lunes, 28 de agosto de 2017

UNA JUSTIFICACIÓN


Empecé a leer este libro porque -salvando las distancias- me pareció que encontraría elementos comunes con una novela corta que he terminado de escribir hace unos meses.

Toda investigación sobre una familia y que tiene como referencia la guerra civil y la inmediata posguerra tiene similitudes. ¿Cómo no habría de haberlas? Reconozco las llamadas de teléfono, las entrevistas, las visitas a archivos, los viajes a aquellos lugares en donde sucedieron los acontecimientos que se narran, las historias que me contaron mis familiares. Y la posición política. Eso está en las dos novelas, sin duda. Son experiencias que hemos compartido, aunque él sea el gran Javier Cercas y yo, sólo un aficionado.

La madre -en su caso, viva-, la familia y el héroe/antihéroe aparecen. Incluso, la entrevista que le permite convertir al héroe/antihéroe en un hombre de carne y hueso, también está en la mía.

Eso sí, como no podía ser de otra manera, hay perspectivas diferentes. Yo construyo mi novela a partir de un descubrimiento, como una recuperación. Él, como una justificación. Mi héroe fue un hombre olvidado, enterrado en una fosa común. El suyo fue un héroe falangista. Mi familia estuvo en el bando de los perdedores, pero lograron evitar la represión, porque no tenían delitos de sangre. La suya, estuvo en el bando de los vencedores y eso -quizá la mejor idea de la novela- le avergonzaba.

No voy a juzgar los defectos de mi novela. Ni siquiera sé si alguna vez conseguiré que alguien la publique. Yo sí puedo hacerlo con la suya.

Aparecen personas reales; también, en la mía. Quizá el problema es que hablan demasiado y se nota el discurso que hay detrás de cada parlamento. Son huecos; mucho más, cuando David Trueba conversa con su amigo Javier Cercas de un tema intrascendente: su separación de Ariadna Gil. Es innecesario y absurdo. Tal vez hasta ridículo.

Comparar a Aquiles con su tío-abuelo, su héroe o antihéroe, podría haber sido interesante, pero no consigue cuajar. ¿Por qué? ¿Tal vez porque no es comparable una leyenda griega con la realidad histórica? El franquismo, desde el 36, mató a miles de personas. Y sólo tres generaciones nos separan de esos crímenes. El símbolo podría valer, pero... ¿Los aqueos y los franquistas y, en frente, los troyanos y los republicanos? ¿El autor quería hacer historia o literatura? Esa indefinición podría ser una virtud, si Cercas hubiera dado un paso más. Compararlo con Aquiles, tal vez, no es un gran acierto.

Se esboza una relación con la madre que podría haber dado más juego, pero no la desarrolla. O no se atreve. Tal vez, porque aún está viva. Aquí le entiendo. Comprendo la dificultad. Yo tampoco pude hacerlo, mientras ella lo estuvo... Sería una novela interesante, si alguna vez se atreve a escribirla.

Las batallas están bien contadas -aquí se nota el trabajo de campo, sin duda-; sin embargo, las reflexiones históricas se hacen largas y, sobre todo, desprenden un tufillo: el de la justificación. En esas reflexiones sí queda claro que la República tenía la razón, a pesar de sus debilidades. Y que el franquismo fue injusto y criminal, aunque, a veces, algún adjetivo o alguna frase, te haga dudar de la posición de Cercas y te venga a la cabeza la palabra equidistancia.

Pero quizá el momento más revelador y contradictorio es cuando habla de su abuelo paterno. Se puede aceptar -a regañadientes, la verdad- que tuviera armas escondidas a principios del 36 -" tenía que defenderse de los grupos izquierdistas", dice Cercas. Incluso se insinúa que salvó a un par de republicanos en los primeros meses de la guerra -es posible; quizá lo hiciera; aunque eso sí, mientras miraba a otro lado, cuando mataban a otros trece en su pueblo-. Sin embargo, cuando Cercas nos dice que su abuelo recibió una delación de un convecino y lo denunció a las autoridades franquistas en el 39 -el hombre fue fusilado meses después, sólo con el testimonio de esa delación, sin más pruebas- lo justifica diciendo que "si alguien sabe que se cometió un asesinato debe decirlo, esté en una democracia o una dictadura".

La debilidad de este libro está quizá en el propio autor. Ha querido justificarse. Ante su madre, ante su familia, ante los que le acusaban de equidistancia, ante los que le criticaban por sus amistades e influencias. Y esas son sus contradicciones. Las del libro y las suyas.





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