viernes, 21 de enero de 2022

DRIVE MY CAR


A lo largo del mes de enero he visto con mi hermano muchos estrenos y clásicos. Por falta de tiempo no he podido escribir en el blog. Aunque sea de manera general, intentaré hacer un repaso a algunos.

Empezaré por Drive my car, la última película de Hamaguchi, un autor consolidado desde hace años y que suena para los Óscar de este año. 

El director japonés ha conseguido madurar un estilo que se puede identificar con características muy definidas. Vemos historias personales en las que el recuerdo adquiere un peso fundamental. Las conversaciones entre los personajes van transformándolos en un entorno cotidiano -un bar, una vivienda de clase media, un espacio urbano-. Siempre nos encontramos ante esa sensación tan cercana e íntima, muy propia de nuestros tiempos, de no saber muy bien hacia dónde dirigirnos. Ni como sociedad ni como individuos. 

Que esta vez se haya apoyado en un texto de Murakami encaja perfectamente. 

Es una película que se construye con palabras; no en vano el protagonista es actor y su mujer -que sólo aparece en la primera parte del metraje- trabaja como guionista de televisión. Y, sin embargo, los silencios, las miradas acaban desvelando esa realidad profunda que los personajes no han sido capaces de aceptar, a pesar del tiempo transcurrido desde que sucediera la tragedia que les marcó. En la segunda parte la aparición de otros dos personajes -otro actor y una chófer-, más jóvenes, le obliga -a estos también- a afrontar ese cambio. 

Es una de esas películas que me gustaría volver a ver, porque deja muchas incognitas, dudas y abre caminos con varios niveles de significación. ¿La realidad o la representación teatral de Tío Vania? ¿El viaje en coche como forma de conocimiento? ¿La memoria, el pasado doloroso, un espacio y un recuerdo que debe cambiar de significado para que tengamos algún futuro? 

El epílogo, para mí demasiado optimista, en un mundo postpandémico, continúa la historia. Como si liberados de su carga, los personajes -o, al menos, la más joven- pudieran proseguir su camino y, con un giro sorprendente, se explicita, mostrando la realidad actual, después de haber contemplado, como si estuviéramos en el patio de butacas, la última escena de la obra representada. 

Así se convierte en un reflejo contradictorio, ambigüo de ese final en el que los personajes de Sonia y Vania se consuelan. Como podemos escuchar en esta versión de la BBC, a las dos horas de metraje, en este archiconocido monólogo donde se mezclan la resignación y el dolor.

La obra de teatro es una reflexión paralela que recorre toda la película. 

Como lo hacía también en esa última película de Louis Malle, Vanya en la calle 42. A pesar de la calidad de la imagen, pongo el enlace del monólogo de Sonia. Vale la pena. 

Hemos sufrido y no hay salida, pero debemos seguir adelante hasta que llegue la muerte y entonces descansaremos, le dice, más o menos, Sonia a tío Vania.

Seguir adelante, aunque no sepamos cómo... 







No hay comentarios:

Publicar un comentario