En un artículo de opinión publicado en El País el 31 de mayo de 1997, Ferlosio, el escritor del Jarama, el testimonio de Yarfoz o Non olet decía lo siguiente:
"...Creo que hay otro factor más profundo y relevante para que los Estados democráticos fomenten el culto y el cultivo del deporte agónico de masas: su valor pedagógico para la educación moral y para las exigencias de adaptación social que mejor se adecuan al liberalismo y a la economía de mercado..."
Y más adelante:
"...y (esa mentalidad agonista) que el deporte enseña y alimenta ocupa un lugar central entre las capacidades que hacen triunfar al individuo en el mercado de libre competencia..."
las cuales enumera ampliamente al final de ese mismo párrafo:
"retahíla de virtudes: la voluntad de autoafirmación y autorrealización, el afán de superación, la aspiración a la excelencia, el ardor competitivo, el amor por el trabajo, el espíritu de sacrificio, la impavidez y resistencia ante el esfuerzo y el dolor... todas ellas, en fin, simples perversiones funcionales comunes a las culturas helénica y cristiana o tomadas la una de la otra..."
A estas se ha añadido de manera tangencial -en el caso que nos ocupa, el de Nadal-, un sentimiento de identidad nacional, el de un españolismo simplista y popular, más artificial de lo que aparenta, que encaja perfectamente con la necesidad de un Estado, cualquiera que sea, de encontrar referentes para consolidar su ideología e intereses.
Cualquiera se preguntaría cuáles pueden ser esos intereses. Algunos podemos contemplarlos en la imagen que encabeza esta entrada. Nadal es un producto que vende en una economía de mercado; es difícil saber si, cuando deje el tenis -las lesiones tarde o temprano, a pesar de su calidad y resistencia, le obligarán a hacerlo y como bien dice un amigo "el autosacrificio demencial al que además se está sometiendo es un estupendo símbolo del neoliberalismo actual: se acelera la marcha, aunque nos lleve al desastre por no saber parar"-, elegirá los negocios o la política, pero su futuro parece llevarle, elija el camino que elija, hacia una élite de poder que no sólo ahora le proporciona cuantiosos beneficios, sino que, además, incrementa los de sus empresas patrocinadoras. El nacionalismo español no deja de ser un añadido, una motivación emocional que atrae a posibles compradores y clientes.
Vuelvo a Ferlosio, al escritor, no al cantautor, aunque en este último también podíamos encontrar reflexiones parecidas, más ingenuas, líricas o combativas. ¿No podemos interpretar así -es mi interpretación, no la que el propio Chicho tuviera en principio al escribirla, aunque no creo que estuviera en desacuerdo con ella, si estuviera vivo- su conocido Gallo negro, gallo rojo?
"El gallo negro era grande, pero el rojo era valiente"
Decía Rafael, su hermano, en uno de sus pecios:
"Llenando el lugar vacío de la impotencia, el hastío y el nihilismo, el deporte es desde siempre lo que más cabalmente cumple la función primaria de toda cultura como instrumento de control social".
Y esto me lleva a la libertad. ¿Somos libres? Dicen que hay libertad de elección: está el liberalismo económico -podemos comprar y vender sin límites- y las democracias -podemos votar y elegir a nuestros representantes- o la educación y la sanidad -podemos ir a la escuela o a la sanidad pública o, mejor, si tienes dinero, a la concertada o la privada-. Eso nos aseguran en los grandes medios.
"Suelo decir que no sé lo que es la libertad, pero como en muchas otras cosas el argumento más sólido que tengo no es más que una alegoría: la de las cuerdas de la marioneta: cuantas más, más libertad".
Apariencia de libertad, deberíamos decir. Y ambos Ferlosios eran muy conscientes.
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