En primer lugar, dos películas de transición, reflejos de la situación política e histórica: la Polonia de los años setenta y ochenta.
Paz y tranquilidad, título irónico. Un conflicto laboral en medio de los sueños de un tipo normal, salido de la cárcel, imposibles de reconciliar con el egoísmo de un jefe corrupto y la actitud inflexible de unos compañeros que no admiten medias tintas y exigen derechos en tiempos convulsos.
El otro, Una corta jornada laboral, la descripción detallada de unos acontecimientos reales: protestas ocurridas en 1975 y 1981 por la inflaccion y la subida de precios. Y la represión posterior. El protagonista, en voz en off, cuenta sus dudas; es un mando intermedio que busca, sobre todo, salir del embrollo.
En ambas, aparece una mirada sobre el principio del fin del comunismo. Externa. La mirada interior y sus consecuencias emocionales en la vida de la gente común llegará en obras posteriores.
El azar se rodó en ese mismo año, 1981, pero la censura impidió que se estrenará hasta 1987.
Una situación como la de subir o no a un tren le sirve a Kieslowski para que el personaje principal tenga tres vidas muy diferentes. La política tiene un papel fundamental -en una de esas vidas es comunista, en otra, opositor, en la tercera, equidistante-, pero ya encontramos ideas claves en su filmografia -la casualidad o el destino, personajes que se cruzan o no, decisiones que marcan nuestra vida sin que lo sepamos, metáforas, como aquí, los malabaristas; el amor como motor, salvación o decepción-.
La planificación es la de una obra de ficción, incluido el papel de la música, que, por primera vez, nos ayuda a profundizar en las emociones de los personajes, aunque todavía no llegue a alcanzar la altura y calidad de obras posteriores.
Sin fin es un cambio de lenguaje profundo y definitivo. Han pasado 4 años. Se incorporan a su equipo el músico Preisner y el guionista Piesiewicz. La estética es, por tanto, mucho más cuidada.
El tema de la película -una mujer, Ulla, que descubre tras la muerte de su marido algunos de sus secretos- y otros detalles te recuerdan enseguida a Azul. Hay una parte política -entre medias está el toque de queda de los años 81-83-, pero es solo la tramoya. Los cambios y transformaciones de los personajes y de la protagonista son ya interiores.
La sexualidad y sensibilidad femenina aparece por primera vez en el cine de Kieslowski y lo hace, a veces, de manera descarnada. La tenemos en el plano sexual -la relación puntual con un extraño y una masturbación-, pero, sobre todo, en el terreno emocional.
Tres planos.
Ulla -una maravillosa Grazyna Szapolowska-, con una vela, en un cementerio iluminado, de noche, mira a cámara. Se dirige a su marido muerto, al que puede ver; ella ya está fuera de nuestra realidad, más cerca de su marido que de su hijo: "Te quiero".
El gas, encendido; interior del horno, negro, infinito.
Ulla, de espaldas, llora. La cámara se aleja. Música de Preisner.
Algunos de estos personajes - la mujer, el marido muerto que continúa presente físicamente, el niño, el abogado-, volverán a aparecer en los capítulos del Decálogo.
Ya tenemos al director y a sus personajes. Y el dolor y la soledad y la tristeza y la desesperación y la muerte: su humanismo, en esencia, espiritual, poético y filosófico.
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