sábado, 19 de julio de 2025

LA PIEL QUEMADA Y SAKI


Saki fue un escritor que murió joven, a los cuarenta años, en una de las trincheras de la primera guerra mundial. Escribió algunas novelas y muchos cuentos. Hay dos en los que aparecen unos gatos que son ejemplos de su saber hacer. El más conocido es Tobermory. Un gato adquiere el talento de hablar. Y lo que parece una anécdota se convierte en una cruel sátira sobre la hipocresía de su sociedad. El gato tiene demasiados secretos de los seres humanos y no sabe ocultarlos, si se le pregunta; normalmente eso condena, a cualquiera que no tenga el talento que adquirimos para sobrevivir en sociedad, al aislamiento o, en su caso, a la muerte. En el otro, La bienhechora y el gato dichoso, aunque parece la historia vulgar de una burguesa aburrida que quiere hacer el bien, en un acto de buena samaritana que nadie le había pedido, al final, con la última frase, Saki deja claro lo que quería contar. Claro que él (el gato) sí había cazado un gorrión. 

Interesado con encontrar más cuentos de Saki, aún se mantienen los efluvios de La piel quemada que vi en la noche de ayer. Ya conocía la película de Forn, y un segundo visionado me refueza mi primera impresión: es una gran obra. 

La historia gira en torno de dos personajes. Uno de ellos es un albañil andaluz que trabaja en Lloret de Mar durante los años sesenta. Es uno de los inmigrantes que levanta los hoteles y apartamentos donde se alojarán los turistas que llegan en masa a España. En este primer extracto se cuentan muchas más cosas: la educación sexual que han recibido -tanto ellos como ellas-, el contraste entre los extranjeros y extranjeras que llegaban para disfrutar de su ocio y los trabajadores que se morían de hambre en sus lugares de origen y buscaban en Cataluña un mejor nivel de vida. 


Por otro lado, en una estructura paralela, el viaje en tren, que hacen el hermano menor del protagonista, su mujer y sus dos hijos pequeños desde el pueblo a Lloret para reencontrarse con el cabeza de familia. En esta parte destaca la mujer. No parece tener tanta presencia como el protagonista masculino, pero solo es aparente. Su vida se entrelaza con la de él en un viaje de veinticuatro horas por una España que se estaba transformando y, al mismo tiempo, preparaba el camino de los grandes problemas que ahora todavía afrontamos: la dependencia del turismo, el urbanismo desenfrenado y la corrupción que le acompaña, la inmigración y la mano de obra barata.

En esta escena aparece un personaje secundario, un ejemplo de esa primera inmigración de los años cuarenta, reflejada bastante bien en Surcos de Nieves Conde. 

Esta visión es menos descarnada que la de Surcos, pero es, incluso, más documental. 

Un rasgueo de guitarra sirve, como luego también se hará en otros ensoñaciones de los dos protagonistas, para hablar en una escena muda del porqué tantos inmigrantes dejaron sus lugares de nacimiento para buscar un futuro mejor. Unos pocos mandaban; los demás dependían de sus favores y, si no, el hambre. 

No oculta el clasismo y el desprecio de los catalanes que no sabían como asimilar la llegada de estos inmigrantes. Eran los charnegos. ¿Las justificaciones que da este otro personaje, cuando les da el jornal, no nos recuerdan las que sufren hoy en día otros inmigrantes, estos que llegan de Latinoamérica, el Este o el mundo árabe?


O en esta pelea donde chocan sus dos formas de vivir.


Después de una fiesta en la que el protagonista acaba borracho y acostándose con una turista francesa, llega a tiempo para recoger en la parada de autobús a sus familiares. 

El final es otro recorrido hasta el suburbio de Lloret donde vivirán sus primeros meses o años esta pareja. Y de nuevo observamos el contraste entre los que tienen y los que carecen de mucho. Una fotografía sociológica de un mundo que parece muy lejano o tal vez no lo esté tanto, si sabemos distinguir los parecidos con la actualidad. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario