límite y que sobrevive a duras penas- y son parte de esos parias, perdedores que han tirado la toalla. Pablo los trata con mucha dignidad; es posible que a veces se ponga un poco sentimental, pero no desentona demasiado.

Interesan esos personajes, mucho más que el conflicto consigo mismo -el descubrimiento de su propia sexualidad, en este caso, la homosexual, o la consecución de un objetivo, sea encontrar un trabajo o escribir un libro- o las relaciones que establece con su familia y amigos. 

Busca experimentar, contar estas historias de maneras diferentes: a veces, como un sueño; otras, en diálogos corrientes y espontáneos y situaciones cotidianas; en algunos capítulos una frase intenta resumir un sentimiento; o un monólogo de cualquiera de los personajes se inserta de repente, interrumpido, a continuación, por un formato de guion esperpéntico. También sabe variar y cambiar el tono: divertido y realista, al principio; dramático, en la parte central; lírico en su tramo final. 

Es un primer libro y, como esbozo inicial de sus obsesiones, es interesante. Eso sí, deja muchas cosas a medias, sin desarrollar. Se intuye un cierto caos narrativo. El ambiente del bar te atrapa; los conflictos interiores, no tanto. Tal vez sea mejor así. Tiene tiempo para consolidar su propia voz y apuntalar su estilo.


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