'Y todo lo que queda es... esa necesidad tan puramente humana de cifrar lo pensado, lo sentido, lo vivido; de esa necesidad de compartir emoción y memoria... De conservar el logos, dejarlo grabado, dormido en un silencio, para que la mirada de otro, algún día, pudiera despertarlo'.
Palabras del Egeo, Pedro Olalla.
Imposible la respuesta. Son más de tres mil años de historia.
Una tercera visita a esta ciudad me hace preguntarme porqué he venido tan poco si lo comparo con las decenas de veces que he estado en Roma. No lo sé. Imagino que Italia siempre me ha atraído más y solo ahora con los años comienzo a comprender y apreciar lo griego.
Que hayan sido espaciadas me permite tener perspectiva, comparar las impresiones de un treintañero a las de un cincuentón. Las primeras fueron más intensas; siempre son más apasionados los primeros amores, los primeros encuentros. Con el tiempo esas emociones siguen contigo, pero no te remueven tanto ni dejan un poso tan profundo.
Tenemos la Atenas turística: Plaka, Monastiraki, Sintagma y aledaños. Dentro de lo que cabe en invierno es transitable a excepción de la Ermou. Incluso disfrutas más de los monumentos, tienes más espacio, hace menos calor, escuchas más griego y menos inglés.
Volví al Arqueológico y al Cerámico. Me emocionan los monumentos funerarios. Hay una elegancia natural en esa despedida del mundo, ternura en esas manos de dos mujeres que se sostienen, en aquel perro que espera el premio de su amo, en la última mirada de dos esposos.
En el Arqueológico me gustan también los bronces de Antistera o las innumerables vasijas y cerámicas. O Persefone y Démeter entregándole a Triptolemo el regalo del trigo.
Las ruinas de los foros. El museo Cicládico y sus estatuillas de diosas, simplificadas, conteniendo todo un mundo en escasos centímetros. ¿Acaso necesitamos más para comprender el espíritu de la civilización que la hizo nacer?
Y, por supuesto, la Acrópolis.
La belleza que buscamos y que pocas veces encontramos está aquí. A pesar del paso del tiempo, la desidia, la rapiña, la estupidez esta belleza sobrevive y nos ha llegado. No deja de ser mágico.
En el barrio de la Axarquia puedes encontrar casas okupas, librerías de viejo, graffitis, tiendas y bares más o menos alternativos. Imagino que tuvo mejores días. Siempre puede reverdecer.
Como las protestas. Unas cien personas en Sintagma este sábado apoyaban a Palestina, denunciaban la masacre de Israel y la hipocresía de los gobiernos europeos.
Miles compraban y consumían a unos metros. Sin las primeras ya no habría esperanza ni dignidad para nadie.
Subimos para contemplar cómo la luz se oculta en el mar.
Desde la colina Streffi o desde el Lycabeto. En el Pnix uno puede imaginar a Pericles, Lisias o Demostenes presentando sus discursos. En las ruinas de lo que fue el Liceo contemplar los paseos de Aristoteles y sus discipulos o admirar los rollos de la primera gran biblioteca.
No hay viajes sin imaginación. Y nunca los habrá.
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