Fermín Muguruza en Madrid. Impensable durante mucho tiempo. Él mismo ha recordado en el escenario las veces que ha tenido que venir en medio de prohibiciones o amenazas.
Extraño lugar para celebrarlo. ¿Es una metáfora o una paradoja? El Wizink de Goya. Mientras algunos empezaban a beber cervezas o proseguian con la tercera o la cuarta -el olor a porro se quedó en las inmediaciones, ya que había demasiados seguratas controlando-, en la parte superior, en una pantalla estratégicamente situada, los patrocinadores vendían sus productos con anuncios pulcros, profesionales, de calidad.
La Comunidad de Madrid aseguraba que los porros incitan a la violencia y que las drogas son muy perjudiciales para la salud; a continuación, Mahou nos mostraba a jóvenes que bebían como cosacos -no había contradicción porque nos querían enseñar la diferencia entre legal e ilegal y el valor didáctico era de agradecer. La Comunidad de Madrid siempre piensa en nosotros y desea que adquiramos conocimientos provechosos-; o una marca de coches nos invitaba a comprar el nuevo modelo de Tesla; Movistar nos ofrecía su repertorio de películas y series -no olvidemos que había muchos compradores potenciales y el sistema sin clientes no funciona-. Eso sí, no olviden que está prohibido fumar...
Ayer por la noche en esta gira, en la que Muguruza celebra cuarenta años en los escenarios, quince mil personas -jóvenes y maduritos, grupos de amigos y amigas, parejas, burgueses bien alimentados, aunque, por lo menos, concienciados-, disfrutamos de un concierto en el que repasaba gran parte de su trayectoria. ¡Y qué energía tiene este hombre!
Es un estilo que mezcla todo tipo de géneros musicales: rock, étnico, blues... Y alguno más. O todos, porque el talento de Muguruza es híbrido. Son canciones que consiguen hacerte bailar. Y eso siempre estará bien. Sabe rodearse, además, de muy buenos profesionales, cada uno en su faceta y con su instrumento: la trikitixa, la guitarra eléctrica, la trompeta, la percusión... Pero no crean que la especialización conduce al caos; ¡ni hablar! Son un grupo homogéneo y Muguruza es el pegamento que une a todos, vengan de donde vengan.
Aparte de los clásicos me gustó la versión que hizo de Itxoiten; esa melodía, que aboga por el alarde mixto como símbolo de la lucha feminista, respiraba esta noche de una manera especial, más intensa.
El Kolore Bizia empezó a calentar el ambiente a la hora y pico.
Por supuesto hubo reivindicaciones políticas: por Palestina, por el euskera, por el Congo, por el Kurdistan y la lucha sandinista, por la vivienda y contra los fondos buitre, contra todo tipo de apartheid, contra el fascismo madrileño y mundial. Gritos coreados de No pasarán y a favor de la educación y sanidad publicas. Un recuerdo a los asesinados por fascistas en Madrid: Aitor Zabaleta o Lucrecia Pérez, y a su hermano fallecido Iñigo Muguruza. Un bertsolari hizo un repaso por todas las causas perdidas, por todas las luchas que siguen vivas, por los nombres que han de ser recordados.
Las visitas al baño son imprescindibles. La cerveza nos urge a limpiar el cuerpo del líquido amarillo y allí puedes encontrar a algún punk que habla consigo mismo y pronuncia palabras y sonidos extraños e incoherentes. De regreso a mi asiento me fijo en una pareja de amigos que bailan un poco descordinados.
A las tres horas, el gran final. Sarri, Sarri. Se ha convertido en un clásico, más allá de su origen -que nadie olvida-, más allá de las prohibiciones absurdas desde instituciones españolas o aledañas. La apoteosis de la libertad y la alegría.
Al salir, los bares de Serrano -somos comanches en medio de territorio enemigo- volverán a llenarse. Es sábado. ¡Habrá que continuar el akelarre antifascista en las barras de estos espacios colectivos y capitalistas con pinchos y alcohol, porros y reflexiones y planes utópicos.
Borroka...
Las luchas y todo tipo de batallas nos siguen esperando. Con el puño en alto. Somos seres humanos y contradictorios. ¡Qué se le va a hacer!
¡Larga vida a Fermín Muguruza! Gora Fermín Muguruza!
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