Monólogo interior. Flujo de conciencia. Referencias literarias: Odisea de Homero, el Hamlet de Shakespeare; juegos de palabras, reflexiones políticas, sociales, filosóficas, melodías irlandesas, parodias literarias, neologismos delirantes. Dublín bajo una mirada irónica. Joyce hace trizas la novela contemporánea y nos deja en un callejón sin salida. La postmodernidad no es más que la constatación de este hecho.
Las versiones cinematográficas asumen su impotencia; se dicen a sí mismas: solo contemos la historia y los acontecimientos que sucedieron en las vidas de Leopold Bloom y Stephen Daedalus el 16 de junio de 1906.
1967. Ulysses de J. Strick.
Es fiel cronológicamente. Aparecen también las obscenidades: blasfemias variadas, prostitución, adulterio, antisemitismo, masturbación de Bloom y Molly incluidas -prohibieron su estreno en salas de cine, más de cuarenta años después de la publicación de la obra de Joyce-. El cine siempre es más reaccionario y conservador que la literatura.
Elimina personajes secundarios y algunos detalles: la mujer en la tienda que Bloom intenta perseguir o la carta de Milly y la otra de Martha, la hija y la amante de Leopold respectivamente, la visita escatológica al urinario de Leopold, la presencia del ciego, que sí aparecen en la otra versión; utiliza imágenes, fogonazos para contar visualmente los pensamientos o recuerdos de los personajes; la voz en off para describir sus reflexiones.
El recorrido por la playa de Daedalus al comienzo de la obra es tratado con cierta experimentación al estilo del Free Cinema o Cassavetes. Como lo son también las imágenes de un Dublín sesentero en el trayecto al cementerio con cámara en mano y planos cortados. O el sonoro, imitando los gruñidos de los cerdos, al entrar en un restaurante.
El tramo final se divide en dos partes: por un lado, está la escena del hospital y el tratamiento irónico y festivo de las perversiones de Leopold que concluye con el delirio del joven Daedalus, en el que el fantasma de su madre -desenfocada- se le aparece; por otro, apoyándose en los recursos literarios de Joyce -una sucesión de preguntas y respuestas, como un cuestionario, o una voz interior sin puntuaciones- se narra el comienzo de la amistad entre los dos personajes masculinos y, a continuación, el monólogo de Molly Bloom, uno de los mejores trozos literarios que se hayan escrito -es difícil no imaginar que Delibes lo tuvo como referencia cuando escribió Cinco horas con Mario-.
Mantiene, aunque sea consciente de sus limitaciones, una gran dignidad, gracias, precisamente, a ese talante libertario y descarado que algunos directores jóvenes en los años sesenta supieron reflejar en su cine.
2003. Bloom de Sean Walsh.
En un prólogo rompe la cronología y la película empieza con el monólogo de Molly: el final es el principio. Así que tenemos el punto de vista de Molly con escenas de sexo y orgasmo femenino en los primeros minutos, pero, ¡oh, qué decepción, solo es un prólogo! Tras los títulos de crédito volvemos al orden cronológico. Y nos situamos, como en la novela, a principios del siglo XX.
Aparte de las diferencias ya expuestas con anterioridad, desaparece la escena del hospital. Mantiene el capítulo del prostíbulo con sus toques delirantes y surrealistas: una farsa, a ratos gótica, en la que se incorpora travestismo y prácticas de masoquismo -que esté en el original, no significa que funcione su representación visual e, incluso, dispersa aún más la narración; en la versión de Strick molesta menos-. El tono es más plano -televisivo en su peor acepción- y no tiene la frescura de la adaptación sesentera. La banda sonora es reiterativa y cansina, compañera inseparable y pegajosa de las palabras escritas por Joyce: el contraste favorece al escritor irlandés y perjudica la adaptación. ¿No saben que el silencio puede ser más emotivo y persuasivo que una música machacona y cargante? Joyce no necesitaba de fondo musical.
Aunque utiliza los mismos recursos que la versión de Strick, esta gana en la comparación. Tal vez la pesadilla delirante de Daedalus, el monólogo de Molly -simplificado y con esa pesada banda sonora- y su manera de contarlo recupera un poco el interés en este tramo final, pero ya es demasiado tarde.
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