No pude evitarlo. Vi tres películas en Florencia. Coincidí con un festival de documentales; así que aproveché para ver dos de ellos y el estreno de una película italiana, La ciambra, nominada a los Oscar por Italia.
Empecemos por esta, producida por Martin Scorsese.
Me gusta el trailer; creo que cuenta muy bien de qué va la historia. Gitanos desarraigados, fuera del sistema, roban para sobrevivir. Están solos. Y ellos mismos se encierran. No pueden salir, no pueden escapar. Es denuncia social, bien contada y dirigida. Con actores muy preparados. La pude entender, porque estaba subtitulado en italiano. Los personajes, -el realismo lo exige- hablaban en una jerga, mezcla de italiano, romaní y lenguaje callejero.
Son la hez y lo saben. Nunca escaparán de su espacio, de su pequeño mundo. Hay momentos para el humor y la ternura -pocos, quizá una manera de suavizar la dureza del tema y eso debilita la fuerza de la película-, pero, en general, están condenados a la cárcel o a la muerte.
"Somos nosotros contra todos", dice el abuelo, el paterfamilias, reflejo y nostalgia de un mundo, muy lejano, en el que se sentían libres.
Elegí ver un documental sobre la pesca de crustaceos -ostras- en Japón, Oyster factory, porque asistí a una rueda de preguntas con su director Kazuhiro Soda. Su planteamiento me pareció interesante. Difícilmente se estrenará en España algo suyo. No quiere juzgar; sólo mostrar. Va con una cámara y rueda. Y punto. Por supuesto, todo montaje es una selección, pero, me atrajo la idea.
La sigue al pie de la letra. Aunque hay temas en los que podría haber profundizado -la situación de muchos trabajadores que tuvieron que dejar sus casas y sus trabajos por culpa del tsunami y el peligro nuclear o el racismo insinuado entre los japoneses y chinos que llegan para trabajar-, Soda se niega a hacer juicios de valor. Sólo rueda y deja que la realidad hable por sí sola. Y, a veces, reconozco que lo cotidiano, la repetición de gestos -que nunca son iguales, porque nada es igual- te muestra aspectos que nunca hubieras imaginado. El presente siempre es diferente, aunque parezca que se repite.
Volví a ver En un intenso presente. Me emocionó. Su madre y el 68. La primavera de Praga, mayo del 68.La nostalgia de lo perdido. Lo que nunca fue, lo que nunca pudo ser. El final del sueño. La represión, la desilusión. Las víctimas olvidadas. El dolor. La ilusión de una juventud, lejana. Me encuentro ante una reflexión -una voz en off constante que acompaña, explica, dirige las imágenes de archivo, las rodadas en la calle o ocultos, al otro lado de un visillo, con una cámara profesional o una casera-. Hay felicidad y tristeza. Un pájaro que se quema, tan rápido...
Morir a los treinta años de Roumain Goupil. Goupil conoció a su mejor amigo en el 68. Su amigo se suicidó años después. Goupil hizo un documental en el 82 para recordarle. La nostalgia. El dolor.
Mourir à trente ans from Le Liberté, scène nationale on Vimeo.
En un intenso presente termina con las primeras imágenes documentales rodadas: la salida de los obreros de la fábrica de los Lumiere. ¿Un homenaje al espíritu obrero o al documental? Y con un fado...
Última imagen. Una mujer sonríe. Es una joven que vive mayo del 68, vive ese presente maravilloso, donde todo parecía posible. Y sonríe y ríe. La ilusión, la esperanza que, más tarde, se truncará. No quiero leyes ni prohibiciones que me impidan imaginar o hacer realidad mi sueño, podrían decir también los jóvenes, los que protestan, sea donde sea, a unos pasos de nosotros, en Cataluña o en Galicia, o en lugares lejanos, que nunca veremos.
Se escucha un fado. Nao quero rosas vermelhas... "No quiero rosas rojas... sobre mi tumba..."
Quiero sentirlas, vivirlas, mientras esté vivo... en este intenso presente...
Quiero sentirlas, vivirlas, mientras esté vivo... en este intenso presente...
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