El jueves pasado supe -casualmente, buscando en internet- que en Colmenar Viejo están llevando a cabo una exhumación de fusilados.
Sucedió en el 39, nada más llegar los franquistas. Fueron echados a una fosa común sin que los familiares pudieran enterrarlos dignamente. Hay todavía cientos de fosas en este país que en noventa años todavía siguen sin excavarse. Hay una derecha que se niega a permitirlo o lo dificulta; hay una izquierda que hasta hace poco no ha tenido la valentía de abrir esas fosas.
El viernes fui allí y conocí a Almudena, la responsable de la excavación; a Carmen, que organiza el proyecto y a Luis, presidente de la Asociación Comisión de la Verdad de San Sebastián de los Reyes. Me dieron permiso para grabar. El lunes me presenté allí y durante hora y media me dediqué a ello.
Parece que nuestro documental, cuyo eje y origen es una historia familiar, un viaje, como ya comenté, está virando hacia la memoria histórica, pero, como bien sé, el documental es un animal vivo. La idea de la excavación, la de remover la tierra, la de descubrir nuestra memoria, cavando más y más profundamente, es una idea que puede llevarme a muchos sitios. Por el momento, es este el camino que está tomando...
Cada vez quedan menos hijos de represaliados. La mayoría son nietos. Una mujer de 92 años, la única superviviente de cinco hermanos, espera que su padre esté entre los restos que se están sacando. En su caso, le quemaron vivo, antes de matarle.
En teoría fueron más de cien, pero hubo familias que consiguieron desenterrar a los suyos y otros ya fueron exhumados en las excavaciones del curso pasado. Es posible que algunos se encuentren en otra zona del cementerio.
El hueco, un pasillo en la tierra, donde trabajan en estos días, se llama "el paseo". Se encontraba entonces en el exterior del muro, el que separaba el cementerio de una propiedad de la iglesia, tal vez un huerto. Más tarde sirvió para la ampliación del cementerio y ese camino de tierra se convirtió en un paso entre tumbas; tal vez de ahí el nombre. Todo el mundo sabía que allí había una fosa común. Los vencedores imponían su silencio; los vencidos callaban y esperaban.
La ley de memoria histórica ha permitido que Aranzadi, una asociación privada especializada en excavaciones, haya puesto en marcha este proyecto en su segundo año.
Los descubrimientos sorprenden a los investigadores. Usaron féretros; lo habitual era echarles una manta, un saco y poco más. Tal vez que fuera un juicio, aunque fuera una farsa, les obligó a enterrarles con algo más de dignidad. El procedimiento era sencillo: eran fusilados a unos metros, junto a la capilla. Después se los transportaba al otro lado del muro. Hay varias capas. Por lo menos, han descubierto tres filas de cadáveres, una sobre otra. Es posible que fueran enterrando en oleadas sucesivas ya que los fusilamientos se produjeron en fechas diferentes. Al final se cubrió todo con cemento. Los expertos esperan todavía alguna sorpresa.
Tras dar su ADN los nietos y los pocos hijos que quedan, también esperan. Que estos esqueletos sean los de sus padres y abuelos. Que puedan enterrarles con dignidad. Muchos miles, cientos no podrán hacerlo, no lo verán. No tendrán tiempo.
Y aquí hay una responsabilidad que todos deberíamos admitir. Los que aceptaron una transición desmemoriada, los que tardaron en poner en marcha medidas como estas, los que callan o miran para otro lado, los que impiden con trabas burocráticas o legales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario