Se dice que un gran autor es aquel que, aunque haya escrito hace siglos, parece como si hablara de nosotros mismos.
Ese es Balzac. ¿Qué decir de él? ¿Disecciona la sociedad de su tiempo o está describiendo la nuestra: vicios y crueldades, egoísmo y apariencia, muerte y dolor, arte y mentira?
La adaptación de Las ilusiones perdidas, ganadora de los César de este año, es digna y brillante. Balzac, gracias a ella, saca el bisturí y nos abre en canal.
¿Dónde está lo que hemos perdido? ¿Recuperaremos lo que nos quitan todos los días, en las oficinas, en las aulas, en las plazas, en las calles?
Somos tan cobardes que nos quedamos de brazos cruzados. No, seamos compresivos con nuestro papel en la representación; es solo impotencia.
Todos somos títeres de una gran obra: la ridícula y dolorosa comedia humana.
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