Jovenes, jovenes, hay de muchos tipos.
Están los chicos de la JMJ subvencionados por poderosos patrocinadores, por la Comunidad de Madrid (¿qué más puedo decir sobre que tengan descuento en el transporte público mientras mi hermano, parado, deba pagar 1,50 por viaje en metro? ¿Y lo de que tengan alojamiento gratis con dinero público en institutos públicos que sufren recortes cada vez más duros? Muy bien explicado en este enlace)
Están los chicos de Birminghan, Manchester y Londres que, enfermos morales -lo dice un político, uno de los responsables de cómo estamos- queman y roban porque no saben cómo pueden conseguir todo lo que les ofrecen los medios y la publicidad y que sin dinero y sin opciones difícilmente pueden conseguir.
Están los politizados del 15-M, muy dispersos en sus reivindicaciones, pero, al menos, saben lo que no quieren y luchan por ello. O los que se han rebelado en los países árabes en busca de libertad y pan. O los estudiante chilenos que quieren una educación pública, gratuita, libre.
Frente a ellos están los políticos que nos dicen que debemos sacrificarnos, recortar nuestros sueldos, moderar los salarios... Eso lo aceptaríamos si se conservaran derechos sociales fundamentales: sanidad, educación pública y laica. ¿Lo hacen? No, al contrario, aprovechan esta crisis para acabar con ellos, aunque durante las elecciones como el Sr. Arenas se pongan la piel de cordero y ahora lo nieguen, en la práctica saben muy bien lo que quieren hacer.
Los jovenes deben rebelarse; es su obligación. También la nuestra, aunque no seamos tan jóvenes.
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