domingo, 20 de diciembre de 2020

KIESLOWSKI I: CORTOS Y DOCUMENTALES

 


En marzo de 2021 se cumplirán los 25 años de la muerte de Kieslowski. Dejó tanto en mi hermano como en mí una huella muy profunda. Lamenté su muerte. El paso del tiempo no me ha hecho olvidarla. Su percepción de la realidad era la de un humanista cristiano. Aunque mi elección fuera ya, por entonces, la de un ateísmo consecuente y rebelde, su mirada, cercana, solidaria con el dolor y la soledad, continúa emocionándome. No hay prejuicios en mi relación con Kieslowski. Nunca los hubo. 


Hemos empezado a repasar su obra completa. Tal vez no muchos sepan que antes de la ficción hizo documentales para la televisión polaca.


En su primera etapa, en la escuela de cine, rodó varios cortos. Dos historias de amor muy sencillas, una de ellas, El tranvia, 

y un primer documental donde ya aparece la crítica, nada velada, a una burocracia absurda y opresiva: La oficina. 


Al salir de la escuela empieza a rodar documentales. La burocracia, la falta de medios materiales, la incomunicación y la distancia entre el ideal comunista y la realidad a veces aparece con gran crudeza. Para mí destacan dos:
En Currículum Vitae asistimos a un juicio. Un hombre es investigado; puede ser expulsado del Partido. La vida privada no existe. Nada escapa al control del Sistema. 


En El hospital la dureza la vemos en los aspectos formales. Sin música o una planificación cuidada, no esperemos idealizaciones o loas al esfuerzo humano, tan en boga en estos tiempos tan políticamente correctos. Los médicos y enfermeras de Urgencias hacen lo que pueden con lo que tienen. Son humanos, secos, incluso, desagradables, sin dejar de ser excelentes profesionales. Sorprende que, a pesar de la censura, pudiera hacer estos documentales con una libertad que, seguramente, ahora mismo no tendría. El libre mercado impone una censura más sutil: la económica... O el pensamiento amable que contente a todos... 


Después de El hospital empezó a rodar películas de ficción. Y en los pocos documentales que hizo en ese periodo inicial de aprendizaje hay un cambio fundamental. Notamos ya una visión diferente sin que abandone completamente su actitud crítica. 
En Punto de vista de un portero de noche, es decir, lo que llamaríamos ahora un vigilante, tenemos más que la historia de un elemento del engranaje de un sistema represivo, a un personaje de Kieslowski, a un hombre solitario y sin expectativas, mediocre. Le falta tomar conciencia, como sí veremos en sus películas de ficción, para convertirse en un personaje. 
Parte de ese juego de miradas, está en una pregunta repetida a diferentes personas: desde un bebé recién nacido hasta una mujer de 100 años. ¿Qué deseas para el futuro? Cabezas parlantes. 


Las respuestas construyen una visión poliédrica de los deseos de los polacos, a unos años de la caída del Muro. Las personas se convertirán en los años ochenta en el centro de sus historias. Es probable que siempre lo fueran...

En la estación, en el giro final, cuando tras contemplar durante diez minutos a los pasajeros que transitan por una estación de tren, de repente, Kieslowski nos muestra al hombre que vigila, detrás de las cámaras, ese último gesto, nos hace pensar no tanto en la mirada que controla, sino en el propio Kieslowski. Ya no es un documentalista, sino un creador con un mundo propio y personal. 


Y esa será su mirada a partir de entonces. 






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