lunes, 2 de mayo de 2022

LAS ILUSIONES PERDIDAS


Se dice que un gran autor es aquel que, aunque haya escrito hace siglos, parece como si hablara de nosotros mismos.

Ese es Balzac. ¿Qué decir de él? ¿Disecciona la sociedad de su tiempo o está describiendo la nuestra: vicios y crueldades, egoísmo y apariencia, muerte y dolor, arte y mentira? 

La adaptación de Las ilusiones perdidas, ganadora de los César de este año, es digna y brillante. Balzac, gracias a ella, saca el bisturí y nos abre en canal. 


Sí, somos nosotros. Balzac es realismo salvaje y sus obras son políticas, en el sentido más amplio del término. El capitalismo o la burguesía decimonónica. ¿Qué importa? Las reglas cambian; las víctimas y los verdugos estuvieron y seguirán con nosotros, porque los seres humanos somos avariciosos, ingenuos, crueles, ambiciosos, estúpidos, manipuladores, farsantes, cobardes... Unos mueven los hilos, en las grandes empresas, en los medios de comunicación, en las élites culturales o políticas; otros sobreviven, aceptando o aprovechando su papel en la obra. La mayoría acabará olvidado, muerto o sin ilusiones. 

¿Dónde está lo que hemos perdido? ¿Recuperaremos lo que nos quitan todos los días, en las oficinas, en las aulas, en las plazas, en las calles?

Somos tan cobardes que nos quedamos de brazos cruzados. No, seamos compresivos con nuestro papel en la representación; es solo impotencia. 

Todos somos títeres de una gran obra: la ridícula y dolorosa comedia humana.


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