La preselección de los Óscar, de calidad bastante alta en los últimos años, es un fiel reflejo de los intereses y conflictos de nuestro presente. Así que hagamos un amplio repaso para saber quiénes somos.
De la gran favorita, Drive my car, ya he hablado en una entrada anterior. También de la película de Aranoa.
Tengo ganas de ver la de Farhadi, otra de las favoritas, con El héroe.
Aparecen los temas conocidos del director con ese conflicto entre el individuo y la sociedad y la apariencia y lo que otros piensan o creen de ti, entre la mentira y la verdad; ese suelo ético tan frágil en el que nos movemos.
No he visto ni la panameña ni la de Bután, aunque puedo imaginar que estamos ante ese guiño al localismo tan apreciado por los académicos que se encargan de la selección. No llegará a nuestras pantallas y dudo mucho de que alguna vez vaya a verlas.
La de Bután es la típica película donde encontraremos buenos sentimientos y un país exótico. El tema es conocido: un profesor va a un lugar perdido de la mano de Dios y acaba adaptándose a las peculiaridades de sus habitantes y las dificultades materiales -entre ellas, dar la clase en un establo donde se encuentra un yak-. Los paisajes son muy bonitos, admitámoslo, y para verlo un domingo lluvioso y llorar un poquito seguro que funciona.
Plaza Catedral, la opción panameña, parece más interesante. La protagonista es femenina -eso es uno de los rasgos que comparten la mayor parte de las seleccionadas- y la trama se apoya en la relación que se establece entre ella, una mujer soltera, sin hijos -otro aspecto que observo en otras obras- y un niño, un superviviente de la calle, acostumbrado a la amenaza y la violencia.
Por lo menos, existe el interés de mostrar una realidad más dura y realista y menos edulcorada, aunque la sensación que tengo es que la historia es previsible y muy poco original. Sé cómo se desarrollará, viendo el trailer, e imagino cómo terminará. Para Panamá, sin embargo, que no puede rodar muchas películas al año, es un privilegio haber sido seleccionada.
Lo mismo le pasa a Kosovo. Su película, Colmena, es un biopic, bien rodado, pero con todas sus debilidades. La protagonista -nos encontramos ante una historia real- es una mujer que vive en un pueblo perdido y que, en un mundo de hombres, decide, tras perder a su marido en la guerra contra los serbios, montar un negocio con otras vecinas. Loa a un feminismo superficial, políticamente correcto -ya sabemos, la lucha feminista por la igualdad convertida en un mensaje sin sustancia- y, al mismo tiempo, a una empresaria que se hace a sí misma. En el país del capitalismo les habrá agradado esta visión tan amable. Y como sale un poco de un conflicto local, lejano, miel sobre hojuelas -nunca mejor dicho-.
Hablando de conflictos. Seguramente alguna de Ucrania en los próximos años nos llegará; que una guerra siempre necesita de propaganda. También hay que reflejar las guerras locales. No todas han llegado. La elección de Jordania fue apartada porque en Palestina no gustó. Es un tema terrible: contrabando de esperma de prisioneros palestinos. El tratamiento tal vez quería contentar y justificar a todos. A veces pasa.
De Dinamarca sí ha llegado Flee.
Es un documental y, al mismo tiempo, animación. Y la guerra de Afganistán aparece; y el sufrimiento de un inmigrante, su éxodo, las formas de supervivencia, su soledad. Película de altura, que funciona y te cuenta, mejor que muchas otras que tienen actores en carne y hueso, sentimientos universales.
De Escandinavia también -de allí sólo Suecia no ha sido preseleccionada- llega la finlandesa Compartment número 6.
Una mujer que huye, en busca de su identidad. Una relación lésbica que la ahoga. Un viaje en tren bajo un duro invierno. El encuentro con un minero ruso en el compartimento. No la he visto; parece interesante. Se mueve en los parámetros actuales.
De Islandia tenemos una película extraña, Lamb. En el que se mezclan el mito -enseguida piensas en el Minotauro- y la realidad cruda, la obsesión enfermiza, el dolor de un hijo perdido, el egoísmo, la relación de pareja... Son emociones muy primarias en un espacio terrible, donde sobrevivir obliga a decisiones radicales. A veces recuerda a un cuento; en otras, te das cuenta de que estás viviendo una pesadilla.
En la película francesa, Titane, que no fue seleccionada, se llevaba esto hasta las últimas consecuencias. El personaje, un asesino adolescente, se transforma, sin que pueda evitarlo en un ser diferente. Me recuerda a las películas de Cronenberg donde los conflictos mentales acaban afectando al cuerpo, destruyéndolo, sin que el protagonista pueda evitarlo. Quizá demasiado salvaje y enfermiza para la sensibilidad americana o, incluso, para la nuestra.
Fue la mano de Dios tiene detrás a otro de los niños mimados de estos tiempos. Es irregular como el mismo Sorrentino. Una primera parte con un estilo felliniano -la familia, los excesos mediterráneos, el mismo Fellini como personaje aparece en una escena-; una segunda parte tras la muerte de los padres marcada por la tragedia y la confusión del protagonista.
Momentos en los que te emocionas; otros en los que te aburres y desconectas o que parecen más previsibles. Sorrentino tiene oficio, pero no es su mejor película, aunque la escena en la que le comunican la muerte de sus padres me llegó a lo más hondo. Sí, eso es lo que sientes cuando sabes que muere alguien querido. Yo mismo lo viví. Y Sorrentino lo sabe contar muy bien.
En Great Freedom, la opción austriaca, se trata la persecución contra los homosexuales.
Olvidados estos últimos años entre los temas candentes -hoy parece que estamos más interesados por historias en las que la mujer sea la protagonista; la moda es lo que tiene-, los dramas carcelarios funcionan siempre.
Termino con cuatro historias feministas. Ya he comentado que la mayor parte de las historias giran en torno a mujeres en contextos diferentes.
Playground, sería más bien la de una niña. Y la relación que establece con su hermano mayor.
El acoso escolar parece, al principio, el tema central. El papel de los adultos es, sin duda, lo más flojo de la película. Funciona, en cambio, muy bien cuando se centra en los dos niños. Los matices con los que se construye el personaje femenino -la actriz está impresionante- hacen que la película interese y atraiga hasta el final.
La segunda viene otra vez del Norte, Alemania. I´m your man me trae a la memoria uno de los episodios de Black Mirror, Be right back.
De nuevo una mujer soltera, independiente y sin hijos. Recibe un robot durante unas semanas en su casa y debe hacer un valoración al final del proceso. Ese robot tiene todas las cualidades del hombre perfecto, pero no deja de ser un robot. ¿O es más humano de lo que parece? La ciencia ficción y las distopías se abren camino en esta obra, más ambigüa de lo que pueda parecer a simple vista por este tono de comedia ligera, muy diferente al tono de Black Mirror, que nos obligaba desde el principio a pensar en las consecuencias éticas y emocionales, al recelo hacia lo desconocido y a nuestros monstruos interiores.
En La peor persona del mundo tenemos desde Noruega el modelo de mujer actual en su protagonista.
Que toma sus decisiones, que elige de manera consciente, a pesar de los vaivenes y contradicciones, su propia libertad sexual y económica. No quiere ser madre ni puede o quiere mantener una relación de pareja estable. No hay juicios de valor; otras pueden hacerlo. Ella elige ese camino o... es lo que hay y hay que pencar con ello, si quieres ser libre.
Termino con Noche de fuego. Si la comparamos con la película de Bután no hay debate. Noche de fuego se sitúa en un entorno violento.
Las mujeres trabajan en los campos de opio. No hay otra opción. Cada cierto tiempo llegan unos soldados -el mal, sin rostro y masculino- y raptan a sus hijas adolescentes. No vuelven a verlas. Las mujeres, solas, deben sobrevivir; sólo les queda la huída. El guion se centra en la relación de una de las hijas con su madre. El conflicto entre generaciones -el natural de una madre con su hija- deja de tener importancia en una realidad como esta. Al final se abre la posibilidad de una colaboración con otros poblaciones limítrofes para enfrentarse a los soldados, pero este no es un final feliz. Hay víctimas. Y nada hace pensar que vayan a cambiar las cosas de verdad. Es una película valiente. Tal vez, para algunos será demasiado realista.
Conflictos, feminismo, distopías, mitos... Esta es la visión del mundo que el cine nos ofrece en el 2022.
Si nos parecemos o no, dependerá de cada uno de nosotros.
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