"... Hoy toda la literatura ha de ser figurativa. Cualquier otra propuesta se considera insultante para la masa media informada. Lo insultante es gastarte el dinero para leer lo que ya sabes. Lo insultante es el retrato de la portera o un infancia entre las balas que no parezcan auténticos porque el lenguaje adopte la forma rutinaria de la repetición: la repetición nos tranquiliza. Lo insultante es despojar la palabra escrita de su potencial para generar curiosidad e inquietud. Un estremecimiento. Ganas de escalar o de tirarse por la rendija del mundo hasta el mismísimo magma terráqueo. Soy una pintora. Como mucho una poeta. A menudo estoy sola. A veces demasiado acompañada. No me conformo..."
Los íntimos, Marta Sanz.
Mis alumnos de 4º ESO han recreado en un taller grafitis de pompeyanos sepultados por la lava hace dos mil años.
Todos, de regreso, en el vagón del metro, miran el móvil. ¿Todos? No. Él, no. Le pregunto por qué no está en las redes, perdido entre píxeles.
-Quiero observar a mi alrededor, estar alerta... Siempre me pongo cerca de la puerta; puede pasar cualquier cosa...
Tal vez el peligro real no llegue de fuera, sino del interior: los móviles les estallarán en las manos y nos harán pedazos...
Jonás Trueba. Las cartas que se escriben, las que se leen años después y abren extraños resquicios; las melodías que hablan de amor y desamor; el ritmo pausado de esta emoción y esa mirada; bailes que nos despiertan, risas que nos matan, silencios y rupturas, recuerdos y olvidos. Jonás Trueba es el último romántico.
Marta Sanz, en cambio, se siente una actriz secundaria; se despide del público en Los íntimos, mirándose al espejo y observando, cerca y lejos, al mundillo literario. ¡Ay, las pompas de jabón! Le gustaría ser una espía como Edurne Portela y José Ovejero; pero Ellroy ya la olvidó a los cinco minutos de dejarla en el hotel.
Los escritores en Vida y ficción se preguntan por qué escriben: amor, muerte, cuerpo, vejez, poesía, infancia, miedo... Escribimos porque es inevitable, escribimos porque estamos condenados...
Bailes desincronizados. Abrazos arrítmicos. Puños alzados al vacío, al borde del precipicio. Gestos simbólicos, débiles, inconsistentes.
La educación pública. ¡Salvémosla! Hagamos ruido, levantemos la voz entre la indiferencia de la mayoría silenciosa.
Sientes el estomago revuelto. No consigues expulsar todo este gas que te oprime el vientre. Incómodo. El olor. Ocultarlo.
Otra alumna de Bachillerato escoge terminologías, las acaricia, las hace suyas:
-No es crisis climática, sino cambio climático. Estamos cambiando...
Aparece mi desconfianza misántropica:
-Deberíamos desaparecer como especie. La Tierra nos lo agradecería...
Acaban de escribir signos del lineal B en tablillas de barro. Una civilización perdida ha regresado y se ha paseado entre los dedos de adolescentes confusos. Un milagro, sin duda. Los milagros también existen. Dicen que el amor también...
¡No pasarán!
Me gustaría estar lejos de las cárceles y marcharme a una isla griega. Echo de menos ese mar, esa luz, ese olor a salitre. Rumores de voces infantiles.
¡No pasarán!
No hay comentarios:
Publicar un comentario