martes, 3 de octubre de 2017
YA SE HAN IDO
Ya se han ido. Tardarán semanas o meses, pero los catalanes ya no forman parte de España. Emocionalmente. De facto, habrá declaraciones oficiales, detenciones, tensiones, amenazas y procesos constituyentes, pero sólo confirmarán lo que se ha producido.
Hay culpables, por supuesto. El principal ha sido una derecha española rancia e incapaz de darse cuenta de los cambios políticos que se avecinaban. Esa misma derecha que ahora intenta movilizar a la gente contra Cataluña, la que justifica una violencia brutal. Nos engañan. Ellos son los máximos responsables.
Hay otros que supieron ver, que intentaron buscar soluciones -con mayor o menor fortuna-; el PSC, gente del PSOE -poca, lo admito-, Podemos e IU, pero o no tenían el suficiente apoyo social o no fueron capaces de enfrentarse a un sistema corrupto. Porque, sí, este es un sistema corrupto, nacido en el 78, en circunstancias difíciles, que podría haber salido adelante, si hubiera habido gente que cambiara el modelo económico y político. Un modelo económico y político que intentaba sobrevivir dando dinero a las élites, para callar las bocas de los nacionalismos, mientras les quitaba derechos, a ellos y a los demás, modelo que además, controla los medios de comunicación, la judicatura. Todos son culpables. Culpables, los periodistas, que han formado parte del sistema y que ahora alimentan el odio hacia Cataluña. Culpables, los jueces, que sostenían una justicia intolerante e incapaz. Culpables, los políticos, porque no han aportado soluciones. Culpable, un rey títere del gobierno, representante y heredero de un régimen en descomposición.
Este es un sistema que viene de atrás, de los años sesenta, en pleno franquismo. Pero lo que servía para entonces, ya no sirve en el siglo XXI. Se está viniendo abajo, se pudre...
El 15 M fue un aviso que no se quiso escuchar. La gente salió a la calle para decir que el sistema no funcionaba, que había que cambiar cosas. No se cambió nada. La corrupción ha seguido en el poder en España. Pensaron que una mejoría económica haría olvidar las grietas del sistema. Y ha sido en Cataluña, donde supieron verlo muy bien. La crisis aceleró el proceso; los corruptos de CIU perdieron el control. Los independentistas, -ERC, sobre todo, y también, la CUP-, subieron como la espuma. La sociedad catalana desconectó poco a poco de España. Y lo hizo pacíficamente. Ese es su gran triunfo.
En otras sociedades, la respuesta hubiera sido inteligente, pero la derecha española, no ha sabido, porque no podía. Es incapaz de darse cuenta que la solución no es el 155, ni el estado de sitio; la solución era dialogar, aceptar un referéndum. No tenía cultura democrática. Nunca la tuvo. Se negó a dialogar, porque eso significaba asumir cambios. Por eso, ha enviado a la policía a dar golpes; por eso, ha perdido. Y si utiliza el 155 o el estado de sitio, la independencia se acelerará. Cuando se den cuenta, Cataluña se habrá ido y el País Vasco -ya sin la violencia de ETA- será el siguiente.
No olvido que esto también es una crisis europea. El Brexit fue también un aviso. Europa ha sido incapaz de resolver los problemas de este nuevo siglo y este también le ha superado. Es posible que España deje de existir; Europa, la que conocemos, me temo, también. Alguien diría que, en el fondo, esto ha sido dirigido desde EEUU o desde China o, sobre todo, desde Rusia, para debilitar Europa. Es posible; no lo descarto, pero sería una visión simplista. Hay más elementos.
¿Qué ocurrirá ahora? España necesita una regeneración completa. Probablemente, será sin Cataluña. La opción es derechizarse más -eso me parece un suicidio- o aceptar cambios estructurales. Y aquí incluyo el final de la monarquía. Europa también debe hacerlo. El Brexit y Cataluña son puntos de inflexión. Si no sabe verlo, también la historia le pasará por delante. O se regenera o la ultraderecha, en todas sus formas, -incluidas las grandes multinacionales y sus intereses-, acabará con ella. El tiempo dirá.
Estoy triste, porque nuestro mundo está cambiando, y la violencia puede ser la respuesta. Pero, -yo soy optimista, por naturaleza, no lo puedo evitar-, creo que aún hay esperanza. Ojalá...
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