"La memoria de los otros nos ubica en el mundo..."
Descubrí a Annie Ernaux, la reciente nobel de Literatura, en los años de excedencia. No fue la única autora que leí por entonces. También pasaron por mis manos la obra de Despentes, de Vivian Gornick o la desgarradora y atormentada Violette Leduc. Todas se miraban o se miran a sí mismas y, al hacerlo, nos enseñan la sociedad de su tiempo, la que construyó su forma de ser y estar en el mundo. Un feminismo que precede al actual, lleno de contradicciones, dudas e inseguridades, diferentes o similares al actual.
Leí casi toda su obra. Suele ocurrirme, cuando un autor me atrapa. Me pasó con otro nobel reciente, Modiano. O en mi adolescencia con Nietzsche o Virginia Woolf. Me impactaron, por supuesto, El acontecimiento, La mujer helada o La vergüenza, radiografías a carne viva de una sexualidad liberada y sometida o -en esta última- de la relación que mantiene una hija con unos padres de los que empieza a distanciarse, avergonzada. No he salido de mi noche es la melodía final: la hija se despide de una madre con Alzheimer, que ya ha olvidado quién es, quién fue. Las palabras de Ernaux sirven para que esa memoria, la suya, la de otros, no se pierda para siempre.
Las versiones cinematográficas han sido afortunadas. El cine francés ha comprendido la fuerza visual de esta escritora. Tanto en Pura pasión
como en El acontecimiento, los directores y guionistas, siendo fieles al original, han sabido interpretarla con acierto e independencia, aportando aspectos nuevos que Ernaux sólo había insinuado o que aparecen en otras obras, como, por ejemplo, su obsesión por ser escritora o la relación compleja con su madre.
Sin embargo, por encima de los temas que se destacan en estas dos versiones -la sexualidad femenina, la liberación, el aborto, la represión sexual-, pienso que el tema central de la obra de Ernaux es la memoria, como también ocurría con Modiano.
Si en el autor francés, de origen judío, la guerra, por un lado, -con la imagen obsesiva de un padre al que desprecia y admira a partes iguales- y el 68, por otro, -esa juventud idealizada y manipulada por el paso del tiempo-, son los dos marcos en los que se recrea una realidad imaginada, inventada o transformada por la memoria, en Ernaux la realidad que nos muestra es, en primer lugar, una confrontación con otra generación de mujeres, la de su madre, que aceptó unas reglas que ya no pueden asumirse. Pero también es una manera de exorcizar demonios, los propios y los de otros -a veces, son los mismos- o de recuperar, en una visión más amplia, lo que se perderá "en un segundo".
En Los años, las imágenes, las fotografías familiares le sirven para mostrar los detalles que estas no cuentan, esos que forman parte de nuestro día a día, como el sonido de la orina al caer en el orinal o como una mujer, tras mear en un apartado, se pone las bragas y se alisa la falda o las esperas en el supermercado o el hastío de los domingos. U otros más complejos, los olores, sabores, las canciones, el sexo, las reuniones familiares, la violencia cotidiana, la guerra de Algeria, las frases hechas que conforman nuestra manera de hablar, la forma de vestir, "lo que no nos contaban" , los juegos, las lecturas, lo prohibido, las películas, la sumisión, los objetos olvidados...
"Salvar algo del tiempo en el que ya no estaremos nunca más..."
hola Santi
ResponderEliminarpuedes escribirme a filosofia.carrascal@gmail.com
Soy Dani