Si una película puede definir el concepto de romanticismo, esta se llevaría la palma con creces.
Hay una modernidad, integridad y fuerza que pocas películas tienen. Y esta la conserva, aunque pertenezca al 39. A veces los años no pasan; simplemente nos devuelven a ese tiempo, porque también es el nuestro.
Es un amor condenado, porque los dos saben que sólo serán felices un tiempo muy breve; y lo viven con la intensidad que sólo es posible, cuando se sabe que se escapa de entre los dedos.
Los diálogos de Prevert y la elegancia y la poesía de Carné se encuentran y nos emocionan. No es un amor hueco, ni siquiera naïf. Es triste y desesperado; sobrio y elegante.
Jean Gabin encarnaba con Carné en todas sus películas un personaje muy similar; un hombre que no puede admitir las injusticias, que se revuelve ante el mundo; íntegro y popular, cercano y exiliado. Un romántico, a su pesar, o, precisamente, porque es un hombre honrado.
Fue una película vetada, considerado inmoral en su época; tal vez porque ambos despiertan en una habitación de hotel -ella, aún en la cama; él, terminando de vestirse-; o porque no oculta la desolación de sus personajes o por los hermosos diálogos entre los dos protagonistas.
Jean, el personaje de Gabin, va a morir en los brazos de Nelly: -Bésame, ¡date prisa!
Contada como lo haría un poeta.
Final completo de El muelle de las brumas: https://www.youtube.com/watch?v=bOsSQ7P-b6Y&feature=youtu.be
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