viernes, 25 de septiembre de 2015

APUNTES (III): UN LUGAR AL QUE REGRESAR. HEART OF THE DOG/THE LOVE IS A LOSING GAME


Unos días en el festival de cine de San Sebastián.

Domingo.
Mi hermano y yo vamos en autobús: parada en Lerma. A la espalda de la estación de autobuses, un cementerio. La tierra seca, yerma. Colinas suaves. Graneros, polígonos, castillos, torres de paja. El color amarillo, verde grisáceo.
Algunos de mis personajes, los de la distopía que quiero escribir, atravesarán esa tierra en un tiempo en el que estará quemada, abandonada. Intento imaginármela.
Burgos, Álava.
Al entrar en Guipúzcoa, cambio de escenario. El color ahora es un verde brillante, protegido hoy por el azul del cielo. Ni una sola nube.
Dos y media de la tarde. Temperatura agradable. Donosti.
Nos cruzamos con una chica joven. No llegará a los treinta años. La miro de arriba abajo, discretamente, como suelo hacer. Combina el rojo y el negro con sobriedad. Es atractiva. Atraviesa, tranquila, decidida, una calle del barrio de Amara. Sonríe, segura de sí misma. Así me recibe siempre Donosti: con una sonrisa.
Esperamos en la plaza Constitución, comiendo unos pinchos en la terraza. Tres chicas ensayan un número. Música de Duke Ellington: Take the A train.



Sus cuerpos en movimiento. Sin música. Acompañadas por la música. Ensayan. Descansan. Una pareja, dos espontáneos, se lanzan y bailan improvisadamente un minuto: ¡Cuánta vitalidad! Nos saludan. Aplausos. También a C. y a mí nos aplaudían. No lo hacíamos mal, ¿verdad?
Fotografías de C. en Barcelona en la playa. Siento un pinchazo en el estómago. Será un día extraño: brillo en el agua del mar, reflejo de la luz. Melancolía.

Sunset songs: Dirección cuidada, personaje femenino fuerte. Imágenes que se quedan grabadas en la retina. Buena adaptación. Logra emocionarme a ratos.
Pikadero: combina el humor vasco, sobrio e irónico con un estilo a lo Kaurismaki. Los personajes se dejan querer. Sonríes, aunque la historia no deje de ser triste. Sales agradecido y con buen sabor de boca.
Mañana será otro día…

Lunes.
En el Kursal vemos Amama de Altuna: combina con elegancia el simbolismo y un realismo suavizado. Es emotiva cuando se centra en la relación padre e hija. El resto, atractivo, pero no logra despertar pasión. Es muy digna, aunque me gustaba más Bertsolariak.

Aprovechamos el último día sin nubes –se espera lluvia mañana- para hacer una visita turística: una exposición sobre Kieslowski, sobria, muchos datos y fotografías en el Centro Cultural de Okendo y una visita al recién inaugurado edificio de Tabakalera –aún hay muchos huecos, oficinas vacías que se irán llenando en los próximos meses; todavía un cascarón vacío, moderno y bien preparado, con intención de convertirse en un centro cultural de primer orden. Nos recuerda a la Casa Encendida-. Subimos al monte Urgull; nos perdemos por la zona boscosa. Subidas y bajadas. Mar en calma. Mientras nos dirigimos al castillo –dejo a Raúl muy atrás- recuerdo otra subida. La subida a Urgull, la subida al Alcazar de Segovia. Dejó atrás a Raúl, dejo atrás a mi madre hace un año. Se mezclan las dos subidas. Raúl, en silencio, a su ritmo. Mamá: “No vayas tan rápido, me canso, que ya soy viejecita”. Terminamos la subida.
Cielo brillante. Mar en calma. Llanura.
En los cines Principe, en la sala, otra imagen paralela: la puerta de salida de la derecha me trae a la memoria la puerta de otra sala de cine; sí, en Madrid, en la exposición de Alejandro Magno de la fundación Canal, en Plaza de Castilla; era una proyección en 3D de la ciudad de Alejandría. Estoy en Alejandría durante unos segundos…

Anomalisa: la idea genial de Kaufmann –tiene y ha tenido tantas- de que todas las voces sean la misma para el protagonista –y eso resume lo que es su vida- , desarrollada con humor y mucha sensibilidad. No llega al nivel de Olvídate de mí, pero te atrapa. Y el personaje femenino adquiere una entidad mayor de lo que podría esperarse en un principio.

Al salir, las nubes están negras. Se acerca la lluvia.

Tres regalos de mi juventud: el protagonista parece decirnos que hay amores que no se olvidan. No pueden estar juntos, pero se echan de menos. Queda el dolor de lo que nunca podía ser. Deja un poso, una sensación amarga y dulce. ¿Es eso el amor? Sí, it´s a losing game, C. Sens dubte.



Esa noche hago el amor con C., sin ella...

Martes.
Aprovechamos la mañana para visitar el Museo de San Telmo. El claustro es, estos días, un lugar para el encuentro entre productores y distribuidores latinoamericanos. El museo ya lo conocía: muy restaurado y bien organizado. Nos interesa más la exposición sobre Pasolini. Quizá una de las mejores que he visto: completa, variada. Información combinada y todo tipo de procedimientos: paneles, entrevistas, escenas, cartas, mapas, imágenes…
Comemos de menú en un restaurante por doce euros. Hay lista de espera: eso es buena señal. Sopa de pescado y postre a gran altura. El resto, aceptable. Volveremos mañana.

Desde allá: Venezuela. Dos personajes. Un pedófilo con un pasado oscuro y un padre lejano y ajeno al que odia y no se atreve a acercarse. Y un muchacho, un superviviente. Están lejos y se comprenden, pero no hay final feliz. Es concisa, fría, sin añadidos. No logra emocionarme, pero funciona, se deja ver.
Mariposa: Un divertimento. ¿Y si mi vida hubiera sido diferente…? Dos vidas paralelas. Los personajes parecen diferentes, sus vidas lo han sido, pero, al final, acaban haciendo lo mismo y llegando al mismo punto. No hay reflexiones profundas: es un juego de malabares, que se sigue con interés, pero sin pasión.

Lluvia, mientras esperamos. Alguna muestra de desorganización: nos mojamos y nadie nos dice la razón del retraso. Cabreo entre el público.
Aparece antes de la película una frase: "El parlamento Europeo protege los derechos humanos". Risas. Un pensamiento me viene a la mente: sólo protegen los de algunos…

Taxi teherán: es una buena muestra de lo que se puede hacer con pocos medios y con mucha imaginación. La censura está ahí, la que nos imponen y la que aceptamos, pero no debemos rendirnos. Un taxi, un director, tres cámaras, algunos personajes, y mucho humor. Poco más. Y es mucho.

Miércoles.
El rey de la habana: Es redonda. Y no emociona. La vida es dura, cruel. La adaptación recoge el espíritu de las narraciones, pero todo es tan brutal, que no logras sentirte cerca de ninguno de los personajes. Tal vez ese sea su objetivo.

Subimos al monte Igeldo. El paseo por un parque de atracciones de otra época.
Descansamos en la pensión. Mientras espero a mi hermano, que se encuentra en el baño, salgo a la terraza. Niños que acaban de salir del colegio: uno de ellos está enfurruñado. ¿Alguna discusión con su mejor amigo? Una niña se separa de sus amigas y se acerca a un adulto. El padre –imagino que lo es- le da un beso en la frente. Se me ocurre un tema para una novela. Ese debe ser el punto de partida y el punto final. Circular…

El niño y el monstruo: agradable, majos todos los personajes. Dibujos animados manga con gracia.

Cielo nublado con ratos de sol. De repente, sale de entre las nubes. Acaricia; ayer, a la misma hora, lluvia racheada. Las olas rompen con fuerza; fotografiamos el instante, lo congelamos.



El corazón del perro: “Toda historia de amor es una historia de fantasmas”
Experimental, emotiva, reflexiva. Despierta miedos y sensaciones muy intensas, conocidas. La muerte de su madre, de su perrita, su propia muerte; la muerte de mi madre, de mi padre, mi propia muerte… Es compleja y difícil de digerir, pero es la que más me ha removido las entrañas…
“Cuando intentamos explicarnos qué es la vida, miramos hacia atrás. Cuando la vivimos, miramos hacia delante...”

Jueves.
Quedan pendientes: Paulina, High-rise, Truman, Son of Saul, la de Recha
Estación de autobuses de Donosti. La misma que hace diez años. Aún sigue siendo un espacio a la intemperie. La nueva estación, un proyecto eterno.

Estamos en la AP1. El interior de Guipúzcoa. Un verde brillante. Lo echo de menos. Ya lo echo de menos. Siempre quiero volver aquí. Es un lugar al que siempre quiero regresar...

viernes, 11 de septiembre de 2015

APUNTES (II): QUEMA Y ACARICIA... TAMPOCO NADIE MATARÁ A MIS RUISEÑORES



"La vida nos ofrece demasiados tragos amargos y demasiados momentos en los que los malos ganan a los buenos. Demasiado crimen sin castigo y demasiado castigo sin necesidad. No es necesario que nos vayamos quedando sin lo bueno del mundo..."

El hombre que escribió estas palabras, J. , acaba de morir...

El reflejo del sol en el mar. El cielo está quemado.
El tren me muestra una imagen en movimiento, un leve destello de luz...
Lo echaré de menos. Uno siempre echa de menos el mar. Y más, este: el Mediterráneo.
He visitado Barcelona muchas veces en el último año. Y este ha sido una despedida, un adiós.
Ahora todos estos viajes me parecen un puzzle, troceado, descolocado. Desearía recoger, poner las piezas en el lugar correcto, pero no sé ni dónde ni cómo situarlas. Quizás necesite tiempo. Sí, necesito tiempo...
Se mezclan imágenes -de invierno, de primavera, de verano-, ropas diferentes, paisajes variados y, por supuesto, un rostro, una mirada, unas manos, un cuerpo que se repite, el de C., que confiere unidad a lo que no lo tiene en este momento. Y más personajes, testigos, acompañantes, observadores. Olores, sabores, imágenes fijas y en movimiento, inconexas, conectadas, deshilvanadas, ordenadas...



Se pone el sol en Barcelona. Estoy en una terraza, bebiendo un zumo de naranja: un placer, sin duda. La belleza, el equilibrio, la simetría tendrían que convertir este instante en algo único, irrepetible. No lo es; C. se aleja de mí, se ha marchado. Los pensamientos distorsionan el presente que tengo delante mío: un padre abrazando a su hijo...


J. se estaba muriendo en ese momento. La belleza es efímera, se nos escapa de entre los dedos...

Al día siguiente, un whatsapp: J. falleció ayer. Las palabras no tienen sentido, se te queman en las manos...

Un documento oficial: el padrón de 1940. Señalo la firma de mi abuelo, que murió demasiado pronto, muy joven,



y recuerdo a su hija, una niña de 8 años, vestida de primera comunión, mi madre.



Un padre al que pudo conocer tan poco... Pienso también en la hija de J. Hay padres que mueren demasiado pronto...

Vuelves a Madrid.
J. ya no está. C. ya no está. Una tromba de agua: tormenta terrible. La naturaleza juega con nosotros.
Las gotas de lluvia en los cristales de un tren...


"...porque no hay nadie más feliz en el mundo y porque me hacen sentir vivo."

El cielo es azul en Madrid. En el centro de Madrid. Un azul brillante, intenso, tan fugaz como la mirada de la persona a la que amas, tan profundo como el mar infinito...


Conocí a J. Y, aunque hace años que no sabía de él, leía sus palabras: las que escribía en su blog. Las palabras del que sabe que la vida se escapa y hay que tomarla, agarrarla, porque mañana, tal vez, ya no puedas hacerlo...

"...y siempre son buenos recuerdos, porque los malos los he olvidado."

C. y J.
Quiero olvidar los malos. Sólo quiero tener buenos recuerdos de vosotros.

Matar a un ruiseñor. Atticus Finch; un hombre amado y que amó, íntegro. Como J.

Tampoco, J, nadie matará a mis ruiseñores.

El sol de Madrid quema y acaricia...
¿No es eso la vida?

jueves, 3 de septiembre de 2015

LO QUE VEMOS Y LO QUE NO VEMOS


Vemos hasta la saciedad a un niño, muerto, tendido boca abajo, en una playa...
Parece una pose, como si el fotógrafo lo hubiera puesto allí, pero no es una pose. Es el mar quien nos lo ha traído. El mar no miente, no oculta nada. No es como nosotros...
Es ya un símbolo: otro más que nos avergüenza.
Y sin embargo, esta fotografía que he puesto en el encabezamiento no provocó la misma reacción. En el interior de ese camión había setenta y un personas muertas y cuatro de ellas, eran niños... Como el niño de la playa... ¿Será la gallina la que nos hace olvidar quién murió en el interior de esa tumba con ruedas?

Imaginamos a estos refugiados aplastados, ahogados..., pero no los vemos. Y las imágenes en esta sociedad son más importantes que lo que imaginamos. Lo que no vemos, no existe. Lo que vemos, sí. Aunque la saturación de esas imágenes también nos pueda insensibilizar.

La fotografía de un muerto -y más si el cuerpo está descomponiéndose- es brutal. Sé de lo que hablo. Las he hecho. Y quien las ve, no las puede olvidar. ¡Ojalá pudiera olvidarlas!
Los familiares, en el siglo XIX, hacían fotografías a sus muertos, -sobre todo, si eran niños-. Pensaban que así les podrían recordar como seres puros, inocentes, "ángeles" que están en el cielo. Parecían dormidos.


El niño de la playa no tendrá esa suerte.
Los niños del camión, tampoco. Ni los que han muerto en el mar: serán sólo un cadáver que se descompone... y muy rápido.
Habrá fotografías: en un informe policial, en el del forense, en el ordenador de algún periodista que tal vez las guarde para recordar y no olvidarlas...
Tal vez esta fotografía tenga un valor mayor: otras vidas se salvarán, los gobiernos permitirán la entrada de refugiados... hasta que se nos vuelva a olvidar que si vienen, es porque huyen de guerras, hambrunas, que nosotros hemos comenzado, nosotros o los políticos a los que votamos o las empresas que nos dan de comer o a las que compramos sus productos...

No nos gusta ver la muerte, somos hipócritas. En vano.
La muerte está siempre reflejada en nuestros ojos...


miércoles, 2 de septiembre de 2015

APUNTES (I)

Una llamada de teléfono.
Al otro lado del auricular, me hacen una pregunta sencilla.
- ¿Cuál es su nombre...?
Una funcionaria busca mi nombre en el ordenador.
- Sí, está concedida la excedencia... Desde el uno de septiembre...

Hoy, uno de septiembre, también es el cumpleaños de mi madre. Hubieran sido setenta años. No lo fueron...

Estoy en la terraza.
Ayer, de noche, a las dos de la mañana, observo a los pocos transeuntes que pasan por la calle: una mujer de mediana edad, un hombre maduro, dos chicos jóvenes. Todos regresan a su casa. Ningún coche.
Luego, silencio. La luna llena aplasta el cielo...
Han pasado las horas. Unas pocas horas de sueño. Ahora, desde la misma terraza, miro hacia el este. Amanece. El sol sale, como todos los días...
La felicito, aunque ella ya no pueda escucharme...

Paso la mañana en el instituto: los exámenes de septiembre, el encuentro con los compañeros, las vacaciones que ya pasaron, los centros a los que irán, los que se quedan allí, mi proyecto personal...
Todo me parece irreal: ni siquiera hay alumnos. La mayoría, no se ha presentado al examen.

El día se desliza, sin grandes tristezas ni alegrías.
Tengo la sensación de que en todo lo que hago o pienso, está ella. Cuando trabajo en el documental, al escribir las páginas de la novela, mientras respiro o al beber un vaso de agua. Está presente: una sombra o un acicate.

Llega la noche. Calle Mayor de Bardem. Reconozco en la protagonista los sueños e ilusiones de una mujer real. Los descubro por primera vez. La emoción continua, pero algo más ha enriquecido mi visión. Soy yo y también es ella...

Al día siguiente, buscando a Trajano en una biblioteca, encuentro a Modiano.
Para que no te pierdas en el barrio. 

Su estilo fluido, ligero...  los espacios y el tiempo se cruzan; aparecen deshilvanados, confusos en una investigación personal... el pasado que recuperamos... los nombres que nos traen el niño que fuimos, el viaje que nos marcó para siempre.
Lo que hemos perdido, lo que aún tenemos y conservamos.

Se me ocurre una idea: apuntes.
Duración: dos años.
Tema: pensamientos, sueños, reflexiones.
Y de vez en cuando, hacerlas reales: convertirlas en palabras, publicarlas en un blog, anotarlas en una hoja de papel...

Escribo el título: Apuntes.
Un número romano: I.
Y la primera frase: Una llamada de teléfono. Al otro lado del auricular, me hacen una pregunta sencilla...