martes, 29 de agosto de 2023

UN ÚLTIMO PLANO: VIDAS PASADAS, 20.000 ESPECIES DE ABEJAS Y NO BEARS


Tres películas que terminan con un plano similar: un coche y en su interior el personaje principal. Sin embargo, no pueden ser más diferentes.

Vidas pasadas, que se estrenará en noviembre en las salas, y 20.000 especies de abejas, que estuvo ya en los cines esta primavera, coinciden en varios puntos. 

En primer lugar es la primera película de dos mujeres que tendrán, con toda seguridad, un gran futuro: Celine Song y Estíbaliz Urresola. Conscientes de que era una primera película se decidieron por tocar temas cercanos. Song echó un vistazo al entorno que conoce: Corea y Nueva York. Estíbaliz también: el País Vasco. Ambas se adaptan a las necesidades comerciales, pero dejando en sus obras una parte de su propia identidad. Saben medir sus fuerzas y buscan al gran público. Por tanto, no podían ni, seguramente, querían arriesgar en exceso. Sus historias están bien contadas y técnicamente irreprochables. Es cierto que no logran emocionarme del todo -aunque sienta cierta ternura por los dos personajes de la película de Song-, pero los personajes y la trama son sólidos en ambos casos.

Song prefiere contarnos una historia de amor imposible, cuyos protagonistas están separados por miles de kilómetros. Su estética es elegante, made in Hollywood, como bien se aprecia en este trailer.

Song construye con enorme delicadeza una historia que podría ser demasiado melosa o ridícula en otras manos. Para nada. Hay además en muchos de sus planos una reflexión de cómo la memoria interpreta la realidad o la transforma con el paso del tiempo. 

Estíbaliz, en cambio, apuesta por lo familiar; reflexiona sobre la identidad sexual durante la infancia. Es más realista, aunque, eso sí, con muchas buenas intenciones y un objetivo políticamente correcto. Gira alrededor de dos personajes: la madre y una de las hijas. Más convencional y tal vez menos arriesgada de lo que uno podría exigir a una novata.

En la de Song quizá el último plano debería haber sido otro: ella, apoyándose en el hombro del marido y entrando en su casa. Elige el del chico, yendo al aeropuerto en un Uber, contemplando los rascacielos de Nueva York desde el interior del coche, haciendo tal vez una rima visual con el momento que ellos recuerdan como el más hermoso de su infancia.

La película española termina con la niña, mirando por la ventanilla. Y una canción en euskera de fondo.

En ambos casos, una nueva vida. La niña, que se llama Aitor, tendrá, incluso, un nuevo nombre: Lucía. El futuro es suyo, parece decirnos la directora. 

El chico, en cambio, deberá aceptar que esa vida es pasada. Hay más melancolía y nostalgia. Sin duda, es una película muy madura y nos descubre un talento, el de Song, que deberemos tener en cuenta para los próximos años.

Frente a estos dos finales, más o menos optimistas, tenemos el de Panahi. Este director iraní vive una situación muy diferente. No puede salir de Irán. No le permiten rodar o, si lo hace, se topa con muchas dificultades. 

Esta película, No bears, se estrenó hace unos meses. Son dos historias paralelas en las que el propio Panahi interpreta un personaje que sirve de enlace entre ambos relatos. Por un lado, tenemos una pareja que quiere salir de Irán con pasaportes falsos; ella, ha sido torturada, ha estado en la cárcel, pero no quiere irse sin él. Panahi los graba como si fuera un documental. El director no puede estar en el rodaje, pero sí busca un lugar cercano, un pueblo a dos pasos de la frontera. Y allí se convierte en observador de otra historia de amor, condenada desde principio, a causa de un matrimonio concertado. El miedo al poder y a las tradiciones son el centro de una historia que conduce con naturalidad, un realismo simple y escasos medios a un final inevitable: la muerte de tres de los personajes.

Por eso, el último plano es muy diferente. En las dos primeras películas el coche está en movimiento. La vida sigue. 

En el de Panahi, en cambio, el director para el coche; apaga el motor. Hay una rebelión, un gesto político en esa decisión, un grito silencioso. El personaje nos dice: ¡Basta ya!

Fundido en negro; se escuchan claramente los sonidos de una Naturaleza ajena a las tragedias humanas. La muerte se ha impuesto. 

No hay salida; no hay esperanza. 

viernes, 25 de agosto de 2023

SENDEROS DE GLORIA: POR SI SE DA EL CASO


Si uno se quedara solo con la entrada anterior se le pasaría por la cabeza una idea: al género humano ningún ser vivo le echaría de menos, si desapareciera, Bueno, sí, un poco los gatitos... Los perros, sin duda. Algunos otros, como los caballos o los burros... Poco más. Y lo tendríamos merecido. 

Pero también es cierto que el ser humano es capaz de actos maravillosos. Imagino que así somos, grandes contradicciones vivientes. 

Uno de los finales más hermosos de la historia del cine es del Senderos de gloria. Una película antimilitarista, que, por sí misma, es una obra maestra. Fue censurada en Francia hasta los años setenta; decía cosas que no gustaban o irritaban por el país de la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad.

El epílogo es un respiro, una bolsa de aire, una esperanza.

Unos soldados franceses de a pie, los mismos que morirán en unas semanas, en unos meses en el campo de batalla, se encuentran en una taberna. Borrachos, quieren diversión. Y la van a tener. A falta de profesionales, prostitutas o cabareteras, el propietario -o el director de un teatrillo- les ha traído una chica alemana, atrapada, seguramente, en medio del conflicto. Es el símbolo de la inocencia. 

Esos hombres, seguramente, muchos de ellos, si se la hubieran encontrado en un pueblo conquistado o en medio de la batalla, la violarían, la matarían, sin dudarlo. Todos piensan en el sexo, al verla. Ella está incómoda; es probable que, si la cosa no va bien, el propietario se deshaga de ella. Sin embargo, cuando empieza a cantar, todo cambia. Vale la pena ver la escena entera.

Nadie entiende la letra de la canción. No importa. La música los ha transformado. Los hombres ya no son unos salvajes. Lloran, recuerdan a sus esposas, a sus hijas, a sus madres. El hogar, que tal vez nunca volverán a ver. Esa chica alemana ya no es un objeto al que deban odiar o humillar. Es otro ser humano. Y tararean junto a ella...

Si hubiera un Dios o una raza superior de alienígenas, decidieran acabar con nosotros y debiéramos darles alguna razón para que no nos eliminaran, tal vez podríamos presentar una escena como esta. 

Por si se da el caso...


VIVIMOS EN UNA GRAN FARSA

 


Mientras escuchaba el discurso de Rubiales pensé que me encontraba en el comienzo de una campaña electoral. ¿Vox le fichará para las próximas elecciones? Sin embargo, había algo en su defensa lamentable, surrealista, absurda, suicida que me resultó familiar. 

A Trump en EEUU le han hecho una fotografía policial; podría ser perfectamente un cartel electoral. Tiene fuerza, garra... Y le dará votos. 

Putin -que en esto es más clásico-, ha eliminado físicamente al jefe de Wagner. Eso dicen los ucranianos y sus amigos americanos. Es posible. Otros utilizan los medios de comunicación y las campañas de desprestigio; las democracias deben aparentar legalidad, aunque el objetivo sea el mismo. Mientras alimentan una guerra que solo favorece a las grandes empresas armamentísticas. Y preparan otra guerra en África. Y quizá otra, con más tiempo, cerca de Taiwan...

Estas han sido las tres noticias en los medios de comunicación generalistas. Y el planteamiento ha sido el mismo. Nosotros representamos los grandes valores; ellos -Rubiales, Trump, Putin- el pasado y el mal. Una gran farsa, pero nadie parece verla... Ahora recuerdo porqué me niego a ver informativos desde hace años... 

Hubo aspectos en el discurso de Rubiales que me parecieron curiosos. Que Vilda, el entrenador de la selección femenina, le apoyara no me sorprendió. Fueron y son uña y carne. Que le suba el sueldo, tampoco. Que algunas mujeres -entre ellas, todo el equipo técnico-, estuvieran allí y aplaudieran -es cierto que con caras largas- me dejó pensativo. Que Rubiales le prometiera a una de ellas, la segunda en el banquillo, el puesto de directora deportiva nadie lo mencionará. Que sus hijas le apoyaran, también me dio que pensar.

La campaña de desprestigio de medios de comunicación con "intereses económicos y empresariales". Rubiales olvida que hace un año esos mismos medios "desprestigiaron" a las jugadoras. Tuvieron que humillarse y pedir perdón, porque las dejaron solas. Y ahora van a por él... Pero Rubiales es como Trump; se rebela contra el que le permitió llegar tan alto.

Nadie se pregunta porque tipos como Rubiales, Trump o Bolsonaro -todos hombres y machistas, ¡quién lo duda!- llegan al poder. Podría incluir a Zelensky, pero a esta le quedan todavía unos cuantos telediarios... Y porque los mismos que los auparon, luego deciden quitarlos de en medio. Y les cuesta; con Trump, para eliminarlo y poner un títere en su lugar: sea Biden u otro, necesitarán muchos juicios. Putin sigue la larga tradición de los Césares; y no le va mal. Otros han de ocultarlo con grandes farsas. 

Sí, en ese aspecto sí tiene razón Rubiales. El machismo es el dedo que señala la luna. La luna, los intereses económicos, nadie los mencionará en esos medios de comunicación que dirigen lo que debemos pensar y cómo debemos hacerlo. 

Que nadie se engañe. Detrás de todo esto no está la violencia contra las mujeres, ni la defensa de la democracia, ni la legalidad, ni los valores, ni un valiente Rubiales que luchará contra la injusticia. 

¡Una mierda!

Detrás de esto solo está el jodido dinero. 



jueves, 24 de agosto de 2023

EN LO ALTO

 


Hong Sang Soo es un director que, bajo una apariencia sencilla, simple, cotidiana, oculta otras capas más profundas. Mañana se estrenará su última película, En lo alto. 

Largas conversaciones en las que los personajes beben, comen y nos muestran sus debilidades y obsesiones. Y lo hacen sin que nos demos cuenta. 

Hong Sang Soo habla del tiempo, sutilmente, con elegancia; sus elipsis -algunas, incluso, son ¡en el mismo plano!- tienen el sello de años y años de trabajo. 

Como suele hacer una, dos y hasta tres películas al año, con muy poco presupuesto y con los mismos actores, es difícil hacer aquí una selección de sus películas. Todas parecen la misma; pero no lo son. 

Hay quien recuerda En la playa, sola, de noche. O Ahora, sí, antes, no. 

En las que la idea del tiempo paralelo, cíclico, se encuentra, de manera espontánea y nada artificiosa, con las segundas oportunidades. Me gustan sus personajes femeninos y cómo las actrices les dan un toque melancólico y, al mismo tiempo, moderno y con carácter. Como sucede también en La mujer que escapó o In front of your face o cómo despedirse, antes de dejar la escena -y no solo literalmente-.

Los hombres, sobre todo, los maduros, podrían ser un trasunto del mismo director, mirando al pasado con nostalgia, viviendo el presente intensamente, dubitativos ante un futuro incómodo. 

La sencillez. Es una de sus grandes cualidades. Ya se sabe, para ser sencillo, hay que trabajar mucho. Y la simplicidad es el arte al que todos deberíamos tender. 

Si el tiempo es circular -empieza con una idea y acaba con la misma-, el espacio también lo es. Sin embargo, sabemos que, aunque los espacios parezcan los mismos, los personajes han cambiado. Los acontecimientos los han transformado y, de alguna manera, el espacio junto a ellos. 


Tengo la sensación de estar utilizando demasiadas palabras para contar el talento de Hong Sang Soo y el de sus películas. Hay que verlas, sin más, y disfrutar de su sencillez. Y dejarán un poso. Siempre lo dejan. 

martes, 15 de agosto de 2023

APUNTES PARA UN VIAJE (IV): COLMENAR VIEJO

 


El jueves pasado supe -casualmente, buscando en internet- que en Colmenar Viejo están llevando a cabo una exhumación de fusilados. 

Sucedió en el 39, nada más llegar los franquistas. Fueron echados a una fosa común sin que los familiares pudieran enterrarlos dignamente. Hay todavía cientos de fosas en este país que en noventa años todavía siguen sin excavarse. Hay una derecha que se niega a permitirlo o lo dificulta; hay una izquierda que hasta hace poco no ha tenido la valentía de abrir esas fosas.

El viernes fui allí y conocí a Almudena, la responsable de la excavación; a Carmen, que organiza el proyecto y a Luis, presidente de la Asociación Comisión de la Verdad de San Sebastián de los Reyes. Me dieron permiso para grabar. El lunes me presenté allí y durante hora y media me dediqué a ello. 

Parece que nuestro documental, cuyo eje y origen es una historia familiar, un viaje, como ya comenté, está virando hacia la memoria histórica, pero, como bien sé, el documental es un animal vivo. La idea de la excavación, la de remover la tierra, la de descubrir nuestra memoria, cavando más y más profundamente, es una idea que puede llevarme a muchos sitios. Por el momento, es este el camino que está tomando...

Cada vez quedan menos hijos de represaliados. La mayoría son nietos. Una mujer de 92 años, la única superviviente de cinco hermanos, espera que su padre esté entre los restos que se están sacando. En su caso, le quemaron vivo, antes de matarle. 

En teoría fueron más de cien, pero hubo familias que consiguieron desenterrar a los suyos y otros ya fueron exhumados en las excavaciones del curso pasado. Es posible que algunos se encuentren en otra zona del cementerio.

El hueco, un pasillo en la tierra, donde trabajan en estos días, se llama "el paseo". Se encontraba entonces en el exterior del muro, el que separaba el cementerio de una propiedad de la iglesia, tal vez un huerto. Más tarde sirvió para la ampliación del cementerio y ese camino de tierra se convirtió en un paso entre tumbas; tal vez de ahí el nombre. Todo el mundo sabía que allí había una fosa común. Los vencedores imponían su silencio; los vencidos callaban y esperaban.

La ley de memoria histórica ha permitido que Aranzadi, una asociación privada especializada en excavaciones, haya puesto en marcha este proyecto en su segundo año. 

Los descubrimientos sorprenden a los investigadores. Usaron féretros; lo habitual era echarles una manta, un saco y poco más. Tal vez que fuera un juicio, aunque fuera una farsa, les obligó a enterrarles con algo más de dignidad. El procedimiento era sencillo: eran fusilados a unos metros, junto a la capilla. Después se los transportaba al otro lado del muro. Hay varias capas. Por lo menos, han descubierto tres filas de cadáveres, una sobre otra. Es posible que fueran enterrando en oleadas sucesivas ya que los  fusilamientos se produjeron en fechas diferentes. Al final se cubrió todo con cemento. Los expertos esperan todavía alguna sorpresa. 

Tras dar su ADN los nietos y los pocos hijos que quedan, también esperan. Que estos esqueletos sean los de sus padres y abuelos. Que puedan enterrarles con dignidad. Muchos miles, cientos no podrán hacerlo, no lo verán. No tendrán tiempo. 

Y aquí hay una responsabilidad que todos deberíamos admitir. Los que aceptaron una transición desmemoriada, los que tardaron en poner en marcha medidas como estas, los que callan o miran para otro lado, los que impiden con trabas burocráticas o legales. 

A UNA AMIGA

A una amiga...


Cuando muere un padre, una madre o cualquier persona querida la vida adquiere una entidad distinta, una forma diferente. Aunque sea durante unas horas o unos días, tu ritmo no es el mismo que el de los demás. Puedes esperarlo o que te venga de improviso, pero sea como sea, tu mundo ha cambiado y tu cuerpo y tu mente debe adaptarse a ese cambio. 

Agradeces los ánimos y los abrazos, pero no estás aquí. El mundo es algo ajeno y extraño. No lo entiendes. O, más bien, es el mundo ficticio, el que hemos creado para convivir en sociedad, el que no comprendes. El otro, el real, es más intenso que nunca. 

Entiendes que eres mortal. No es un conocimiento racional -eso ya lo sabías-. Ahora es un hecho vivido en tu sangre, en tus carnes. Cuando tenías veinte o treinta años morían tus abuelos. A los cuarenta, cincuenta y sesenta, mueren tus padres. Pronto llegará tu momento. Ya lo sabes. Ahora, sí. 

La ausencia. Cuando recuperas el ritmo cotidiano, comienza el duelo. ¿Dónde está su voz? Sus palabras o su imagen, sus gestos aún no se han desdibujado. Aparecen en los sueños muy a menudo, como si ese fuera el último vínculo entre los vivos y los muertos. 

Las punzadas de dolor se van espaciando. Mientras tanto, hay que ocuparse de los rituales: donar su ropa o tirarla, repartir los objetos que le pertenecieron, firmar más y más papeles que agotan tu paciencia. Para la sociedad un muerto es un nombre y apellidos con derechos y deberes, un ciudadano con propiedades y una herencia. Para ti es mucho más y esa contradicción no deja de sorprenderte. Hasta que te acostumbras.

Hay quien escribe. Alguno se atreve a hacer un documental: no te aconsejo esto; es muy caro. Otros prefieren centrarse en el trabajo. Volvemos a comenzar; otra vez. La sociedad te lo exige; la vida, también. Los familiares y los amigos ayudan. Si necesitas hablar, estarán allí. Si necesitas un abrazo, también. Algunos desaparecen; pocos. A ciertas edades la selección ya la habías hecho antes. 

Las imágenes y los recuerdos se diluyen. El cuerpo y la mente se adaptan. A veces surge una sensación, un sueño, un destello que te devuelve al padre o a la madre perdidos. Aparecen en el momento más inesperado: cuando estás dando clases, cuando dos compañeros hablan de un tema intrascendente, cuando paseas por un bosque o por las calles de una gran ciudad o cuando un amigo o amiga pierde también a su padre y a su madre. 

Se quedan un momento contigo y luego se vuelven a marchar. 

Siempre estarán, mientras estés viva; tu cuerpo lo sabe. 



domingo, 6 de agosto de 2023

APUNTES PARA UN VIAJE (III): LLEIDA Y TÁRREGA


Lleida a principios de agosto es irreconocible. Muy pocos turistas.
¿Dónde están los leridanos de pura cepa? Uno imagina que en el mar o en la montaña, en el pueblo de sus padres y abuelos. Algunos, los que no han podido escaparse, sea por trabajo o por falta de dinero, se pasean por la calle Mayor, haciendo compras en las tiendas y, si se tercia, tomando su cervecita en los bares. 

La gran mayoría de los que viven por Lleida en estas fechas son inmigrantes. Hay dos zonas donde la concentración es más numerosa: entre la calle Mayor y la Seu Vella, en la parte alta del casco histórico, y en las calles aledañas a la estación de tren. Alquileres baratos, escasa infraestructura, un sutil abandono. Nos encontramos, sin duda, en Black Town: la mayoría son subsaharianos. Algunos, pocos, marroquíes.

Latinoamericanos, más escasos. Y los chinos que regentan algunos bares y que no paran de trabajar.

Así que tenemos a la clase media leridana paseando por la calle Mayor, como en los viejos tiempos. 

De vez en cuando, a los pies de las tiendas, encuentras en un letrero, que asemeja una baldosa dorada, un nombre, dos apellidos, una fecha y lugar de nacimiento -"aquí nació" y de muerte; está última, en un campo de concentración nazi. Nadie se fija en ella. 

Y, por otro lado, a unos metros, al este y al norte de la calle Mayor de Lleida, decenas de inmigrantes, en grupos o solos, matando el tiempo. O al sur, en la rambla, tomando un café, o bajo los árboles de un parque, al otro lado del río Segre. Ahora no hacen nada; consumen poco. Algunos son recogidos por furgonetas a primera hora de la mañana; les dejan de vuelta por la tarde: otros van y vienen en el tren regional o el bus, pero la gran mayoría espera a septiembre, para cuando les llamen para trabajar en el campo como temporeros.

La presencia de marroquíes era mayor en Tárrega; la plaza del pueblo era el lugar de encuentro de grupos más reducidos. 

Tárrega tiene sus edificios antiguos, pero, en general, ha perdido mucho de su encanto. 

Como en tantos pueblos, las casas viejas no se cuidan, se abandonan y, cuando llega el momento, se venden para tirarlas abajo y construir otras nuevas y deplorables. Aún así, en Tárrega aún hay calles que recuerdan su pasado medieval o algún palacete modernista. Nada que ver con Tarancón, por ejemplo, que ha acabado con casi todas. El que tenga estación de tren le da cierta vidilla a esta ciudad leridana: en media hora te plantas en Lleida y en una hora en Barcelona. 

Los judíos tenían su barrio. Y como en otras partes fueron el chivo expiatorio, cuando las cosas iban mal dadas. En 1247, en medio de guerras, impuestos y hambrunas, fueron asesinados en una noche, más de 300 judíos en Tarrega. Hace una década se realizaron excavaciones, al otro lado del río Ondara, donde los expertos situaban un cementerio judío. Allí se descubrieron los cuerpos de niños y mujeres, algunas de las víctimas de esa matanza. Años después en Lleida y otras ciudades del reino de Aragon se repetirían las persecuciones. 

Tuvieron, a principios del siglo XX, una fábrica de harina, que, incluso, poseía una estación propia, a unos metros de la oficial. Otra fábrica se ocupaba de producir materiales y maquinaria agrícola; era un terreno bastante amplio a las afueras.

Fue por aquí, por donde pasaron, en agosto del 36, Críspula y sus hijas. Por eso, estoy aquí, grabando unos planos. Ya veremos si salen o no el documental.

Según parece un beato fue asesinado por un grupo de la CNT en esas mismas fechas. Tenían previsto recordarle este 13 de agosto, con una misa y una caminata al cementerio. Es la única lápida de una víctima de esta guerra con nombre y apellidos que he podido encontrar en este camposanto. Allí, como pude comprobar, no hay ningún monumento a los enterrados en fosas comunes, sea por bombardeos o fusilamientos de la otra parte. Y los restos siguen allí, bajo tierra, sin nombres, en dos fosas comunes.

Cuando llegaron a Tárrega a Críspula y sus hijas las interceptaron en uno de esos controles que la CNT hacía a la entrada de los pueblos por la carretera, como en Tarancón. Allí, en la población meseteña, si mal no recuerdo, retuvieron a varios ministros anarquistas, que huían de la Madrid asediada, de camino a Valencia, amenazándoles con ejecutarles, sin juicio ni nada, como traidores y cobardes. Se salvaron y los dejaron en libertad... En el fondo, los anarquistas no eran tan duros. 

También les ocurrió a Críspula y sus hijas. Según me dijeron las metieron en un camión junto a otras mujeres y niños para llevárselas quién sabe dónde; lograron escapar. Es posible que los anarquistas cambiaran de opinión o que las mujeres aprovecharan un descuido. 

En Lleida hay un museo local bastante moderno y aceptable para el baremo actual. Las explicaciones son claras y sencillas y cualquier profesor podría traer a sus alumnos y proporcionarles una mañana instructiva para así sacarles de la monotonía de sus clases. Quizá el único pero es que hay poco conservado de la propia ciudad. De Roma, por ejemplo, no hay ninguna excavación que hayan mantenido -lo habitual es destrozarlas- y la única que les permitiría montar un museo, la de unas termas, a unos metros de la estación de tren, lleva más de veinte años, cubierta por la hierba, sin que se decidan a invertir unos cuantos milloncejos. 

También, además de la desidia o los intereses urbanísticos, algunas obras se han perdido por una destrucción intencionada o el saqueo. En 1711 las tropas de Felipe V arrasaron con Lleida. Los franquistas en 1938 hicieron lo mismo. También le ocurrió a esta Virgen con José y el niño, la que abre esta entrada. 

¿Dónde está San José y la cara rechoncha del niño? Los de la CNT quemaron la otra parte en el 36, de camino al frente de Aragón. Sin embargo, es difícil no sentir asombro, cuando contemplas la mitad del rostro y el pelo de esta virgen. Como sucede con muchas obras que han superado el paso del tiempo, te preguntas cómo es posible que algo tan hermoso haya sobrevivido y el resto, no. ¿En el último momento un tipo duro, un anarquista con cierta sensibilidad, se arrepintió y la salvó de la quema? ¿El azar? ¡Quién sabe!

A unos metros, detrás del museo, casi por casualidad descubrí una joya desconocida del último románico y el primer gótico: la iglesia de San Lorenzo. A oscuras pude intuir en dos retablos sus imágenes, a medio camino hacia la plena expresividad del Renacimiento. 

Volviendo al museo, hay una pared, en la parte medieval, dedicada a todos los presos políticos de este país. Los mantendrán, hasta que vengan todos los exiliados y liberen a sus presos.

Me gusta la idea. Es parcial, pero no está mal que los museos reflejen la realidad política. 

Eso sí, reconozco que en una hora y media recorrí el museo yo solo -los bedeles, aburridos, se paseaban de vez en cuando y me saludaban, por si se me ocurría tocar algún cristal o llevarme algún sílex, una madona o una terra sigilata-; así que muy frecuentado, no es, la verdad. Como ya dije, turistas no había muchos en estas fechas. 

Los bares, no sé si lo he comentado antes, estaban llenos. Así que, si quieres reflexionar sobre el sentido de la vida, es mejor pasarse por aquí. Los museos, ya se sabe, son lugares tranquilos y silenciosos. 

Prometen tirar lo que parece una antigua fábrica cerrada y abandonada -un edificio que merecería, al menos, por su fachada, que se conservara- y convertirlo en la nueva estación de autobuses. No dudo que merezcan una estación mejor -en Bilbao, Iruña y Donosti las consiguieron tras décadas en las que los buses paraban en garajes de mala muerte, oscuros y asfixiantes, como aquí, o sin techo, al albur de la variable meteorología-, pero ¡qué manía de echarlo todo abajo! 

O de cerrar centros ocupados. ¿Para qué? ¿Propiedad de un banco? 

Un poco más de imaginación no les vendría mal. Y menos obsesión por la ganancia rápida. 

¡Ay, el capital!


Un hombre, de unos treinta años, -aunque aparenta más-, drogadicto, recorre, se arrastra por todas las terrazas de la Rambla y la calle Mayor, caminando a un lado y a otro, entre las dos estaciones, la del tren y la de bus. Nadie le da dinero, ni los catalanes de pura cepa ni los inmigrantes.

Es un cadáver que anda.